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5.8
39,652
7
31 de julio de 2023
31 de julio de 2023
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película Barbie se erige como un poderoso alegato a favor del empoderamiento femenino, la igualdad de género y la inclusión, al tiempo que abarca una amplia gama de teorías feministas y filosofías de género. Desde su representación inicial de Barbieland como una sociedad matriarcal, hasta la exploración de la identidad y la lucha por la aceptación en el mundo real, la película es un hito en la historia del feminismo en la pantalla grande.
La concepción de Barbieland como una utopía matriarcal, donde las mujeres ocupan roles de liderazgo en diversas esferas de la vida, refleja una visión feminista de cómo el mundo podría ser si se superaran las barreras de género. Esta idea se asemeja a los planteamientos de autoras como Simone de Beauvoir, quien abogaba por liberar a las mujeres de la opresión histórica y abrir espacios para su autonomía y autorrealización. De Beauvoir argumentaba que la mujer ha sido considerada como "el otro", subordinada al hombre, y su emancipación requería trascender este estatus para lograr la igualdad.
La trama de la película, con Barbie enfrentando una crisis existencial y descubriendo que ya no cumple con los ideales físicos estereotipados, presenta una oportunidad para una exploración en profundidad de la identidad de género y la autoaceptación. Este viaje de autodescubrimiento recuerda la perspectiva de Judith Butler sobre la performatividad de género, donde la identidad de una persona se forma en interacción con el entorno social y cultural en el que vive. La evolución de Barbie hacia una comprensión más profunda de sí misma y su rechazo a la idea de ser definida por los estándares de belleza establecidos es una poderosa afirmación de la individualidad y la resistencia a las presiones externas.
La película también se enriquece con el enfoque en la sororidad y el apoyo entre mujeres, lo que coincide con las ideas de Bell Hooks. La relación de Barbie con otras mujeres, incluidas las distintas versiones de sí misma que encuentra en su viaje, refuerza la importancia de la solidaridad y la camaradería entre mujeres, en lugar de caer en rivalidades y competencias perjudiciales. Para Bell Hooks, la sororidad es un vínculo poderoso que puede desafiar la dominación patriarcal y permitir la liberación de las mujeres.
La elección de Greta Gerwig como directora y escritora, conocida por su enfoque feminista en películas anteriores, agrega una capa adicional de profundidad a la narrativa. Gerwig ha demostrado su capacidad para presentar personajes femeninos complejos y realistas, y su visión para abordar cuestiones de género con sensibilidad y perspicacia, tal como lo hizo en "Lady Bird" y "Mujercitas".
El elenco diverso y ecléctico, que desafía los cánones tradicionales de belleza y apariencia, resuena con las ideas de autoras como Kimberlé Crenshaw y su teoría de la interseccionalidad. Al presentar un elenco que representa una amplia variedad de identidades y experiencias, la película celebra la diversidad y promueve la importancia de abordar las opresiones sistémicas que enfrentan las mujeres debido a la intersección de su género, raza, clase y otras identidades. La interseccionalidad, como teoría, destaca la importancia de reconocer y abordar las intersecciones de opresiones para lograr una verdadera igualdad y justicia.
En conclusión, Barbie trasciende los límites del cine convencional y se convierte en un alegato inspirador hacia la igualdad de género, la diversidad y el cuestionamiento masculino. Desde su representación inicial de Barbieland como una utopía matriarcal hasta el enfoque en la sororidad, el apoyo entre mujeres y la interseccionalidad, la película se posiciona como un hito en la historia del feminismo en el cine, enviando un mensaje potente y necesario hacia una sociedad más inclusiva y equitativa para todos y todas. Es una obra cinematográfica que celebra la fortaleza y la diversidad de las mujeres y un llamado a la acción para empoderarlas y reconocer su papel en la transformación de la cultura y la sociedad hacia una visión más igualitaria y justa.
La concepción de Barbieland como una utopía matriarcal, donde las mujeres ocupan roles de liderazgo en diversas esferas de la vida, refleja una visión feminista de cómo el mundo podría ser si se superaran las barreras de género. Esta idea se asemeja a los planteamientos de autoras como Simone de Beauvoir, quien abogaba por liberar a las mujeres de la opresión histórica y abrir espacios para su autonomía y autorrealización. De Beauvoir argumentaba que la mujer ha sido considerada como "el otro", subordinada al hombre, y su emancipación requería trascender este estatus para lograr la igualdad.
La trama de la película, con Barbie enfrentando una crisis existencial y descubriendo que ya no cumple con los ideales físicos estereotipados, presenta una oportunidad para una exploración en profundidad de la identidad de género y la autoaceptación. Este viaje de autodescubrimiento recuerda la perspectiva de Judith Butler sobre la performatividad de género, donde la identidad de una persona se forma en interacción con el entorno social y cultural en el que vive. La evolución de Barbie hacia una comprensión más profunda de sí misma y su rechazo a la idea de ser definida por los estándares de belleza establecidos es una poderosa afirmación de la individualidad y la resistencia a las presiones externas.
La película también se enriquece con el enfoque en la sororidad y el apoyo entre mujeres, lo que coincide con las ideas de Bell Hooks. La relación de Barbie con otras mujeres, incluidas las distintas versiones de sí misma que encuentra en su viaje, refuerza la importancia de la solidaridad y la camaradería entre mujeres, en lugar de caer en rivalidades y competencias perjudiciales. Para Bell Hooks, la sororidad es un vínculo poderoso que puede desafiar la dominación patriarcal y permitir la liberación de las mujeres.
La elección de Greta Gerwig como directora y escritora, conocida por su enfoque feminista en películas anteriores, agrega una capa adicional de profundidad a la narrativa. Gerwig ha demostrado su capacidad para presentar personajes femeninos complejos y realistas, y su visión para abordar cuestiones de género con sensibilidad y perspicacia, tal como lo hizo en "Lady Bird" y "Mujercitas".
El elenco diverso y ecléctico, que desafía los cánones tradicionales de belleza y apariencia, resuena con las ideas de autoras como Kimberlé Crenshaw y su teoría de la interseccionalidad. Al presentar un elenco que representa una amplia variedad de identidades y experiencias, la película celebra la diversidad y promueve la importancia de abordar las opresiones sistémicas que enfrentan las mujeres debido a la intersección de su género, raza, clase y otras identidades. La interseccionalidad, como teoría, destaca la importancia de reconocer y abordar las intersecciones de opresiones para lograr una verdadera igualdad y justicia.
En conclusión, Barbie trasciende los límites del cine convencional y se convierte en un alegato inspirador hacia la igualdad de género, la diversidad y el cuestionamiento masculino. Desde su representación inicial de Barbieland como una utopía matriarcal hasta el enfoque en la sororidad, el apoyo entre mujeres y la interseccionalidad, la película se posiciona como un hito en la historia del feminismo en el cine, enviando un mensaje potente y necesario hacia una sociedad más inclusiva y equitativa para todos y todas. Es una obra cinematográfica que celebra la fortaleza y la diversidad de las mujeres y un llamado a la acción para empoderarlas y reconocer su papel en la transformación de la cultura y la sociedad hacia una visión más igualitaria y justa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En el contexto del mensaje de empoderamiento femenino, la película también incorpora las ideas de Michael Kimmel sobre la necesidad de cuestionar la masculinidad tradicional y promover una masculinidad más igualitaria y empática. El desarrollo del personaje de Ken, que evoluciona a medida que cuestiona y desafía el sistema patriarcal, refleja la importancia de alejarse de las nociones tóxicas de masculinidad y adoptar una identidad masculina basada en el respeto y la igualdad de género. Este desarrollo del personaje de Ken es una manera sutil pero significativa de cuestionar las expectativas y roles tradicionales impuestos a los hombres. La película sugiere que la masculinidad no necesita estar vinculada a la dominación y el control, sino que puede ser redirigida hacia una comprensión más igualitaria y respetuosa de las relaciones de género.
Al liberarse de las limitaciones de su papel tradicional como novio y enfrentar el sistema patriarcal que lo ha definido, Ken se presenta como un ejemplo positivo de masculinidad en evolución. Esto coincide con la visión de Kimmel sobre cómo los hombres pueden transformar y desafiar las normas de género establecidas, y adoptar una masculinidad que no esté basada en la opresión y la dominación, sino en el respeto mutuo y la equidad.
Al liberarse de las limitaciones de su papel tradicional como novio y enfrentar el sistema patriarcal que lo ha definido, Ken se presenta como un ejemplo positivo de masculinidad en evolución. Esto coincide con la visión de Kimmel sobre cómo los hombres pueden transformar y desafiar las normas de género establecidas, y adoptar una masculinidad que no esté basada en la opresión y la dominación, sino en el respeto mutuo y la equidad.
6
16 de marzo de 2025
16 de marzo de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Complete Unknown (2024), dirigida por James Mangold, se presenta como un biopic que aborda los primeros años de la carrera de Bob Dylan, desde su llegada a Nueva York en 1961 hasta su controvertida actuación eléctrica en el Newport Folk Festival de 1965. La película ha sido elogiada por su enfoque en este período específico, evitando el típico recorrido de toda una vida que suelen tener las biografías cinematográficas.
Timothée Chalamet encarna al joven Dylan, ofreciendo interpretaciones en vivo de sus canciones que, aunque técnicamente imperfectas, capturan la esencia cruda y auténtica del músico. Su actuación ha sido destacada por algunos críticos como "hipnótica" y, sin duda, logra transmitir el magnetismo que hacía de Dylan una figura única en aquella época.
Sin embargo, la estructura narrativa de la película se asemeja a una sucesión de escenas que, si bien reflejan la naturaleza enigmática de Dylan, carecen de profundidad en el desarrollo del personaje. Esta aproximación ha sido vista por algunos como una forma de mantener el misterio que siempre ha rodeado al artista, pero también puede resultar en una experiencia cinematográfica superficial y poco reveladora.
Además, la película ha sido criticada por tomar libertades históricas y ofrecer una representación unidimensional de figuras clave en la vida de Dylan, como Suze Rotolo y Joan Baez. También se ha señalado que adopta una perspectiva demasiado centrada en Dylan como genio solitario, minimizando la influencia de otras figuras fundamentales en su trayectoria.
En resumen, A Complete Unknown ofrece una visión estilísticamente atractiva de los años formativos de Bob Dylan, pero su enfoque fragmentado y la falta de profundidad en la caracterización pueden dejar a los espectadores con una sensación de insatisfacción. Aunque captura la atmósfera de la escena musical de los años 60, la película no logra desentrañar el enigma de Dylan, resultando en una obra que, aunque interesante, es fácilmente olvidable.
Timothée Chalamet encarna al joven Dylan, ofreciendo interpretaciones en vivo de sus canciones que, aunque técnicamente imperfectas, capturan la esencia cruda y auténtica del músico. Su actuación ha sido destacada por algunos críticos como "hipnótica" y, sin duda, logra transmitir el magnetismo que hacía de Dylan una figura única en aquella época.
Sin embargo, la estructura narrativa de la película se asemeja a una sucesión de escenas que, si bien reflejan la naturaleza enigmática de Dylan, carecen de profundidad en el desarrollo del personaje. Esta aproximación ha sido vista por algunos como una forma de mantener el misterio que siempre ha rodeado al artista, pero también puede resultar en una experiencia cinematográfica superficial y poco reveladora.
Además, la película ha sido criticada por tomar libertades históricas y ofrecer una representación unidimensional de figuras clave en la vida de Dylan, como Suze Rotolo y Joan Baez. También se ha señalado que adopta una perspectiva demasiado centrada en Dylan como genio solitario, minimizando la influencia de otras figuras fundamentales en su trayectoria.
En resumen, A Complete Unknown ofrece una visión estilísticamente atractiva de los años formativos de Bob Dylan, pero su enfoque fragmentado y la falta de profundidad en la caracterización pueden dejar a los espectadores con una sensación de insatisfacción. Aunque captura la atmósfera de la escena musical de los años 60, la película no logra desentrañar el enigma de Dylan, resultando en una obra que, aunque interesante, es fácilmente olvidable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A Complete Unknown se presenta como una oportunidad para explorar los años formativos de Bob Dylan, desde su llegada a Nueva York en 1961 hasta su controvertida actuación eléctrica en el Newport Folk Festival de 1965. Sin embargo, la película falla en profundizar en la complejidad del artista, ofreciendo en su lugar una serie de escenas superficiales que apenas arañan la superficie de su enigmática personalidad.
Una narrativa fragmentada que carece de profundidad
La estructura de la película se asemeja a una sucesión de viñetas que, aunque cronológicamente coherentes, no logran construir una narrativa cohesiva ni profundizar en las motivaciones de Dylan. Por ejemplo, su visita a Woody Guthrie en el hospital psiquiátrico se presenta sin contexto ni desarrollo, dejando al espectador con más preguntas que respuestas sobre la influencia de Guthrie en la formación artística de Dylan. Esta falta de profundidad se extiende a otros aspectos de la trama, como su relación con Joan Baez, que se aborda de manera superficial y sin explorar las dinámicas emocionales que definieron su colaboración y posterior distanciamiento.
cinemablend.com
Personajes secundarios reducidos a estereotipos
Los personajes que rodean a Dylan en la película están pobremente desarrollados, sirviendo más como accesorios que como individuos con agencia propia. Joan Baez, interpretada por Monica Barbaro, se presenta de manera unidimensional, sin capturar la complejidad de su relación con Dylan ni su propia importancia en la escena musical de la época. Del mismo modo, la representación de Suze Rotolo, bajo el nombre ficticio de Sylvie Russo, carece de profundidad y no refleja su verdadera influencia en la vida y obra de Dylan. Estas caracterizaciones superficiales no solo desvirtúan la realidad histórica, sino que también privan a la narrativa de la riqueza que aportan las interacciones humanas auténticas.
de.wikipedia.org
Libertades históricas que distorsionan la realidad
La película toma numerosas libertades con los hechos históricos, alterando eventos y personajes de manera que confunde más que ilumina. Por ejemplo, la cronología de la transición de Dylan al rock eléctrico se presenta de manera imprecisa, y la reacción del público en el Newport Folk Festival se dramatiza en exceso, creando una falsa impresión de antagonismo que no se corresponde con la realidad. Estas inexactitudes no solo engañan al espectador, sino que también socavan la credibilidad de la película como biografía.
Conclusión: una oportunidad desperdiciada para desentrañar el enigma de Dylan
En última instancia, A Complete Unknown falla en su intento de ofrecer una visión profunda y reveladora de Bob Dylan. Su enfoque superficial, personajes mal desarrollados y libertades históricas injustificadas resultan en una película que no logra capturar la esencia del artista ni aportar una nueva comprensión de su legado. Aunque Timothée Chalamet ofrece una actuación comprometida, no es suficiente para salvar una narrativa que se queda corta en todos los aspectos. Para aquellos que buscan una exploración significativa de la vida y obra de Dylan, esta película será, lamentablemente, una decepción.
Una narrativa fragmentada que carece de profundidad
La estructura de la película se asemeja a una sucesión de viñetas que, aunque cronológicamente coherentes, no logran construir una narrativa cohesiva ni profundizar en las motivaciones de Dylan. Por ejemplo, su visita a Woody Guthrie en el hospital psiquiátrico se presenta sin contexto ni desarrollo, dejando al espectador con más preguntas que respuestas sobre la influencia de Guthrie en la formación artística de Dylan. Esta falta de profundidad se extiende a otros aspectos de la trama, como su relación con Joan Baez, que se aborda de manera superficial y sin explorar las dinámicas emocionales que definieron su colaboración y posterior distanciamiento.
cinemablend.com
Personajes secundarios reducidos a estereotipos
Los personajes que rodean a Dylan en la película están pobremente desarrollados, sirviendo más como accesorios que como individuos con agencia propia. Joan Baez, interpretada por Monica Barbaro, se presenta de manera unidimensional, sin capturar la complejidad de su relación con Dylan ni su propia importancia en la escena musical de la época. Del mismo modo, la representación de Suze Rotolo, bajo el nombre ficticio de Sylvie Russo, carece de profundidad y no refleja su verdadera influencia en la vida y obra de Dylan. Estas caracterizaciones superficiales no solo desvirtúan la realidad histórica, sino que también privan a la narrativa de la riqueza que aportan las interacciones humanas auténticas.
de.wikipedia.org
Libertades históricas que distorsionan la realidad
La película toma numerosas libertades con los hechos históricos, alterando eventos y personajes de manera que confunde más que ilumina. Por ejemplo, la cronología de la transición de Dylan al rock eléctrico se presenta de manera imprecisa, y la reacción del público en el Newport Folk Festival se dramatiza en exceso, creando una falsa impresión de antagonismo que no se corresponde con la realidad. Estas inexactitudes no solo engañan al espectador, sino que también socavan la credibilidad de la película como biografía.
Conclusión: una oportunidad desperdiciada para desentrañar el enigma de Dylan
En última instancia, A Complete Unknown falla en su intento de ofrecer una visión profunda y reveladora de Bob Dylan. Su enfoque superficial, personajes mal desarrollados y libertades históricas injustificadas resultan en una película que no logra capturar la esencia del artista ni aportar una nueva comprensión de su legado. Aunque Timothée Chalamet ofrece una actuación comprometida, no es suficiente para salvar una narrativa que se queda corta en todos los aspectos. Para aquellos que buscan una exploración significativa de la vida y obra de Dylan, esta película será, lamentablemente, una decepción.

6.1
8,532
6
10 de marzo de 2025
10 de marzo de 2025
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Mickey 17", la más reciente película de Bong Joon-ho, se presenta como una sátira de ciencia ficción que, lamentablemente, no alcanza las cotas de sus obras maestras como Parásitos, Memories of Murder o Mother. En esta ocasión, Bong retoma la vena distópica que exploró en Snowpiercer y Okja, pero con resultados menos satisfactorios.
La trama sigue a Mickey Barnes (interpretado por Robert Pattinson), un "prescindible" en una misión de colonización en el planeta Niflheim. Su labor consiste en asumir tareas peligrosas que inevitablemente conducen a su muerte, tras la cual es "reimpreso" en un nuevo cuerpo con sus recuerdos intactos. El conflicto surge cuando Mickey 17 sobrevive inesperadamente y descubre que Mickey 18 ha sido creado para reemplazarlo, lo que plantea cuestiones sobre identidad y existencia.
A pesar de un planteamiento prometedor, la película se queda en la superficie de temas como la explotación laboral y la ética de la clonación, sin profundizar en ellos de manera significativa. La narrativa se siente dispersa y, en ocasiones, cae en clichés que restan fuerza al mensaje satírico que pretende transmitir. La actuación de Mark Ruffalo como el líder de la misión, Kenneth Marshall, resulta caricaturesca y poco convincente, lo que debilita la crítica política que la película intenta articular.
Visualmente, Mickey 17 es impresionante, con una dirección de arte que destaca en la representación del inhóspito Niflheim. Sin embargo, esta riqueza visual no compensa las deficiencias en el guion y el desarrollo de personajes. La película oscila entre el humor negro y el drama existencial, pero no logra equilibrar ambos tonos de manera efectiva, resultando en una experiencia cinematográfica que deja una sensación de insipidez.
En resumen, Mickey 17 es una obra menor en la filmografía de Bong Joon-ho. Aunque aborda temas relevantes y cuenta con un elenco talentoso, la ejecución carece de la profundidad y el ingenio que caracterizan sus mejores trabajos. Es una película que, si bien no es un fracaso total, tampoco deja una impresión duradera, situándose en un discreto 6 sobre 10.
La trama sigue a Mickey Barnes (interpretado por Robert Pattinson), un "prescindible" en una misión de colonización en el planeta Niflheim. Su labor consiste en asumir tareas peligrosas que inevitablemente conducen a su muerte, tras la cual es "reimpreso" en un nuevo cuerpo con sus recuerdos intactos. El conflicto surge cuando Mickey 17 sobrevive inesperadamente y descubre que Mickey 18 ha sido creado para reemplazarlo, lo que plantea cuestiones sobre identidad y existencia.
A pesar de un planteamiento prometedor, la película se queda en la superficie de temas como la explotación laboral y la ética de la clonación, sin profundizar en ellos de manera significativa. La narrativa se siente dispersa y, en ocasiones, cae en clichés que restan fuerza al mensaje satírico que pretende transmitir. La actuación de Mark Ruffalo como el líder de la misión, Kenneth Marshall, resulta caricaturesca y poco convincente, lo que debilita la crítica política que la película intenta articular.
Visualmente, Mickey 17 es impresionante, con una dirección de arte que destaca en la representación del inhóspito Niflheim. Sin embargo, esta riqueza visual no compensa las deficiencias en el guion y el desarrollo de personajes. La película oscila entre el humor negro y el drama existencial, pero no logra equilibrar ambos tonos de manera efectiva, resultando en una experiencia cinematográfica que deja una sensación de insipidez.
En resumen, Mickey 17 es una obra menor en la filmografía de Bong Joon-ho. Aunque aborda temas relevantes y cuenta con un elenco talentoso, la ejecución carece de la profundidad y el ingenio que caracterizan sus mejores trabajos. Es una película que, si bien no es un fracaso total, tampoco deja una impresión duradera, situándose en un discreto 6 sobre 10.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El problema central de Mickey 17 radica en cómo desperdicia sus ideas más interesantes. La premisa de un hombre clonable, cuya muerte es un trámite más en una misión espacial, es un punto de partida fascinante, pero la película nunca se atreve a llevar su discurso hasta las últimas consecuencias. Bong Joon-ho introduce preguntas filosóficas sobre la identidad y la continuidad del yo, pero apenas las explora. La relación entre Mickey 17 y su “sustituto”, Mickey 18, podría haber sido el motor de un thriller psicológico o de una sátira más incisiva, pero se resuelve de forma demasiado simplista.
El conflicto principal, que debería girar en torno a la duplicación y las implicaciones de que ambos Mickeys existan simultáneamente, se diluye en una serie de secuencias que oscilan entre la comedia absurda y la crítica social liviana. La película parece temerle al potencial dramático de su premisa. El guion nunca permite que Pattinson desarrolle el conflicto interno de Mickey más allá de la confusión inicial, y la convivencia con su doble termina resolviéndose sin el nivel de tensión que la historia requería.
Otro problema es la superficialidad de los secundarios. Kenneth Marshall (Mark Ruffalo), el líder de la misión, se presenta como una caricatura de la burocracia despiadada, sin el matiz necesario para hacer creíble su papel como antagonista. Naomi Ackie, en el papel de Nasha, la científica que mantiene una relación con Mickey, queda relegada a un arco narrativo sin peso real. Su conexión con el protagonista podría haber sido el ancla emocional de la historia, pero en lugar de eso, la película la trata como un recurso más dentro de la estructura convencional de Bong.
El tercer acto, donde Mickey 17 intenta apostar por la épica, es donde más se notan sus carencias. Sin revelar demasiado, la resolución del conflicto no tiene el impacto emocional ni intelectual que debería. La película construye una crisis existencial que termina desinflándose en un desenlace funcional, pero sin riesgos. La sátira se queda corta, el comentario social se diluye y la historia concluye sin dejar una impresión duradera.
En definitiva, Mickey 17 es una película que juega con grandes ideas pero las ejecuta con timidez. No es un fracaso absoluto, pero sí una obra menor dentro de la filmografía de Bong Joon-ho, alguien que ya ha demostrado que puede hacer ciencia ficción mucho más provocadora.
El conflicto principal, que debería girar en torno a la duplicación y las implicaciones de que ambos Mickeys existan simultáneamente, se diluye en una serie de secuencias que oscilan entre la comedia absurda y la crítica social liviana. La película parece temerle al potencial dramático de su premisa. El guion nunca permite que Pattinson desarrolle el conflicto interno de Mickey más allá de la confusión inicial, y la convivencia con su doble termina resolviéndose sin el nivel de tensión que la historia requería.
Otro problema es la superficialidad de los secundarios. Kenneth Marshall (Mark Ruffalo), el líder de la misión, se presenta como una caricatura de la burocracia despiadada, sin el matiz necesario para hacer creíble su papel como antagonista. Naomi Ackie, en el papel de Nasha, la científica que mantiene una relación con Mickey, queda relegada a un arco narrativo sin peso real. Su conexión con el protagonista podría haber sido el ancla emocional de la historia, pero en lugar de eso, la película la trata como un recurso más dentro de la estructura convencional de Bong.
El tercer acto, donde Mickey 17 intenta apostar por la épica, es donde más se notan sus carencias. Sin revelar demasiado, la resolución del conflicto no tiene el impacto emocional ni intelectual que debería. La película construye una crisis existencial que termina desinflándose en un desenlace funcional, pero sin riesgos. La sátira se queda corta, el comentario social se diluye y la historia concluye sin dejar una impresión duradera.
En definitiva, Mickey 17 es una película que juega con grandes ideas pero las ejecuta con timidez. No es un fracaso absoluto, pero sí una obra menor dentro de la filmografía de Bong Joon-ho, alguien que ya ha demostrado que puede hacer ciencia ficción mucho más provocadora.

6.5
33,183
7
12 de marzo de 2025
12 de marzo de 2025
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sustancia (2024), dirigida por Coralie Fargeat, se ha consolidado como una película de culto casi instantánea, sin necesidad de que el paso del tiempo avale su estatus. Este filme de terror corporal nos sumerge en una narrativa audaz y grotesca que explora la obsesión por la eterna juventud y las consecuencias de desafiar los límites naturales del cuerpo humano.  
La trama sigue a Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una celebridad en decadencia que, en su desesperación por recuperar la fama y la juventud perdidas, recurre a un suero del mercado negro. Este elixir promete rejuvenecerla, pero desencadena efectos secundarios inesperados que la llevan por un camino de transformación física y psicológica. A su lado está Sue (Margaret Qualley), cuya relación con Elisabeth añade capas de complejidad a la historia.  
Las actuaciones de Moore y Qualley son sobresalientes, aportando una profundidad y autenticidad que elevan la película. Moore, en particular, ofrece una interpretación valiente y sin reservas, considerada por muchos críticos como la mejor de su carrera. Su compromiso con el papel le valió el Globo de Oro a la Mejor Actriz de Comedia o Musical, reconocimiento que subraya su capacidad para reinventarse y enfrentar nuevos desafíos en la pantalla.  
La dirección de Fargeat es igualmente notable, fusionando el género del body horror con humor y simbolismo para crear una narrativa accesible y resonante. La película aborda temas sobre la presión estética y la violencia física y social infligida a las mujeres, ofreciendo una perspectiva feminista que invita a la reflexión. 
Visualmente, La sustancia es impactante, con una estética saturada y elementos gore que rinden homenaje a clásicos del cine de terror. El diseño de vestuario, inspirado en divas pop como Beyoncé y Dua Lipa, añade una capa adicional de simbolismo y profundidad al personaje de Sue, reflejando la dualidad entre la apariencia superficial y la realidad subyacente.  
En conclusión, La sustancia es una obra que, con sus audaces elecciones narrativas y estéticas, se posiciona como una película de culto contemporánea. Aunque puede no ser del agrado de todos debido a su contenido explícito y su enfoque provocador, ofrece una experiencia cinematográfica única que desafía las convenciones y deja una impresión duradera. Le otorgo un 7 sobre 10, reconociendo su mérito en la actuación y dirección, aunque algunos aspectos de la trama podrían haberse desarrollado con mayor profundidad.
La trama sigue a Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una celebridad en decadencia que, en su desesperación por recuperar la fama y la juventud perdidas, recurre a un suero del mercado negro. Este elixir promete rejuvenecerla, pero desencadena efectos secundarios inesperados que la llevan por un camino de transformación física y psicológica. A su lado está Sue (Margaret Qualley), cuya relación con Elisabeth añade capas de complejidad a la historia.  
Las actuaciones de Moore y Qualley son sobresalientes, aportando una profundidad y autenticidad que elevan la película. Moore, en particular, ofrece una interpretación valiente y sin reservas, considerada por muchos críticos como la mejor de su carrera. Su compromiso con el papel le valió el Globo de Oro a la Mejor Actriz de Comedia o Musical, reconocimiento que subraya su capacidad para reinventarse y enfrentar nuevos desafíos en la pantalla.  
La dirección de Fargeat es igualmente notable, fusionando el género del body horror con humor y simbolismo para crear una narrativa accesible y resonante. La película aborda temas sobre la presión estética y la violencia física y social infligida a las mujeres, ofreciendo una perspectiva feminista que invita a la reflexión. 
Visualmente, La sustancia es impactante, con una estética saturada y elementos gore que rinden homenaje a clásicos del cine de terror. El diseño de vestuario, inspirado en divas pop como Beyoncé y Dua Lipa, añade una capa adicional de simbolismo y profundidad al personaje de Sue, reflejando la dualidad entre la apariencia superficial y la realidad subyacente.  
En conclusión, La sustancia es una obra que, con sus audaces elecciones narrativas y estéticas, se posiciona como una película de culto contemporánea. Aunque puede no ser del agrado de todos debido a su contenido explícito y su enfoque provocador, ofrece una experiencia cinematográfica única que desafía las convenciones y deja una impresión duradera. Le otorgo un 7 sobre 10, reconociendo su mérito en la actuación y dirección, aunque algunos aspectos de la trama podrían haberse desarrollado con mayor profundidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Si La sustancia ya era potente en su superficie, cuando empezamos a diseccionarla en profundidad se convierte en un festín de simbolismo, crítica social y body horror en su máxima expresión. Coralie Fargeat no solo ha hecho una película impactante visualmente, sino que ha construido un relato sobre el control, la explotación del cuerpo femenino y el miedo al olvido que golpea con la misma violencia con la que se retuercen los cuerpos en pantalla.
La clave del filme está en la evolución de Elisabeth (Demi Moore). Al principio, la vemos como una estrella en decadencia, envejecida según los estándares crueles de la industria, desesperada por mantenerse relevante. Cuando accede a probar La Sustancia, ese suero milagroso, no solo busca rejuvenecer su piel, sino recuperar su estatus, su identidad pública, su propia percepción de sí misma. Y aquí es donde empieza la verdadera pesadilla.
La dualidad de “La Sustancia” y la fractura de la identidad
Desde la primera toma en la que Elisabeth prueba la sustancia, la película establece una dinámica perturbadora: cada dosis la transforma, pero no la mejora, sino que la fragmenta. No solo rejuvenece, sino que literalmente se desdobla en otra versión de sí misma. El horror empieza cuando la Elisabeth “vieja” y la “nueva” coexisten al mismo tiempo. Ya no es una cuestión de cambio estético, sino de multiplicidad. ¿Cuál es la real? ¿Cuál merece existir?
Esta idea de la dualidad y la identidad es el corazón filosófico del filme. Elisabeth, como cualquier mujer en la industria del entretenimiento, se enfrenta a una paradoja imposible: la juventud es valorada, pero solo mientras no sea artificial; la madurez es despreciada, pero solo cuando deja de ser “atractiva”. Cuando el personaje comienza a descomponerse, a ser consumido desde dentro, el mensaje es brutal: nunca podrá ganar. Su cuerpo no le pertenece, sino que es un campo de batalla entre lo que la sociedad espera de ella y lo que ella realmente es.
Margaret Qualley y el papel de Sue: la máquina de carne
Sue (Margaret Qualley) es un personaje clave en esta historia. Al principio, parece una figura secundaria, pero conforme avanza la trama, se convierte en una versión más extrema del destino de Elisabeth. Si Demi Moore representa la lucha por la permanencia, Sue es la encarnación de la mercantilización absoluta del cuerpo femenino. Cuando descubrimos que la sustancia no solo crea copias, sino que convierte a estas en productos moldeables y vendibles, la película da su giro más enfermizo.
Sue no es una persona en la historia, sino un concepto: es la hiperfeminidad llevada al extremo, el ideal de belleza sin personalidad ni conciencia. Su transformación en una especie de “muñeca de carne”, perfecta pero vacía, encierra la crítica más feroz de la película. Se convierte en un ídolo pop, un fetiche diseñado para complacer, que es destruido y reemplazado cada vez que deja de ser rentable. Aquí es donde la estética inspirada en divas como Beyoncé o Dua Lipa cobra sentido: Sue no es más que una proyección, una versión manufacturada de lo que el mundo espera de una mujer en el poder.
El final: una victoria vacía
Cuando Elisabeth decide “eliminar” su versión más joven para recuperar su cuerpo original, parece que estamos ante una redención. Pero el final de La sustancia es un golpe seco a cualquier expectativa de justicia. La industria, el sistema, la maquinaria que ha hecho que ella desespere por su juventud, sigue ahí. No hay escapatoria, no hay alternativa. La escena final, con su rostro reflejado en una pantalla que la mercantiliza una vez más, deja claro que la lucha no se gana con un solo acto de rebeldía. Su cuerpo podrá ser suyo, pero su imagen nunca lo será.
Conclusión: una obra de culto inmediata
La sustancia es de culto desde el primer minuto. Un body horror brutal, incómodo y afilado, con dos actuaciones demoledoras. No es perfecta, pero deja cicatriz.
La clave del filme está en la evolución de Elisabeth (Demi Moore). Al principio, la vemos como una estrella en decadencia, envejecida según los estándares crueles de la industria, desesperada por mantenerse relevante. Cuando accede a probar La Sustancia, ese suero milagroso, no solo busca rejuvenecer su piel, sino recuperar su estatus, su identidad pública, su propia percepción de sí misma. Y aquí es donde empieza la verdadera pesadilla.
La dualidad de “La Sustancia” y la fractura de la identidad
Desde la primera toma en la que Elisabeth prueba la sustancia, la película establece una dinámica perturbadora: cada dosis la transforma, pero no la mejora, sino que la fragmenta. No solo rejuvenece, sino que literalmente se desdobla en otra versión de sí misma. El horror empieza cuando la Elisabeth “vieja” y la “nueva” coexisten al mismo tiempo. Ya no es una cuestión de cambio estético, sino de multiplicidad. ¿Cuál es la real? ¿Cuál merece existir?
Esta idea de la dualidad y la identidad es el corazón filosófico del filme. Elisabeth, como cualquier mujer en la industria del entretenimiento, se enfrenta a una paradoja imposible: la juventud es valorada, pero solo mientras no sea artificial; la madurez es despreciada, pero solo cuando deja de ser “atractiva”. Cuando el personaje comienza a descomponerse, a ser consumido desde dentro, el mensaje es brutal: nunca podrá ganar. Su cuerpo no le pertenece, sino que es un campo de batalla entre lo que la sociedad espera de ella y lo que ella realmente es.
Margaret Qualley y el papel de Sue: la máquina de carne
Sue (Margaret Qualley) es un personaje clave en esta historia. Al principio, parece una figura secundaria, pero conforme avanza la trama, se convierte en una versión más extrema del destino de Elisabeth. Si Demi Moore representa la lucha por la permanencia, Sue es la encarnación de la mercantilización absoluta del cuerpo femenino. Cuando descubrimos que la sustancia no solo crea copias, sino que convierte a estas en productos moldeables y vendibles, la película da su giro más enfermizo.
Sue no es una persona en la historia, sino un concepto: es la hiperfeminidad llevada al extremo, el ideal de belleza sin personalidad ni conciencia. Su transformación en una especie de “muñeca de carne”, perfecta pero vacía, encierra la crítica más feroz de la película. Se convierte en un ídolo pop, un fetiche diseñado para complacer, que es destruido y reemplazado cada vez que deja de ser rentable. Aquí es donde la estética inspirada en divas como Beyoncé o Dua Lipa cobra sentido: Sue no es más que una proyección, una versión manufacturada de lo que el mundo espera de una mujer en el poder.
El final: una victoria vacía
Cuando Elisabeth decide “eliminar” su versión más joven para recuperar su cuerpo original, parece que estamos ante una redención. Pero el final de La sustancia es un golpe seco a cualquier expectativa de justicia. La industria, el sistema, la maquinaria que ha hecho que ella desespere por su juventud, sigue ahí. No hay escapatoria, no hay alternativa. La escena final, con su rostro reflejado en una pantalla que la mercantiliza una vez más, deja claro que la lucha no se gana con un solo acto de rebeldía. Su cuerpo podrá ser suyo, pero su imagen nunca lo será.
Conclusión: una obra de culto inmediata
La sustancia es de culto desde el primer minuto. Un body horror brutal, incómodo y afilado, con dos actuaciones demoledoras. No es perfecta, pero deja cicatriz.

7.1
12,177
6
12 de marzo de 2025
12 de marzo de 2025
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The Brutalist (2024), dirigida por Brady Corbet, ha sido recibida con entusiasmo por la crítica, destacando su ambición y escala épica. Se nos vende como una de esas “experiencias cinematográficas” que marcan época, pero, ¿realmente es para tanto? En el fondo, no deja de ser un drama de ambiciones clásicas, una historia de inmigración y sacrificio con un envoltorio lujoso y una duración excesiva que algunos confunden con profundidad.
La película sigue a László Tóth, un arquitecto húngaro y superviviente del Holocausto que emigra a Estados Unidos para perseguir el sueño americano. Hasta ahí, todo correcto. Sin embargo, The Brutalist peca de creerse más importante de lo que realmente es. Dura 215 minutos, con intermisión incluida, y se presenta como si fuera la gran epopeya definitiva sobre la lucha del inmigrante, pero su guion no tiene ni la complejidad ni la potencia emocional de otras películas que han explorado lo mismo.
Visualmente es imponente, sí, pero ¿cuántas veces hemos visto ya ese blanco y negro impoluto y esa composición pictórica en películas que intentan recordarnos “esto es cine de verdad”? Parece que su propósito es más impresionar que emocionar. Y ese es su mayor problema: su frialdad. Es una película que grita “soy importante” sin aportar nada realmente nuevo.
La ilusión de la “experiencia cinematográfica”
Muchos críticos han destacado que la película es un “viaje cinematográfico inolvidable”, pero da la sensación de que lo dicen simplemente porque no están acostumbrados a películas largas y pausadas. Que tenga una intermisión no la convierte automáticamente en un clásico. Hay decenas de películas de mafia, crimen y épicas históricas que superan las tres horas con muchísimo más contenido, desarrollo y fuerza narrativa (El Padrino, Era una vez en América, Heat, El irlandés…). Lo que pasa es que algunos ven una película de 215 minutos con planos cuidados y creen que han descubierto el cine.
Y ojo, no es que sea una mala película. Hay momentos en los que Adrien Brody logra transmitir el peso de los años y las derrotas de su personaje, y Felicity Jones hace lo que puede con un guion que la deja a medias. Pero la historia no sorprende en ningún momento. Todo lo que ocurre lo has visto antes, y probablemente en películas mucho mejores.
Conclusión: bonita pero vacía
The Brutalist es cine de apariencia monumental que, en realidad, no dice nada nuevo. Mucha pose, mucha fotografía elegante y un reparto sólido, pero poco más. Si le quitas su envoltorio de “gran cine”, lo que queda es un drama correcto, bien rodado, pero sin alma. No es terrible, pero tampoco memorable. Un 6 porque es competente, pero en cuanto salgan películas más atrevidas y arriesgadas, esta caerá en el olvido.
La película sigue a László Tóth, un arquitecto húngaro y superviviente del Holocausto que emigra a Estados Unidos para perseguir el sueño americano. Hasta ahí, todo correcto. Sin embargo, The Brutalist peca de creerse más importante de lo que realmente es. Dura 215 minutos, con intermisión incluida, y se presenta como si fuera la gran epopeya definitiva sobre la lucha del inmigrante, pero su guion no tiene ni la complejidad ni la potencia emocional de otras películas que han explorado lo mismo.
Visualmente es imponente, sí, pero ¿cuántas veces hemos visto ya ese blanco y negro impoluto y esa composición pictórica en películas que intentan recordarnos “esto es cine de verdad”? Parece que su propósito es más impresionar que emocionar. Y ese es su mayor problema: su frialdad. Es una película que grita “soy importante” sin aportar nada realmente nuevo.
La ilusión de la “experiencia cinematográfica”
Muchos críticos han destacado que la película es un “viaje cinematográfico inolvidable”, pero da la sensación de que lo dicen simplemente porque no están acostumbrados a películas largas y pausadas. Que tenga una intermisión no la convierte automáticamente en un clásico. Hay decenas de películas de mafia, crimen y épicas históricas que superan las tres horas con muchísimo más contenido, desarrollo y fuerza narrativa (El Padrino, Era una vez en América, Heat, El irlandés…). Lo que pasa es que algunos ven una película de 215 minutos con planos cuidados y creen que han descubierto el cine.
Y ojo, no es que sea una mala película. Hay momentos en los que Adrien Brody logra transmitir el peso de los años y las derrotas de su personaje, y Felicity Jones hace lo que puede con un guion que la deja a medias. Pero la historia no sorprende en ningún momento. Todo lo que ocurre lo has visto antes, y probablemente en películas mucho mejores.
Conclusión: bonita pero vacía
The Brutalist es cine de apariencia monumental que, en realidad, no dice nada nuevo. Mucha pose, mucha fotografía elegante y un reparto sólido, pero poco más. Si le quitas su envoltorio de “gran cine”, lo que queda es un drama correcto, bien rodado, pero sin alma. No es terrible, pero tampoco memorable. Un 6 porque es competente, pero en cuanto salgan películas más atrevidas y arriesgadas, esta caerá en el olvido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
The Brutalist se presenta como una epopeya cinematográfica que abarca tres décadas en la vida de László Tóth, un arquitecto húngaro y superviviente del Holocausto que emigra a Estados Unidos en busca del sueño americano. La película, dirigida por Brady Corbet, ha sido aclamada por su ambición y escala, con una duración de 215 minutos que incluye una intermisión, evocando los grandes clásicos del cine épico. 
Una narrativa que se diluye en su propia grandilocuencia
A lo largo de la película, seguimos a László mientras lucha por establecerse en el mundo de la arquitectura estadounidense, enfrentándose a desafíos profesionales y personales. Sin embargo, la narrativa se siente dispersa y carece de la profundidad emocional necesaria para conectar verdaderamente con el público. Aunque la historia aborda temas como la inmigración, la búsqueda del éxito y las tensiones entre arte y comercio, lo hace de manera superficial, sin aportar nuevas perspectivas que enriquezcan el género.
Personajes que no logran trascender su arquetipo
Adrien Brody ofrece una actuación competente como László Tóth, pero su personaje carece de desarrollo suficiente para destacar. De manera similar, Felicity Jones y Guy Pearce interpretan a personajes que, aunque cumplen su función en la trama, no logran trascender más allá de sus arquetipos, lo que contribuye a la sensación de superficialidad en la narrativa.
Conclusión: una obra visualmente impresionante pero emocionalmente vacía
En resumen, The Brutalist es una película que, a pesar de su ambición y su impresionante factura técnica, no logra ofrecer una experiencia cinematográfica verdaderamente memorable. Su grandilocuencia y duración excesiva pueden resultar agotadoras para el espectador, y su falta de profundidad emocional la convierte en una obra fácilmente olvidable. Le otorgo un 6 sobre 10, reconociendo sus méritos visuales pero cuestionando su relevancia en el panorama cinematográfico actual.
Una narrativa que se diluye en su propia grandilocuencia
A lo largo de la película, seguimos a László mientras lucha por establecerse en el mundo de la arquitectura estadounidense, enfrentándose a desafíos profesionales y personales. Sin embargo, la narrativa se siente dispersa y carece de la profundidad emocional necesaria para conectar verdaderamente con el público. Aunque la historia aborda temas como la inmigración, la búsqueda del éxito y las tensiones entre arte y comercio, lo hace de manera superficial, sin aportar nuevas perspectivas que enriquezcan el género.
Personajes que no logran trascender su arquetipo
Adrien Brody ofrece una actuación competente como László Tóth, pero su personaje carece de desarrollo suficiente para destacar. De manera similar, Felicity Jones y Guy Pearce interpretan a personajes que, aunque cumplen su función en la trama, no logran trascender más allá de sus arquetipos, lo que contribuye a la sensación de superficialidad en la narrativa.
Conclusión: una obra visualmente impresionante pero emocionalmente vacía
En resumen, The Brutalist es una película que, a pesar de su ambición y su impresionante factura técnica, no logra ofrecer una experiencia cinematográfica verdaderamente memorable. Su grandilocuencia y duración excesiva pueden resultar agotadoras para el espectador, y su falta de profundidad emocional la convierte en una obra fácilmente olvidable. Le otorgo un 6 sobre 10, reconociendo sus méritos visuales pero cuestionando su relevancia en el panorama cinematográfico actual.
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