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Críticas ordenadas por utilidad
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6.7
2,348
8
22 de marzo de 2012
22 de marzo de 2012
26 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una zona costera francesa, St. Jean de Monts, dominada por tonalidades lívidas y bajo el dominio de una molesta lluvia, cuatro atracadores asaltan un banco, logrando escapar del acoso policial aunque uno de ellos resulte herido en el atraco. El cerebro del mismo es Simon (Richard Crenna), dueño de un night club de tinte nostálgico, cuya amante es la joven Cathy (Catherine Deneuve). Esta al mismo tiempo mantiene una relación con el comisario Edouard Coleman (Alain Delon), que por otro lado es amigo del propio Simon. Coleman se encargará de sobrellevar la investigación del caso, sin saber que es el propio Simon el cabecilla.
Melville nos ofrece un retrato pesimista de la sociedad, empezando por un comisario de métodos bien poco expeditivos (recordemos su afición por golpear a los detenidos) y un criminal que no duda en utilizar dichos métodos en su profesión, con lo que se establece un tipo de paralelismo.
Hay dos secuencias a comentar especialmente en la película: la primera, el atraco al banco, los veinte primeros minutos, todo un compendio de técnica sin casi diálogo que se mueve en un conjunto dominado por la lívida iluminación revestida de tintes azulados (impagable labor la del director de fotografía Walter Wottitz) en la que no resulta difícil observar ecos del cine de Tati (además si le sumamos el hecho de que sus hijos están en el equipo técnico).
La otra secuencia es sin duda la larga que describe el robo de Simon de las maletas que contienen un cargamento de droga, y que alcanzará tras introducirse en el interior de un tren en marcha, merced a la utilización de un helicóptero. Prolongando con ello el asalto que se desarrollaba con admirable tensión en la inmediatamente precedente –y superior- Le Cercle Rouge (1970) (Círculo rojo, 1970), e intentando abstraernos de algún momento en el que las maquetas tienen un excesivo protagonismo, lo cierto es que nos encontramos con una magnífica set pièce que sorprendentemente abandona cualquier tentación de espectacularidad, para erigirse en un episodio dominado por una admirable tensión, precisión y fisicidad, carente prácticamente de diálogos, y caracterizado por presentar la operación casi en tiempo real.
Si hay algo en lo que Melville destaca por encima de otros cineastas que han tratado la cuestión del cine de atracos y gángsters (me acuerdo ahora de Jarmusch, Scorsese o Kubrick) es que el francés mezcla violencia con existencialismo, al más puro estilo sartriano.
La crítica fue absolutamente cruel con esta maravilla de película, lo que demuestra que por mucho que ostenten una supuesta titulación o credenciales de “críticos especializados” yerran más que una escopeta de feria cuando se les mete algo en la cabeza. Muy, muy recomendable película, que se halla ya comercializada en DVD.
Melville nos ofrece un retrato pesimista de la sociedad, empezando por un comisario de métodos bien poco expeditivos (recordemos su afición por golpear a los detenidos) y un criminal que no duda en utilizar dichos métodos en su profesión, con lo que se establece un tipo de paralelismo.
Hay dos secuencias a comentar especialmente en la película: la primera, el atraco al banco, los veinte primeros minutos, todo un compendio de técnica sin casi diálogo que se mueve en un conjunto dominado por la lívida iluminación revestida de tintes azulados (impagable labor la del director de fotografía Walter Wottitz) en la que no resulta difícil observar ecos del cine de Tati (además si le sumamos el hecho de que sus hijos están en el equipo técnico).
La otra secuencia es sin duda la larga que describe el robo de Simon de las maletas que contienen un cargamento de droga, y que alcanzará tras introducirse en el interior de un tren en marcha, merced a la utilización de un helicóptero. Prolongando con ello el asalto que se desarrollaba con admirable tensión en la inmediatamente precedente –y superior- Le Cercle Rouge (1970) (Círculo rojo, 1970), e intentando abstraernos de algún momento en el que las maquetas tienen un excesivo protagonismo, lo cierto es que nos encontramos con una magnífica set pièce que sorprendentemente abandona cualquier tentación de espectacularidad, para erigirse en un episodio dominado por una admirable tensión, precisión y fisicidad, carente prácticamente de diálogos, y caracterizado por presentar la operación casi en tiempo real.
Si hay algo en lo que Melville destaca por encima de otros cineastas que han tratado la cuestión del cine de atracos y gángsters (me acuerdo ahora de Jarmusch, Scorsese o Kubrick) es que el francés mezcla violencia con existencialismo, al más puro estilo sartriano.
La crítica fue absolutamente cruel con esta maravilla de película, lo que demuestra que por mucho que ostenten una supuesta titulación o credenciales de “críticos especializados” yerran más que una escopeta de feria cuando se les mete algo en la cabeza. Muy, muy recomendable película, que se halla ya comercializada en DVD.

6.8
1,428
9
22 de marzo de 2012
22 de marzo de 2012
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Long Good Friday (1980) es prácticamente una obra maestra cuya inmerecida mala fama, que acarrea incomprensiblemente desde hace muchos años, aún colea para ciertos sectores de la crítica.
Protagonizada por unos excelentes Bob Hoskins y Helen Mirren, cuenta la historia de Harold Shand, un mafioso inglés muy hortera, al estilo Get Carter (1971), que ha decidido convertirse en un hombre de negocios respetable. Duro y sin escrúpulos, Harold ha conseguido labrarse una posición de privilegio dentro del mundo del hampa y cuenta con el apoyo económico de la Mafia norteamericana para adquirir unos terrenos en una zona deprimida que ellos mismos urbanizarán y que se convertirán en un chorro de millones de libras cuando la ciudad sea designada para celebrar los Juegos Olímpicos de 1980 (recordarán ustedes que, en el mundo real, se los llevó Moscú). Todo parece ir sobre ruedas hasta que, de pronto, una bomba estalla en su coche a modo de aviso y, después, una serie de atentados encadenados ponen en peligro tanto la operación inmobiliaria soñada como el patrimonio y su posición dominante dentro del hampa. ¿Quiénes son los enemigos de Harold y su organización? ¿Hay infiltrados? ¿Por qué de pronto todo empieza a ir tan mal? ¿Qué pasará con sus socios americanos?
Si tuviera que hacer una comparación con un mundo artístico ajeno al cine, diría que esta película es una brillante pieza de relojería a la que el escocés John Mackenzie dotaría del pulso narrativo necesario para contar una historia que se desarrolla en el clima asfixiante de un Londres empobrecido tras la enorme crisis económica del 73, en un panorama en el que se respira la corrupción política y policial y sobre el que planea la sombra del I.R.A. convertido, en esta ocasión, en un extraño sindicato dispuesto a llevarse una tajada de las operaciones de su protagonista en concepto de impuesto revolucionario. Un panorama, en la tardía Guerra fría, que se nos asemeja bastante más real que cinematográfico.
De verdad que merece mucho la pena verla, con una inigualable banda sonora de Francis Monkman, fundador del gran grupo Curved Air, y como curiosidad también por ir en busca de los conocidos actores que van haciendo sus cameos, tales como Eddie Constantine, Pierce Brosnan, Paul Freeman…en fin, muy recomendable.
Protagonizada por unos excelentes Bob Hoskins y Helen Mirren, cuenta la historia de Harold Shand, un mafioso inglés muy hortera, al estilo Get Carter (1971), que ha decidido convertirse en un hombre de negocios respetable. Duro y sin escrúpulos, Harold ha conseguido labrarse una posición de privilegio dentro del mundo del hampa y cuenta con el apoyo económico de la Mafia norteamericana para adquirir unos terrenos en una zona deprimida que ellos mismos urbanizarán y que se convertirán en un chorro de millones de libras cuando la ciudad sea designada para celebrar los Juegos Olímpicos de 1980 (recordarán ustedes que, en el mundo real, se los llevó Moscú). Todo parece ir sobre ruedas hasta que, de pronto, una bomba estalla en su coche a modo de aviso y, después, una serie de atentados encadenados ponen en peligro tanto la operación inmobiliaria soñada como el patrimonio y su posición dominante dentro del hampa. ¿Quiénes son los enemigos de Harold y su organización? ¿Hay infiltrados? ¿Por qué de pronto todo empieza a ir tan mal? ¿Qué pasará con sus socios americanos?
Si tuviera que hacer una comparación con un mundo artístico ajeno al cine, diría que esta película es una brillante pieza de relojería a la que el escocés John Mackenzie dotaría del pulso narrativo necesario para contar una historia que se desarrolla en el clima asfixiante de un Londres empobrecido tras la enorme crisis económica del 73, en un panorama en el que se respira la corrupción política y policial y sobre el que planea la sombra del I.R.A. convertido, en esta ocasión, en un extraño sindicato dispuesto a llevarse una tajada de las operaciones de su protagonista en concepto de impuesto revolucionario. Un panorama, en la tardía Guerra fría, que se nos asemeja bastante más real que cinematográfico.
De verdad que merece mucho la pena verla, con una inigualable banda sonora de Francis Monkman, fundador del gran grupo Curved Air, y como curiosidad también por ir en busca de los conocidos actores que van haciendo sus cameos, tales como Eddie Constantine, Pierce Brosnan, Paul Freeman…en fin, muy recomendable.
22 de marzo de 2012
22 de marzo de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al año siguiente de la correcta la correcta ‘Halloween II’, se siguió explotando la gallina de los huevos de oro, pero sólo jugando con el título de Halloween. Por razones evidentes, era demasiado pronto que Myers saliera a la luz, y se intentó explotar la saga desde otra perspectiva. El resultado: un fracaso económico grande, que muy poca gente aceptó, lo que hizo que en futuras entregas se rescatase al muy inquietante Myers.
En esta tercera entrega tenemos como protagonista a un doctor, bebedor y mujeriego, que investiga junto con una atractiva joven, la muerte del padre de ésta, ocurrida en muy extrañas circunstancias, y tras el cual se esconde un siniestro plan para acabar con la vida de millones de seres humanos justo en la noche de Halloween. Un punto de partida interesante, sobre todo cuando descubrimos, ya avanzada la trama, los planes del malvado de turno. La película fue escrita y dirigida por Tommy Lee Wallace, amigo íntimo de John Carpenter, pero con mucho menos talento que éste. Lo cierto es que la idea no está nada mal, pero se queda en la superficie, no habiendo apenas tiempo para desarrollarla debido a su precipitado final. Por otro lado, los personajes centrales no tienen carisma alguno, como sí ocurría en las dos entregas anteriores. Tom Atkins, que trabajó con Carpenter en un par de ocasiones, da vida al doctor que descubre todo el pastel, pero nunca terminamos de conectar con él. Como tampoco inquietan demasiado, los automatizados esbirros del malvado de la función, logrando únicamente que echemos de menos la perturbadora presencia de Michael Myers, sin duda la gran estrella de esta saga. Los productores aprenderían la lección, y a partir del cuarto título tendríamos Myers hasta en la sopa.
Carpenter ejerce labores de productor (a su amigo Wallace no podía dejarle solo) y también compuso la banda sonora junto con Alan Howarth, logrando uno de sus típicos scores casi minimalistas. Atención al uso de la música en los títulos de crédito iniciales, realmente originales, o en la primera secuencia del film, cuyos compases recuerdan sobradamente al tema central de las dos anteriores entregas. Se podría decir que la música es de lo mejor de esta nueva entrega, logrando lo que Wallace sólo logra en determinados instantes, inquietar. Y es que la primera mitad del film no es del todo desdeñable, a pesar de lo esquemático y simplón de sus personajes. El proceso de investigación, en la mejor tradición del género de detectives, logra llamar nuestra atención, hasta que todo estalla y se convierte en un cúmulo de despropósitos apresurados y sin sentido, en los que el terror da paso a la sci-fi y temas sobrenaturales, pero muy mal expuestos y resueltos, por mucho que su final sea poco convencional.
Una inquietante y entretenida película, con una interesantísima propuesta, pese al pésimo reparto y la, a ratos, deslavazada dirección de Wallace.
En esta tercera entrega tenemos como protagonista a un doctor, bebedor y mujeriego, que investiga junto con una atractiva joven, la muerte del padre de ésta, ocurrida en muy extrañas circunstancias, y tras el cual se esconde un siniestro plan para acabar con la vida de millones de seres humanos justo en la noche de Halloween. Un punto de partida interesante, sobre todo cuando descubrimos, ya avanzada la trama, los planes del malvado de turno. La película fue escrita y dirigida por Tommy Lee Wallace, amigo íntimo de John Carpenter, pero con mucho menos talento que éste. Lo cierto es que la idea no está nada mal, pero se queda en la superficie, no habiendo apenas tiempo para desarrollarla debido a su precipitado final. Por otro lado, los personajes centrales no tienen carisma alguno, como sí ocurría en las dos entregas anteriores. Tom Atkins, que trabajó con Carpenter en un par de ocasiones, da vida al doctor que descubre todo el pastel, pero nunca terminamos de conectar con él. Como tampoco inquietan demasiado, los automatizados esbirros del malvado de la función, logrando únicamente que echemos de menos la perturbadora presencia de Michael Myers, sin duda la gran estrella de esta saga. Los productores aprenderían la lección, y a partir del cuarto título tendríamos Myers hasta en la sopa.
Carpenter ejerce labores de productor (a su amigo Wallace no podía dejarle solo) y también compuso la banda sonora junto con Alan Howarth, logrando uno de sus típicos scores casi minimalistas. Atención al uso de la música en los títulos de crédito iniciales, realmente originales, o en la primera secuencia del film, cuyos compases recuerdan sobradamente al tema central de las dos anteriores entregas. Se podría decir que la música es de lo mejor de esta nueva entrega, logrando lo que Wallace sólo logra en determinados instantes, inquietar. Y es que la primera mitad del film no es del todo desdeñable, a pesar de lo esquemático y simplón de sus personajes. El proceso de investigación, en la mejor tradición del género de detectives, logra llamar nuestra atención, hasta que todo estalla y se convierte en un cúmulo de despropósitos apresurados y sin sentido, en los que el terror da paso a la sci-fi y temas sobrenaturales, pero muy mal expuestos y resueltos, por mucho que su final sea poco convencional.
Una inquietante y entretenida película, con una interesantísima propuesta, pese al pésimo reparto y la, a ratos, deslavazada dirección de Wallace.
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