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5.5
2,997
6
18 de enero de 2024
18 de enero de 2024
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llega a las salas de cine el estreno del thriller patrio y excesivo El correo, que dirige el popular cineasta barcelonés de 55 años, Daniel Calparsoro ('Todos los nombres de Dios' , 2023; 'Hasta el cielo', 2020); un director con sello propio que siembra pasión y división a partes iguales entre el respetable y la crítica especializada. Distribuye en salas Universal.
Por su parte, El correo se ambienta en el año 2002, cuando en España se instala el euro. Es, por tanto, un tiempo nuevo, tanto para las oportunidades como para los jóvenes como Iván (Arón Piper), un chico ambicioso de Vallecas que está dispuesto a mejorar su vida. Desde su puesto de aparcacoches en un lujoso club de golf de la capital, pronto dará su primer gran paso al convertirse en correo belga para una organización internacional dedicada al blanqueo de dinero. Aunque él no está dispuesto solo a eso. Él quiere mucho más.
Daniel Calparsoro, que ha contado para el diseño del guion con los resolutivos Patxi Amezcua (El aviso, 2018) y Alejo Flah (Séptimo, 2013), se queda en la epidermis del conflicto dramático, no arriesga con el argumento -al que ya hemos asistido en otras ocasiones-, ni con el tono al que da vida la historia.
No, al menos, en lo referido al fondo de sus personajes. Eso sí, en su formato visual y estético, El correo ofrece algo más, por ejemplo, se atisban guiños al estilo de los videoclips contemporáneos y un acabado general bastante elegante. Una puesta en escena, entonces, que sin lugar a dudas es lo más destacable de la película.
En sí, El correo ofrece entretenimiento a raudales y se nota la inspiración de Calparsoro en los trabajos de Martin Scorsese como en Uno de los nuestros (1990) o El lobo de Wall Street (2013). Precisamente, es con esta película del oscarizado director estadounidense con la que el espectador va a encontrar muchas referencias.
Es más, podríamos decir que Iván es el Jordan Belfort español, si bien es cierto que en el trabajo con el personaje DiCaprio realizó una investigación mucho más atractiva e interesante que funcionó en la pantalla a todas las escalas y no ocurre lo mismo con Arón Piper, que está muy lejos de esa hondura interpretativa al encarnar a un delincuente muy de tiralíneas: su esquematismo impide que el espectador pueda identificarse con él, o mejor dicho, que le resulte creíble, porque parece que está a medio hacer.
Sin embargo, no ocurre lo mismo con Luis Tosar o Luis Zahera, que siguen demostrando la buena raza de actores que son y que desplazan, sin quererlo, al protagonista, a Arón Piper. Este desequilibrio en el elenco es uno de los motivos por los que El correo no termina de funcionar.
Otro de ellos tiene que ver con el desarrollo de la trama, que transcurre demasiado deprisa y no deja que la historia se repose y asiente. O dicho de otro modo: las pausas también pueden dar mucho ritmo a cualquier película. Por no hablar de que la repetición de la misma idea, sin otras novedades en la trama, determinan el poco favorable resultado final de la película.
No obstante, hay que poner en valor el mérito que tiene Calparsoro, es decir, el cine español, de presentar propuestas en formato de thriller y, en el caso que nos ocupa, de reconocer que su director sabe cómo rodar algunas escenas interesantes, incluso con algún memorable ejercicio de narrativa audiovisual con la colocación de la cámara.
El correo, pues, es una película ligera, entretenida, que se deja ver, pero a la que le sobra ambición y le falta alma.
Por su parte, El correo se ambienta en el año 2002, cuando en España se instala el euro. Es, por tanto, un tiempo nuevo, tanto para las oportunidades como para los jóvenes como Iván (Arón Piper), un chico ambicioso de Vallecas que está dispuesto a mejorar su vida. Desde su puesto de aparcacoches en un lujoso club de golf de la capital, pronto dará su primer gran paso al convertirse en correo belga para una organización internacional dedicada al blanqueo de dinero. Aunque él no está dispuesto solo a eso. Él quiere mucho más.
Daniel Calparsoro, que ha contado para el diseño del guion con los resolutivos Patxi Amezcua (El aviso, 2018) y Alejo Flah (Séptimo, 2013), se queda en la epidermis del conflicto dramático, no arriesga con el argumento -al que ya hemos asistido en otras ocasiones-, ni con el tono al que da vida la historia.
No, al menos, en lo referido al fondo de sus personajes. Eso sí, en su formato visual y estético, El correo ofrece algo más, por ejemplo, se atisban guiños al estilo de los videoclips contemporáneos y un acabado general bastante elegante. Una puesta en escena, entonces, que sin lugar a dudas es lo más destacable de la película.
En sí, El correo ofrece entretenimiento a raudales y se nota la inspiración de Calparsoro en los trabajos de Martin Scorsese como en Uno de los nuestros (1990) o El lobo de Wall Street (2013). Precisamente, es con esta película del oscarizado director estadounidense con la que el espectador va a encontrar muchas referencias.
Es más, podríamos decir que Iván es el Jordan Belfort español, si bien es cierto que en el trabajo con el personaje DiCaprio realizó una investigación mucho más atractiva e interesante que funcionó en la pantalla a todas las escalas y no ocurre lo mismo con Arón Piper, que está muy lejos de esa hondura interpretativa al encarnar a un delincuente muy de tiralíneas: su esquematismo impide que el espectador pueda identificarse con él, o mejor dicho, que le resulte creíble, porque parece que está a medio hacer.
Sin embargo, no ocurre lo mismo con Luis Tosar o Luis Zahera, que siguen demostrando la buena raza de actores que son y que desplazan, sin quererlo, al protagonista, a Arón Piper. Este desequilibrio en el elenco es uno de los motivos por los que El correo no termina de funcionar.
Otro de ellos tiene que ver con el desarrollo de la trama, que transcurre demasiado deprisa y no deja que la historia se repose y asiente. O dicho de otro modo: las pausas también pueden dar mucho ritmo a cualquier película. Por no hablar de que la repetición de la misma idea, sin otras novedades en la trama, determinan el poco favorable resultado final de la película.
No obstante, hay que poner en valor el mérito que tiene Calparsoro, es decir, el cine español, de presentar propuestas en formato de thriller y, en el caso que nos ocupa, de reconocer que su director sabe cómo rodar algunas escenas interesantes, incluso con algún memorable ejercicio de narrativa audiovisual con la colocación de la cámara.
El correo, pues, es una película ligera, entretenida, que se deja ver, pero a la que le sobra ambición y le falta alma.
16 de enero de 2024
16 de enero de 2024
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película tuvo un exitoso estreno en Estados Unidos el pasado 14 de abril, donde se mantuvo en el top 10 de la taquilla norteamericana durante toda su primera semana en cartelera.
Escrita y dirigida por Chuck Konzelman y Cary Solomon, está basada en la novela A Nefarious Plot, de Steve Deace. Este último es uno de los productores ejecutivos de la cinta y ya ha anunciado con entusiasmo la llegada de una secuela en forma de serie de TV y de película, inspiradas en su siguiente novela A Nefarious Carol.
Jordan Belfi, conocido por sus papeles en Los sustitutos y Moonlight, interpreta a un psiquiatra enfrentado a la crucial decisión de evaluar la cordura de un condenado a muerte, al que da vida Sean Patrick Flanery (Dexter y Los elegidos).
Según el codirector de la cinta, Chuck Konzelman, con esta película ha buscado reflejar “la batalla entre el bien y el mal” en el mundo real. Por otro lado, Cary Solomon, el otro codirector, asegura que “muchos de los problemas de producción de la aventura fueron resultado de manifestaciones verdaderamente diabólicas”, afirmando que durante la filmación sufrieron ocho accidentes automovilísticos, fallos en el equipo de rodaje, dificultades eléctricas, frecuentes alarmas de incendio y problemas con cámaras defectuosas, entre otras muchas incidencias. Además, contaron con la presencia en el set de un exorcista durante el rodaje de la película.
Por su lado, Nefarious se distancia de los estereotipos habituales de este clase de películas de terror, ofreciendo en cambio una visión más profunda que recuerda el enfoque de C. S. Lewis en 'Cartas del diablo a su sobrino', obra de 1942.
Además, Nefarious invita al espectador a adentrarse en la sala penitenciaria para confrontarle con la cuestión de la existencia de lo sobrenatural y trascendente, Dios y el demonio en este caso, y su influencia en el mundo de las criaturas. Al tiempo, el drama desafía la tendencia a encasillar la verdad en criterios meramente lógicos, proponiendo un desarrollo teológico meticuloso que incluye citas de la Sagrada Escritura de manera fluida e inteligente.
El título de la película surge de la conversación entre los protagonistas, cuando el psiquiatra interroga a Edward, el recluso, quien afirma ser un demonio llamado Nefariamus que habita en el cuerpo de Edward. Aunque el psiquiatra inicialmente duda de la veracidad de esta afirmación, la trama se complica cuando Nefariamus insiste en ser ejecutado, revelando un desarrollo intrigante, absorbente y lleno de misterio.
Escrita y dirigida por Chuck Konzelman y Cary Solomon, está basada en la novela A Nefarious Plot, de Steve Deace. Este último es uno de los productores ejecutivos de la cinta y ya ha anunciado con entusiasmo la llegada de una secuela en forma de serie de TV y de película, inspiradas en su siguiente novela A Nefarious Carol.
Jordan Belfi, conocido por sus papeles en Los sustitutos y Moonlight, interpreta a un psiquiatra enfrentado a la crucial decisión de evaluar la cordura de un condenado a muerte, al que da vida Sean Patrick Flanery (Dexter y Los elegidos).
Según el codirector de la cinta, Chuck Konzelman, con esta película ha buscado reflejar “la batalla entre el bien y el mal” en el mundo real. Por otro lado, Cary Solomon, el otro codirector, asegura que “muchos de los problemas de producción de la aventura fueron resultado de manifestaciones verdaderamente diabólicas”, afirmando que durante la filmación sufrieron ocho accidentes automovilísticos, fallos en el equipo de rodaje, dificultades eléctricas, frecuentes alarmas de incendio y problemas con cámaras defectuosas, entre otras muchas incidencias. Además, contaron con la presencia en el set de un exorcista durante el rodaje de la película.
Por su lado, Nefarious se distancia de los estereotipos habituales de este clase de películas de terror, ofreciendo en cambio una visión más profunda que recuerda el enfoque de C. S. Lewis en 'Cartas del diablo a su sobrino', obra de 1942.
Además, Nefarious invita al espectador a adentrarse en la sala penitenciaria para confrontarle con la cuestión de la existencia de lo sobrenatural y trascendente, Dios y el demonio en este caso, y su influencia en el mundo de las criaturas. Al tiempo, el drama desafía la tendencia a encasillar la verdad en criterios meramente lógicos, proponiendo un desarrollo teológico meticuloso que incluye citas de la Sagrada Escritura de manera fluida e inteligente.
El título de la película surge de la conversación entre los protagonistas, cuando el psiquiatra interroga a Edward, el recluso, quien afirma ser un demonio llamado Nefariamus que habita en el cuerpo de Edward. Aunque el psiquiatra inicialmente duda de la veracidad de esta afirmación, la trama se complica cuando Nefariamus insiste en ser ejecutado, revelando un desarrollo intrigante, absorbente y lleno de misterio.

5.9
18,938
5
16 de enero de 2024
16 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Universal Studios fue la distribuidora responsable de llevar a las salas españolas, hace ocho años, esta quinta entrega de la saga hasta la fecha sobre el espía americano desmemoriado, en la que su protagonista, el oscarizado Matt Damon, interviene por cuarta vez y en la que también ejerce de productor. Dirige con soltura y eficiencia el camaleónico cineasta irlandés Paul Greengrass ('Capitán Phillips', 2013).
El filme sigue los pasos de Jason Bourne (Matt Damon), que ha recuperado su memoria, pero eso no significa que el más letal agente de los cuerpos de élite de la CIA lo sepa todo. Han pasado dieciséis años desde la última vez que Bourne estuviera operando en las sombras. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? Todavía le quedan muchas preguntas por hacer.
En medio de un mundo convulso, azotado por la crisis económica y el colapso financiero, la guerra cibernética, y en el que varias organizaciones secretas luchan por el poder, Jason Bourne vuelve a surgir, de forma inesperada, en un momento en que el mundo se enfrenta a una inestabilidad sin precedentes. Desde un lugar oscuro y torturado, Bourne reanudará la búsqueda de respuestas sobre su pasado.
Jason Bourne es una película que no va a dejar indiferente al respetable, bien sea porque es la cinta más violenta de la saga, bien sea porque Matt Damon tiene sólo 25 frases de diálogo en la película, en la que está bien acompañado por el veterano actor estadounidense y oscarizado Tommy Lee Jones, la oscarizada actriz sueca Alicia Vikander y por el polifacético actor francés Vincent Cassel, o bien sea porque regresa al cine un héroe contemporáneo, de mundo, creíble, y que, de nuevo, insiste en conocer qué le ocurrió para verse envuelto en tantos enredos. Otra cosa es que el filme guste.
Y es que Jason Bourne tiene a su favor la actualidad del conflicto, que le da a la saga un aire fresco, a pesar de que la forma del filme ofrece pocas novedades respecto a sus predecesoras en cuanto a que despliega un ritmo trepidante, sobre todo en el primer acto: apenas hay tiempo para respirar a causa de las intensas persecuciones a pie o en moto en medio de una manifestación en una recreada plaza Sintagma de Atenas (se filmó en Tenerife) con más de 170 coches reventados.
Sin embargo, lo más grato de su contenido es el planteamiento de las nuevas tecnologías y las implicaciones de poder, así como ver cuántas partes de nuestras vidas digitales se comparten con el gobierno y qué significa todo eso para nuestra libertad, es decir, si estamos dispuestos a ceder con tal de estar protegidos.
La primera historia sobre la franquicia fue 'El caso Bourne' (Doug Liman, 2002). Dos años después se estrenó 'El mito de Bourne' (Paul Greengrass) y en 2007 llegaría la mejor entrega, 'El ultimátum de Bourne' (Paul Greengrass).
Tras la salida de Damon, la saga resucitó sin su protagonista original con 'El legado de Bourne' (2012), thriller dirigido por Tony Gilroy -guionista de anteriores entregas de la saga- y protagonizado por Jeremy Renner que encarnó a Aaron Cross, el nuevo agente creado por ‘el programa’. La película resultó un fiasco a todos los niveles.
Y para este nuevo viaje, Matt Damon rueda con convicción a sus 45 años. Teniendo en cuenta que arrancó en la saga con 29, se ha podido comprobar que el actor ha crecido bien dramáticamente y se ajusta a los tiempos actuales sin sorpresas, a sabiendas de que el esfuerzo físico sí ha sido mayor y más intenso en la preparación de su personaje.
Queda, pues, una historia muy eficiente en el apartado visual y en su contexto de acuerdo a los tiempos modernos, pero no sé hasta qué punto resulta original redundar en el origen del yo tras cinco películas o si es mejor o peor que los filmes de 007. Poco fuelle. ¿Estamos dispuestos a ceder nuestra libertad con tal de estar protegidos?
El filme sigue los pasos de Jason Bourne (Matt Damon), que ha recuperado su memoria, pero eso no significa que el más letal agente de los cuerpos de élite de la CIA lo sepa todo. Han pasado dieciséis años desde la última vez que Bourne estuviera operando en las sombras. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? Todavía le quedan muchas preguntas por hacer.
En medio de un mundo convulso, azotado por la crisis económica y el colapso financiero, la guerra cibernética, y en el que varias organizaciones secretas luchan por el poder, Jason Bourne vuelve a surgir, de forma inesperada, en un momento en que el mundo se enfrenta a una inestabilidad sin precedentes. Desde un lugar oscuro y torturado, Bourne reanudará la búsqueda de respuestas sobre su pasado.
Jason Bourne es una película que no va a dejar indiferente al respetable, bien sea porque es la cinta más violenta de la saga, bien sea porque Matt Damon tiene sólo 25 frases de diálogo en la película, en la que está bien acompañado por el veterano actor estadounidense y oscarizado Tommy Lee Jones, la oscarizada actriz sueca Alicia Vikander y por el polifacético actor francés Vincent Cassel, o bien sea porque regresa al cine un héroe contemporáneo, de mundo, creíble, y que, de nuevo, insiste en conocer qué le ocurrió para verse envuelto en tantos enredos. Otra cosa es que el filme guste.
Y es que Jason Bourne tiene a su favor la actualidad del conflicto, que le da a la saga un aire fresco, a pesar de que la forma del filme ofrece pocas novedades respecto a sus predecesoras en cuanto a que despliega un ritmo trepidante, sobre todo en el primer acto: apenas hay tiempo para respirar a causa de las intensas persecuciones a pie o en moto en medio de una manifestación en una recreada plaza Sintagma de Atenas (se filmó en Tenerife) con más de 170 coches reventados.
Sin embargo, lo más grato de su contenido es el planteamiento de las nuevas tecnologías y las implicaciones de poder, así como ver cuántas partes de nuestras vidas digitales se comparten con el gobierno y qué significa todo eso para nuestra libertad, es decir, si estamos dispuestos a ceder con tal de estar protegidos.
La primera historia sobre la franquicia fue 'El caso Bourne' (Doug Liman, 2002). Dos años después se estrenó 'El mito de Bourne' (Paul Greengrass) y en 2007 llegaría la mejor entrega, 'El ultimátum de Bourne' (Paul Greengrass).
Tras la salida de Damon, la saga resucitó sin su protagonista original con 'El legado de Bourne' (2012), thriller dirigido por Tony Gilroy -guionista de anteriores entregas de la saga- y protagonizado por Jeremy Renner que encarnó a Aaron Cross, el nuevo agente creado por ‘el programa’. La película resultó un fiasco a todos los niveles.
Y para este nuevo viaje, Matt Damon rueda con convicción a sus 45 años. Teniendo en cuenta que arrancó en la saga con 29, se ha podido comprobar que el actor ha crecido bien dramáticamente y se ajusta a los tiempos actuales sin sorpresas, a sabiendas de que el esfuerzo físico sí ha sido mayor y más intenso en la preparación de su personaje.
Queda, pues, una historia muy eficiente en el apartado visual y en su contexto de acuerdo a los tiempos modernos, pero no sé hasta qué punto resulta original redundar en el origen del yo tras cinco películas o si es mejor o peor que los filmes de 007. Poco fuelle. ¿Estamos dispuestos a ceder nuestra libertad con tal de estar protegidos?

7.5
10,660
8
16 de enero de 2024
16 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde Irlanda llegaba hace algunos años, de la mano de Karma Films, 'La canción del mar', largometraje de animación del realizador de cine, Tomm Moore, que en 2010 debutó en la profesión con 'El secreto del libro de Kells' -junto a Nora Twomey en la dirección- y optó al Oscar en esa categoría.
Si bien la primera era una cinta más adulta en cuanto a su temática histórica, trabajada con la minuciosidad de un gran y joven artesano, en 'La canción del mar' -también candidata al Oscar- se aprecia un trazo mucho más fluido y dinámico en el dibujo respecto a su anterior película, y también nos encontramos con un tono mucho más familiar, embutido en aura de fantasía creativa definitiva, aunque no por ello se deja de lado al tradicional misticismo romántico irlandés del que ya hizo gala Moore.
Por su parte, 'La canción del mar', coproducida con Dinamarca, Bélgica, Irlanda, Luxemburgo y Francia, y que ahora el cineasta filma en solitario, cuenta el viaje épico que los hermanos Ben y Saoirse realizan al intentar regresar a casa, después de que su abuela los llevara lejos de su deprimido padre. Entonces los niños descubrirán que el mundo no es como se lo habían pintado a simple vista, sino que en él además habita una parte mágica.
Basada en la leyenda irlandesa de las selkies (criaturas marinas cuyo poder las puede convertir en humanos), 'La canción del mar' nos llena la pantalla de personajes folclóricos de la cultura celta, dotados de una visión moderna del mundo bastante atractiva. En este sentido podemos afirmar que el realizador toma como punto de partida inspirador al filme de animación japonés 'Mi vecino Totoro' (1998), hermosa creación audiovisual del aclamado cineasta Hayao Miyazaki.
Así las cosas, 'La canción del mar' es una fábula optimista que sintetiza a la perfección la suma de colores y texturas hasta recrear con suficientes volúmenes a todos sus personajes y conseguir que la imagen -a través de muy buenos movimientos con la cámara- sea un fiel álbum ilustrado vivo que juega con los encuadres literarios, con el libro-objeto y que afronta, inteligentemente, el asunto sobre la pérdida y las raíces, muy en la línea de los trabajos de la factoría Disney -corriente, por cierto, que cada vez se prodiga más en el cine contemporáneo- hasta convertirse en un reclamo para reivindicar el amor y su poder sanador.
Todo ello gracias al preciosismo que Moore le imprime a la cinta, donde las acuarelas parece que quieran dar el salto desde la pantalla e implicar al espectador hasta hacer suyos a todos los personajes, y gracias también a Bruno Coulais y Kila, del grupo Colm Ó Snodaigh, compositores de la banda sonora de la película, que ya había participado en la de 'El secreto del libro' de Kells.
El conjunto, pues, envuelto en una atmósfera fantasiosa donde la esperanza siempre tiene la última palabra, da paso a un final emotivo, conmovedor, tierno y hermoso que desarrolla una feliz moraleja.
Posiblemente estemos ante una de las mejores películas de animación de los últimos años, independientemente de su poderío en la factura visual, porque la argamasa, que en este caso une sólidamente vidas y corazones, es la que transmite su elocuente su argumento. Otra joyita familiar imprescindible.
Si bien la primera era una cinta más adulta en cuanto a su temática histórica, trabajada con la minuciosidad de un gran y joven artesano, en 'La canción del mar' -también candidata al Oscar- se aprecia un trazo mucho más fluido y dinámico en el dibujo respecto a su anterior película, y también nos encontramos con un tono mucho más familiar, embutido en aura de fantasía creativa definitiva, aunque no por ello se deja de lado al tradicional misticismo romántico irlandés del que ya hizo gala Moore.
Por su parte, 'La canción del mar', coproducida con Dinamarca, Bélgica, Irlanda, Luxemburgo y Francia, y que ahora el cineasta filma en solitario, cuenta el viaje épico que los hermanos Ben y Saoirse realizan al intentar regresar a casa, después de que su abuela los llevara lejos de su deprimido padre. Entonces los niños descubrirán que el mundo no es como se lo habían pintado a simple vista, sino que en él además habita una parte mágica.
Basada en la leyenda irlandesa de las selkies (criaturas marinas cuyo poder las puede convertir en humanos), 'La canción del mar' nos llena la pantalla de personajes folclóricos de la cultura celta, dotados de una visión moderna del mundo bastante atractiva. En este sentido podemos afirmar que el realizador toma como punto de partida inspirador al filme de animación japonés 'Mi vecino Totoro' (1998), hermosa creación audiovisual del aclamado cineasta Hayao Miyazaki.
Así las cosas, 'La canción del mar' es una fábula optimista que sintetiza a la perfección la suma de colores y texturas hasta recrear con suficientes volúmenes a todos sus personajes y conseguir que la imagen -a través de muy buenos movimientos con la cámara- sea un fiel álbum ilustrado vivo que juega con los encuadres literarios, con el libro-objeto y que afronta, inteligentemente, el asunto sobre la pérdida y las raíces, muy en la línea de los trabajos de la factoría Disney -corriente, por cierto, que cada vez se prodiga más en el cine contemporáneo- hasta convertirse en un reclamo para reivindicar el amor y su poder sanador.
Todo ello gracias al preciosismo que Moore le imprime a la cinta, donde las acuarelas parece que quieran dar el salto desde la pantalla e implicar al espectador hasta hacer suyos a todos los personajes, y gracias también a Bruno Coulais y Kila, del grupo Colm Ó Snodaigh, compositores de la banda sonora de la película, que ya había participado en la de 'El secreto del libro' de Kells.
El conjunto, pues, envuelto en una atmósfera fantasiosa donde la esperanza siempre tiene la última palabra, da paso a un final emotivo, conmovedor, tierno y hermoso que desarrolla una feliz moraleja.
Posiblemente estemos ante una de las mejores películas de animación de los últimos años, independientemente de su poderío en la factura visual, porque la argamasa, que en este caso une sólidamente vidas y corazones, es la que transmite su elocuente su argumento. Otra joyita familiar imprescindible.

5.1
2,791
9
31 de enero de 2024
31 de enero de 2024
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Antes de que llegue a los cines españoles Un ángel llamado Rebeca, que ha dirigido José María Zavala, quiero hacer una reflexión sobre otra gran película que puede responder a muchas de las inquietudes que tenemos a diario. Se trata de La cabaña, que distribuyó en cines European Dreams Factory y es un drama esperanzador sobre la condición humana. Estrenado hace siete años, supuso la segunda incursión en la dirección de cine del joven guionista británico, Stuart Hazeldine, que ejerció como productor de las lúcidas historias La vida de Pi (2012) y la oscarizada Un sueño posible (2009). En esta ocasión adapta a la gran pantalla el bestseller del escritor canadiense, William Paul Young.
El filme sigue los pasos de Mackenzie Phillips. Con 13 años experimenta el maltrato físico y emocional por parte de su padre. Siendo ya un adulto debe afrontar la desaparición de su pequeña hija Missy, que se la ha llevado por delante un asesino en serie. Este hecho le trastorna completamente y, por ende, a su familia. Tras recibir una extraña carta en el buzón de su casa, y con muchas dudas a cuestas, decide regresar a la cabaña donde su hija fue asesinada, con idea de hacer justicia a su verdugo. Sin embargo, en esa cabaña se encontrará con alguien que cambiará su modo de ver el mundo de modo definitivo.
Resulta muy llamativo que en los tiempos que corren se prodiguen películas como La cabaña, aire fresco para la cartelera española que a menudo ningunea todo lo que tenga referencias cristianas, es decir, a la Fe y a Dios, salvo excepciones contadas: Libres, Si todas las puertas se abren, El cielo no puede esperar... Y lo que es peor: existen espectadores que se molestan e indignan por estos motivos, sin antes detenerse a mirar con otros ojos todo el caudal de amor que desprende la película, al margen de las creencias.
Para ser juiciosos con La cabaña no hay que quedarse en la superficie: en ella Dios lo encarna una mujer, igual que el personaje de el Espíritu Santo o La sabiduría. ¿Y qué? Jesús sí lo encarna un hombre. Pero si nos quedamos, como decía, solo en eso, en el prejuicio, nos lo estamos perdiendo todo.
La película plantea, con inteligencia y sensibilidad, uno de los temas más frecuentes con los que nos enfrentamos de tanto en tanto, al dolor y a la pérdida, y no entendemos por qué nos sucede, al tiempo que nos interrogamos, o cuando no exigimos una respuesta firme: ¿Por qué a mí?, ¿por qué ahora?, ¿por qué en este momento? Desde ese punto de vista la película responde con nitidez a cada una de las respuestas, y a su vez hace una propuesta general en sentido contrario, a saber. ¿Si yo no soy capaz de resolverlo -dice un personaje- por qué no te pones en mi lugar? Entonces el paisaje cambia por completo.
En algunos momentos la película es dura, pero sabe acompañarse de ternura y buen humor para hacer más llevaderas las acciones más importantes de nuestro protagonista. Es más, esa dureza a la que me refiero puede ayudar a muchos a encontrar una salida real al dolor y a la depresión que ha motivado ese dolor. ¿No es eso bueno? ¿No es un ejemplo a seguir recoger nuestros pesares y de ellos extraer lo mejor para nuestras vidas? ¿Y si eso nos hace aún más felices? Este tipo de cine es muy necesario, como indicaba antes, en estos momentos de crisis espirituales, de frivolidad a raudales y de un culto generalizado al ‘dolce far niente’. Sin embargo, lo que propone La cabaña está en las antípodas de estas proposiciones y opta por plantear el asunto con sencillez, a partir de una luminosa puesta en escena naturalista -no en vano el poderoso diseño estético del filme contribuye de manera decisiva en el desarrollo de la película, entre otras cosas gracias el deslumbrante diseño de fotografía-, una estructura con tramas y subtramas suficientemente ensambladas, un guion redondo, que va al grano y unos diálogos verosímiles que subraya el carácter sobrenatural de la historia. Pero aunque no fuera así, el resultado del filme es el mismo. ¿O es que dar y recibir amor es solo patrimonio de los creyentes?
A la humanidad le falta mucho de eso y a mí me parece muy sabio haber podido integrarlo en el cine, porque así La cabaña se convierte en un bálsamo para sanar a nuestras almas, a menudo rotas a jirones. La cinta, por tanto, goza de una universalidad absoluta en todos los temas que destapa (ira, rencor, perdón, reconciliación, familia, soledad, amor) y su moraleja se va construyendo a medida que avanza el filme, que ni es panfletario ni dogmático.
En cuanto al apartado actoral, el actor inglés Sam Worthington, de nacionalidad australiana (Mack Phillips) resulta muy creíble. Durante toda la película transmite con convicción con cada gesto su estado de ánimo. En el caso de la oscarizada Octavia Spencer (Criadas y señoras, 2012) (Papa) tiene un papel muy difícil con muchos contrastes y consigue que con la primera frase nos olvidemos de que es una mujer negra y voluminosa... El resto del elenco cumple con creces sus roles.
Queda, pues, una película amable, entretenida, recomendable incluso para aquellos que, tal vez sin creer en la existencia de Dios, le están necesitando. O dicho de otro modo: La cabaña es un impecable trabajo para revisar nuestra actitud, nuestro compromiso y finalidad en la vida, que a fin de cuentas es lo único que tenemos. Así que puestos a hacer algo con ella, hagámoslo bien desde el principio.
El filme sigue los pasos de Mackenzie Phillips. Con 13 años experimenta el maltrato físico y emocional por parte de su padre. Siendo ya un adulto debe afrontar la desaparición de su pequeña hija Missy, que se la ha llevado por delante un asesino en serie. Este hecho le trastorna completamente y, por ende, a su familia. Tras recibir una extraña carta en el buzón de su casa, y con muchas dudas a cuestas, decide regresar a la cabaña donde su hija fue asesinada, con idea de hacer justicia a su verdugo. Sin embargo, en esa cabaña se encontrará con alguien que cambiará su modo de ver el mundo de modo definitivo.
Resulta muy llamativo que en los tiempos que corren se prodiguen películas como La cabaña, aire fresco para la cartelera española que a menudo ningunea todo lo que tenga referencias cristianas, es decir, a la Fe y a Dios, salvo excepciones contadas: Libres, Si todas las puertas se abren, El cielo no puede esperar... Y lo que es peor: existen espectadores que se molestan e indignan por estos motivos, sin antes detenerse a mirar con otros ojos todo el caudal de amor que desprende la película, al margen de las creencias.
Para ser juiciosos con La cabaña no hay que quedarse en la superficie: en ella Dios lo encarna una mujer, igual que el personaje de el Espíritu Santo o La sabiduría. ¿Y qué? Jesús sí lo encarna un hombre. Pero si nos quedamos, como decía, solo en eso, en el prejuicio, nos lo estamos perdiendo todo.
La película plantea, con inteligencia y sensibilidad, uno de los temas más frecuentes con los que nos enfrentamos de tanto en tanto, al dolor y a la pérdida, y no entendemos por qué nos sucede, al tiempo que nos interrogamos, o cuando no exigimos una respuesta firme: ¿Por qué a mí?, ¿por qué ahora?, ¿por qué en este momento? Desde ese punto de vista la película responde con nitidez a cada una de las respuestas, y a su vez hace una propuesta general en sentido contrario, a saber. ¿Si yo no soy capaz de resolverlo -dice un personaje- por qué no te pones en mi lugar? Entonces el paisaje cambia por completo.
En algunos momentos la película es dura, pero sabe acompañarse de ternura y buen humor para hacer más llevaderas las acciones más importantes de nuestro protagonista. Es más, esa dureza a la que me refiero puede ayudar a muchos a encontrar una salida real al dolor y a la depresión que ha motivado ese dolor. ¿No es eso bueno? ¿No es un ejemplo a seguir recoger nuestros pesares y de ellos extraer lo mejor para nuestras vidas? ¿Y si eso nos hace aún más felices? Este tipo de cine es muy necesario, como indicaba antes, en estos momentos de crisis espirituales, de frivolidad a raudales y de un culto generalizado al ‘dolce far niente’. Sin embargo, lo que propone La cabaña está en las antípodas de estas proposiciones y opta por plantear el asunto con sencillez, a partir de una luminosa puesta en escena naturalista -no en vano el poderoso diseño estético del filme contribuye de manera decisiva en el desarrollo de la película, entre otras cosas gracias el deslumbrante diseño de fotografía-, una estructura con tramas y subtramas suficientemente ensambladas, un guion redondo, que va al grano y unos diálogos verosímiles que subraya el carácter sobrenatural de la historia. Pero aunque no fuera así, el resultado del filme es el mismo. ¿O es que dar y recibir amor es solo patrimonio de los creyentes?
A la humanidad le falta mucho de eso y a mí me parece muy sabio haber podido integrarlo en el cine, porque así La cabaña se convierte en un bálsamo para sanar a nuestras almas, a menudo rotas a jirones. La cinta, por tanto, goza de una universalidad absoluta en todos los temas que destapa (ira, rencor, perdón, reconciliación, familia, soledad, amor) y su moraleja se va construyendo a medida que avanza el filme, que ni es panfletario ni dogmático.
En cuanto al apartado actoral, el actor inglés Sam Worthington, de nacionalidad australiana (Mack Phillips) resulta muy creíble. Durante toda la película transmite con convicción con cada gesto su estado de ánimo. En el caso de la oscarizada Octavia Spencer (Criadas y señoras, 2012) (Papa) tiene un papel muy difícil con muchos contrastes y consigue que con la primera frase nos olvidemos de que es una mujer negra y voluminosa... El resto del elenco cumple con creces sus roles.
Queda, pues, una película amable, entretenida, recomendable incluso para aquellos que, tal vez sin creer en la existencia de Dios, le están necesitando. O dicho de otro modo: La cabaña es un impecable trabajo para revisar nuestra actitud, nuestro compromiso y finalidad en la vida, que a fin de cuentas es lo único que tenemos. Así que puestos a hacer algo con ella, hagámoslo bien desde el principio.
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