La película no llega a plantear nada nuevo en el mundo del cine. La historia de gran figura que cae en "leyenda indeseable" y que, después, se enfrenta a momentos que le obligan a pensar en convertirse, de nuevo, en alguien de provecho; es algo que ya se ha visto mucho en el cine. Ahí radica el éxito y mérito de este filme: En que plantea una historia con elementos muy utilizados y, aún así, consigue atrapar. Y no es por otro motivo que por la inigualable actuación de ambos protagonistas, especialmente Jeff Bridges (que ganó, merecidamente, el Óscar a mejor actuación principal). Es de las pocas veces que se transmiten los sentimientos de este tipo de personajes sólo con la actuación.

Una película totalmente recomendable y muy ligera, con buenas actuaciones y buena música. No destaca, especialmente, en lo técnico.

Lo que Cristopher Nolan nos plantea en esta película es una reinvención del paradigma del hombre murciélago. Ya no tiene unos orígenes sobrenaturales, ni es un ser sobrehumano. Es terrenal, mortal. Y tiene un objetivo que se fundamenta en unas causas naturales, psicológicas. Y, ya de paso, consigue reinventar las películas de superhéroes (que siguen, la mayoría, esta estructura), humanizando el personaje y aplicándole cuestiones cotidianas en la psicología humana.

Nos encontramos ante la obra maestra de Terrence Malick. Supera, y mira que no es precisamente fácil, a La delgada línea roja. Pura poesía en imágenes. La elección de la música, las (escasas) actuaciones, el guión, el montaje... Todo juega a favor de un lenguaje formal y un lenguaje poético que llega a calar en el espectador. Es un trabajo impresionante que, por desgracia, no pudo tener mayor reconocimiento que tres nominaciones a los premios Óscar.