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6.6
10,520
8
2 de noviembre de 2018
2 de noviembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Gaspar Noé le fascina tocar temas polémicos y poner al espectador en un estado moral sin límites, hacerlo partícipe de lo que está pasando. El espectador siempre es uno más. Así pasaba con Irreversible, y lo mismo pasa con la nueva película del director, ganadora en el Festival de Sitges, Clímax. Aquellos que lo conocen saben lo que van a ver, son conscientes que esa hora y media vivirán una experiencia que seguramente les dejará traumados las siguientes dos semanas. Y no es para menos.
Nos encontramos frente a una fiesta de bailarines de danza urbana, un ambiente de diversión y locura va denigrando hasta alcanzar el máximo terror. La película va acompañada, casi como si fuera un actor más, de música tecno y coreografías que llegan a absorber al espectador hasta el punto que desea con todas sus fuerzas ser uno más. Y así es, el movimiento de cámara, sin filtro ni límites, tan propio de Noé, hace que automáticamente estés dentro de la película, retiene al espectador sin dejarlo salir, hasta el final. Esto, parece gustoso al principio, cuando la fiesta es divertida y exitosa. Un plano cenital narra con coreografías improvisadas el subidón propio de la droga, los bailarines lo dan todo hasta alcanzar el máximo éxtasis, el clímax. En ese momento el espectador se siente casi hipnotizado, como si hubiera tenido el mismo subidón que los personajes. De aquí que sea uno más. Pero cada vez va incomodando más, hasta el punto de sentir claustrofobia y unas ganas infinitas de salir de allí. Lo que parecía ser el fiestón del siglo empieza a denigrar y a generar un bajón que lo lleva a una tragedia irreversible.
La experiencia es tanto formal como conceptual. Cada suceso se puede extrapolar a lo abstracto, como si un tripi te hubieras tomado. Música, baile, sexo y drogas crean un cocktail molotov que explotará inevitablemente en muerte y destrucción. Casi podríamos decir que se trata de un Trainspotting evolucionado a las nuevas generaciones, aquellas que prefieren drogarse con ácidos por los ojos y encerrarse en una sala de baile sin que pase el tiempo. Clímax es una experiencia para los amantes de lo transgresor y lo visceral. Una vez entras, ya no podrás salir, poco a poco y a ritmo de electrónica viajarás hasta los infiernos, hasta tu peor trip.
Nos encontramos frente a una fiesta de bailarines de danza urbana, un ambiente de diversión y locura va denigrando hasta alcanzar el máximo terror. La película va acompañada, casi como si fuera un actor más, de música tecno y coreografías que llegan a absorber al espectador hasta el punto que desea con todas sus fuerzas ser uno más. Y así es, el movimiento de cámara, sin filtro ni límites, tan propio de Noé, hace que automáticamente estés dentro de la película, retiene al espectador sin dejarlo salir, hasta el final. Esto, parece gustoso al principio, cuando la fiesta es divertida y exitosa. Un plano cenital narra con coreografías improvisadas el subidón propio de la droga, los bailarines lo dan todo hasta alcanzar el máximo éxtasis, el clímax. En ese momento el espectador se siente casi hipnotizado, como si hubiera tenido el mismo subidón que los personajes. De aquí que sea uno más. Pero cada vez va incomodando más, hasta el punto de sentir claustrofobia y unas ganas infinitas de salir de allí. Lo que parecía ser el fiestón del siglo empieza a denigrar y a generar un bajón que lo lleva a una tragedia irreversible.
La experiencia es tanto formal como conceptual. Cada suceso se puede extrapolar a lo abstracto, como si un tripi te hubieras tomado. Música, baile, sexo y drogas crean un cocktail molotov que explotará inevitablemente en muerte y destrucción. Casi podríamos decir que se trata de un Trainspotting evolucionado a las nuevas generaciones, aquellas que prefieren drogarse con ácidos por los ojos y encerrarse en una sala de baile sin que pase el tiempo. Clímax es una experiencia para los amantes de lo transgresor y lo visceral. Una vez entras, ya no podrás salir, poco a poco y a ritmo de electrónica viajarás hasta los infiernos, hasta tu peor trip.

7.0
23,111
9
25 de febrero de 2016
25 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las miradas, la atracción que va más allá de lo terrenal, su banda sonora, años 50. Carol te absorbe y entras sin darte cuenta en un universo de sentimientos, miradas y una sensualidad con mucha clase. La banda sonora no puede ser mejor, interpretaciones sublimes.
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