Técnicamente es una película de comedia más, de fin de semana, sin pretensión alguna, pero lo siento... me rindo ante la evidencia: es mi friky movie favorita. Así de claro. Aún hoy, 16 años después, me sé los diálogos y los múltiples gags de carrerilla de este personaje sin par. Sólo puedo decir que no me podré cansar jamás de verla una y otra vez. Los que somos de la generación del 78, sabemos lo que quiero decir ;)

En mi opinión, una película normal, de mediodía, pasable; con un argumento que bien, vale, bueno... pasable; con una Mcdormand correcta, pasable...

Es curioso el momento en que, por cosas de la vida (llamémoslo así), el cine de autor o fetichista (caso de los Cohen o de Lynch), se lleva una lluvia de críticas de alucine cuando en realidad, bajo mi punto de vista, se presenta una película pasable, correcta, normal, de mediodía. ¿Acaso ocurre como con la gimnasia artística, que si eres rusa ya tienes un 8,5 mínimo por parte de los jueces? Uy, lo siento, lo siento, pero si no me ha parecido el peliculón que muchos sí le atribuyen, prefiero pecar antónimamente de lo ¿genuino? de estos metrajes.

Si ya me había enamorado Mr. Lemmon en "El Apartamento", aquí acabó por conquistarme definitivamente. Es una comedia en la que todo cuadra, todo es perfecto; no hay momentos de falsete, pues todo es creíble. Puro cine clásico antes, puro teatro bajo los ojos de hoy... Y vaya diálogo final. Indispensable.

Sí, llegué a ser cinturón marrón de Karate en mis años mozos y tuve una época marcial bastante pronunciada. Hubo un momento en mi vida en que los KAKATO-GUERIS y abrirme de piernas a lo Van Dame en dos sillas (que conste que lo conseguí) eran mi único objetivo. Qué felicidad la de entonces, cachis...

Bien, pues puntúo esta cinta con los ojos de un niño de Primera Comunión que una vez la alquiló en VHS y... me encantó. El campeonato final fue brutal... como brutales fueron también los cardenales que entre mis compañeros de Karate y yo nos hicimos por culpa de la peli. Le guardo un cariño especial, por eso no quiero puntuarla con la impresión de hace un par de años.

Desde "cualquier cosa que hagas, ámala" hasta "Fine" me sentí irreconocible para mí mismo, extrañamente vinculado a una historia que no era mía pero que durante las casi dos horas de metraje lo fue. Morricone hizo el milagro de dar música al sentimiento. Y luego estaba Noiret.

Esto es lo que considero una obra maestra.