El maestro que prometió el mar, también prometía más, teniendo en cuenta el estupendo material que manejaba, lo que hace que uno se pregunte que habría hecho con esos mismos elementos Giuseppe Tornatore y una banda sonora de Ennio Morricone, pues eso es lo que se hecha de menos en el film, un poco más de sentimiento y menos frialdad, con una música que no aporta nada y dos partes muy desiguales. La historia probablemente habría dado más juego si se contara a través de los ojos del niño apagado en su madurez (protagonista que da inicio a la narración), al estilo de una, en este caso si acertada "La lengua de las mariposas", en vez de hacer recaer ese trámite en un personaje mal construido y peor interpretado, por Laia Costa (pese a que no es una mala actriz), con una interpretación fría que teje un personaje malencarado, sin mucha explicación para ello. La parte actual rompe además el ritmo de la narración del pasado, que sí cuenta con una mejor construcción y una estupenda actuación de Enric Auquer (cuyo acento catalán por momentos parece demasiado impostado). Aún así la película vale la pena y debería ser de visionado obligado en las escuelas.

Siempre se agradece ver una película bien narrada, en este caso manteniendo un estilo clásico, en base a una historia romántica con pinceladas de thriller y films de juicios, que ha sabido adaptar la obra literaria. Daisy Edgar-Jones está en su nivel, a la espera de que le caiga un papel digno de su potencial. Buena banda sonora que se adapta como una piel a la historia. Por momentos recuerda a Tomates verdes fritos y otras películas con historias sureñas.

Visualmente es un acierto y la idea habría dado para una buena película, pero el guion hace aguas y Natalia de Molina, cuya capacidad es indiscutible, está mal dirigida. La cámara en mano trepidante, que hace recordar la serie "Antidisturbios", pronto se queda sin una narrativa creíble (y eso que el film empieza con dos escenas que te presentan al personaje de un plumazo, como en una buena novela de Bukowski), en cuanto el Macguffin echa a andar. Molina anda a tumbos como un pollo sin cabeza, y pierde la ocasión de crear una mujer de acción dura y emponderada, que es lo que pedía la historia. Ocasión perdida que ya se empieza a hacer muy habitual en la cadena de montaje en que se han convertido las plataformas.

La película empieza muy bien, impactante, con la historia de un chimpacé que abre, además de la historia principal, varias incógnitas, pero todo lo que parecía prometer una gran historia de terror o ciencia ficción no acaba ni en lo uno ni en lo otro, sino en un remedo de película de monstruos japonesa de los años 50, más vergonzante que terrorífica. Si Peele quiere ser Spielberg le queda mucho que mejorar.

Un western clásico, con todos sus tópicos, pero que no aporta nada nuevo, salvo un par de personajes de color que son los únicos que le aportan algo de humanidad a la trama, ya que el resto de personajes parecen de cartón. Ni siquiera dos grandes actores como Waltz o Brosnahan logran aportarle un mayor dramatismo. Aun así resulta tan entretenida como cualquier vieja película del oeste de las que veíamos un sábado por la tarde, siempre que no le pidamos más que eso. Ahí no engaña.