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7.1
19,717
2
29 de diciembre de 2022
29 de diciembre de 2022
21 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin entrar a la cuestión de lo aburridísima que me ha parecido, el problema de "Cinco lobitos" es que carece por completo de historia. ¿Qué es lo que se nos narra aquí? ¿Qué es lo que realmente sucede, más allá de que una chica que a veces habla en inglés ha sido madre? Nada, ¡aquí no hay nada!
Por lo visto, y a tenor de lo que se lee tanto en críticas profesionales como en los comentarios de otros espectadores, una de las principales virtudes de la película (si no la única) es que es "real como la vida misma". Pero hay un problema con semejante argumento... Porque, aunque esto fuese cierto, y la cinta fuese un reflejo fidedigno de lo que significa tener un hijo por primera vez (cosa que, por cierto, tampoco es siempre así, ni mucho menos), el hecho de que algo sea "real como la vida misma" no supone que el producto tenga el más mínimo valor narrativo. Lo que hace buena a una película no es su proximidad con la realidad, sino la historia que cuenta. Porque, de lo contrario, una película en la que alguien nos mostrase cómo es su primera hora y media desde que se despierta, se levanta, va al baño, se ducha, se viste, se calienta el café en el microondas, se lava los dientes y se va al dentista a que le hagan una endodoncia en la que, además, le pinchan mal la anestesia, y le duele y llora un poquito y al final sale otra vez a la calle y coge el autobús sería la mejor película del año. Aunque en ella no haya más viaje por parte del protagonista que el que hace en autobús, ni más crisis que el precio del transporte público. (Por mucho que, además, haya quien incluso la vea como algo más, porque "Verás tú cuando le digan que le tienen que poner implantes, ¡con lo caros que son! Un drama, un drama real como la vida misma...").
Sinceramente, creo que de un tiempo a esta parte el cine español se está olvidando de algo muy importante: para que una historia sea buena, antes que cualquier otro elemento tiene que tener, sobre todo, una historia. Y contarla. Y, si eso, ya lloraremos luego...
Por lo visto, y a tenor de lo que se lee tanto en críticas profesionales como en los comentarios de otros espectadores, una de las principales virtudes de la película (si no la única) es que es "real como la vida misma". Pero hay un problema con semejante argumento... Porque, aunque esto fuese cierto, y la cinta fuese un reflejo fidedigno de lo que significa tener un hijo por primera vez (cosa que, por cierto, tampoco es siempre así, ni mucho menos), el hecho de que algo sea "real como la vida misma" no supone que el producto tenga el más mínimo valor narrativo. Lo que hace buena a una película no es su proximidad con la realidad, sino la historia que cuenta. Porque, de lo contrario, una película en la que alguien nos mostrase cómo es su primera hora y media desde que se despierta, se levanta, va al baño, se ducha, se viste, se calienta el café en el microondas, se lava los dientes y se va al dentista a que le hagan una endodoncia en la que, además, le pinchan mal la anestesia, y le duele y llora un poquito y al final sale otra vez a la calle y coge el autobús sería la mejor película del año. Aunque en ella no haya más viaje por parte del protagonista que el que hace en autobús, ni más crisis que el precio del transporte público. (Por mucho que, además, haya quien incluso la vea como algo más, porque "Verás tú cuando le digan que le tienen que poner implantes, ¡con lo caros que son! Un drama, un drama real como la vida misma...").
Sinceramente, creo que de un tiempo a esta parte el cine español se está olvidando de algo muy importante: para que una historia sea buena, antes que cualquier otro elemento tiene que tener, sobre todo, una historia. Y contarla. Y, si eso, ya lloraremos luego...
1
7 de agosto de 2020
7 de agosto de 2020
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hace falta ni hacer spoilers. Para qué. En determinado momento, para hacer que la trama avance, jugará un papel determinante un restaurante chino abandonado. ¿Y dónde está ese restaurante abandonado? Pues... En los bajos de la Audiencia Nacional. Sí, sí, ¡en los puñeteros bajos de la mismísima Audiencia Nacional! O, dicho de otro modo: en uno de los edificios más blindados y protegidos de España, justo junto a la entrada de su puñetero parking -nada menos-, los guionistas van y le cascan un puñetero restaurante chino... Ése, ése es el nivel de esta serie.
Honestamente, por si no fuera suficiente con todas las ideas que han tomado "prestadas" de otras referencias (como "V de Vendetta" o, sobre todo, "Plan oculto"), decisiones como ésta del restaurante chino (por citar sólo una) convierten esta serie en un insulto para cualquier espectador mínimamente exigente. O, vamos, para cualquiera que no tenga algún tipo de problema cognitivo...
Honestamente, por si no fuera suficiente con todas las ideas que han tomado "prestadas" de otras referencias (como "V de Vendetta" o, sobre todo, "Plan oculto"), decisiones como ésta del restaurante chino (por citar sólo una) convierten esta serie en un insulto para cualquier espectador mínimamente exigente. O, vamos, para cualquiera que no tenga algún tipo de problema cognitivo...
13 de junio de 2022
13 de junio de 2022
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ver, vaya por delante que intento decir esto desde el mayor de los respetos, pero, como profesional de la ficción, resulta evidente que esta película no se sostiene por ninguna parte, principalmente porque su principal "crisis" narrativa es, sencillamente, inexistente. Quiero decir, el "problema" que supuestamente desata toda la trama se soluciona en realidad tan pronto como surge. O, dicho de otra manera, la película podría acabar tan pronto como comienza, ya en su segunda escena. Y, así las cosas, de ahí en adelante, todo es absolutamente insostenible.
Me explico...
Me explico...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo único que mueve al capitán para orquestar el golpe es hacerse con las tres monedas que hay en el interior del cofre. Un cofre, por cierto, que se abre sin mayor dificultad, como nos demuestra el hecho de que, en plena situación de estrés, a la chica le haya resultado facilísimo abrirlo para realizar el cambiazo de las monedas sin que nadie más se dé cuenta. Además, y tal como se nos explica, lo único que importa ni siquiera son las monedas en sí mismas, sino simplemente sus inscripciones, imprescindibles para hacerse con lo único que de verdad importa: unas coordenadas importantísimas... Bien, pues, así las cosas, si lo único que motiva el disparo de toda la trama es algo que está a la vista en unas monedas guardadas en un cofre que se puede abrir sin mayor dificultad, y que, de hecho, ya ha estado en las manos del capitán, que en todo momento estaba al tanto de esta cuestión... ¿Por qué demonios no lo hizo cuando, de hecho, tuvo el cofre en las manos ya en el barco, nada más rescatarlas del fondo del mar?
Es evidente que, por más que los de Aduanas se les echen encima, han tenido tiempo más que suficiente para hacerse con esa información: les ha dado tiempo a subir a bordo, a sacar el whisky, a brindar, a ver el cofre... Por más que en ese momento veamos cómo se acercan los de Aduanas, lo cierto es que todavía pasará un tiempo hasta que los funcionarios puedan poner sus manos sobre el botín: el helicóptero no puede aterrizar, y los de las lanchas todavía necesitarán tiempo para detener los motores, atracar junto al barco, subir al barco... Vamos, que todavía hay, por lo menos, unos minutos. Y, sin embargo... A ver, ¿en serio va a resultar que, viendo lo que se le viene encima, el capitán es tan tonto como para no abrir el cofre (que, insisto, se abre sin mayor dificultad), y cambiar las monedas por otras de las muchas que tiene a mano? O simplemente hacerles unas fotos, por el amor de dios... ¡Que está en un barco cargado de tecnología hasta arriba! ¿De verdad que en ese momento no hay nadie con un triste teléfono móvil con el que hacerles una foto a las moneditas para quedarse con las puñeteras coordenadas? ¡O con un puñeteroo bolígrafo, hombre! Por favor... Sinceramente, si el capitán es tan zopenco, no entiendo cómo luego es capaz de llegar a Madrid él solito.
Y sí, claro, luego hay más despropósitos (uno detrás de otro), hasta llegar a la madre de todos los absurdos, que es eso de que ningún espacio seguro se plantee voluntariamente como medida disuasoria inundar una cámara de seguridad, exponiéndose a que el agua arruine cualquiera de los muchos objetos susceptibles tanto de encontrarse en el interior de una cámara de seguridad como, así mismo, de ser estropeados por el contacto con el agua. Pero, como digo, todo eso resulta secundario cuando, en realidad, la lógica de cualquier narrativa nos dice que la premisa que daría pie a todo el desarrollo de la trama es por completo insostenible. Y eso es lo más irritante de todo. Porque nos pone delante de un error imperdonable incluso en cualquier estudiante de primero de guion...
Definitivamente, si Balagueró no sabe detectar este tipo de vacíos (o, si habiéndolos detectado, opta por ignorarlos, a ver si cuela), su capacidad como director queda altamente comprometida...
Es evidente que, por más que los de Aduanas se les echen encima, han tenido tiempo más que suficiente para hacerse con esa información: les ha dado tiempo a subir a bordo, a sacar el whisky, a brindar, a ver el cofre... Por más que en ese momento veamos cómo se acercan los de Aduanas, lo cierto es que todavía pasará un tiempo hasta que los funcionarios puedan poner sus manos sobre el botín: el helicóptero no puede aterrizar, y los de las lanchas todavía necesitarán tiempo para detener los motores, atracar junto al barco, subir al barco... Vamos, que todavía hay, por lo menos, unos minutos. Y, sin embargo... A ver, ¿en serio va a resultar que, viendo lo que se le viene encima, el capitán es tan tonto como para no abrir el cofre (que, insisto, se abre sin mayor dificultad), y cambiar las monedas por otras de las muchas que tiene a mano? O simplemente hacerles unas fotos, por el amor de dios... ¡Que está en un barco cargado de tecnología hasta arriba! ¿De verdad que en ese momento no hay nadie con un triste teléfono móvil con el que hacerles una foto a las moneditas para quedarse con las puñeteras coordenadas? ¡O con un puñeteroo bolígrafo, hombre! Por favor... Sinceramente, si el capitán es tan zopenco, no entiendo cómo luego es capaz de llegar a Madrid él solito.
Y sí, claro, luego hay más despropósitos (uno detrás de otro), hasta llegar a la madre de todos los absurdos, que es eso de que ningún espacio seguro se plantee voluntariamente como medida disuasoria inundar una cámara de seguridad, exponiéndose a que el agua arruine cualquiera de los muchos objetos susceptibles tanto de encontrarse en el interior de una cámara de seguridad como, así mismo, de ser estropeados por el contacto con el agua. Pero, como digo, todo eso resulta secundario cuando, en realidad, la lógica de cualquier narrativa nos dice que la premisa que daría pie a todo el desarrollo de la trama es por completo insostenible. Y eso es lo más irritante de todo. Porque nos pone delante de un error imperdonable incluso en cualquier estudiante de primero de guion...
Definitivamente, si Balagueró no sabe detectar este tipo de vacíos (o, si habiéndolos detectado, opta por ignorarlos, a ver si cuela), su capacidad como director queda altamente comprometida...

6.1
1,960
1
1 de abril de 2018
1 de abril de 2018
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Yo soy insoportable porque sí, por el morro. Mi hermana es así, como idiota, pero sin el "como". Y mi padre se muere.
-Vaya por dios...
-Oye, es que se muere, porque tiene cáncer.
-Bueno, como muchos...
-Ya, pero es que se muere.
-Bueno, como todo el mundo, coño. ¿Y qué, algo más?
-Estoy muy enfadada.
-Eso ya lo has dejado claro desde el principio. Y también a lo largo de toda la puñetera película. Y al final. Así pues, repito, ¿algo más que contar?
-...
-Pues menuda paliza, oye...
-Al final me enfado con la tele de la habitación de mi padre.
-¡Anda y que te zurzan!
-Vaya por dios...
-Oye, es que se muere, porque tiene cáncer.
-Bueno, como muchos...
-Ya, pero es que se muere.
-Bueno, como todo el mundo, coño. ¿Y qué, algo más?
-Estoy muy enfadada.
-Eso ya lo has dejado claro desde el principio. Y también a lo largo de toda la puñetera película. Y al final. Así pues, repito, ¿algo más que contar?
-...
-Pues menuda paliza, oye...
-Al final me enfado con la tele de la habitación de mi padre.
-¡Anda y que te zurzan!

5.1
13,989
1
22 de mayo de 2018
22 de mayo de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es que plantee la cuestión de "el mal como inercia", como he leído por ahí. Es simplemente que las cosas pasan porque sí. Sin motivo. Sin trama, sin sentido, sin tan siquiera ganas de pasar. "Somos malos porque sí, por el morro". Pues muy bien, campeón, eso ya queda bien clarito después de que pases media película paseándote por la casa como quien hojea el catálogo del Ikea en la consulta del dentista, así que, si no tienes nada más que decir, anda y tira pa'tu pueblo.
Mala, muy mala, mala de solemnidad, y 82 minutos de mi tiempo tirados a la basura. Y lo que más rabia me da es que la culpa es mía: debí haberme ido a los cinco minutos, cuando ya estaba claro que esto no lo levantaba ni Iñaki Perurena...
Mala, muy mala, mala de solemnidad, y 82 minutos de mi tiempo tirados a la basura. Y lo que más rabia me da es que la culpa es mía: debí haberme ido a los cinco minutos, cuando ya estaba claro que esto no lo levantaba ni Iñaki Perurena...
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