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Críticas ordenadas por utilidad
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3
14 de octubre de 2019
14 de octubre de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Volvamos a 2013. 'Felina' es emitido en televisión y, con ello, el último capítulo de la última temporada de una serie que había ganado millones de seguidores en todo el mundo. Un final que; aunque se podía esperar, no pierde ningún mérito, pues se trata también de uno de los momentos más impactantes de todo Breaking Bad. Un final cerrado en el mejor sentido de la palabra, todo lo que le hubiera gustado a los fans que sucediera, sucedió; sin dejar ningún cabo suelto. Ninguno, salvo uno que, quien haya terminado de ver la serie, se lo puede imaginar y es el "motivo" de esta película que explica qué sucede con ese cabo suelto justo después del final.
Primero de todo, quiero dejar claro que, a pesar de haber disfrutado el show la primera vez que lo vi y de considerarlo como uno bastante decente, tampoco me apasiona. Pero sé ver cuando algo tiene potencial desde la base, ¿a quién no le llamaría la atención la historia de un profesor de química que se convierte en uno de los mayores narco traficantes de Nuevo México? Una gran idea que podría haberse llevado bastante mejor durante el show y que, sin duda, se desprecia totalmente en esta secuela.
Muchos seguidores de la serie se preguntarán, después de verla: "¿Por qué esta continuación?", "¿Por qué arriesgarse a fastidiar el final?". Creo tener la respuesta, y utilizaré el caso de otras series emblemáticas.
Por un lado, tenemos Deadwood, un show cancelado al final de su tercera temporada debido a problemas con HBO relacionados con el presupuesto (en el cual la actriz Anna Gunn forma parte del reparto). Pasan 12 años y, finalmente, en verano de 2018 se publica 'Deadwood: The Movie', un largometraje que otorga el final que había escrito en el guión de la serie. Está justificado. Aunque no estaba en los planes de la productora, era una historia que había que terminar.
Vayamos ahora con Los Soprano, posiblemente principal competidor de Breaking Bad en cuanto a shows televisivos de la época, en términos de audiencia y aclamación posterior. Sin ir más lejos, el último capítulo del show de HBO, 'Made in America', se mantuvo como el más visto de la historia junto al último de Sex and the City, por encima de 'Felina'. Dejando de lado que la historia escrita por David Chase supera en todos los sentidos a la de Gilligan, el impacto que tendría en años posteriores habría contribuído (según mi modo de ver las cosas), a la formación de esta idea de rodar 'El Camino'. Tras años de una idea repetida en numerosas ocasiones por Chase sobre realizar una película de Los Soprano, se confirmó oficialmente en marzo de 2018. Pocos meses después, sin previo aviso, empieza un rodaje a toda velocidad en un periodo de 60 días y en secreto de la película continuación de Breaking Bad. ¿Casualidad? No lo creo. Después de ver esta película y el poco esfuerzo que se ha empleado en la escritura del guión, tengo claro que no estaba pensada hasta hace muy poco, con todas las consecuencias que esto tiene.
"¿Qué se le pasaría a Gilligan por la cabeza?" también se preguntaran muchos. No se trata de no haber entendido la película o el homenaje a la serie que se ha intentado hacer en ella, se trata de que la idea de realizarla fue, desde un primer momento, un error. Puede considerarse un intento por imitar la decisión de los creadores de Los Soprano de alargar el producto, pero distanciando mucho la fecha de emisión de un producto de otro (en este caso, 'El Camino' ha salido un año antes que la precuela 'The Many Saints of Newark'), porque el mismo Gilligan supo desde un primer instante que no tendría nada que hacer con el talento de David Chase, que nunca lo tuvo.
Y no solo el rodaje de 'El Camino' fue confirmado después, si no que fue publicado en Netflix mucho antes. Normal que el resultado haya sido chapucero.
Primero de todo, quiero dejar claro que, a pesar de haber disfrutado el show la primera vez que lo vi y de considerarlo como uno bastante decente, tampoco me apasiona. Pero sé ver cuando algo tiene potencial desde la base, ¿a quién no le llamaría la atención la historia de un profesor de química que se convierte en uno de los mayores narco traficantes de Nuevo México? Una gran idea que podría haberse llevado bastante mejor durante el show y que, sin duda, se desprecia totalmente en esta secuela.
Muchos seguidores de la serie se preguntarán, después de verla: "¿Por qué esta continuación?", "¿Por qué arriesgarse a fastidiar el final?". Creo tener la respuesta, y utilizaré el caso de otras series emblemáticas.
Por un lado, tenemos Deadwood, un show cancelado al final de su tercera temporada debido a problemas con HBO relacionados con el presupuesto (en el cual la actriz Anna Gunn forma parte del reparto). Pasan 12 años y, finalmente, en verano de 2018 se publica 'Deadwood: The Movie', un largometraje que otorga el final que había escrito en el guión de la serie. Está justificado. Aunque no estaba en los planes de la productora, era una historia que había que terminar.
Vayamos ahora con Los Soprano, posiblemente principal competidor de Breaking Bad en cuanto a shows televisivos de la época, en términos de audiencia y aclamación posterior. Sin ir más lejos, el último capítulo del show de HBO, 'Made in America', se mantuvo como el más visto de la historia junto al último de Sex and the City, por encima de 'Felina'. Dejando de lado que la historia escrita por David Chase supera en todos los sentidos a la de Gilligan, el impacto que tendría en años posteriores habría contribuído (según mi modo de ver las cosas), a la formación de esta idea de rodar 'El Camino'. Tras años de una idea repetida en numerosas ocasiones por Chase sobre realizar una película de Los Soprano, se confirmó oficialmente en marzo de 2018. Pocos meses después, sin previo aviso, empieza un rodaje a toda velocidad en un periodo de 60 días y en secreto de la película continuación de Breaking Bad. ¿Casualidad? No lo creo. Después de ver esta película y el poco esfuerzo que se ha empleado en la escritura del guión, tengo claro que no estaba pensada hasta hace muy poco, con todas las consecuencias que esto tiene.
"¿Qué se le pasaría a Gilligan por la cabeza?" también se preguntaran muchos. No se trata de no haber entendido la película o el homenaje a la serie que se ha intentado hacer en ella, se trata de que la idea de realizarla fue, desde un primer momento, un error. Puede considerarse un intento por imitar la decisión de los creadores de Los Soprano de alargar el producto, pero distanciando mucho la fecha de emisión de un producto de otro (en este caso, 'El Camino' ha salido un año antes que la precuela 'The Many Saints of Newark'), porque el mismo Gilligan supo desde un primer instante que no tendría nada que hacer con el talento de David Chase, que nunca lo tuvo.
Y no solo el rodaje de 'El Camino' fue confirmado después, si no que fue publicado en Netflix mucho antes. Normal que el resultado haya sido chapucero.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Partiendo de un error conceptual, era muy complicado que en el rodaje fuera todo a mejor. La trama de la película consiste básicamente en lo que le sucede a Jesse Pinkman (Aaron Paul) justo después de que Walter White muera tras asesinar a los que le tenían preso.
Empecemos hablando de lo bueno que tiene la película. Una sola escena: la de la tienda de aspiradoras. Se trata, quizás, de la única en todo el film que logra el objetivo del director: homenajear a los personajes más emblemáticos del show. No es una escena en la que se luzca precisamente Aaron Paul, protagonista, sino un personaje secundario llevado por Robert Foster, que en paz descanse. Su papel en el desenlace del destino del protagonista es fundamental en la trama, y en esa escena se ofrece un poco más de presencia de ese personaje, misterioso y de breve aparición (solo sale directamente en un capítulo de toda la serie, el penúltimo), pero con algo de sentido.
El resto de apariciones de personajes algo emblemáticos no están justificadas y, en la mayoría de casos, no entretienen al espectador un mínimo. Digo "algo emblemáticos", porque se dan casos en los que se les da una importancia que no tienen. Es el caso de los dos falsos policías que retienen a Jesse en el apartamento de Todd cuando le van a robar su dinero. Una de las escenas más largas de la película, ante el desconcierto del espectador, que no entiende muy bien a dónde querían ir a parar con ella. Estos dos tipos aparecerán más tarde, cuando Jesse va en busca de los 1800$ que necesita para huir; en un momento bastante vergonzoso para quién siente algo de aprecio por el cine western: un cara a cara a punta de pistola sentenciado desde que empieza la escena. Está claro que va a ganarlo Jesse, pero ese no es el problema, lo es que da la sensación de que ese enfrentamiento está metido ahí porque literalmente no se les ocurrió otra forma de llevarlo a cabo.
Comentemos ahora la nefasta aparición del personaje de Todd (Jesse Plemons) en la película. Resulta tan obvio el fallo aquí que no haré mucho énfasis en él, pero básicamente se trata de un fallo de raccord en el físico del actor, injustificable debido a que ese momento temporal en el que sale en la película está comprendido entre que convierten a Jesse en esclavo y entre que escapa, ahí Todd era delgado. Al no haber prácticamente tiempo en 2 meses para rodar la película, el pobre actor no tuvo oportunidad de adelgazar y, por orden del director, tuvo que salir tal y como se encontraba en ese momento. La forma en que se justifica es con planos generales y lejanos, lo que solo hace que resulte más gracioso y menos serio. Pero la cosa no se resume a una escena puntual, pues este personaje aparece en un total de un cuarto del largometraje, siendo posiblemente el segundo que más salga después del de Jesse. Ni siquiera se esforzaron en disimularlo.
Hay más personajes que salen, cuyos papeles no contribuyen en absolutamente nada a hacer que ver la película merezca la pena. El mecánico que viene y se va en 2 minutos, los amigos de Jesse que, tras drogarse, son capaces de idear un plan perfecto para su huída; Jane, que solo sale 2 minutos antes del final; el esperado Walter, con una performance de Bryan Cranston tan forzada y sin ganas que da a pensar que el actor no veía su participación en la película una buena idea. Esta última escena es posiblemente la más esperada por todos los fans, el dúo principal de la serie junto otra vez, un recurso totalmente frustrado por no hacer otra cosa que repetir algunos de los tópicos más empleados en la serie y que, precisamente, la hacen aburrida en múltiples ocasiones: "todo lo que consiga va a ir a su familia, señor White". Adios a la fuerza que tuvo la última escena entre Skyler y Walter.
No hay mucho más que decir. Se trata de un despropósito de principio a fin, un mal capítulo y una mala película. Ahora es cuando me alegro de que no me encantase el show, me hubiera llevado un chasco
Empecemos hablando de lo bueno que tiene la película. Una sola escena: la de la tienda de aspiradoras. Se trata, quizás, de la única en todo el film que logra el objetivo del director: homenajear a los personajes más emblemáticos del show. No es una escena en la que se luzca precisamente Aaron Paul, protagonista, sino un personaje secundario llevado por Robert Foster, que en paz descanse. Su papel en el desenlace del destino del protagonista es fundamental en la trama, y en esa escena se ofrece un poco más de presencia de ese personaje, misterioso y de breve aparición (solo sale directamente en un capítulo de toda la serie, el penúltimo), pero con algo de sentido.
El resto de apariciones de personajes algo emblemáticos no están justificadas y, en la mayoría de casos, no entretienen al espectador un mínimo. Digo "algo emblemáticos", porque se dan casos en los que se les da una importancia que no tienen. Es el caso de los dos falsos policías que retienen a Jesse en el apartamento de Todd cuando le van a robar su dinero. Una de las escenas más largas de la película, ante el desconcierto del espectador, que no entiende muy bien a dónde querían ir a parar con ella. Estos dos tipos aparecerán más tarde, cuando Jesse va en busca de los 1800$ que necesita para huir; en un momento bastante vergonzoso para quién siente algo de aprecio por el cine western: un cara a cara a punta de pistola sentenciado desde que empieza la escena. Está claro que va a ganarlo Jesse, pero ese no es el problema, lo es que da la sensación de que ese enfrentamiento está metido ahí porque literalmente no se les ocurrió otra forma de llevarlo a cabo.
Comentemos ahora la nefasta aparición del personaje de Todd (Jesse Plemons) en la película. Resulta tan obvio el fallo aquí que no haré mucho énfasis en él, pero básicamente se trata de un fallo de raccord en el físico del actor, injustificable debido a que ese momento temporal en el que sale en la película está comprendido entre que convierten a Jesse en esclavo y entre que escapa, ahí Todd era delgado. Al no haber prácticamente tiempo en 2 meses para rodar la película, el pobre actor no tuvo oportunidad de adelgazar y, por orden del director, tuvo que salir tal y como se encontraba en ese momento. La forma en que se justifica es con planos generales y lejanos, lo que solo hace que resulte más gracioso y menos serio. Pero la cosa no se resume a una escena puntual, pues este personaje aparece en un total de un cuarto del largometraje, siendo posiblemente el segundo que más salga después del de Jesse. Ni siquiera se esforzaron en disimularlo.
Hay más personajes que salen, cuyos papeles no contribuyen en absolutamente nada a hacer que ver la película merezca la pena. El mecánico que viene y se va en 2 minutos, los amigos de Jesse que, tras drogarse, son capaces de idear un plan perfecto para su huída; Jane, que solo sale 2 minutos antes del final; el esperado Walter, con una performance de Bryan Cranston tan forzada y sin ganas que da a pensar que el actor no veía su participación en la película una buena idea. Esta última escena es posiblemente la más esperada por todos los fans, el dúo principal de la serie junto otra vez, un recurso totalmente frustrado por no hacer otra cosa que repetir algunos de los tópicos más empleados en la serie y que, precisamente, la hacen aburrida en múltiples ocasiones: "todo lo que consiga va a ir a su familia, señor White". Adios a la fuerza que tuvo la última escena entre Skyler y Walter.
No hay mucho más que decir. Se trata de un despropósito de principio a fin, un mal capítulo y una mala película. Ahora es cuando me alegro de que no me encantase el show, me hubiera llevado un chasco

7.9
67,718
9
25 de octubre de 2019
25 de octubre de 2019
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como muchos de los que siguieron la edición del Festival de Cannes 2019, me percaté de que el director que se alzó con la Palma de Oro tenía un nombre que me sonaba. Viendo que se trataba de uno de los galardones cinematográficos más importantes del mundo y, a su vez, de uno de los directores surcoreanos más renombrados de la década de los 2000, me entró la curiosidad.
Resulta que Corea del Sur es un buen lugar a donde evadirse a través de la portal que ofrece el cine, cultural y artísticamente la forma de ser de la gente parece sacada de las leyendas que ellos mismos crean; algo similar a lo que sucede con el resto de los residentes del continente asiático. Mucha gente les mira con ojos raros y descarta ver sus películas por el simple hecho de ofrecer un enfoque bien distinto de la sociedad, de la realidad. No puedo más que sentir cierta lástima por ese concepto fallido desde la base, el cual puede producir en los occidentales el hecho de perderse determinadas joyas. Joyas en forma de películas, tanto por su valor como por su distinción más que obvia con todo aquello a lo que estamos condenados a estar acostumbrados.
No obstante, tengo una buena noticia para esas personas a las que aún les pueden los prejuicios a pesar de lo que pueda gustarles el cine: el caso de Corea del Sur es posiblemente el más hollywoodiense. Para explicar este fenómeno solo hay que acudir a las bases históricas del país y cómo éste adquirió una enorme influencia de EEUU en el proceso. Algunos ejemplos de obras indispensables y que no se alejan tanto de los géneros a los que estamos acostumbrados son, por un lado, 'Burning' de Lee Chang-dong y para mí la mejor película de 2018; y por otro, 'Memories of Murder' de Bong Joon-ho, mismo creador de la obra que se llevó el máximo título del festival francés y de la cual escribo hoy: 'Parasite'.
Personalmente, tenía muchas ganas de que llegara el estreno y llevaba las expectativas bastante altas, consecuencia de conocer tanto su buen recibimiento por parte de la crítica como a mucha gente que nombraba a Bong hablando de cine. Mientras 'Memories of Murder' (2003) se ha ido incorporando a los policiales más representativos del género junto a numerosos clásicos de cine (siempre estadounidense, en su mayoría), por lo demás, el director no ha vuelto a destacar en tanta medida, sí he percibido una gran aclamación por este último largometraje. Y vaya si es merecido. Mis expectativas no se han visto frustradas, puede que se hayan superado.
Esta película trae una trama que de por sí es brillante. Cualquiera puede imaginarse lo que va a pasar en ella leyendo el título; aunque no nos esperemos de qué modo. Una familia sin trabajo. Otra, que necesita un profesor particular. Una no ha conocido más que la pobreza y a la otra le sobran los recursos, hasta el punto de contratar a cualquiera para los puestos que reclama.
La acción de "parasitar" mostrada como una gran metáfora llena de ironías, decisiones a la desesperada y acontecimientos que volverían loco a cualquiera, y vaya si lo hacen con algunos. El estamento como condición permanente, sin importar aquellos momentos donde parezca que se termina la miseria, pues son fugaces y algunos nunca se despiden de ella totalmente. ¿Quién parasita a quién? ¿Es el hombre pobre el que chupa la sangre del rico adueñándose de sus recursos y de sus lujos de forma pasajera? ¿O es el hombre rico el que recolecta la sustancia que elabora el pobre, llevándose más de ella que el propio pobre? Tal vez estas preguntas sean aplicables al mundo que vivimos un poco más a la izquierda del escenario que plantea esta película, tal vez no sea tan distinto como nos dictaban inicialmente nuestros prejuicios.
Resulta que Corea del Sur es un buen lugar a donde evadirse a través de la portal que ofrece el cine, cultural y artísticamente la forma de ser de la gente parece sacada de las leyendas que ellos mismos crean; algo similar a lo que sucede con el resto de los residentes del continente asiático. Mucha gente les mira con ojos raros y descarta ver sus películas por el simple hecho de ofrecer un enfoque bien distinto de la sociedad, de la realidad. No puedo más que sentir cierta lástima por ese concepto fallido desde la base, el cual puede producir en los occidentales el hecho de perderse determinadas joyas. Joyas en forma de películas, tanto por su valor como por su distinción más que obvia con todo aquello a lo que estamos condenados a estar acostumbrados.
No obstante, tengo una buena noticia para esas personas a las que aún les pueden los prejuicios a pesar de lo que pueda gustarles el cine: el caso de Corea del Sur es posiblemente el más hollywoodiense. Para explicar este fenómeno solo hay que acudir a las bases históricas del país y cómo éste adquirió una enorme influencia de EEUU en el proceso. Algunos ejemplos de obras indispensables y que no se alejan tanto de los géneros a los que estamos acostumbrados son, por un lado, 'Burning' de Lee Chang-dong y para mí la mejor película de 2018; y por otro, 'Memories of Murder' de Bong Joon-ho, mismo creador de la obra que se llevó el máximo título del festival francés y de la cual escribo hoy: 'Parasite'.
Personalmente, tenía muchas ganas de que llegara el estreno y llevaba las expectativas bastante altas, consecuencia de conocer tanto su buen recibimiento por parte de la crítica como a mucha gente que nombraba a Bong hablando de cine. Mientras 'Memories of Murder' (2003) se ha ido incorporando a los policiales más representativos del género junto a numerosos clásicos de cine (siempre estadounidense, en su mayoría), por lo demás, el director no ha vuelto a destacar en tanta medida, sí he percibido una gran aclamación por este último largometraje. Y vaya si es merecido. Mis expectativas no se han visto frustradas, puede que se hayan superado.
Esta película trae una trama que de por sí es brillante. Cualquiera puede imaginarse lo que va a pasar en ella leyendo el título; aunque no nos esperemos de qué modo. Una familia sin trabajo. Otra, que necesita un profesor particular. Una no ha conocido más que la pobreza y a la otra le sobran los recursos, hasta el punto de contratar a cualquiera para los puestos que reclama.
La acción de "parasitar" mostrada como una gran metáfora llena de ironías, decisiones a la desesperada y acontecimientos que volverían loco a cualquiera, y vaya si lo hacen con algunos. El estamento como condición permanente, sin importar aquellos momentos donde parezca que se termina la miseria, pues son fugaces y algunos nunca se despiden de ella totalmente. ¿Quién parasita a quién? ¿Es el hombre pobre el que chupa la sangre del rico adueñándose de sus recursos y de sus lujos de forma pasajera? ¿O es el hombre rico el que recolecta la sustancia que elabora el pobre, llevándose más de ella que el propio pobre? Tal vez estas preguntas sean aplicables al mundo que vivimos un poco más a la izquierda del escenario que plantea esta película, tal vez no sea tan distinto como nos dictaban inicialmente nuestros prejuicios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Veo conveniente mencionar el gran poder sugeridor de los planos. El inicial desde dentro de un hogar, el cual nos percatamos que está situado bajo el nivel del suelo de la calle, por lo que podemos ver a través de la ventana. Se da mucha importancia a lo que está arriba y abajo en todas las imágenes, en todo momento. La comparativa no es complicada: abajo, los que no tienen nada, arriba los que lo tienen todo, hasta el dominio de los de debajo. Si nos fijamos, esta posición metafórica se respeta en todas las escenas. Los miembros de la familia que protagonizan la historia empiezan desde un nivel inferior al del suelo.
Al primero que vemos cambiar de sitio es al hijo, que decide infiltrarse en la casa de una familia de alto nivel económico a través del tipo de engaño más común: fingir que eres alguien que no eres. Posteriormente, se van incorporando el resto de sus parientes siguiendo la misma estrategia, la cual resultaría más que evidente para cualquiera con dos dedos de frente. Pero la familia de ricos no se para a pensar ni un segundo más que en cosas de poca trascendencia para lo cotidiano, una actitud resumida en la simpleza de la madre ante todas las situaciones, además de su presentación en el film, despertándose de quién sabe qué sueño o pesadilla sin nada de importancia.
Es una situación de pocos nervios para lo que estamos asimilando cuando la vemos: cuatro impostores ocupando puestos de trabajo en los que no son expertos, convenciendo con éxito a un par de ricachones y sus dos hijos pequeños. Son profundamente ingenuos, hasta el punto de que, un poco más adelante de la mitad de la película, cuando surge el imprevisto de que éstos vuelvan de un intento fallido de realizar una acampada mientras la familia protagonista gozaba de un banquete en plena noche en el chalet, se da la situación de mayor tensión de toda la película pero sin ir más allá. Como espectador, conservas cierta tranquilidad, pues estás seguro de que los mismos ricos que no se han dado cuenta de lo que sucedía más allá de sus narices antes, no lo van a hacer ahora. Y así es. Nuestros amigos, los pobres, salen indemnes.
Me parece brillante la inclusión de otros dos personajes que dejan claro que los protagonistas no han sido los únicos en vivir de esa manera, intentando huir de la pobreza. Una es la anterior ama de llaves, que vuelve a la casa tras ser despedida para tratar de alimentar a su marido, que vive ni más ni menos que en un sótano-búnker oculto debajo del edificio. Este intento a la desesperada no es frustrado por los protagonistas, borrachos de poder mientras sueñan despiertos sobre cómo serían las cosas si fueran ellos los dueños de esa casa. El recorrido que hace la madre siguiendo a la ama de llaves descendiendo por los túneles es mostrado de forma inquietante, como inquietante les resulta volver a su lugar. El tropiezo de los otros tres que hace que les descubran no es presentado como una casualidad, si no como algo que no se puede prevenir por llevar su condición encima de ellos. Nuevamente, nos encontramos a los dos padres y la hija en el suelo, debajo de una mesa, esperando a que el matrimonio (que está encima de ellos, en el sofá) termine para poder moverse. En su recorrido de huída van calle abajo mientras diluvia, una escena impresionante en la que llegan a su barrio. La comparativa es desoladora: en el chalet tan solo cae agua sobre el césped, en el barrio pobre todas las casas están inundándose.
La película dota de algo de esperanza al entorno que rodea a los protagonistas. El padre deja de ser un farsante al tratar de conservar su dignidad cuando el empresario le insulta por su olor en repetidas ocasiones. El hijo entra en la Universidad y consigue esta vez subir su posición de verdad, pues a él ya va adherido el pedrusco del materialismo (lo cual se muestra gráficamente en una escena). Al poder comprar la casa, su padre logra subir las escaleras. Pero el que ha nacido por debajo, siempre estará ahí..
Al primero que vemos cambiar de sitio es al hijo, que decide infiltrarse en la casa de una familia de alto nivel económico a través del tipo de engaño más común: fingir que eres alguien que no eres. Posteriormente, se van incorporando el resto de sus parientes siguiendo la misma estrategia, la cual resultaría más que evidente para cualquiera con dos dedos de frente. Pero la familia de ricos no se para a pensar ni un segundo más que en cosas de poca trascendencia para lo cotidiano, una actitud resumida en la simpleza de la madre ante todas las situaciones, además de su presentación en el film, despertándose de quién sabe qué sueño o pesadilla sin nada de importancia.
Es una situación de pocos nervios para lo que estamos asimilando cuando la vemos: cuatro impostores ocupando puestos de trabajo en los que no son expertos, convenciendo con éxito a un par de ricachones y sus dos hijos pequeños. Son profundamente ingenuos, hasta el punto de que, un poco más adelante de la mitad de la película, cuando surge el imprevisto de que éstos vuelvan de un intento fallido de realizar una acampada mientras la familia protagonista gozaba de un banquete en plena noche en el chalet, se da la situación de mayor tensión de toda la película pero sin ir más allá. Como espectador, conservas cierta tranquilidad, pues estás seguro de que los mismos ricos que no se han dado cuenta de lo que sucedía más allá de sus narices antes, no lo van a hacer ahora. Y así es. Nuestros amigos, los pobres, salen indemnes.
Me parece brillante la inclusión de otros dos personajes que dejan claro que los protagonistas no han sido los únicos en vivir de esa manera, intentando huir de la pobreza. Una es la anterior ama de llaves, que vuelve a la casa tras ser despedida para tratar de alimentar a su marido, que vive ni más ni menos que en un sótano-búnker oculto debajo del edificio. Este intento a la desesperada no es frustrado por los protagonistas, borrachos de poder mientras sueñan despiertos sobre cómo serían las cosas si fueran ellos los dueños de esa casa. El recorrido que hace la madre siguiendo a la ama de llaves descendiendo por los túneles es mostrado de forma inquietante, como inquietante les resulta volver a su lugar. El tropiezo de los otros tres que hace que les descubran no es presentado como una casualidad, si no como algo que no se puede prevenir por llevar su condición encima de ellos. Nuevamente, nos encontramos a los dos padres y la hija en el suelo, debajo de una mesa, esperando a que el matrimonio (que está encima de ellos, en el sofá) termine para poder moverse. En su recorrido de huída van calle abajo mientras diluvia, una escena impresionante en la que llegan a su barrio. La comparativa es desoladora: en el chalet tan solo cae agua sobre el césped, en el barrio pobre todas las casas están inundándose.
La película dota de algo de esperanza al entorno que rodea a los protagonistas. El padre deja de ser un farsante al tratar de conservar su dignidad cuando el empresario le insulta por su olor en repetidas ocasiones. El hijo entra en la Universidad y consigue esta vez subir su posición de verdad, pues a él ya va adherido el pedrusco del materialismo (lo cual se muestra gráficamente en una escena). Al poder comprar la casa, su padre logra subir las escaleras. Pero el que ha nacido por debajo, siempre estará ahí..

7.2
39,150
8
7 de enero de 2020
7 de enero de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sabía qué esperar esta vez. Martin Scorsese apostando por Netflix con una película cuya temática principal aparente es la mafia y un reparto muy parecido al de ‘Goodfellas’, título del cual, de hecho, ya recicló la trama para hacer una especie de remake en 2013 que a muchos jóvenes les sonará: ‘The Wolf of Wall Street’. Personalmente, disfruté de ella de forma parecida a cuando vi el clásico de los noventa, pues si algo ha demostrado hacer el director neoyorkino tras más de 50 años es hablar de los mismos temas adaptándose a las distintas épocas, de tal forma que ha gustado en todas ellas y se ha conseguido proclamar como uno de los nombres mejor recibidos del séptimo arte.
De hecho, la mayor parte de obras creadas por él las he disfrutado muy por encima de lo que suelo disfrutar una buena película, algo que decía mucho. Precisamente en esta década ya me había fascinado cómo trataba la riqueza y los excesos en la mencionada ‘The Wolf of Wall Street’, además del suspense introducido en ‘Shutter Island’ y la tensión narrativa en una de las más reconocidas por el público, la crítica y las academias ‘The Departed’, la cual le otorgó el Oscar a Mejor Director en 2005, sorprendentemente la única estatuilla de toda su carrera. El resto de títulos, aunque menos aclamados en comparación, no dejan de sonar: ‘Gangs of New York’, ‘The Aviator’, ‘Hugo’, o ‘Silence’.
El cambio en la plataforma de visualización de la nueva película o la inclusión de actores que ya son de avanzada edad, hasta el mismo Scorsese, con sus 77 años; no me preocupaban, era probable que de todos esos elementos resultara una película por encima de la media más para poder disfrutarla y despedir la década con buen sabor de boca. Mi única preocupación era si me decepcionaría que se desaprovechara semejante reparto, semejante oportunidad y si por su duración iba a haber momentos de menor intensidad que hicieran de ella una película menos memorable. Me siento feliz de poder decir que, tras verla, no ha reducido mis expectativas. Diría más, instantáneamente se ha convertido en mi favorita que ha hecho Scorsese este siglo.
No se trata de la típica historia de ricos infelices. Mientras en ‘Goodfellas’ o ‘The Wolf of Wall Street’ se narra la decadencia de las personas por dejarse llevar por sus excesos, ‘The Irishman’ se salta las partes del disfrute de lujos, centrándose en mayor medida en los momentos personales. Tenemos a Frank Sheeran, hombre que gracias a su cercanía con el mafioso Russel Bufalino entabla una relación cercana con el legendario sindicalista Jimmy Hoffa, el cual existió realmente. En cuanto a los personajes, se podría partir de la premisa de que el hecho de haber visto tantas veces a De Niro, Pesci y Al Pacino actuando, despistará que sean ellos quienes lleven el rol. Este no es el caso, pues otro de los temas tratados en el film es la vejez y la soledad que conlleva hacerse mayor, sentimiento mostrado en pantalla de forma magistral precisamente porque tanto actores como director ya se encuentran en momentos avanzados de sus vidas. Scorsese se ha unido a Almodóvar y Tarantino en un 2019 que ha destacado gracias a algunos de los cines de autor más personales de sus carreras, con una gran aportación por parte del neoyorkino.
Los personajes no brillan tanto por su carisma como por el cariño que transmiten al espectador con lo que dicen, con cómo interactúan dentro de la trama. Sorprende cómo por momentos llegamos a dudar si hemos visto al mismo De Niro en otras películas clásicas debido a ese grado de sentimentalidad que alcanza en su interpretación; del mismo modo que dudamos con sus dos compañeros de reparto por el mismo motivo. Por otra parte, el lado humano del personaje de Sheeran solo he tenido la sensación de verlo con Jake LaMotta en ‘Raging Bull’, ya en palabras mayores. El retrato ofrecido de Jimmy Hoffa también abunda en humanidad, nos sentimos identificados con él en ciertos momentos, mientras que en otros solo sentimos lástima. De Russ sentimos cierta seguridad y neutralidad, no le condenamos por sus acciones, le vemos como alguien cercano al igual que lo es para el protagonista. Los tres se compenetran de tal manera que hacen de toda la historia una experiencia nostálgica y muy cinematográfica, pues su director los mueve sobre ella con todos los conocimientos del arte que ha ido forjando durante estas décadas.
La mayor parte de la trama gira en torno a estos tres individuos, pero se les da mucha importancia a sus familias, presentes en los momentos importantes y que también influyen en lo que pasa, algo que comentaré con más detalle utilizando momentos concretos del argumento. En términos más generales, se hace gran uso del montaje, de la explotación de los recursos narrativos y brillantes exhibiciones artísticas del elenco.
De hecho, la mayor parte de obras creadas por él las he disfrutado muy por encima de lo que suelo disfrutar una buena película, algo que decía mucho. Precisamente en esta década ya me había fascinado cómo trataba la riqueza y los excesos en la mencionada ‘The Wolf of Wall Street’, además del suspense introducido en ‘Shutter Island’ y la tensión narrativa en una de las más reconocidas por el público, la crítica y las academias ‘The Departed’, la cual le otorgó el Oscar a Mejor Director en 2005, sorprendentemente la única estatuilla de toda su carrera. El resto de títulos, aunque menos aclamados en comparación, no dejan de sonar: ‘Gangs of New York’, ‘The Aviator’, ‘Hugo’, o ‘Silence’.
El cambio en la plataforma de visualización de la nueva película o la inclusión de actores que ya son de avanzada edad, hasta el mismo Scorsese, con sus 77 años; no me preocupaban, era probable que de todos esos elementos resultara una película por encima de la media más para poder disfrutarla y despedir la década con buen sabor de boca. Mi única preocupación era si me decepcionaría que se desaprovechara semejante reparto, semejante oportunidad y si por su duración iba a haber momentos de menor intensidad que hicieran de ella una película menos memorable. Me siento feliz de poder decir que, tras verla, no ha reducido mis expectativas. Diría más, instantáneamente se ha convertido en mi favorita que ha hecho Scorsese este siglo.
No se trata de la típica historia de ricos infelices. Mientras en ‘Goodfellas’ o ‘The Wolf of Wall Street’ se narra la decadencia de las personas por dejarse llevar por sus excesos, ‘The Irishman’ se salta las partes del disfrute de lujos, centrándose en mayor medida en los momentos personales. Tenemos a Frank Sheeran, hombre que gracias a su cercanía con el mafioso Russel Bufalino entabla una relación cercana con el legendario sindicalista Jimmy Hoffa, el cual existió realmente. En cuanto a los personajes, se podría partir de la premisa de que el hecho de haber visto tantas veces a De Niro, Pesci y Al Pacino actuando, despistará que sean ellos quienes lleven el rol. Este no es el caso, pues otro de los temas tratados en el film es la vejez y la soledad que conlleva hacerse mayor, sentimiento mostrado en pantalla de forma magistral precisamente porque tanto actores como director ya se encuentran en momentos avanzados de sus vidas. Scorsese se ha unido a Almodóvar y Tarantino en un 2019 que ha destacado gracias a algunos de los cines de autor más personales de sus carreras, con una gran aportación por parte del neoyorkino.
Los personajes no brillan tanto por su carisma como por el cariño que transmiten al espectador con lo que dicen, con cómo interactúan dentro de la trama. Sorprende cómo por momentos llegamos a dudar si hemos visto al mismo De Niro en otras películas clásicas debido a ese grado de sentimentalidad que alcanza en su interpretación; del mismo modo que dudamos con sus dos compañeros de reparto por el mismo motivo. Por otra parte, el lado humano del personaje de Sheeran solo he tenido la sensación de verlo con Jake LaMotta en ‘Raging Bull’, ya en palabras mayores. El retrato ofrecido de Jimmy Hoffa también abunda en humanidad, nos sentimos identificados con él en ciertos momentos, mientras que en otros solo sentimos lástima. De Russ sentimos cierta seguridad y neutralidad, no le condenamos por sus acciones, le vemos como alguien cercano al igual que lo es para el protagonista. Los tres se compenetran de tal manera que hacen de toda la historia una experiencia nostálgica y muy cinematográfica, pues su director los mueve sobre ella con todos los conocimientos del arte que ha ido forjando durante estas décadas.
La mayor parte de la trama gira en torno a estos tres individuos, pero se les da mucha importancia a sus familias, presentes en los momentos importantes y que también influyen en lo que pasa, algo que comentaré con más detalle utilizando momentos concretos del argumento. En términos más generales, se hace gran uso del montaje, de la explotación de los recursos narrativos y brillantes exhibiciones artísticas del elenco.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando me hablaban de la película los que la habían visto, me solían comentar que la última parte (todo lo relacionado con la desaparición de Jimmy Hoffa, su negación a dejar el sindicato de camioneros y la decisión sobre su sentencia) era la que les echaba para atrás del film porque hacía que fuera lento. Si bien tres horas y media disminuyen las posibilidades de hacer una película muy entretenida para todos los públicos, no creo que en este caso se disminuya el poder de todo el conjunto; es más, es posiblemente la parte que mayor grado emocional suscitó sobre mí. Como bien he dicho, Al Pacino nos da lástima en varios momentos cuando vemos que es más vulnerable (a ello contribuye su cercanía con el protagonista), por eso deseamos que acceda a negociar su paso atrás con la mafia. Tenemos una especie de conflicto entre la condición humana y los intereses que contrae el dinero, del cual se imponen ambos aspectos por igual y pierde Hoffa, que sin poder controlarse a sí mismo, su intransigencia le convierte en la víctima.
Uno de los momentos más potentes y descorazonadores sucede cuando nos enteramos al mismo tiempo que Sheeran de que él es el que debe acabar con su vida, siendo una de las personas que mantiene la mayor amistad con el sindicalista. En una de las secuencias más largas de toda la película, cuando el protagonista se dirige a realizar su cometido, el plan se torna enfermizo cuando vemos que el mismo hijo del sindicalista (llevado a cabo por Jesse Plemons), forma parte del plan y presencia los momentos previos a la muerte de su padre.
Más enfermiza aún resulta la llegada de Sheeran a casa, donde toda su familia está viendo la noticia de la desaparición de Hoffa en televisión y éste sugiere llamar a la mujer del sindicalista siendo él el verdugo. Una de las hijas del protagonista se da cuenta de quién ha sido el autor de semejante atrocidad, la misma hija que cuando era solo una niña observó la forma de solucionar los problemas que tenía su padre: pegar una paliza a quienes se metían con su familia.
Y es que, si algo deja claro esta película, es cómo todas esas decisiones que ha ido tomando a lo largo de su vida pueden hacer perder lo más importante: a tus seres queridos. Llegados al punto donde Sheeran es un anciano al que no le quedan amigos con vida, es cuando se da cuenta (y nosotros, con él), de todo lo que podría haber sido y cómo ha terminado debido a las malas decisiones que fue tomando en su vida: solo.
Ahora, habiendo asesinado a sangre fría a su amigo, con la muerte de su mujer y sus hijas que no le hablan, Sheeran pasa sus últimos días eligiendo su propio ataúd y el lugar donde quiere ser enterrado a falta de alguien que se preocupe, con la única compañía de un reverendo que le ayuda a rezar y una enfermera designada por la residencia donde se aloja. Se trata, posiblemente, del tema más terrorífico que señala el film: la soledad y el envejecimiento. No es tan raro que, ni siquiera cuando no tiene nada que perder, se niega a declarar los hechos sobre la desaparición de Jimmy Hoffa ante unos policías que afirman que no queda nadie vivo a quien pueda perjudicar, salvo la familia del sindicalista, que tiene que vivir con la incertidumbre. De todo lo que ha ido cultivando a lo largo de su vida; familia, amigos, dinero y lealtad, solo conserva lo último.
Si bien pertenezco a ese conjunto de gente que ha nacido lo suficientemente tarde como para no saber quién fue Jimmy Hoffa, tras esta obra maestra va a preservar su legado mucho más tiempo de la mejor forma artística posible. No me da rabia que se haya estrenado en 2019, agradezco que Scorsese haya decidido rodar una película así en el momento que lo ha hecho, recordando que el buen cine siempre es buen cine.
Uno de los momentos más potentes y descorazonadores sucede cuando nos enteramos al mismo tiempo que Sheeran de que él es el que debe acabar con su vida, siendo una de las personas que mantiene la mayor amistad con el sindicalista. En una de las secuencias más largas de toda la película, cuando el protagonista se dirige a realizar su cometido, el plan se torna enfermizo cuando vemos que el mismo hijo del sindicalista (llevado a cabo por Jesse Plemons), forma parte del plan y presencia los momentos previos a la muerte de su padre.
Más enfermiza aún resulta la llegada de Sheeran a casa, donde toda su familia está viendo la noticia de la desaparición de Hoffa en televisión y éste sugiere llamar a la mujer del sindicalista siendo él el verdugo. Una de las hijas del protagonista se da cuenta de quién ha sido el autor de semejante atrocidad, la misma hija que cuando era solo una niña observó la forma de solucionar los problemas que tenía su padre: pegar una paliza a quienes se metían con su familia.
Y es que, si algo deja claro esta película, es cómo todas esas decisiones que ha ido tomando a lo largo de su vida pueden hacer perder lo más importante: a tus seres queridos. Llegados al punto donde Sheeran es un anciano al que no le quedan amigos con vida, es cuando se da cuenta (y nosotros, con él), de todo lo que podría haber sido y cómo ha terminado debido a las malas decisiones que fue tomando en su vida: solo.
Ahora, habiendo asesinado a sangre fría a su amigo, con la muerte de su mujer y sus hijas que no le hablan, Sheeran pasa sus últimos días eligiendo su propio ataúd y el lugar donde quiere ser enterrado a falta de alguien que se preocupe, con la única compañía de un reverendo que le ayuda a rezar y una enfermera designada por la residencia donde se aloja. Se trata, posiblemente, del tema más terrorífico que señala el film: la soledad y el envejecimiento. No es tan raro que, ni siquiera cuando no tiene nada que perder, se niega a declarar los hechos sobre la desaparición de Jimmy Hoffa ante unos policías que afirman que no queda nadie vivo a quien pueda perjudicar, salvo la familia del sindicalista, que tiene que vivir con la incertidumbre. De todo lo que ha ido cultivando a lo largo de su vida; familia, amigos, dinero y lealtad, solo conserva lo último.
Si bien pertenezco a ese conjunto de gente que ha nacido lo suficientemente tarde como para no saber quién fue Jimmy Hoffa, tras esta obra maestra va a preservar su legado mucho más tiempo de la mejor forma artística posible. No me da rabia que se haya estrenado en 2019, agradezco que Scorsese haya decidido rodar una película así en el momento que lo ha hecho, recordando que el buen cine siempre es buen cine.
31 de agosto de 2019
31 de agosto de 2019
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegó el día esperado: una película de Tarantino llega a las salas de cine. Después que en los estrenos anteriores observásemos algunas de las obras más regulares de su filmografía (y con ello me refiero a 'Los Odiosos Ocho' y 'Django Desencadenado'), muchos de los fans más conservadores y, probablemente, los más fieles, ansiaban otro largometraje del director que en esta ocasión no nos entretuviera simplemente, si no que nos transmitiera algo nuevo. Algo que no se redujera a contar una historia a su manera, dejando así su firma para poderla añadir a la lista de "películas de Tarantino" y hacerla más grande, un hecho que parecía que era su objetivo últimamente debido a los trabajos anteriores. Partiendo de esta premisa, hay que decir que esta vez sí ha cumplido con las espectativas.
¿Violencia? Por supuesto la hay, no es nada nuevo para quien haya visto al menos una película de este director. Lo importante, en su caso especial, no es cuestionarse si hay o no hay violencia, sangre, ni en qué cantidad; si no preguntarse de qué manera van a ser mostradas. Porque si algo ha dejado claro en sus 8 trabajos anteriores (tomando las dos partes de 'Kill Bill' como uno solo), es que el medio está justificado, al menos en este caso. Para los que se fijan en los detalles de las escenas, en la dirección artística y en los homenajes; pueden ir al cine tranquilos, porque van recibir todas esas cosas.
Precisamente, 'Érase una vez en... Hollywood' es una especie de macro-homenaje al final de la década de los 60, los rodajes de Hollywood, los westerns, el movimiento hippie, el crimen. Pudiera parecer que esta historia ha sucedido antes de ayer y, al mismo tiempo, que sucedió hace más de 50 años. Es obvio que a Tarantino siente un cariño especial por esa época de los EEUU, más de una vez ha mostrado su admiración por los westerns y prácticamente todas sus bandas sonoras utilizan canciones que provengan de entonces. Normalmente, esa apreciación acompañaba de forma secundaria a la trama principal; pero en este caso, y de forma revolucionaria, puede decirse la trama de esta nueva película es el homenaje que hace Tarantino en sí.
¿Violencia? Por supuesto la hay, no es nada nuevo para quien haya visto al menos una película de este director. Lo importante, en su caso especial, no es cuestionarse si hay o no hay violencia, sangre, ni en qué cantidad; si no preguntarse de qué manera van a ser mostradas. Porque si algo ha dejado claro en sus 8 trabajos anteriores (tomando las dos partes de 'Kill Bill' como uno solo), es que el medio está justificado, al menos en este caso. Para los que se fijan en los detalles de las escenas, en la dirección artística y en los homenajes; pueden ir al cine tranquilos, porque van recibir todas esas cosas.
Precisamente, 'Érase una vez en... Hollywood' es una especie de macro-homenaje al final de la década de los 60, los rodajes de Hollywood, los westerns, el movimiento hippie, el crimen. Pudiera parecer que esta historia ha sucedido antes de ayer y, al mismo tiempo, que sucedió hace más de 50 años. Es obvio que a Tarantino siente un cariño especial por esa época de los EEUU, más de una vez ha mostrado su admiración por los westerns y prácticamente todas sus bandas sonoras utilizan canciones que provengan de entonces. Normalmente, esa apreciación acompañaba de forma secundaria a la trama principal; pero en este caso, y de forma revolucionaria, puede decirse la trama de esta nueva película es el homenaje que hace Tarantino en sí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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En la primera escena, ya se nos da suficiente información: un actor frustrado por la caída inminente de su carrera (Leonardo Di Caprio) y su supuesto doble, que se dedica a llevarle en coche de un sitio a otro y a repararle la antena cuando está rota (Brad Pitt). Es decir, hasta ahora, todo muy tranquilo. El conflicto principal es el el remordimiento del protagonista, Rick Dalton, por ser contratado solamente para desempeñar papeles de malos en series; algo de lo que culpa a la bebida y que le persigue según se hace más viejo.
Esta "normalidad" es trastornada en el momento en que vemos que los vecinos de Dalton van a ser Roman Polanski y Sharon Tate, algo que para quien conoce los crímenes de la familia Manson, produce cierta expectativa sobre la dirección que va a empezar a tomar el film. Más tarde, el mismo Charles Manson se presenta en persona en la casa de los Polanski preguntando por el director polaco. Va a ser la primera y última vez que le veamos en el film. Sin embargo, su presencia será latente en nuestra mente y en la forma que irá tomando la historia.
Posteriormente, en lo que supone la mayor parte de la trama y durante su desarrollo, observaremos la forma que tienen los protagonistas de llevar sus conflictos internos. También está el contraste entre Dalton (el actor), al que éstos le bajan la moral y le debilitan, y Cliff (el doble), que se muestra más llevadero. En la grabación de una escena de una película, cuando no es capaz de recordar sus líneas del guión y, por primera vez en una película de Tarantino, se muestra el modo en que le esto le afecta a Dalton, quien se acusa a sí mismo de estar destruyendo su futuro por culpa de ser un alcohólico y no es capaz de dejar de beber ni durante ese rato.
En los viajes en coche que realiza Cliff como parte de su rutina diaria, se fija en una chica haciendo autoestop a quien acaba recogiendo después de tres veces. De una forma u otra, esto le lleva a un rancho de hippies para encontrar a un viejo amigo suyo de rodajes, saludarle y comprobar que todo va bien. En este momento, es como si el género se convirtiera en terror, pues en su recorrido está siendo vigilado por todos los lugareños; además, es amenazado en varias ocasiones. Pero Cliff no se inmuta a penas y, lejos de sentirse intimidado, no solo consigue lo que quiere, si no que pega una paliza a uno de los hippies para obligarle a arreglar una rueda de su coche, la cual se encuentra con una navaja clavada cuando llega.
Podemos afirmar que esta historia es llevada en todo momento por sus dos protagonistas, y es la misma historia la que sirve para el desarrollo de sus personajes, no a la inversa, como sucede en otros clásicos del director como 'Reservoir Dogs', 'Pulp Fiction' o 'Jackie Brown'. Llevamos siempre con nosotros la inseguridad y el pesar de Dalton y la calma de Cliff y solo cambian esas impresiones en nosotros en la medida en que cambian en ellos.
Otro aspecto a comentar, característico de esta película respecto a otras, es su intemporalidad. A pesar de que en ciertas escenas se indica el momento en que está sucediendo la acción, con la hora, el día y el mes. Un ejemplo de esto es cuando Cliff está reparando la antena de la casa de Dalton mientras se le viene a la cabeza la voz de éste diciendo que no le quieren en los rodajes. Entonces recuerda la pelea que tuvo con Bruce Lee anteriormente, y es mostrada en pantalla ante la sorpresa de todos.
El climax, como es de esperar, es alcanzado en una escena violenta cerca del final. La familia Manson va a realizar su cometido, pero da la casualidad que deciden meterse primero en la casa de los vecinos de los Polanski, donde se encuentran estos dos celebrando su despedida. Como siempre, todo se convierte en un festival de golpes, sangre y un poco de lo absurdo, que nos encanta. Momento perfecto de colocar esta escena, por cierto, cuando más ganas tenemos de verlo. Un hecho real trágico es totalmente ridiculizado, es la magia de su cine.
Esta "normalidad" es trastornada en el momento en que vemos que los vecinos de Dalton van a ser Roman Polanski y Sharon Tate, algo que para quien conoce los crímenes de la familia Manson, produce cierta expectativa sobre la dirección que va a empezar a tomar el film. Más tarde, el mismo Charles Manson se presenta en persona en la casa de los Polanski preguntando por el director polaco. Va a ser la primera y última vez que le veamos en el film. Sin embargo, su presencia será latente en nuestra mente y en la forma que irá tomando la historia.
Posteriormente, en lo que supone la mayor parte de la trama y durante su desarrollo, observaremos la forma que tienen los protagonistas de llevar sus conflictos internos. También está el contraste entre Dalton (el actor), al que éstos le bajan la moral y le debilitan, y Cliff (el doble), que se muestra más llevadero. En la grabación de una escena de una película, cuando no es capaz de recordar sus líneas del guión y, por primera vez en una película de Tarantino, se muestra el modo en que le esto le afecta a Dalton, quien se acusa a sí mismo de estar destruyendo su futuro por culpa de ser un alcohólico y no es capaz de dejar de beber ni durante ese rato.
En los viajes en coche que realiza Cliff como parte de su rutina diaria, se fija en una chica haciendo autoestop a quien acaba recogiendo después de tres veces. De una forma u otra, esto le lleva a un rancho de hippies para encontrar a un viejo amigo suyo de rodajes, saludarle y comprobar que todo va bien. En este momento, es como si el género se convirtiera en terror, pues en su recorrido está siendo vigilado por todos los lugareños; además, es amenazado en varias ocasiones. Pero Cliff no se inmuta a penas y, lejos de sentirse intimidado, no solo consigue lo que quiere, si no que pega una paliza a uno de los hippies para obligarle a arreglar una rueda de su coche, la cual se encuentra con una navaja clavada cuando llega.
Podemos afirmar que esta historia es llevada en todo momento por sus dos protagonistas, y es la misma historia la que sirve para el desarrollo de sus personajes, no a la inversa, como sucede en otros clásicos del director como 'Reservoir Dogs', 'Pulp Fiction' o 'Jackie Brown'. Llevamos siempre con nosotros la inseguridad y el pesar de Dalton y la calma de Cliff y solo cambian esas impresiones en nosotros en la medida en que cambian en ellos.
Otro aspecto a comentar, característico de esta película respecto a otras, es su intemporalidad. A pesar de que en ciertas escenas se indica el momento en que está sucediendo la acción, con la hora, el día y el mes. Un ejemplo de esto es cuando Cliff está reparando la antena de la casa de Dalton mientras se le viene a la cabeza la voz de éste diciendo que no le quieren en los rodajes. Entonces recuerda la pelea que tuvo con Bruce Lee anteriormente, y es mostrada en pantalla ante la sorpresa de todos.
El climax, como es de esperar, es alcanzado en una escena violenta cerca del final. La familia Manson va a realizar su cometido, pero da la casualidad que deciden meterse primero en la casa de los vecinos de los Polanski, donde se encuentran estos dos celebrando su despedida. Como siempre, todo se convierte en un festival de golpes, sangre y un poco de lo absurdo, que nos encanta. Momento perfecto de colocar esta escena, por cierto, cuando más ganas tenemos de verlo. Un hecho real trágico es totalmente ridiculizado, es la magia de su cine.
20 de octubre de 2019
20 de octubre de 2019
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando me preguntan sobre mi gusto de cine español, mi contestación no suele ser buena. No voy a mentir: a penas sé de directores o actores que formen parte del séptimo arte de mi propio país, ni siquiera sé de nombres de muchas películas que pueden considerarse de culto. Tan solo algunos títulos de algunos clásicos indispensables en la cultura cinematográfica general, tales como Buñuel o Erice, por su impacto a nivel mundial y sus aclamadísimos clásicos.
Como persona que se considera amante del cine, se trata de un dato decepcionante que me cierra muchos horizontes. Siempre defiendo que poder hablar de cine, pero sobre todo, disfrutar el cine; conlleva no encerrarse en un género, una época y, ni mucho menos, en una zona geográfica, por lo que tampoco hay que discriminar una en concreto.
Es por ello que para aquellos que, como en mi caso, no hemos puesto su interés alguna vez en revisar algunas obras notorias y no tan conocidas del siglo pasado, deberíamos hacerlo ahora. Pero creo que estamos excusados si se trata de las últimas dos décadas.
Mires para donde mires, para casi cualquier país del mundo que produzca películas, vas a encontrar una pequeña porción de ellas cuyo objetivo sea denunciar algún problema que preocupe o afecte directamente a un sector de la población. Tenemos a nuestros vecinos los portugueses, que pueden disfrutar de largometrajes donde la miseria y la pobreza se pueden respirar; Francia, donde las manifestaciones contra la ley educativa no se ocultan en los rodajes. Podemos irnos a Turquía, donde directores como Ceylan no escatiman en mostrar la enorme desigualdad que se vive allí, o Irán, donde atrevidos como Jafar Panahi han llegado a rodar documentales con su propio móvil y sin salir de casa para mostrar las consecuencias penales que puede tener grabar lo que no le guste al líder supremo. Incluso yendo un poco más lejos, Oppenheimer (un director danés), llegó a rodar documentales en Indonesia que narraban la crueldad de los paramilitares durante el genocidio de los 60, con el permiso y la participación de los mismos paramilitares.
No he recurrido a regiones con muchos más medios ni problemas tan distintos a los que se dieron en territorio español en algún momento de su historia. Precisamente, hay historias y problemas sociales a comentar para rato. Sin embargo, cuando me animo a ver una obra cinematográfica cuya producción es española, no tengo esa sensación.
Creo que estamos ante uno de los casos de mayor desperdicio de ideas u oportunidades de denuncia, me atrevo a decir, del mundo. A pesar de que suene a generalización, no soy capaz de ir al cine, ver una proyección de Marca España y ver algo innovador. Todo son comedias, no se salvan ni aquellas que puedan parecer tratar temas serios. Parece el país de las maravillas, normal que por fuera no se crean que estemos sufriendo una crisis económica.
Esto no quiere decir que, de vez en cuando, salgan a la luz algunos largometrajes de calidad en los que se tomen en serio esto de denunciar los grandes escollos de nuestra sociedad. Aunque en casos como este, vengan de un nombre que nos suena: Amenábar.
Por fin vuelve uno de los pocos directores que me recuerda que el cine español sigue pudiendo considerarse mínimamente bueno. En este caso, y tras muchos años realizando proyectos esporádicos como anuncios de cerveza, de navidad o un videoclip de las Nancys Rubias; así como dirigiendo largometrajes enteramente en inglés, nos ha traído el que para muchos es su obra más personal hasta la fecha. Cuenta la llegada del bando de los sublevados a la ciudad de Salamanca y el establecimiento de las tropas franquistas, de forma paralela a la recepción por parte del peculiar Unamuno. Lo cierto es que no es tanto una película de género histórico, puede considerarse un punto de vista sobre un hecho que cambiaría la forma de vida en un país entero de ahí en adelante, y pretende serlo desde los ojos del célebre escritor que la protagoniza.
Como persona que se considera amante del cine, se trata de un dato decepcionante que me cierra muchos horizontes. Siempre defiendo que poder hablar de cine, pero sobre todo, disfrutar el cine; conlleva no encerrarse en un género, una época y, ni mucho menos, en una zona geográfica, por lo que tampoco hay que discriminar una en concreto.
Es por ello que para aquellos que, como en mi caso, no hemos puesto su interés alguna vez en revisar algunas obras notorias y no tan conocidas del siglo pasado, deberíamos hacerlo ahora. Pero creo que estamos excusados si se trata de las últimas dos décadas.
Mires para donde mires, para casi cualquier país del mundo que produzca películas, vas a encontrar una pequeña porción de ellas cuyo objetivo sea denunciar algún problema que preocupe o afecte directamente a un sector de la población. Tenemos a nuestros vecinos los portugueses, que pueden disfrutar de largometrajes donde la miseria y la pobreza se pueden respirar; Francia, donde las manifestaciones contra la ley educativa no se ocultan en los rodajes. Podemos irnos a Turquía, donde directores como Ceylan no escatiman en mostrar la enorme desigualdad que se vive allí, o Irán, donde atrevidos como Jafar Panahi han llegado a rodar documentales con su propio móvil y sin salir de casa para mostrar las consecuencias penales que puede tener grabar lo que no le guste al líder supremo. Incluso yendo un poco más lejos, Oppenheimer (un director danés), llegó a rodar documentales en Indonesia que narraban la crueldad de los paramilitares durante el genocidio de los 60, con el permiso y la participación de los mismos paramilitares.
No he recurrido a regiones con muchos más medios ni problemas tan distintos a los que se dieron en territorio español en algún momento de su historia. Precisamente, hay historias y problemas sociales a comentar para rato. Sin embargo, cuando me animo a ver una obra cinematográfica cuya producción es española, no tengo esa sensación.
Creo que estamos ante uno de los casos de mayor desperdicio de ideas u oportunidades de denuncia, me atrevo a decir, del mundo. A pesar de que suene a generalización, no soy capaz de ir al cine, ver una proyección de Marca España y ver algo innovador. Todo son comedias, no se salvan ni aquellas que puedan parecer tratar temas serios. Parece el país de las maravillas, normal que por fuera no se crean que estemos sufriendo una crisis económica.
Esto no quiere decir que, de vez en cuando, salgan a la luz algunos largometrajes de calidad en los que se tomen en serio esto de denunciar los grandes escollos de nuestra sociedad. Aunque en casos como este, vengan de un nombre que nos suena: Amenábar.
Por fin vuelve uno de los pocos directores que me recuerda que el cine español sigue pudiendo considerarse mínimamente bueno. En este caso, y tras muchos años realizando proyectos esporádicos como anuncios de cerveza, de navidad o un videoclip de las Nancys Rubias; así como dirigiendo largometrajes enteramente en inglés, nos ha traído el que para muchos es su obra más personal hasta la fecha. Cuenta la llegada del bando de los sublevados a la ciudad de Salamanca y el establecimiento de las tropas franquistas, de forma paralela a la recepción por parte del peculiar Unamuno. Lo cierto es que no es tanto una película de género histórico, puede considerarse un punto de vista sobre un hecho que cambiaría la forma de vida en un país entero de ahí en adelante, y pretende serlo desde los ojos del célebre escritor que la protagoniza.
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Sobre lo que ocurre a grandes rasgos en el film, no hay nada nuevo. Los hechos empiezan en verano de 1936 con la bandera tricolor como primera imagen y terminan el 31 de diciembre de ese año con la franja roja sustituyendo a la morada, consecuencia del asentamiento definitivo de los sublevados en la ciudad. También fue el día en que Miguel de Unamuno falleció.
Lo primero a dejar claro es que no se trata de una obra que intente enumerar los hechos más representativos de ese momento. Se sabe que Amenábar hizo los deberes recopilando documentos para acercarse mucho a los personajes que pretendía destacar en su intento por representarlos, es algo obvio que puede notarse viendo la discreción con que son tratados. Francisco Franco (Santi Prego), quien sería caudillo de España durante varias décadas, es retratado como un hombre tranquilo, distraído y no muy inteligente, más bien manejable. Mucho más brillante me pareció la similitud que podría tener Tito Valverde en representando a Cabanellas, un militar veterano de conflictos bélicos anteriores que es enmarcado como un tipo con mayor carisma y decisión, además de con cierta humanidad, lo que tiene mérito teniendo en cuenta que se trata de uno de los cabecillas de un golpe de Estado que implantaría una dictadura. Este tipo de recordatorios ya se vieron de una forma mucho más profunda en una de las obras de los directores que nombré anteriormente: 'The Act of Killing' de Joshua Oppenheimer.
Por último, tenemos al gran Miguel de Unamuno como un hombre orgulloso, cuanto menos, pero del que puede notarse su vulnerabilidad y lo que le afecta lo que dicen los altos cargos sobre él.
Al principio, indignado por lo que han publicado los republicanos sobre él en el periódico, muestra su apoyo a los militares recién llegados, a pesar de que éstos le imponen firmar un escrito en el que la Universidad de Salamanca esté a la plena disposición de estos. Primeramente, se niega, pues a pesar de considerarse apolítico, para él la Universidad lo es todo y la Educación debe desmarcarse totalmente de los intereses de un bando u otro. Pero acaba resignándose ante el tono amenazador de Cabanellas, quien le da a entender en persona que no tiene otra opción.
El escritor no vive solo los momentos tensos del principio, le acompañan un pastor protestante y un profesor declarado públicamente de izquierdas, protagonizando los pocos momentos de vida que tiene la película. De hecho, se puede escuchar en varias ocasiones el grito "Viva la muerte" proveniente de soldados y generales. Esas voces en combinación con los tiros que escucha Unamuno desde su piso anuncian lo cerca que está el horror. Y solo se trata del precedente de la dictadura. Es descorazonador ver cómo se llevan a sus dos amigos más cercanos y no puede hacer absolutamente nada para evitar su destino, ni siquiera acudiendo a la familia Franco, quienes de forma paradójica se declaran sus admiradores. También lo es ver cómo el escritor se va debilitando con tanta exposición de hechos violentos, no pudiendo levantarse de la cama.
No por todo esto faltan detalles en la película que podían haberse llevado a cabo mejor. La conversación sobre política que tienen Unamuno y el profesor podría haberse alargado y resultado más entrañable. La trama podría haber empezado un poco antes, para mostrar también el lado oscuro que tuvo la Segunda República y lo mal que se portó con el escritor y hay alguna que otra imprecisión histórica.
Pero hay otros dos elementos a su favor a destacar. Uno es lo bellamente que es tratada la zona antigua de la ciudad de Salamanca, hasta para los residentes de toda la vida. La otra, es el famoso discurso del final, llevado a cabo por Unamuno y que recuerda al de 'The Great Dictator'. Irónicamente, este no pudo llegar a España hasta 36 años después de su estreno, debido, precisamente, a la dictadura.
Me produce una gran alegría haber podido disfrutar esta película en una sala de cine llena y poder hablar de ella en adelante.
Lo primero a dejar claro es que no se trata de una obra que intente enumerar los hechos más representativos de ese momento. Se sabe que Amenábar hizo los deberes recopilando documentos para acercarse mucho a los personajes que pretendía destacar en su intento por representarlos, es algo obvio que puede notarse viendo la discreción con que son tratados. Francisco Franco (Santi Prego), quien sería caudillo de España durante varias décadas, es retratado como un hombre tranquilo, distraído y no muy inteligente, más bien manejable. Mucho más brillante me pareció la similitud que podría tener Tito Valverde en representando a Cabanellas, un militar veterano de conflictos bélicos anteriores que es enmarcado como un tipo con mayor carisma y decisión, además de con cierta humanidad, lo que tiene mérito teniendo en cuenta que se trata de uno de los cabecillas de un golpe de Estado que implantaría una dictadura. Este tipo de recordatorios ya se vieron de una forma mucho más profunda en una de las obras de los directores que nombré anteriormente: 'The Act of Killing' de Joshua Oppenheimer.
Por último, tenemos al gran Miguel de Unamuno como un hombre orgulloso, cuanto menos, pero del que puede notarse su vulnerabilidad y lo que le afecta lo que dicen los altos cargos sobre él.
Al principio, indignado por lo que han publicado los republicanos sobre él en el periódico, muestra su apoyo a los militares recién llegados, a pesar de que éstos le imponen firmar un escrito en el que la Universidad de Salamanca esté a la plena disposición de estos. Primeramente, se niega, pues a pesar de considerarse apolítico, para él la Universidad lo es todo y la Educación debe desmarcarse totalmente de los intereses de un bando u otro. Pero acaba resignándose ante el tono amenazador de Cabanellas, quien le da a entender en persona que no tiene otra opción.
El escritor no vive solo los momentos tensos del principio, le acompañan un pastor protestante y un profesor declarado públicamente de izquierdas, protagonizando los pocos momentos de vida que tiene la película. De hecho, se puede escuchar en varias ocasiones el grito "Viva la muerte" proveniente de soldados y generales. Esas voces en combinación con los tiros que escucha Unamuno desde su piso anuncian lo cerca que está el horror. Y solo se trata del precedente de la dictadura. Es descorazonador ver cómo se llevan a sus dos amigos más cercanos y no puede hacer absolutamente nada para evitar su destino, ni siquiera acudiendo a la familia Franco, quienes de forma paradójica se declaran sus admiradores. También lo es ver cómo el escritor se va debilitando con tanta exposición de hechos violentos, no pudiendo levantarse de la cama.
No por todo esto faltan detalles en la película que podían haberse llevado a cabo mejor. La conversación sobre política que tienen Unamuno y el profesor podría haberse alargado y resultado más entrañable. La trama podría haber empezado un poco antes, para mostrar también el lado oscuro que tuvo la Segunda República y lo mal que se portó con el escritor y hay alguna que otra imprecisión histórica.
Pero hay otros dos elementos a su favor a destacar. Uno es lo bellamente que es tratada la zona antigua de la ciudad de Salamanca, hasta para los residentes de toda la vida. La otra, es el famoso discurso del final, llevado a cabo por Unamuno y que recuerda al de 'The Great Dictator'. Irónicamente, este no pudo llegar a España hasta 36 años después de su estreno, debido, precisamente, a la dictadura.
Me produce una gran alegría haber podido disfrutar esta película en una sala de cine llena y poder hablar de ella en adelante.
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