Hoy Rosa ha encontrado una peluca que había olvidado que tenía. Se la ha puesto, se ha pintado los labios y está como en su quince cumpleaños. Ha salido a la calle con una maleta y con su bolso. Se ha cambiado de antifaz, ahora es otra Rosa.

De bares de barrios bajos, tapas frías de ensaladilla rusa, comedores con olor a pimiento morrón, mujer de bar, de cigarrillo entre los labios con el codo derecho posado sobre la barra, de coñacs y bocadillos de calamares del día anterior. Ella, mujer que desconoce lo políticamente correcto. Ella, que nunca ha creído en las casualidades. Ella, que no sabe dónde está Polonia. Ella, que ha encontrado un piano como el que tenía su abuela y ha recordado las veces que soñó con tener uno en casa.

-Francisco.

-¿Qué?

-Esta noche he vivido más que en toda mi vida entera.

Sin haber leído el argumento, con sólo ver la portada en cartelera, la marqué como una película que tenía que ver en las vacaciones de este verano. No sé, me llamó la atención el nombre y la fotografía. Sabía que se presentaba al Islantilla Cinefórum, un festival muy interesante que se celebra los meses de julio y agosto en dicha localidad de la costa onubense. Esperé a verla allí antes que en la gran pantalla.

Una noche muy apacible, con el fresco como compañía para el disfrute de los espectadores que estábamos allí presentes, bajo la luz de luna llena onubense y con ganas de ver cine. Y al final el cine fue lo que faltó. Una película adormecedora, sin gancho y sin pies ni cabeza. Nos podrían haber distraído con bonitos planos del Algarve portugués. Pero ni eso. Acabé en el bar de al lado, con una Cruzcampo fresca y esperando a la siguiente semana para ver si había más suerte con otro largo.

Por cierto, el Premio al Mejor Largometraje se lo llevó La mirada invisible. Merecido premio. Claro, que con mediocres competidores al lado... (Mami Blue)