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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
22 de abril de 2024 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos viviendo el auge de las series de época. ‘Zorro’, ‘Vestidas de azul’, ‘Balenciaga’, la tercera temporada de ‘La Promesa’ y la recién estrenada ‘Sueños de libertad’ no son sino la muestra de que viajar al pasado está dando sus frutos en nuestro presente, especialmente en un momento en el que la televisión está viviendo cierta decadencia en sus audiencias. Las series de tira diaria han demostrado fidelizar a un sector de la audiencia, granjear un público que quiere disfrutar cada tarde de esas historias.

Televisión Española es una de esas cadenas dispuestas a emplear la fórmula del melodrama de época tantas veces como haga falta para salvar los muebles y, con ese objetivo, encaró el otoño inaugurando el salón de té ‘La Moderna’, una adaptación de ‘Tea Rooms’, novela de Luisa Carnés. Cada vez que el capítulo comienza y un rótulo así lo acredita, toca hacer un salto de fe porque, en realidad, cualquier parecido con la novela es una casualidad. Solo comparten el punto de partida: Matilde, una joven de familia humilde, lucha por su porvenir mediante un trabajo como dependienta dentro de un salón de té situado en la Puerta del Sol.

Con esta premisa, ‘Tea Rooms’ denunciaba las condiciones laborales de los salones de té de 1930, esa época tan convulsa que a Luisa Carnés le tocó vivir. En aquel momento esta obra fue un acto de rebeldía y, con el paso del tiempo, se convirtió en una novela de gran valor histórico, en una anatomía que seccionaba con detalle cómo funcionaba una sociedad a punto de recibir la Segunda República y, consigo, el voto femenino.

Como sucede en la novela, ‘La Moderna’ ha denunciado las condiciones laborales que enfrentaban las empleadas del salón de té, aunque por alejadas en el tiempo, su denuncia pierde la actitud combativa y crítica que sí supuso la publicación de la novela en su momento. Lo que en cambio ‘La Moderna’ está olvidando, así como lo hace ‘Sueños de libertad’, ‘La Promesa’ y, en su mayoría, todas las series de época, es no solo ambientarse en un contexto histórico, sino convertirlo en un personaje más de la historia.

Casi en cada capítulo, ‘La Moderna’ menciona huelgas y revueltas, que si bien estaban a la orden del día, resulta insuficiente como contexto histórico, por más que paseen por sus decorados a Concha Píquer y Maruja Mallo de cuando en cuando. Desde que ‘Amar en tiempos revueltos’ llegase a su fin, ninguna diaria se atreve a ser valiente solo por la posibilidad de correr su misma muerte. Es muy decepcionante comprobar cómo un periodo tan rico de la historia en acontecimientos sociales se usa solo como telón de fondo, como una forma de justificar que Matilde no lleve unos vaqueros, trabaje en un Starbucks y se reencontrase con Íñigo al aparecerle en las sugerencias de Facebook.

Toca, entonces, ampliar el universo de Matilde, crear un viaje de la heroína de esta historia. En ‘Tea Rooms’ era solo una excusa para elaborar un manifiesto a favor de los derechos de la trabajadora y, en ‘La Moderna’ es necesaria una protagonista con todos sus accesorios. Un interés amoroso, una antagonista, una madre, unos hermanos, una vecina, un pasado doloroso con consecuencias en su presente…

La Matilde de Luisa Carnés estaba despojada de lo que se espera de una protagonista. No solo no tenía una historia de vida detallada sino que su conciencia feminista arraigada hasta el tuétano la hacía estar completamente en contra del matrimonio, pues tal y como expresa en varias ocasiones a lo largo de sus páginas, su resultado era la sumisión de la mujer. Por el contrario, la Matilde de ‘La Moderna’ no solo va a girar en torno a su historia de amor con Íñigo Peñalver, cuya narrativa tiene en ocasiones más presencia y peso que la de la propia Matilde, sino que encima va a estar rivalizada desde el tercer capítulo con doña Carla, la villana de la historia, que la odia única y exclusivamente porque Íñigo la prefiere. En realidad, ciento veinte capítulos después, eso es todo cuanto sabemos de doña Carla, una de las construcciones antagónicas más pobres que se recuerdan.

Compartiendo guionistas con ‘Acacias 38’, ‘La Moderna’ ha traído de vuelta a las tardes de La 1 el cartón piedra, sus habituales tramas machistas, un triángulo amoroso formado por vértices absolutamente faltos de carisma y construcción, con la excepción de que en este caso, no se salva ni la villana. Por supuesto que ‘La Promesa’ peca tanto o más de machista en los planteamientos de sus historias sin que la época en la que se ambientan sirva como excusa, pero la ficción de Bambú Producciones ha sabido hacerlo todo tan bonito, cuidado y verde que hasta su irregular línea narrativa pasa desapercibida.

Con el estreno de ‘La Promesa’ conocimos que había otra forma de hacer series diarias, que la factura del prime time era posible en las tardes de Televisión Española, pero a ‘La Moderna’ bien la podrían haber llamado ‘La Modesta’ puesto que esas carencias presupuestarias y creativas brillan por su presencia. Solo hay que ver la cabecera, la imagen saturada o ciertos planos que han quedado a la elección de la dirección de forma curiosamente irracional.

A falta de originalidad y factura, al menos ‘La Moderna’ ha apostado por ser una diaria entretenida, ágil y con más de un giro de guion que permite mantener la atención de sus feligresas. el buen sabor de boca que dejan sus personajes secundarios. Nos deja de cara a su segunda temporada algunos personajes tan tiernos que será difícil olvidarlos. El arte de María José Parra con la escoba, la dulzura de Teresa Hurtado de Ory y Norma Ruiz en cada palabra, el talento innato de Lorea Carballo y Rodrigo Simón, el saber hacer de las buenas escenas de matrimonio, dignas de quitarse el sombrero frente a Llorenç González y Bárbara Mestanza, todos ellos capitaneados por Sara Rivero y Carles Sanjaime, grandes entre los grandes, ambos pilares de un salón de té que ha temblado cada tarde frente a una audiencia que gritaba: renovarse o morir..
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Con ‘La Moderna’ queda reflejado que la clave para seguir en emisión es no hablar de política, de ningún tema polémico en realidad. Si una de las dependientas se ha quedado embarazada y no quiere ser madre, no mostremos el aborto como una posibilidad sino como un acto del que habría de arrepentirse antes o después y, sencillamente, que lo pierda en un intento de robo. Ay, ¡qué bien sabe no mojarse! Y pese a ello del libro ha adquirido sus mejores y más interesantes tramas: tanto la posibilidad de ser madre soltera de Laurita como la situación de querida de Marta, ambas mejor traídas y justificadas en la serie que en el libro, y además reflejo ideal de una España que condenaba a las mujeres por serlo. ‘La Moderna’ gana con ambas dos puntos y otro tanto con personajes como Trini, Cañete o Teresa, muy pobres en el libro, y protagonistas de tramas ligeras de lo más interesantes en la serie.
22 de abril de 2024 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿No sentís que se os pasa el tren? Hoy que hablamos del 11-M parece que cualquier broma sobre Renfe es de mal gusto, pero perderlo, una cuestión de suerte. Y de un tiempo a esta parte, las plataformas de streaming luchan precisamente por subir a él y mantenerse a una velocidad que no da respiro. La industria de la ficción en España se ha transformado con nuestra sociedad. Se ha adaptado a nuestra impaciencia, a nuestra necesidad de consumir contenido muy deprisa. Es un modelo de negocio que no da tregua y obliga a la fabricación en serie, a elaborar productos iguales, de consumo y creación rápida. Tan pronto se escribe qué tan pronto se ruedan que tan pronto se consumen, una detrás de otra.

En medio de toda esa vorágine, Disney+ se ha caracterizado por crear productos cuidados, confeccionados con pausa y bajo unos parámetros de creatividad y cuidado que cada vez son menos habituales. Es la plataforma de streaming que menos estrenos lleva a cabo a lo largo del año y que haya priorizado la calidad por encima de la cantidad es tal vez lo que ha situado ‘Nos vemos en otra vida’ como la serie estrella del momento.

En primer lugar viene a reivindicar el arte más antiguo del mundo que, lejos de lo que las mentes malpensadas puedan pensar, se trata del saber contar historias. ‘Nos vemos en otra vida’ no da puntada sin hilo y nos muestra paso a paso a Gabriel Montoya, hasta construir una historia de vida que atrapa, que sumerge en los horrores de una vida rota, de la precariedad, de la supervivencia, de las familias desestructuradas, de las malas compañías, de un destino que no es sino el conjunto de las decisiones que tomamos y las razones por las que las tomamos.

Por la importancia de lo ocurrido aquel 11 de marzo de 2004 para la historia reciente de España, ya era una apuesta, en principio, interesante, pero gracias al cuidado de cada uno de los detalles, en los planos, en el acento, ha demostrado su capacidad para ir más allá. ‘Nos vemos en otra vida’ es un recordatorio de la importancia de contar historias con paciencia y dedicación. Esto no solo enriquece la experiencia de los espectadores, sino que también subraya la relevancia de mantener la calidad en la creación de contenido.
27 de febrero de 2024 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ‘Vestidas de azul’ hay algo que no le beneficia en absoluto: es una continuación de ‘Veneno’, una obra maestra, catalogada por los medios de comunicación como la mejor serie del 2020. Los Javis la dirigieron y escribieron, han estado detrás del proyecto e hicieron de ella su propia vida, de su rodaje su casa hasta conseguir el producto que querían.

’Vestidas de azul’ ni será ni busca ser la mejor serie del 2024, sólo una serie de autor, cine independiente, intimista. No existe continuidad cinematográfica con ‘Veneno’ y eso tampoco la hace peor. El hilo que las conecta tiene nombre y apellidos: Valeria Vegas, interpretada por una desbordada Lola Fernández. Dejar la serie sobre sus hombros no es una buena decisión, pues ni su historia cuenta con especial interés narrativo ni una actriz tan novel puede afrontarlo. Es un papel que le queda grande, pero que afortunadamente, comparte con Paca ‘La Piraña’. Porque de la herencia ‘Veneno’ resulta no interesar ni Lola ni su amistad con Sacha, que entorpecen continuamente el relato y ocupan un foco que no les corresponde, sino que quien interesa es la propia Paca. Carismática y magnética, importa lo que tiene que contar y lo que vivió, lo que sabe y lo que piensa, lo que le gusta y lo que no. Paca es, de alguna manera, la sucesora de Cristina y la historia solo se entiende cuando ella está presente, aunque para destacar tenga que luchar contra un guión que flaco favor le hace.

Desde luego, tanto ‘Veneno’ como ‘Vestidas de azul’ son el ejemplo de lo imprescindibles que resulta la labor de un director y el esfuerzo de un buen equipo de guion. A Lola, a Paca y, especialmente, a todas aquellas actrices que carecen de experiencia frente a las cámaras, no las acompaña siempre un buen guion ni una buena dirección ¿o es que acaso en ‘Veneno’ sabían actuar y en ‘Vestidas de azul’ lo desaprendieron? Si algo saben los Javis es de hacer de la necesidad, virtud, de la falta de experiencia, un talento y, bajo su dirección, quien no sabe qué es un primerísimo primer plano o una mesa italiana, puede brillar con la naturalidad del actor experto y las ganas de la primera vez.

Por eso, en ‘Vestidas de azul’ destacan actores y actrices con experiencia como Goya Toledo, Chiqui Fernández, Llum Barrera, Anabel Alonso o Joaquín Climent, entre otros, con salvadas excepciones entre las más jóvenes y faltas de experiencia como Bimba Farelo, Zaira Romero, Chloe Santiago o Alma Gomerdino, poseedoras todas ellas de un talento inconmensurable. Sin embargo, el resto acaba sufriendo actuaciones muy fallidas, especialmente en escenas corales, propias de quien recita el guión de corrido, pues, en ocasiones, este es tan poco natural que no ayuda.

Es una lección elemental de guion que los diálogos deben ser proporcionales al nivel cultural, intelectual y educativo del personaje. Mujeres apartadas de la sociedad y relegadas a la prostitución como método de supervivencia, no pueden elaborar un discurso sobre amistad y sororidad. Por supuesto que es uno de los mensajes más especiales que lanza ‘Vestidas de azul’ y que las define por sí mismas, pero estas mujeres no sabían verbalizar qué era el feminismo y el valor de la amistad, y precisamente lo importante de su historia es que lo ejercían sin saberlo.

Dicho todo lo cual, quien vea ‘Vestidas de azul’ puede disfrutar de una ficción entretenida, que transita por todo tipo de emociones con la capacidad de sacar tantas sonrisas como lágrimas a quien la ve y, además, cargada de la reivindicación que el producto pide. No pierde la ocasión de reflexionar acerca de lo poco que importaban sus vidas, su mercantilización en beneficio de según quién y el amarillismo y el sensacionalismo para el que se las utilizó, cómo jamás se las trató como personas sino como monos de feria a los que devolver a los márgenes cuando el circo cierre. Al final de cada episodio, el espectador queda siempre con un muy buen sabor de boca, con la satisfacción de haber asistido a un relato estremecedor y único que le ha emocionado, le ha divertido y le ha enternecido en solo cincuenta minutos. Con sus ventajas y desventajas, no cabe duda de que ‘Vestidas de azul’ está cargada de verdad, de personajes tan humanos que lo difícil sería no empatizar con ellas, con sus vivencias, con las pequeñas alegrías que les acompañan en una vida tan difícil, en disfrutar algo tan efímero como los lujos del hotel de San Sebastián o el correr por sus playas, para algunas de ellas la primera vez en la que veían el mar.

A lo largo de su historia, estas mujeres siempre se han preguntado por qué se las juzgaba de manera distinta a los hombres, por qué la sociedad se empeñaba en recordarles que su destino estaba escrito desde antes de su nacimiento y que no tenían derecho a cambiarlo. En un camino lleno de obstáculos, estas mujeres siempre encontraron una razón para seguir luchando, por las que vestirse de azul: poder vivir en libertad. ‘Vestidas de azul’ es un canto a la amistad y a la sororidad, la prueba de la resiliencia de las mujeres que fueron obligadas a vivir en los márgenes y soñaron un día con ser tratadas como seres humanos. En muchas ocasiones se equivocaron y hubieron de soportar las consecuencias de sus errores. Hubo momentos en los que quisieron desertar, soportaron la pérdida de personas a las que querían y el destino jugó con ellas poniéndolas a prueba muchas veces, pero juntas supieron hacer frente, salir adelante y sobreponerse. Que su ejemplo sirva a otras generaciones, que su lucha no se quede en la intimidad de la familia, que sus logros sean públicos para que otras mujeres sepan que se puede elegir, que se debe elegir, que se debe vivir intensamente. Esta es la historia de seis mujeres que se vistieron de azul para que otras pudieran elegir de qué color hacerlo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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‘Vestidos de azul’ nos regala planos tan interesantes como la emulación de la Virgen María de Nacha con el bebé entre sus brazos, Loreen y Laura Frenchkiss escogiendo un camino distinto en un cruce de ellos, Nacha hablando por teléfono tras el espejo, la cocina alejándose y dejando en su interior a Teresa abrazando a su madre tras anunciarle que va a abortar… Otra de las tramas más interesantes es la historia de amor y desamor de una mujer trans de sesenta años es, desgraciadamente, valiente y se convierte en una de las tramas más atractivas de la serie. La participación de las Nacha y Josette reales carga de verdad la serie.
29 de abril de 2024 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha debido alguien en Netflix pensar que todos los usuarios de su plataforma de streaming son idiotas. Que colocarle una prótesis de hierro a Eduard Fernández iba a conseguir distinguir ‘Mano de hierro’, su última apuesta, de ‘Vivir sin permiso’, ‘Hasta el cielo’, ‘El príncipe’ o ‘Entrevías’, que me da igual que me da lo mismo.

De los géneros ya se ha escrito todo. Ya sabemos cuáles son sus tópicos y de qué abusan para completar el producto a partir de su idea. Que sí, que ‘Las chicas del cable’ no innovaba a Velvet ni ‘Élite’ a ‘Física o Química’, pero cualquiera de estas producciones es a mi juicio más carismática que los más que manidos thrillers patrios.

Primeramente, son ficciones que por oscuras y sangrientas tampoco son especialmente agradables de ver, por lo que debe generar cierta tensión, morbo o curiosidad en el espectador para atraparte en el enredo de drogas o asesinatos pertinentes, incluso puede que se den ambas. Es difícil enganchar si no propones ni una sola innovación. Su equipo ha demostrado que no tenía el más mínimo interés por traer un producto que conquistase al público a través de una historia interesante, un buen guion, un ritmo trepidante…

Se ha hecho con el cariño imprescindible para mezclar todos los ingredientes de la series anteriormente mencionados, una fórmula arcaica y llena de testosterona, y servirla en bandeja a Netflix para contentar durante unos días a sus usuarios más fieles, a los parroquianos que conocen hasta la letra del DNI de José Coronado. Y si funcionan es porque en realidad vienen a beber de otros géneros y acaban recurriendo al interés de las historias de amor, por ejemplo, en busca del producto redondo que el thriller como género jamás le va a dar.

El discurso con el que Joaquín Machado, interpretado por Eduard Fernández, arranca la serie, ya nos advierte de todos los clichés que vamos a presenciar. Ojo por ojo, muerte al traidor, respeto al patrón… encomiable, sin duda. La epítome de la ausencia de creatividad y carisma. No por Fernández, que está tan impecable como cualquiera en el elenco, auténticos titanes de la interpretación que luchan contra un guion muy artificial.

‘Mano de hierro’ es aburrida, mucho, pero gana con el costumbrismo de los trabajadores en el puerto, por ejemplo. El bar y las conversaciones entre ellos dan cierta sensación de cotidianidad que funciona bien al compás de los desmanes de la familia Machado. Por los zooms y los movimientos de las cámaras cualquiera diría que querían un ‘The harbor’ al estilo ‘The office’ en lo que Joaquín lograba su objetivo.

Y es curioso porque decía Salvador Dalí que “que hablen bien o mal, lo importante es que hablen” y tal vez tenía razón. A ‘Reina Roja’, un producto mucho más interesante, complejo y atractivo que ‘Mano de hierro’ y tan respetable thriller como este, se la ha puesto pingando, como dirían en mi pueblo y que, para el castellano en general, sería “poner verde”. En realidad, lo importante para Prime Vídeo es que sus usuarios han visto ‘Reina Roja’ y la han criticado, pero por lo pronto la han visto. ‘Mano de hierro’ ha pasado tan desapercibida que ni espacio ha habido en Twitter para criticar tal despropósito.
23 de marzo de 2024
9 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Recordáis aquella crítica que llevamos a cabo sobre ‘Todos mienten’ y cuya idea principal era defender la telenovela como un género desprestigiado? Bien pues con motivo del estreno de ‘Una vida menos en Canarias’, toca hablar del procedimental no como un género menospreciado, pero sí que olvidado.

Siempre que la televisión no sabe que emitir, apuesta por capítulos y capítulos de este tipo de series, del estilo ‘Castle’. Siempre con una misma estructura, se trata de un género muy agradecido y sus capítulos, debido a que son autoconclusivos, se pueden ver sin considerar temporadas, hilos argumentales, etc.

Con ‘Los misterios de Laura’ quedó claro que en España sabíamos hacerlo muy bien, una serie que diez años después, se ha podido seguir haciendo y cualquiera diría que el tiempo no ha pasado por ella. La fórmula, por carismática y costumbrista, ha seguido dando los mejores resultados. Laura Lebrel siempre trae de su mano las mejores historias, las mejor contadas.

Sin embargo, ahora ha llegado ‘Una vida menos en Canarias’ sin hacer los deberes y ha dejado claro que, que de no seguirse paso a paso, la fórmula puede dejarnos un plato difícil de ingerir. Es una propuesta… sofocante, como el clima canario y no tiene demasiados puntos positivos a destacar.

Los casos no son demasiado interesantes, tal vez por mal enfocados. El guion no ayuda, pues tanto las situaciones como sus personajes son muy estereotípicos y los diálogos así lo demuestran. Las situaciones no fluyen y ni siquiera dos grandes tótems de las interpretaciones como García Millán o Natalia Verbeke levantan la serie.

Han querido una propuesta tan espectacular como sus paisajes canarios, pero Laura Lebrel solo hay una. Una mujer ordinaria en el mejor de los sentidos, con su madre, su exmarido, sus niños y un trabajo absorbente, alguien en quien poder verse reflejado y con quien poder empatizar desde el sofá. Con Lacasa y Oramas es imposible hacerlo. Son personajes fríos e implacables. Entenderlos es complicado.

Sí, las comparaciones pueden resultar odiosas, pero son inevitables y contra el resto de procedimentales del mundo, ‘Una vida menos en Canarias’ no puede sino perder. Con ella muere una oportunidad de reivindicar el género. Desde luego, podemos afirmar que ‘Se ha escrito un crimen’.
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