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6.1
43,243
6
30 de marzo de 2007
30 de marzo de 2007
15 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el largo periplo de Borat por tierras americanas con la intención de recibir lecciones culturales que sirvan para mejorar la gloriosa nación de Kazajstán, el Ministerio de Información del mismo país se complace en presentarles todo lo asimilado por el mencionado súbdito en el siguiente informe:
1.- Tropezar, caer y chocar es gracioso. Generalmente, también funciona cualquier otro tipo de accidente físico, sobre todo, si al acaecer destroza de forma ruidosa algún objeto más o menos valioso. La risa aumentará exponencialmente cuanto más objetos se rompan y más valiosos sean éstos.
2.- Los gordos son graciosos. El efecto logrado será mayor si el gordo realiza algún tipo de actividad física para la que esté obviamente incapacitado, y en su intento, se vea involucrado en alguna de las situaciones mencionadas en el punto 1.
3.- El sexo es gracioso. En concreto, los penes y los cojones. Si el pito es de un gordo (punto número 2 del informe), se conseguirá un risa mayor. Y si el obeso con el sexo descubierto, además, tropezase, cayese o chocase con algo (punto número 1), mucho mejor.
4.- El machismo es gracioso. Más si la mujer o las mujeres en cuestión son prostitutas, y además, gordas (punto 2). Aunque también servirá cualquier otra fémina que sin ganarse la vida con el sexo (punto 3), pretenda ser tratada en mayor consideración que cualquier tipo de animal que no sea una rata.
5.- La caca, el culo, el pedo y el pis son graciosos. Aunque en la Gloriosa Nación de Kazajstán ya conocíamos el poder de esta vieja ley para la consecución de la comedia, el Ministerio de Información cree necesaria la inclusión de ésta en el catálogo, dado que Borat ha confirmado su total y absoluta vigencia en el extranjero.
Por último, el Ministerio desea hacer una especial mención a ciertos aspectos que sin ser merecedores de artículo propio en el informe, sí se consideran capaces de provocar cuando menos, la sonrisa. Por ello, y aunque no tengan mucho que ver entre sí, nos apresuramos a decir que: las religiones en general, los retrasados mentales y los violadores son graciosos.
Así mismo, nótese que a mayor acumulación de puntos o artículos del informe, mayor será la carcajada, al igual que a más grande, mayor o más largo sea la mierda de vaca, la caída, o el pito respectivamente, mayor será la risa.
Larga vida a la gloriosa nación de Ja-ja-jastán.
1.- Tropezar, caer y chocar es gracioso. Generalmente, también funciona cualquier otro tipo de accidente físico, sobre todo, si al acaecer destroza de forma ruidosa algún objeto más o menos valioso. La risa aumentará exponencialmente cuanto más objetos se rompan y más valiosos sean éstos.
2.- Los gordos son graciosos. El efecto logrado será mayor si el gordo realiza algún tipo de actividad física para la que esté obviamente incapacitado, y en su intento, se vea involucrado en alguna de las situaciones mencionadas en el punto 1.
3.- El sexo es gracioso. En concreto, los penes y los cojones. Si el pito es de un gordo (punto número 2 del informe), se conseguirá un risa mayor. Y si el obeso con el sexo descubierto, además, tropezase, cayese o chocase con algo (punto número 1), mucho mejor.
4.- El machismo es gracioso. Más si la mujer o las mujeres en cuestión son prostitutas, y además, gordas (punto 2). Aunque también servirá cualquier otra fémina que sin ganarse la vida con el sexo (punto 3), pretenda ser tratada en mayor consideración que cualquier tipo de animal que no sea una rata.
5.- La caca, el culo, el pedo y el pis son graciosos. Aunque en la Gloriosa Nación de Kazajstán ya conocíamos el poder de esta vieja ley para la consecución de la comedia, el Ministerio de Información cree necesaria la inclusión de ésta en el catálogo, dado que Borat ha confirmado su total y absoluta vigencia en el extranjero.
Por último, el Ministerio desea hacer una especial mención a ciertos aspectos que sin ser merecedores de artículo propio en el informe, sí se consideran capaces de provocar cuando menos, la sonrisa. Por ello, y aunque no tengan mucho que ver entre sí, nos apresuramos a decir que: las religiones en general, los retrasados mentales y los violadores son graciosos.
Así mismo, nótese que a mayor acumulación de puntos o artículos del informe, mayor será la carcajada, al igual que a más grande, mayor o más largo sea la mierda de vaca, la caída, o el pito respectivamente, mayor será la risa.
Larga vida a la gloriosa nación de Ja-ja-jastán.

6.8
57,447
6
30 de enero de 2007
30 de enero de 2007
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obras maestras unánimemente aceptadas aparte (qué fácil se apuntan algunos al caballo ganador...), Woody Allen padece año tras año el vapuleo de cierto sector de la mal llamada crítica cinematográfica.
El caso de Scoop no es una excepción, y quizá por el insuperable recuerdo de su predecesora, esa inconmensurable Match Point, la película que nos ocupa está siendo tratada de algo así como película menor. Pero qué más quisiéramos los habituales de las salas que esto fuese, realmente, una peliculita sin más. Una películita pequeñita. Una peliculita esmirriadita y menor. Principalmente, porque supondría que el resto son mucho mejores... Nada más lejos de la realidad.
Y es que Scoop es un peliculón. Otro peliculón más de que nos regala el maestro Allen, fiel a su cita anual. Y este año tocaba comedia- comedia. De esa que todo podemos esperar de él. Con monólogos y chistes marca de la casa. Pero sobre todo con esos tics y tartamudeos. Esos que sólo el propio director puede hacer cuando ejerce de maestro de ceremonias en pantalla... y cómo nos gusta. Porque ello significa que nos vamos a reír. Que vamos a pasar un buen rato.
Y algunos dirán que hace siempre la misma película. ¿Qué más da? En realidad habría que pedirle por favor que la siga haciendo una y otra vez... De ese modo, todos los amantes del séptimo arte tendríamos asegurada una buena película cada año. Aunque fuese siempre la misma película. Y menor para más inri (ya). Hasta el año que viene Woody... (el abajo firmante te espera con los brazos abiertos).
El caso de Scoop no es una excepción, y quizá por el insuperable recuerdo de su predecesora, esa inconmensurable Match Point, la película que nos ocupa está siendo tratada de algo así como película menor. Pero qué más quisiéramos los habituales de las salas que esto fuese, realmente, una peliculita sin más. Una películita pequeñita. Una peliculita esmirriadita y menor. Principalmente, porque supondría que el resto son mucho mejores... Nada más lejos de la realidad.
Y es que Scoop es un peliculón. Otro peliculón más de que nos regala el maestro Allen, fiel a su cita anual. Y este año tocaba comedia- comedia. De esa que todo podemos esperar de él. Con monólogos y chistes marca de la casa. Pero sobre todo con esos tics y tartamudeos. Esos que sólo el propio director puede hacer cuando ejerce de maestro de ceremonias en pantalla... y cómo nos gusta. Porque ello significa que nos vamos a reír. Que vamos a pasar un buen rato.
Y algunos dirán que hace siempre la misma película. ¿Qué más da? En realidad habría que pedirle por favor que la siga haciendo una y otra vez... De ese modo, todos los amantes del séptimo arte tendríamos asegurada una buena película cada año. Aunque fuese siempre la misma película. Y menor para más inri (ya). Hasta el año que viene Woody... (el abajo firmante te espera con los brazos abiertos).

7.2
120,786
7
30 de enero de 2007
30 de enero de 2007
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Érase una vez una industria cinematográfica incapaz de llevar a cabo películas de talla internacional. Érase que se era una industria escasa de ideas originales, anclada en el pasado, y débil ante las películas llegadas del extranjero. Érase una vez un cine español repleto de sobrevalorados alatristes, enajenados torrentes, y autodenominadas princesas...
Así de negro pintaba la cosa hasta que a Guillermo Del Toro, ese mexicano simpaticón, se le ocurrió llevar a cabo esta parábola-cuento-película llamada “El laberinto del fauno”, ganarse al más escéptico de los espectadores (entre los que, ahora ya avergonzado, no tengo más remedio que incluirme), y de paso, dejar en ridículo a otros directores que, recientemente, habían intentado hacernos creer en sus mitos y seres de lo fantástico (ya sean jóvenes del agua o hadas con cara de artistas pop patrias).
Y es que, guiado por una planificación y un montaje difícilmente superables (ojo a los Oscar), Del Toro encuentra una de las mayores fortalezas de su film allí donde otros muchos cuentos de celuloide han caído por su propio peso: la credibilidad. Y no era fácil, porque la película narra dos realidades diferentes. Una la recreada o histórica, y la otra, la creada o fantástica.
No obstante, lejos de presentar las dos realidades como diferentes, “El laberinto del fauno” combina ambas hasta conseguir un equilibrio perfecto en el que cada una participa de la otra de manera indisociable, convirtiéndolas así en dos mitades de la misma obra (¿maestra?). De esta manera, ambas narraciones irán complementándose mutuamente, hasta no saber dónde empieza la una y termina la otra, dónde termina el cuento de hadas y dónde empieza la cruda realidad (¡qué sutil y a la vez certero usar el mismo comedor para el Hombre pálido y el Capitán Vidal!).
Y justo en ese instante en el que el espectador ya casi cree en las hadas, Del Toro vuelve a jugar con él, y lo devuelve al primer plano de la película. A ese plano en el que, desgraciados todos, nos recuerda que la realidad no conoce reinos de bondad, ni sabe de finales felices. ¿Moralista? Genial.
Así de negro pintaba la cosa hasta que a Guillermo Del Toro, ese mexicano simpaticón, se le ocurrió llevar a cabo esta parábola-cuento-película llamada “El laberinto del fauno”, ganarse al más escéptico de los espectadores (entre los que, ahora ya avergonzado, no tengo más remedio que incluirme), y de paso, dejar en ridículo a otros directores que, recientemente, habían intentado hacernos creer en sus mitos y seres de lo fantástico (ya sean jóvenes del agua o hadas con cara de artistas pop patrias).
Y es que, guiado por una planificación y un montaje difícilmente superables (ojo a los Oscar), Del Toro encuentra una de las mayores fortalezas de su film allí donde otros muchos cuentos de celuloide han caído por su propio peso: la credibilidad. Y no era fácil, porque la película narra dos realidades diferentes. Una la recreada o histórica, y la otra, la creada o fantástica.
No obstante, lejos de presentar las dos realidades como diferentes, “El laberinto del fauno” combina ambas hasta conseguir un equilibrio perfecto en el que cada una participa de la otra de manera indisociable, convirtiéndolas así en dos mitades de la misma obra (¿maestra?). De esta manera, ambas narraciones irán complementándose mutuamente, hasta no saber dónde empieza la una y termina la otra, dónde termina el cuento de hadas y dónde empieza la cruda realidad (¡qué sutil y a la vez certero usar el mismo comedor para el Hombre pálido y el Capitán Vidal!).
Y justo en ese instante en el que el espectador ya casi cree en las hadas, Del Toro vuelve a jugar con él, y lo devuelve al primer plano de la película. A ese plano en el que, desgraciados todos, nos recuerda que la realidad no conoce reinos de bondad, ni sabe de finales felices. ¿Moralista? Genial.

7.1
72,183
8
30 de enero de 2007
30 de enero de 2007
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Julianne Moore y Clive Owen. Clive Owen y Julianne Moore. Su sola presencia hace que merezca la pena pagar la entrada para ver “Hijos de los hombres”. Porque están tremendos (no es plan de descubrir a estos dos actorazos a estas alturas). Porque están tremendos (combinan belleza y clase como pocos). Porque hacen que el resto de los aspectos de la película que también están tremendos, nos den (casi) lo mismo.
Y eso que a Alfonso Cuarón le ha salido una película redondita. Con una de esas cada vez menos habituales premisas originales (adaptación de una novela de P.D. James que comparte título con el film). Con el resto del elenco a la altura de los protas. Con una fotografía y una cámara dignas de mención. Pero... Julianne y Clive son mucho Clive y Julianne, y hacen que lo demás nos de (casi) igual.
Y eso que Cuarón ha escrito un guión muy acertado. Con referencias al imaginario popular para contar mucho con poco (la película nos retrotrae constantemente a imágenes que “ya hemos visto” una y mil veces en los telediarios). Con un elegante sentido del humor. Con salvoconductos y mcguffins que nos engañan de la misma forma que lo hacían esas películas firmadas por maestros de antaño que tanto nos gustan. Pero... Mrs. Moore y Mr. Owen, Mr. Owen y Mrs. Moore hacen que no prestemos (casi) ninguna atención a todo lo demás.
Y eso que Clive Owen está tremendo. Pero... Julianne Moore consigue que nos olvidemos (totalmente) de todo lo demás.
Y eso que a Alfonso Cuarón le ha salido una película redondita. Con una de esas cada vez menos habituales premisas originales (adaptación de una novela de P.D. James que comparte título con el film). Con el resto del elenco a la altura de los protas. Con una fotografía y una cámara dignas de mención. Pero... Julianne y Clive son mucho Clive y Julianne, y hacen que lo demás nos de (casi) igual.
Y eso que Cuarón ha escrito un guión muy acertado. Con referencias al imaginario popular para contar mucho con poco (la película nos retrotrae constantemente a imágenes que “ya hemos visto” una y mil veces en los telediarios). Con un elegante sentido del humor. Con salvoconductos y mcguffins que nos engañan de la misma forma que lo hacían esas películas firmadas por maestros de antaño que tanto nos gustan. Pero... Mrs. Moore y Mr. Owen, Mr. Owen y Mrs. Moore hacen que no prestemos (casi) ninguna atención a todo lo demás.
Y eso que Clive Owen está tremendo. Pero... Julianne Moore consigue que nos olvidemos (totalmente) de todo lo demás.
1
30 de enero de 2007
30 de enero de 2007
8 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno acude al cine con demasiados prejuicios y pocas pretensiones, le pueden pasar dos cosas: La primera, que el film resulte tan malo como se espera. Y la segunda, que uno esté equivocado y termine entusiasmado con lo que acaba de ver.
Pues bien. He de admitir que con “El camino de los ingleses” estaba equivocado. Esperaba algo lamentable. Pero cuál fue mi sorpresa cuando me topé con algo que no era lamentable. Era peor que eso. Por concretar, infame desde el mismo cartel de presentación hasta el último de los títulos de crédito (la música, cansina y grandilocuente, parece no acabar nunca). Por concretar, digo.
Es decir, que es imposible encontrar una única razón por la que el título que tenemos entre manos sea, ni siquiera, digno de seguir escribiendo sobre él... Si acaso recordarle al lector que “la peli del Banderas”, no es más que eso, la peli del Banderas. Y es que si no fuese el capricho de un aspirante a director con humos de intelectual, una pieza tan pretenciosa, tan ostentosa, y tan pretendidamente poeticosa, nunca hubiera llegado a las salas.
Pues bien. He de admitir que con “El camino de los ingleses” estaba equivocado. Esperaba algo lamentable. Pero cuál fue mi sorpresa cuando me topé con algo que no era lamentable. Era peor que eso. Por concretar, infame desde el mismo cartel de presentación hasta el último de los títulos de crédito (la música, cansina y grandilocuente, parece no acabar nunca). Por concretar, digo.
Es decir, que es imposible encontrar una única razón por la que el título que tenemos entre manos sea, ni siquiera, digno de seguir escribiendo sobre él... Si acaso recordarle al lector que “la peli del Banderas”, no es más que eso, la peli del Banderas. Y es que si no fuese el capricho de un aspirante a director con humos de intelectual, una pieza tan pretenciosa, tan ostentosa, y tan pretendidamente poeticosa, nunca hubiera llegado a las salas.
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