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7.1
69,924
4
28 de diciembre de 2012
28 de diciembre de 2012
170 de 238 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto me pasa por fiarme de la crítica. Esperaba una fábula poética donde los significados se escondieran sutilmente bajo la superficie y me encuentro con un pastiche pretencioso y visualmente sobrecargado con moraleja al final. Menuda encerrona de dos horas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Aquí va el desglose de mi experiencia con esta obra maestra de la Espiritualidad Kitsch:
- Un comienzo a lo Amelie en el que se intenta divertirnos con las características extrañas y las pequeñas idiosincrasias de los personajes, como el nadador amorfo, el nombre exótico del protagonista, el tigre con nombre de persona ... esas cosas. Esto ya forma parte de los clichés cinematográficos. El tono amable me hace temer lo peor: un sermón sobre la "doctrina del buenrollismo".
- Se confirman mis temores. Llega la promesa de que vamos a recibir un regalo maravilloso: una historia que nos va hacer creer en Dios ... ¡Uff! Esto no me lo esperaba. Hacía mucho tiempo desde las clases de catequesis. Me revuelvo incómodo en la silla y empiezo a examinar la distancia y los obstáculos que me separan de la salida. Intento conservar la calma.
- Arranca la historia del viaje. Hasta el naufragio todo va bien. Espectacular la escena de la tormenta y el bote salvavidas, aunque muy cruda para la sensibilidad de un niño, en mi opinión. Aquí empecé a recobrar la esperanza. En vano.
- Llega el empacho. Un relato tedioso (juro que si el protagonista llega a gritar una vez más el nombre del tigre me salgo) e interminable sobre las vicisitudes fantásticas de Pi en el mar y su lucha por sobrevivir, sus dilemas espirituales y todo eso. Un refrito New Age a lo Paulo Coelho sobre un trasfondo de salva-pantallas de colores saturados que el autor pretende que nos llegue y nos emocione. Pero, ¿cómo creer en personajes tan planos? ¿Cómo emocionarnos con imágenes tan sintéticas?
- Y por fin, el desenlace y la guinda del pastel: una revelación que dará sentido a este cuento surrealista de dos horas y que promete abrirnos los ojos (agarrense): "Es más bonito y llevadero para nosotros creer en Dios que no creer en él." Mirada beatífica del protagonista, mirada atónita de un servidor. ¡Menudo oda al autoengaño! Lo que se hubiera ahorrado la filosofía escolástica si hubiera partido de esta premisa. Pobre Tomás de Aquino, tanto esfuerzo intelectual innecesario.
Salí del cine con alivio y alegría. Al fin y al cabo había sobrevivido a una encerrona de dos horas con moralina. Esto me pasa por fiarme de la crítica.
- Un comienzo a lo Amelie en el que se intenta divertirnos con las características extrañas y las pequeñas idiosincrasias de los personajes, como el nadador amorfo, el nombre exótico del protagonista, el tigre con nombre de persona ... esas cosas. Esto ya forma parte de los clichés cinematográficos. El tono amable me hace temer lo peor: un sermón sobre la "doctrina del buenrollismo".
- Se confirman mis temores. Llega la promesa de que vamos a recibir un regalo maravilloso: una historia que nos va hacer creer en Dios ... ¡Uff! Esto no me lo esperaba. Hacía mucho tiempo desde las clases de catequesis. Me revuelvo incómodo en la silla y empiezo a examinar la distancia y los obstáculos que me separan de la salida. Intento conservar la calma.
- Arranca la historia del viaje. Hasta el naufragio todo va bien. Espectacular la escena de la tormenta y el bote salvavidas, aunque muy cruda para la sensibilidad de un niño, en mi opinión. Aquí empecé a recobrar la esperanza. En vano.
- Llega el empacho. Un relato tedioso (juro que si el protagonista llega a gritar una vez más el nombre del tigre me salgo) e interminable sobre las vicisitudes fantásticas de Pi en el mar y su lucha por sobrevivir, sus dilemas espirituales y todo eso. Un refrito New Age a lo Paulo Coelho sobre un trasfondo de salva-pantallas de colores saturados que el autor pretende que nos llegue y nos emocione. Pero, ¿cómo creer en personajes tan planos? ¿Cómo emocionarnos con imágenes tan sintéticas?
- Y por fin, el desenlace y la guinda del pastel: una revelación que dará sentido a este cuento surrealista de dos horas y que promete abrirnos los ojos (agarrense): "Es más bonito y llevadero para nosotros creer en Dios que no creer en él." Mirada beatífica del protagonista, mirada atónita de un servidor. ¡Menudo oda al autoengaño! Lo que se hubiera ahorrado la filosofía escolástica si hubiera partido de esta premisa. Pobre Tomás de Aquino, tanto esfuerzo intelectual innecesario.
Salí del cine con alivio y alegría. Al fin y al cabo había sobrevivido a una encerrona de dos horas con moralina. Esto me pasa por fiarme de la crítica.
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