No se dejen engañar por las apariencias: lejos de ser el típico culebrón empresarial familiar, Jesse Armstrong, Adam Mckay y Will Ferrell (como productor) proponen el retrato más cáustico, irreverente y mordaz del mundo empresarial y, por supuesto, familiar. Dicho tándem (McKay y Ferrell), que tan buenos resultados ha dado en el mundo de la comedia americana más o menos convencional en cine o televisión actual (enorme "Eastbound & Down" para HBO con la cual veo ciertos ecos en esta Succession, "Anchorman", "Step Brothers", o "Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby"), va mucho más allá en esta ocasión creando un producto a partes iguales incómodo, hilarante y brillante, olvidándose del trazo gordo y escrito con una sutileza impropia no vista anteriormente en el género.

La trama no es nueva ni siquiera si miramos alrededor: a grandes rasgos relata las vicisitudes de un gran hombre-empresario (enorme Brian Cox en el papel del patriarca de la familia Roy, una especie de Jesús Gil meets Rupert Murdoch o Donald Trump empresario, escocés emigrado a Canadá de niño, hecho a si mismo) en el ocaso de su carrera profesional pero todavía al pie del cañón resistiendo contra viento y marea, y su imperio empresarial -Waystar Royco- que abarca el mundo editorial, cruceros de recreo y parques de atracciones, el cual pende de las decisiones y gestión que hacen sus cuatro hijos y algún allegado (en este caso yerno y sobrino, personajes ambos sin desperdicio).

Continúa en zona spoiler

A pesar de estar sobre aviso y saber lo que me iba a encontrar, uno no puede más que ver desbordadas sus expectativas (para mal) con esta nueva entrega de los peripecias de los Autobots y Decepticons. Pensaba que, como mal menor, podría ser testigo de unos efectos especiales de primera categoría, pero la espectacularidad que se presupone a una superproducción de este tipo y que se anuncia a bombo y platillo en mi caso se ha visto reducida a un mareo constante en la sala de cine. La película, eso sí, no engaña a nadie: primera escena y primera secuencia de acción interminable, como las demás. Lo que hay entre medias es la nada más absoluta y un despropósito argumental de las mismas proporciones que las batallas de las que nos hacen ser testigos como si estuvieramos en el interior no de una montaña rusa sino de una lavadora. Para colmo, los personajes femeninos son "retratados" como meros objetos sexuales, eso sí, sin insinuar demasiado, no vaya a ser que algún que otro moralista yanki se ofenda. De este modo, nos presentan a Megan Fox enseñando cachete en su primera escena con un minúsculo short, para continuar sufriendo todo tipo de peripecias con un muy cuidado escote y unos pantalones ajustadísimos blancos que, casualidades, a cada revolcón aparecen limpios por arte de magia. No hace falta trabajar nada más su personaje. Del resto del reparto, a excepción del protagonista, poco más que añadir: decir que hacen de comparsa de los robots sería ser muy generosos. En este punto me sorprendió la aparición de John Turturro, por lo menos aporta algún matiz y secuencia graciosa, pero poco más.
La trama podrá ser más o menos previsible, infantil, inverosímil, etc. pero lo peor que le puede pasar desde mi punto de vista, es que está ideada única y exclusivamente para justificar un derroche de batallas y efectos especiales inaudito, injustificable e interminable (150 minutos!!). Esta segunda parte de Transformers, como se veía venir, sólo tiene como argumento elevar todo el ruido y explosiones de la primera película exponencialmente hasta niveles casi inadmisibles para el espectador medio (quizás para alguien de 15 años acostumbrado a estar pegado a una consola de videojuegos puede tolerarlo y entretenerse más). Definitivamente, el cine de acción debería ser otra cosa.

Anvil es una banda de heavy metal canadiense con más de 30 años de carrera, más de una decena de discos y centenares de conciertos a sus espaldas. Incomprensiblemente, a pesar de haber empezado antes que muchos grupos que después se llevarían la fama y el dinero en el mercado del heavy (Metallica, Guns 'n' Roses, Manowar, Slayer, etc...) y de haber influido en ellos (y de haberles saqueado) tal y como reconocen en el propio documental voces autorizadas como las de Lars Ulrich de Metallica o Lemmy de Motorhead, Anvil fueron condenados al ostracismo e indiferencia más absoluta.

En un ejercicio de nostalgia y de justicia por parte de Sacha Gervasi (que ejerció como fan y "roadie" de la propia banda durante la década de los 80), nos da a conocer las verdaderas motivaciones de los dos líderes y miembros fundadores de la banda (junto con testimonios ocasionales de familiares y amigos): "Lips" que ejerce de vocalista y guitarrista y su fiel batería Robb; dos personas que llevan el concepto de la amistad a otra dimensión desde que se conocieran con 13 años. Y esa es la gran baza de la película: se centra en las emociones, deseos y sentimientos de dos personas a contracorriente, nunca dispuestas a darse por vencidas por muchas adversidades que se les presenten (en este caso, más de un tópico relacionado con el rock and roll) a lo largo de una carrera dilatadísima en la que la mayoría habría abandonado al primer asalto. No encontramos ninguna acusación ni rabia ni malas intenciones ni mucho menos lamentaciones por las penurias que pasa la banda. No busca culpables la cinta, porque cada uno a fin de cuentas es responsable de sus propios actos y más allá no tiene sentido buscar explicaciones. "Lips" y Robb tienen un sueño. Pudieron ser futbolistas, luchadores de "wrestler" o carpinteros, pero eligieron ser estrellas de rock y nadie les podrá decir que no lo consiguieron a pesar de lo que nos muestran las imágenes. Como bien dice "Lips" en una de sus múltiples y antológicas sentencias, acerca del nuevo disco que acaban de grabar: "es un éxito venda 10 copias o 10 millones porque después de 13 discos y más de 30 años hemos logrado sonar como nunca". Y eso es lo que nunca debemos confundir, el éxito con el reconocimiento; y si tienes la actitud adecuada, el éxito está asegurado, por mucho que te falle tu "roadie", tu "manager", o las compañías discográficas. Sin duda, un gran retrato humano.

Sin haber visto el trabajo previo de Borja Cobeaga en materia de cortos que tanto ha dado que hablar, se puede calificar este debut en largometraje como agradable sorpresa. Y lo es por diversos motivos: una historia sencilla pero muy bien resuelta, huyendo de tópicos amorosos y adolescentes vistos mil veces en una pantalla, personajes bien definidos y grandes actuaciones (esos secundarios!), verosimilitud en lo que se nos cuenta, y falta de pretensiones. Frente a la comedia adolescente americana inverosimil y de encefalograma plano, Cobeaga ofrece un manual de autoayuda a todos los jóvenes (y no tan jóvenes, ahí está el papel de Óscar Ladoire para corroborarlo) que han sentido en sus propias carnes las humillaciones que le toca vivir al protagonista (un sensacional Gorka Otxoa) en materia amorosa, llegando a sentir una empatía con su personaje que a priori parecía imposible en una "comedia adolescente" y, huyendo, como he dicho antes, de tópicos y recursos fáciles. Cobeaga no traiciona al respetable huyendo del "happy end" que algunos podían esperar y demuestra que se puede hacer comedia con adolescentes con sencillez, cercanía y sobre todo materia gris.

He de reconocer que el punto de partida de "El Incidente" es más que interesante: una extraña plaga que afecta a los humanos y les empuja irremediablemente hacia el suicidio. No es muy descabellado, a priori, intentar emparentar esta cinta con otros títulos en la filmografía de M. Night Shyamalan como "Señales" o "El Bosque"; parece un intento del director de origen indio por volver a sus orígenes, es decir, a crear atmósferas, tensión, mantener en vilo al espectador durante todo el metraje y, si acaso, colar alguna metáfora o lección moral al final. Pero todos esos alicientes que podían fácilmente preverse brillan por su ausencia en una película que se antoja muy menor en relación a los primeros logros de la filmografía de Shyamalan (me refiero a las citadas "Señales", "El Bosque", así como a sus dos primeras películas, "El Sexto Sentido" y "El Protegido").