Recuerdo con exactitud la primera vez que vi Amélie, hace ya 8 años.
En una tarde lluviosa de pueblo en la que no queda alternativa sino alquilar una película un amigo me incitó a que la elegida fuera Amélie. Le estaré eternamente agradecido. Y es que se convirtió en mi película preferida aún sin entender muy bien el trasfondo de la misma.
Con los años iría descubriendo que Amélie no era simplemente la historia de una chica guapa y extraña, y la frase que reza el cartel publicitario empezaría a cobrar cada vez más sentido. “Amélie va a cambiar tu vida”.

Ahora, 8 años después de aquella tarde lluviosa, puedo decir que aún no he visto nada parecido.Todos los personajes son extraordinariamente humanos. Desde el ayudante del frutero hasta el hombre de cristal, pasando por las camareras, la vecina…

A nivel cromático, el film es un deleite para los sentidos. Resalta la presencia de los colores verde y rojo. El mundo que rodea a Amélie es de color verde, el color de la naturaleza, de la realidad. Mientras que ella se refugia en su casa donde predominan los colores cálidos y anaranjados que recrean una atmósfera segura.
Otros colores que observamos son el azul que representa la bondad de Amélie, el amarillo que simboliza la niñez y el marrón que representa la soledad y la vejez del hombre de cristal.


La presentación de personajes es toda una declaración de intenciones. Mediante un travelling pasando de un plano general a un primer plano son presentados todos los personajes. Pero no se nos cuenta ningún hecho extraordinario que hayan realizado como cabría esperar sino sus aspectos más recónditos, eso mismo que todos tenemos y que no contamos a nadie.


En un mundo en el que cada vez manda más el sensacionalismo, lo extraordinario, en el que cada uno busca su felicidad en una televisión de plasma, un coche nuevo o una gran casa, ella dice que la felicidad no está ahí, que nos estamos equivocando. Que tenemos que buscarla rebotando piedras en los ríos, metiendo la mano en sacos de legumbres, hablando con el vecino, partiendo el caramelo de la crema catalana…en definitiva disfrutando de las pequeñas cosas y momentos del día a día. Y es que como decía Neruda: “precisamente de eso está hecha la vida, de momentos”.

Todo apoyado por una banda sonora perfecta en la que Tiersen, con la mezcla de piano y acordeón consigue introducirnos de lleno en ese ambiente que se respira en el melancólico barrio parisino.

El año pasado tuve la oportunidad de visitar Montmartre y andar por sus calles en busca del café “Les Deux Moulins” y comprobar cómo la película reproduce la musicalidad y estética de este peculiar barrio.
Cuando me vi a mi mismo andando por las calles de París en busca de un café que aparecía en una película me di cuenta de hasta qué punto Amélie me había marcado, y es que como dije al principio, a medida que ha ido pasando el tiempo he ido comprendiendo mejor la frase que reza el cartel publicitario: "Amélie va a cambiar tu vida"