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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
16 de agosto de 2009
49 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo una época, en las sobremesas de las cadenas privadas españolas, que los telefilmes de tres al cuarto copaban la programación. Los actores y el doblaje eran nefastos, y las historias pretendidamente lacrimógenas no resultaban ser mejores. El único interés que sustentaba un producto de tan mínima calidad era que se basaban en hechos reales, algo que en aquellos tiempos era sinónimo de implicación social o humana, y que, en teoría, multiplicaba el interés frente a historias inventadas de un guionista más o menos brillante. La fórmula puede ser que tuviese su éxito al principio, pero tras treinta historias de maltratos en un seno familiar y cuarenta historias de juicios resueltos in extremis por pruebas pretendidamente confusas, cualquier espectador con una mínima capacidad de criterio, cambiaba de canal automáticamente.

Los años han pasado. Hoy por hoy no es un secreto que las series de televisión cuentan con presupuestos similares a muchas de las películas que se estrenan en los cines. Los grandes actores no solo se pueden encontrar en la gran pantalla. Y los mejores guionistas, de repente, ven como se les da la oportunidad de desarrollar historias que no se ven reducidas a dos horas de metraje, si no que pueden alargarlas durante el tiempo que sea necesario para contar una historia de forma elegante y correcta. En esta nueva edad de oro de la televisión, la calidad de muchos de los productos es indiscutible. Series como Los Soprano o A Dos Metros Bajo Tierra han marcado un antes y un después en todas sus facetas, y es poco probable que un producto cinematográfico vaya a conseguir jamás inspirar las mismas sensaciones que estas grandes producciones.

En este punto me encontré con The Wire. Una serie basada en hechos reales, como los telefilmes de antaño, pero desarrollada por la HBO y fuertemente alabada por las críticas y el público, como las nuevas grandes series. El argumento, visto de forma superficial, no me resultaba para nada atractivo. Unos vendedores de drogas en los suburbios de una ciudad norteamericana y unos policías que quieren meterles en la cárcel. Sin embargo, bien merecía una oportunidad. Y agradecido estoy de habérsela dado.
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David Simon, el creador de la serie, fue durante veinte años periodista del Baltimore Sun, el periódico de la ciudad donde se desarrolla la trama. Su trabajo fue el de investigación de homicidios. Como él mismo dice, tardó cuatro años en conseguir sus primeras fuentes, y otros tantos años en empezar a vislumbrar lo que realmente ocurría en la ciudad, detrás de todos los asesinatos, el aumento de la violencia y la incapacidad policial, la distribución de la droga, las guerras de bandas, etc. Lo que ocurría en Baltimore no se diferenciaba prácticamente de muchas ciudades norteamericanas. Y conforme pasaban los años, más iba entendiendo porqué ocurría cada cosa y que lugar ocupaba cada uno de los peones en dicho juego. Por suerte para nosotros, Simon un día decidió poner su talento a trabajar para hacer una serie que mostrase todo esto de forma fiel y sin dejar nada en el tintero. Como resultado quedo The Wire.

A lo largo de todas las temporadas, todas las piezas sueltas de la maquinaria de la ciudad empiezan a encajar. Los vendedores de drogas la consiguen de personas que la introducen ilegalmente a través del puerto. Los jefes de dichos vendedores recaudan el dinero y pagan sobornos a altos cargos políticos de la ciudad. Estos a su vez se mueven pensando solo en el beneficio personal e intervienen en la vida judicial. La influencia de la prensa sobre estos, además, hacen que deban tomar decisiones para contentar a los ciudadanos y les voten en las siguientes elecciones… La máquina está corrupta, pero perfectamente engrasada. Y si algo consigue esta magistral serie es despiezar sus entrañas, y mostrar que la única diferencia entre el vendedor de droga de la esquina y el político de turno, es su nivel de relevancia, ya que ambos forman parte de la gran telaraña.

Destacar a algunos personajes por encima de otros sería injusto. Todos y cada uno de ellos tienen una personalidad profundamente marcada y que va evolucionando a lo largo de los capítulos. Pero a todos, desde los policías que ven arruinadas sus carreras por querer hacer bien su trabajo, hasta el más malvado y ruin de los jefes de los vendedores de droga, todos, son personajes memorables y tienen momentos inolvidables. Nadie se libra de tener puntos oscuros, como el detective McNulty o el teniente Daniels, ni nadie se libra de generar cierta simpatía en el espectador, como Omar o Marlo. En esta serie no existen las pinceladas gruesas ni los manidos clichés. Cada persona es humana, con sus virtudes y defectos, como en la vida misma.

Hasta siempre, The Wire.
16 de agosto de 2009
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace treinta años nadie sabía lo que era el SIDA. Ni siquiera la enfermedad tenía ese nombre. En los ochenta todo cambió… una nueva enfermedad salió a la luz. Los homosexuales, seguros de tener menos problemas que los heterosexuales en el sexo seguro, fueron los primeros seres humanos a los que se les diagnóstico masivamente la enfermedad. Se descubrió al poco tiempo que dicha enfermedad era en realidad un virus que se transmitía por la sangre, y que atacaba tanto a heterosexuales como a homosexuales. De hecho su incidencia en comunidades de drogadictos que compartían jeringuillas era muy alta. Sin embargo, debido a condicionantes sociales y la propaganda de la época, a la enfermedad se le conoció durante mucho tiempo como la peste rosa. Muchos de esos prejuicios aún se mantienen hoy día.

Conociendo todo esto, tenemos que trasladarnos ahora a los noventa para juzgar con objetividad este filme. En dicha época el SIDA estaba todavía en sus primeros años de estudio. Su mortalidad era altísima. Y ser una persona con la enfermedad te tachaba automáticamente de la sociedad, haciendo que el infectado prácticamente muriese en vida. Para subrayar esta discriminación al comienzo de dicha década a los homosexuales se les toleraba mucho menos que ahora. Y si se descubría que, además de estar enfermo, eras homosexual, las consecuencias eran nefastas. Además de todos estos puntos anteriores hay que resaltar uno de los méritos de la película. Hoy en día es muy común ver producciones donde el amor homosexual se muestra con total naturalidad. Sin embargo en aquella época la reacción más común ante dichas escenas era de odio y firme repulsión.
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La vida de un exitoso abogado, que lleva su homosexualidad en secreto y que es despedido de su trabajo debido a ello puede parecernos vulgar si descubrimos esta estupenda producción en el año 2009, pero en 1993 fue toda una reivindicación y dio un mensaje totalmente necesario.

Tom Hanks y Denzel Washington están perfectos en sus respectivos papeles. Y nos descubren a lo largo de las dos horas que dura el filme, que ni los más firmes prejuicios que tengamos pueden ser derribados ante la asombrosa fuerza de la realidad y de la bondad. Y es que al fin y al cabo, mientras no se les haga daño a otras personas, hay que vivir y dejar vivir, valorar a nuestros amigos y allegados, y disfrutar de la vida que tengamos, que solo son dos días.
16 de julio de 2009
22 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
No solo se ve lastrada por los acontecimientos del libro, es que encima los plasma en la pantalla mil veces peor.

Los silencios incómodos, la ineficiencia de los actores protagonistas y las situaciones vergonzosas me han superado, lo reconozco, y eso que soy un fan de la saga y que la película anterior me pareció más que correcta.

Es obvio que no podían contar el libro entero, ni siquiera la mitad, ¿pero es mucho pedir que te cuenten bien las cosas importantes? Ya estoy acostumbrado de las escenas palanca de los tres sentados y hablando, a pesar de quedar forzadísimas son utilizadas para reconducir un guión tan amplio. ¿Pero lo demás?

La película tiene momentos que se salvan, por supuesto, pero no es suficiente. Al verla, como conocía lo que ocurriría al final, estaba obviando las cosas negativas esperando un climax final tremendo que salvaría todo y la auparía como una de las películas imprescindibles de este año. Pero resulta que el final ha ido en su contra y la ha acabado hundiendo sin remedio.

Había puesto unas expectativas tremendas. Y he salido tan decepcionado, o incluso más, de lo que salí con "El Cáliz de Fuego". En esta última al menos supieron manejar bien el momento estelar del libro.
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Tremendamente mal resuelto todo el final del la película desde el momento que vuelven al castillo. La escena del campanario desaprovechadísima, la batalla de Hogwarts literalmente no existe, los momentos del libro más tremendamente emotivos han sido obviados y destrozados. La persecución a Snape, por ejemplo, flojísima. La muerte de Dumbledore terriblemente mal expuesta, las escenas de dolor brevísimas, no hay ni siquiera entierro. Uno de los personajes capitales de toda la saga ni siquiera ha recibido una despedida como Dios manda en la película.

Ni siquiera le dan importancia o explicación a cuando Snape dice que es el principe mestizo, uno de los momentos más importantes y que le da el título a la película.
22 de febrero de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corrían los primeros años de los noventa. Empezaba una década prometedora. Las hombreras, los pelos voluminosos y los colores chillones pasaban de moda, y una nueva generación comenzaba a abrirse paso con ideas frescas y pretendidamente revolucionarias. En este entorno, un joven semidesconocido llamado David Fincher empezaba a trabajar en el mundo de la dirección de películas. Su primera obra fue Alien 3, una producción menor que recibió muchas (y quizás merecidas) críticas. Su carrera podría haberse quedado ahí, como un director de videoclips más, que lo intenta en el cine, pero sin el suficiente talento como para que las productoras confíen en él. Sin embargo continuó, y su siguiente obra fue Seven.

Un veterano policía de homicidios (Morgan Freeman), cansado de la violencia y corrupción de su ciudad, decide jubilarse anticipadamente. Antes de hacerlo debe dar el relevo a un nuevo compañero, un policía joven y medianamente inexperto (Brad Pitt), pero que, como a todos los jóvenes, le sobra el arrojo y la impaciencia por resolver casos, con el fin de demostrar que está a la altura. Coincidiendo con esta situación, una serie de enigmáticos asesinatos, basados aparentemente en los pecados capitales, empiezan a descubrirse en la ciudad.

¿Qué puede haber de nuevo en una película con dos policías, con una diferencia de edad tan acusada, que investigan los misteriosos asesinatos en serie de un psicópata? En principio nada. Hay un buen puñado de películas de Hollywood que encajan perfectamente en esa descripción. No era una temática novedosa, ni siquiera hace quince años. Sin embargo, Seven, sí tuvo cosas especiales y reseñables, y es que nos descubrió a un director que no solo sabe apoyarse en buenos guiones, como nos ha demostrado a lo largo de toda su carrera, si no que además es brillante a la hora de darle ritmo a la trama y a cada una de las escenas que se suceden, en una cadencia suave y natural. Este director de videos musicales resultó ser un buen contador de historias, al contrario de lo que suele ocurrir hoy en día, donde muchas producciones cinematográficas tienen, curiosamente, ritmo de videoclips. El reparto, bien es cierto, también ayudó bastante al filme, ya que, además de los mencionados Morgan Freeman y Brad Pitt, que están más que correctos en sus respectivos papeles, nos encontramos a una joven Gwyneth Patrow, interpretando a la perdida y algo deprimida esposa de Pitt, y a Kevin Spacey, en el papel del villano que siempre va un paso por delante. Ambos papeles pueden parecer poco exigentes, sin embargo están resueltos con una solidez y realismo que ya querrían para si muchos de los secundarios de Hollywood o de nuestro propio cine.

Sin duda, una película muy recomendable a pesar del paso del tiempo, sobre todo si se quiere revisar la trayectoria de Fincher, y ver con más perspectiva sus siguientes películas, para las cuales Seven fue el indudable punto de partida.
18 de marzo de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante toda su historia la humanidad ha tenido aventureros que han ido donde nadie más había estado. Las migraciones en la prehistoria, el descubrimiento de América, la conquista de los polos, las exploraciones de Livingstone… Pero nuestro planeta hace ya tiempo que se nos quedó pequeño. No hay lugar de la Tierra que no haya sido fotografiado por decenas de satélites, y el espíritu que impulsó a todos esos seres humanos a ir allá donde nadie había pisado casi se acabó, pero no del todo. Aún nos queda un territorio por explorar, e irónicamente la inmensidad de lo desconocido es tan increíblemente grande que no hay mente humana en nuestra civilización que pueda abarcarlo ni imaginárselo en su totalidad. Aún estamos confinados en nuestro planeta. Aún debemos echar la vista al cielo y mirar más allá. Nuestra civilización está en la prehistoria de la investigación espacial, somos una pequeña aldea de salvajes que somos incapaces de construir un barco para abandonar nuestra isla y visitar las otras islas cercanas. Sí, las conseguimos ver en el horizonte, pero ningún hombre ha estado en ellas.

Una de las concesiones que debemos hacerle a la Guerra Fría fue que, gracias a la competición en la carrera espacial entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, dimos el mayor impulso que se le ha dado hasta la fecha en la exploración de lo que hay más allá de nuestro planeta. Por desgracia esta carrera no se llevó a cabo por el hecho de que el ser humano necesite conquistar el espacio, o por los avances científicos, si no por el mero objetivo de quedar por encima de la otra superpotencia. Así que, una vez acabada la Guerra Fría, la carrera espacial sufrió una desaceleración. Y parece que no será este siglo recordado en nuestra historia como el del lanzamiento de la humanidad en la conquista del espacio.
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En lo que respecta a la película, Apollo 13 narra los acontecimientos de la tercera misión tripulada del Proyecto Apollo cuyo objetivo era alunizar en nuestro satélite. La misión sufre varios problemas menores sin importancia, hasta que finalmente, en el segundo día tras el despegue, sufren una explosión en un tanque de oxígeno que cerca está de costarles la vida, y que les obliga a volver a la Tierra sin alunizar. Lo interesante de esta película, más allá de las concesiones usadas como recursos cinematográficos, es que es tremendamente fiel a lo que ocurrió aquellos días en la misión y en el centro de mando, pudiéndonos hacer una idea de la tensión que se vivió y de lo tremendamente capaces que eran las personas que pusieron al hombre en la luna.

No se le puede pedir más a esta producción. Y sirve para recordar, una vez más, que aún hay soñadores y aventureros en nuestra civilización, y que el día que nuestros políticos les dejen, allí estarán ellos para poner el pie en los lugares donde nunca nadie ha estado. Ni yo ni nadie con vida seguramente veremos el siguiente paso del hombre en este sentido, pero yo, ahora, brindo por el ser humano que lo consiga…
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