Antes de ver "Ágora", y básandome en la evolución del Amenábar como director (tenía en mente "Mar adentro", una película tan morbosa que roza el mal gusto), ya me había hecho una idea de cómo sería su última "obra". Resultó ser peor de lo que pensaba. Se trata de una película absolutamente plana y superficial, en la que no sólo la técnica cinematográfica está ausente por completo, sino también la reflexión inherente a toda obra artística que se precie. La planificación no está pensada, las interpretaciones menos, la estructura dramática del guión es nula y los personajes no tienen ninguna profundidad psicológica. El montaje bien podría haberlo realizado un chimpancé con una función random: la película es un videoclip, con una anodina banda sonora y mucho efectismo visual (véanse las excesivas tomas aéreas, los innumerables efectos digitales y los fastuosos decorados). Pero lo peor, sin duda, es que no dice nada: no emociona, no intriga ni provoca la reflexión en el espectador. No, atrincherarse de un modo pueril contra el cristianismo y el fanatismo religioso (que son conceptos muy distintos, cosa que el director parece olvidar) no es reflexionar; ni siquiera encuentra justificación en el hecho de que el director tenga una sexualidad censurada por la institución de la Iglesia. Criticar el fanatismo desde una perspectiva a su vez fanática resulta, además de poco convincente, contradictorio. Se recomiendan al "director" dos películas de un Director (profundamente cristiano, para más INRI (perdónenme el juego de palabras)), "Dies irae" y "Ordet": éstas sí que constituyen una crítica sólida, emotiva y valiente al fanatismo religioso y a la intolerancia. Si además nos molestamos en realizar un análisis técnico de estas dos películas, seremos capaces de captar "Ágora" en toda su mediocridad cinematográfica. Así que, por favor, guardemos respeto a los verdaderos técnicos del cine y a las verdaderas películas, y no proclamemos que "Ágora" es una obra maestra (como tuve el disgusto de leer en un conocido periódico internacional). Veámosla como lo que es: un producto comercial realizado por un director endiosado (gracias a las academias cinematográficas de ambos lados del Atlántico) con un talento y una credibilidad actualmente en números rojos.

La película puede resumirse como "una película que empieza muy bien y termina de forma ridícula". La primera parte de la película tiene cierto punto de brillantez, es elaborada y, a pesar de que recuerda a Celebration y Fanny y Alexander, tiene momentos destacados que podrían haber dotado a la película de una entidad y personalidad propia. Si en la segunda parte hubiese sabido mantener el pulso, claro. Aquí la película se torna extremadamente evidente en todo momento, se rompe toda conexión con la primera parte (excepto el rollo del planeta, claro) y aparecen una serie de escenas completamente gratuitas (la escena de Dunst al lado del río es una excusa para sacarle las tetas, porque no tiene ningún otro sentido, por muy bonita que pueda resultar estéticamente). Se sueltan frases tópicas (como que la vida en la tierra es maligna) y los recursos cinematográficos y de guión para realzar la ansiedad (como el utensilio que construye el niño para comparar el tamaño del planeta) son facilones y trillados. Una mediocridad coronada con un final efectista y carente de sorpresas. Lástima, porque podría haber sido una buena película si se hubiese sabido conducir mejor y no ser tan evidente en la segunda parte con el tema del planeta, aunque en general pueda recordar a películas como Sacrificio o El séptimo sello. Probablemente se merezca algo más de un 1 globalmente, pero me ha decepcionado tanto y me ha costado tan cara la entrada que se queda en eso.