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Críticas ordenadas por utilidad
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6.7
1,944
10
22 de agosto de 2017
22 de agosto de 2017
37 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hjartasteinn no es una película de amor tanto como de amistad. Amistad puesta a prueba por muchas razones: violencia intrafamiliar, una banda de matones, la típica cerrilidad de un pueblito rural y, entre estas el despertar sexual de ambos chicos donde uno sucede que es heterosexual y el otro comienza a sentir una atracción homosexual hacia su amigo.
Escribo este texto habiendo visto la película íntegramente en islandés, no entendí ni pío de lo que decían y sin embargo, comprendí todo el discurso de la película. ¿Por qué sucede esto? Porque no solamente hay un bien cuidado guion sino un excelente uso del lenguaje cinematográfico para poder contar una historia empleando imágenes y sonido (no únicamente diálogos).
El ejercicio de ver la película sin traducción alguna es muy interesante para evaluar —a juicio personal, vamos, no soy autoridad— el engranaje de los recursos de los que los responsables se valieron para contar una historia. Aquí está el primer gran acierto de esta película: privilegiar los encuadres, los sonidos y el montaje de estos por encima (muy) del diálogo.
No quiero decir que el diálogo se redujera al mínimo, pero no es imprescindible para una comprensión cabal de la obra como conjunto. Se puede deducir, debido a las imágenes que se suceden, que como correspondencia a estas los diálogos en gran cantidad son soeces.
Este es el segundo acierto de la cinta: el tratamiento visual. Imperan las imágenes de aspecto más bien naturalista, con cámara en mano, luz natural, las tomas de noche o lugares cerrados son oscuras (tal vez demasiado), para acentuar la naturaleza terrenal de la historia y la narración; abrazando el realismo en ocasiones. Atención a la brutal escena inicial.
El estilo visual de la película funciona y se fusiona con su tratamiento dramático. Logra así visual y dramáticamente momentos descarnados y paradójicamente momentos emotivos y sensibles; el director prefiere no refugiarse en iluminaciones y una paleta de colores demasiado elaborada y prefiere recorrer el camino de los protagonistas pintando con un lienzo de colores cotidianos esas calles, esas casas, esos paisajes y esos rostros, sobre todo esos rostros.
(El resto de este texto de opinión continúa en la zona de spoliers, no porque destripe la película sino porque prefiero ser precavido).
Escribo este texto habiendo visto la película íntegramente en islandés, no entendí ni pío de lo que decían y sin embargo, comprendí todo el discurso de la película. ¿Por qué sucede esto? Porque no solamente hay un bien cuidado guion sino un excelente uso del lenguaje cinematográfico para poder contar una historia empleando imágenes y sonido (no únicamente diálogos).
El ejercicio de ver la película sin traducción alguna es muy interesante para evaluar —a juicio personal, vamos, no soy autoridad— el engranaje de los recursos de los que los responsables se valieron para contar una historia. Aquí está el primer gran acierto de esta película: privilegiar los encuadres, los sonidos y el montaje de estos por encima (muy) del diálogo.
No quiero decir que el diálogo se redujera al mínimo, pero no es imprescindible para una comprensión cabal de la obra como conjunto. Se puede deducir, debido a las imágenes que se suceden, que como correspondencia a estas los diálogos en gran cantidad son soeces.
Este es el segundo acierto de la cinta: el tratamiento visual. Imperan las imágenes de aspecto más bien naturalista, con cámara en mano, luz natural, las tomas de noche o lugares cerrados son oscuras (tal vez demasiado), para acentuar la naturaleza terrenal de la historia y la narración; abrazando el realismo en ocasiones. Atención a la brutal escena inicial.
El estilo visual de la película funciona y se fusiona con su tratamiento dramático. Logra así visual y dramáticamente momentos descarnados y paradójicamente momentos emotivos y sensibles; el director prefiere no refugiarse en iluminaciones y una paleta de colores demasiado elaborada y prefiere recorrer el camino de los protagonistas pintando con un lienzo de colores cotidianos esas calles, esas casas, esos paisajes y esos rostros, sobre todo esos rostros.
(El resto de este texto de opinión continúa en la zona de spoliers, no porque destripe la película sino porque prefiero ser precavido).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me enternece el camino de Thor y Christian, pero, antes de continuar, me parece imperante volver a resaltar que considero esta película una coming of age sobre la amistad, no una película gay; las películas gay están construidas con otros códigos. Lo que importa aquí son las primeras exploraciones sexuales de los chicos, al principio como mero juego de hombría a ver quién aguanta más dejando que el otro le toque la entrepierna entre dos amigos enamorados platónicamente; luego las chicas, lo mero bueno para uno y (aquí es cuando nos damos cuenta) un obstáculo para el otro que comienza a sentir por su amigo algo más que amistad.
Ambos varones, la testosterona empuja y no cede. Excelente introducción del carnero macho que enloquecido por la temporada de celo mata a los demás, no queda opción más que despacharlo por su eminente agresividad. El pobre Christian está reflejado en él. Otro espejo es la experiencia primera en la relación sexual. La de Thor, consensuada, satisfactoria, romántica, liberadora; y la de Christian que la buscó, pero no pudo llegar a ser.
La construcción dramática de la película es más bien sutil, pero clara (tercer acierto). Esto puede tomarse como una ausencia de giro o puede ser que para algunos la historia no avance, difiero. La película podría muy bien haber acabado después de la funesta primera pijamada de los chicos y las chicas si Thor hubiese decidido por pena no volver a intentar nada, Christian lo motiva a continuar aún sabiendo que de esta forma su amigo estará más cerca de la chica y más inalcanzable para él. Thor accede para empujar la historia hacia adelante y para mala suerte de Christian cuyo conflicto se agudiza.
En cuanto a la resolución, he aquí el único simbolismo enteramente pensado para abordar el tema de la homosexualidad de Christian (si se ve desde la óptica de él, también puede verse desde la de Thor): el pez que después de una experiencia cercana a la muerte que por suerte queda apenas vivo y ahora se tiene que enfrentar solo a un vasto y oscuro mar, es una bella metáfora para el personaje de Christian y una especie de conclusión esperanzadora si se piensa en la correspondencia de los primeros fotogramas de la película con los últimos.
El director nos dice que todavía queda mucho por recorrer para que un jovencito gay pueda transitar sin mayores sufrimientos su etapa de crecimiento y autodescubrimiento; especialmente en zonas rurales. Suena a cliché, pero los clichés existen porque los podemos ver a diario.
Un beso de amistoso cariño en la frente para decirse adiós, ambos peces saben que recorrerán caminos diferentes en un océano de incertidumbres. Concisa, coherente y bella historia.
Ambos varones, la testosterona empuja y no cede. Excelente introducción del carnero macho que enloquecido por la temporada de celo mata a los demás, no queda opción más que despacharlo por su eminente agresividad. El pobre Christian está reflejado en él. Otro espejo es la experiencia primera en la relación sexual. La de Thor, consensuada, satisfactoria, romántica, liberadora; y la de Christian que la buscó, pero no pudo llegar a ser.
La construcción dramática de la película es más bien sutil, pero clara (tercer acierto). Esto puede tomarse como una ausencia de giro o puede ser que para algunos la historia no avance, difiero. La película podría muy bien haber acabado después de la funesta primera pijamada de los chicos y las chicas si Thor hubiese decidido por pena no volver a intentar nada, Christian lo motiva a continuar aún sabiendo que de esta forma su amigo estará más cerca de la chica y más inalcanzable para él. Thor accede para empujar la historia hacia adelante y para mala suerte de Christian cuyo conflicto se agudiza.
En cuanto a la resolución, he aquí el único simbolismo enteramente pensado para abordar el tema de la homosexualidad de Christian (si se ve desde la óptica de él, también puede verse desde la de Thor): el pez que después de una experiencia cercana a la muerte que por suerte queda apenas vivo y ahora se tiene que enfrentar solo a un vasto y oscuro mar, es una bella metáfora para el personaje de Christian y una especie de conclusión esperanzadora si se piensa en la correspondencia de los primeros fotogramas de la película con los últimos.
El director nos dice que todavía queda mucho por recorrer para que un jovencito gay pueda transitar sin mayores sufrimientos su etapa de crecimiento y autodescubrimiento; especialmente en zonas rurales. Suena a cliché, pero los clichés existen porque los podemos ver a diario.
Un beso de amistoso cariño en la frente para decirse adiós, ambos peces saben que recorrerán caminos diferentes en un océano de incertidumbres. Concisa, coherente y bella historia.
10
28 de marzo de 2016
28 de marzo de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la reseña más corta que escribiré, sinceramente no creo que esto sea una reseña; pero sí una reflexión sobre la capacidad de asombro y la altanería que a los mexicanos nos caracteriza para con nuestras películas, que por temor a vernos ridículos ante ojos extranjeros desprestigiamos algunas (que no lo merecen) y elogiamos otras (que no lo merecen).
Esto viene a cuento porque Quentin Tarantino ha expresado su fascinación por esta película cuando ha venido a México para el Festival de Cine de Morelia. No le gusta... ¡le encanta! y no me refiero a que sea un placer culpable. Los mismos reporteros de cine y expertos en cine han narrado como durante la proyección de esta película Tarantino les pedía poner atención a tal escena o su admiración por la paleta de colores o ese personaje diabólico tan peculiar. En fin, creo que Tarantino levantaría la ceja al ver el 4.2 que tiene de calificación esta película en FilmAffinity.
Esto viene a cuento porque Quentin Tarantino ha expresado su fascinación por esta película cuando ha venido a México para el Festival de Cine de Morelia. No le gusta... ¡le encanta! y no me refiero a que sea un placer culpable. Los mismos reporteros de cine y expertos en cine han narrado como durante la proyección de esta película Tarantino les pedía poner atención a tal escena o su admiración por la paleta de colores o ese personaje diabólico tan peculiar. En fin, creo que Tarantino levantaría la ceja al ver el 4.2 que tiene de calificación esta película en FilmAffinity.

6.6
28,455
9
24 de abril de 2016
24 de abril de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El libro de la selva" me pareció sin duda una sorpresa. No esperaba nada, pero al fin de cuentas me la pasé tan bien que al salir de la sala noté que mi entusiasmo duraría al menos todo el día.
Desafortunadamente no he tenido la oportunidad de leer "El libro de las tierras vírgenes", digo esto porque me permitiría establecer un paragón entre el discurso original de Rudyard Kipling (que algunos califican de racista, otros de elegante, otros de una combinación de ambos) y el discurso que Jon Favreau (o mejor dicho la factoría Disney) establece para esta entretenidísima película.
Mas es fácil darse cuenta que una historia puede contarse de diferentes maneras y sus variaciones dependerán precisamente del momento histórico en el que se realiza y a los sujetos a quienes va dirigida. No se busca crear una obra de arte con esta película (para bien y para mal), no es una película pretenciosa tampoco. Da lo que ofrece (de nuevo, para bien y para mal).
(Destriparé la película a partir de ahora).
Desafortunadamente no he tenido la oportunidad de leer "El libro de las tierras vírgenes", digo esto porque me permitiría establecer un paragón entre el discurso original de Rudyard Kipling (que algunos califican de racista, otros de elegante, otros de una combinación de ambos) y el discurso que Jon Favreau (o mejor dicho la factoría Disney) establece para esta entretenidísima película.
Mas es fácil darse cuenta que una historia puede contarse de diferentes maneras y sus variaciones dependerán precisamente del momento histórico en el que se realiza y a los sujetos a quienes va dirigida. No se busca crear una obra de arte con esta película (para bien y para mal), no es una película pretenciosa tampoco. Da lo que ofrece (de nuevo, para bien y para mal).
(Destriparé la película a partir de ahora).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo interesante de una fábula es vernos reflejados en los animales, nuestros defectos, virtudes, manías y aciertos. Consciente de que no he descubierto el hilo negro con lo escrito en el renglón anterior, es apreciable que las analogías sean claras y sencillas.
Los lobos, la familia; la pantera, la disciplina; el oso, la distensión; los monos, el deseo humano (interesante por el parentesco entre hombres y primates) de la ambición y el afán de controlarlo todo; el tigre, el odio y el rencor; la serpiente, la seducción; los elefantes, la sabiduría. Y en medio de todos ellos está el cachorro humano (qué adorable y carismático chavito se consiguieron) cuya historia -tal como todas las historias de jóvenes- consistirá en encontrar su lugar, en forjar su identidad, descubrirse a sí mismo, ocupar su sitio en el mundo.
Y así descrita está bien, no es extraordinaria, no es la mejor película en lo que va del año tampoco. Lo que sí es es una obra con un discurso ecologista (muy oportuno, en estos tiempos es tan importante enfatizarlo); condescendiente y, paradógicamente, atrevida con los más pequeños, no requiere de grandes esfuerzos intelectuales para seguirla y tal vez explica más de lo que debiera.
La confrontación final con el imponente tigre de bengala está bien ejecutada; pero torpemente entrelazada como clímax y principio del tercer acto final lo que hace evidente una de las más criticadas lacras del cine industrial de Estados Unidos: oficio impecable en la ejecución, pobreza en la construcción dramática.
Pero como un todo, el personaje del cachorro humano atraviesa un interesante arco, o al menos llega hasta la mitad. Su transformación en humano está incompleta; pero es consciente de que no es ni un lobo ni un oso: es un humano. Solamente sabiéndose humano puede ponerse al nivel de los demás.
En este sentido, el uso que le da al fuego en la batalla contra el tigre acentúa su condición humana. Me explico, controlar el fuego es algo puramente humano, para su beneficio y en detrimento para animales y vegetación a veces. Razón por la cual, conducido por la venganza y cegado por la rabia, el cachorro humano primero provoca un incendio, evidenciando su torpeza. Pero ese incendio le sirve también para deshacerse del tigre. Los elefantes entienden esto y como muestra de gratitud lo ayudan a apagar las flamas.
Su capacidad para crear diferentes herramientas para realizar tareas determinadas y utilizar la astucia para sortear los peligros que a veces el instinto no puede abarcar son dos aspectos que él aprende y debe usar si quiere sobrevivir en la selva, pero al mismo tiempo esto marca una gran diferencia con los animales con los que él se quiere mezclar.
Ya anunciaron su secuela, tal vez veamos al cachorro humano entrar a la adolescencia y ser testigos de un proceso de maduración muy interesante, tal vez atestigüemos su ingreso a la aldea de los humanos y sirva como un puente entre los hombres y la naturaleza, representante del equilibrio y la consciencia ecológica. Todo esto es pura especulación.
En fin, una película llena de vida, con ritmo y energía, comprometida con los problemas de nuestros tiempos. También es descaradamente comercial, gringa a más no poder y puede ser que innecesaria... pero qué demonios me importa, la gocé.
Los lobos, la familia; la pantera, la disciplina; el oso, la distensión; los monos, el deseo humano (interesante por el parentesco entre hombres y primates) de la ambición y el afán de controlarlo todo; el tigre, el odio y el rencor; la serpiente, la seducción; los elefantes, la sabiduría. Y en medio de todos ellos está el cachorro humano (qué adorable y carismático chavito se consiguieron) cuya historia -tal como todas las historias de jóvenes- consistirá en encontrar su lugar, en forjar su identidad, descubrirse a sí mismo, ocupar su sitio en el mundo.
Y así descrita está bien, no es extraordinaria, no es la mejor película en lo que va del año tampoco. Lo que sí es es una obra con un discurso ecologista (muy oportuno, en estos tiempos es tan importante enfatizarlo); condescendiente y, paradógicamente, atrevida con los más pequeños, no requiere de grandes esfuerzos intelectuales para seguirla y tal vez explica más de lo que debiera.
La confrontación final con el imponente tigre de bengala está bien ejecutada; pero torpemente entrelazada como clímax y principio del tercer acto final lo que hace evidente una de las más criticadas lacras del cine industrial de Estados Unidos: oficio impecable en la ejecución, pobreza en la construcción dramática.
Pero como un todo, el personaje del cachorro humano atraviesa un interesante arco, o al menos llega hasta la mitad. Su transformación en humano está incompleta; pero es consciente de que no es ni un lobo ni un oso: es un humano. Solamente sabiéndose humano puede ponerse al nivel de los demás.
En este sentido, el uso que le da al fuego en la batalla contra el tigre acentúa su condición humana. Me explico, controlar el fuego es algo puramente humano, para su beneficio y en detrimento para animales y vegetación a veces. Razón por la cual, conducido por la venganza y cegado por la rabia, el cachorro humano primero provoca un incendio, evidenciando su torpeza. Pero ese incendio le sirve también para deshacerse del tigre. Los elefantes entienden esto y como muestra de gratitud lo ayudan a apagar las flamas.
Su capacidad para crear diferentes herramientas para realizar tareas determinadas y utilizar la astucia para sortear los peligros que a veces el instinto no puede abarcar son dos aspectos que él aprende y debe usar si quiere sobrevivir en la selva, pero al mismo tiempo esto marca una gran diferencia con los animales con los que él se quiere mezclar.
Ya anunciaron su secuela, tal vez veamos al cachorro humano entrar a la adolescencia y ser testigos de un proceso de maduración muy interesante, tal vez atestigüemos su ingreso a la aldea de los humanos y sirva como un puente entre los hombres y la naturaleza, representante del equilibrio y la consciencia ecológica. Todo esto es pura especulación.
En fin, una película llena de vida, con ritmo y energía, comprometida con los problemas de nuestros tiempos. También es descaradamente comercial, gringa a más no poder y puede ser que innecesaria... pero qué demonios me importa, la gocé.

7.4
16,958
10
28 de enero de 2016
28 de enero de 2016
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La locura (palabra con la que se refiere muchas veces a la esquizofrenia) es la maldición del sueño eterno para Léolo Lauzon, un hermoso niño de 12 años. Esta maldición afecta a toda su familia y él se presiente acechado por ella.
Por otro lado tenemos a La dama de Shalott, quien no debe mirar hacia afuera de su ventana en la torre, está destinada a vivir ahí sin asomarse jamás. A través de la venta de su recámara, Léolo observa a la bella Bianca, de quien está apasionado más que enamorado. La dama de Shalott, enamorada del Rey Arturo, se asoma por la ventana para verlo y entonces es condenada a dormir para toda la eternidad.
Léolo inerte en la bañera llena de hielo es como un reflejo de la Señora de Sahlott de John William Waterhouse.
La cuidadísima atmósfera que el director crea valiéndose de un exacto emplazamiento de su cámara y recursos como el voyerismo, la inserción de luces que provienen de fuentes desconocidas y la poderosa capacidad de evocación de sensaciones por parte del joven protagonista, juega a remarcar y desdibujar esa línea que separa el mundo real del mundo al que Léolo accede para huir del espanto de su asfixiante realidad; llena de patetismo, experiencias sexuales malsanas, suciedad, fluidos y podredumbre.
Esa atmósfera tan embriagadora (mezcla de ternura y porquería) con la que se rodean tanto el mundo terrenal como el de la mente de Léolo, hace posible estas evidentes paradojas. En uno (el mundo terrenal), tenemos el candor humano, las ideas, la inteligencia y el amor de los familiares que lo rodean; en el otro (el onírico) tenemos imágenes cercanas al surrealismo, la verborrea desatada, las emociones en caos. Las reflexiones más profundas que plantea esta película vienen cuando Léolo está en la línea divisoria de ambos mundos.
Por eso es tristísimo el final; pero no nos engañemos, es muy probable que lo que vimos no fue lo que en realidad sucedía. ¿Qué tal que en vez de observar a un niño evadir su realidad utilizando su imaginación atestiguamos un despliegue de síntomas todos relacionados a un trastorno esquizofreniforme? Simple y sencillamente trágico, pues en cierta medida él mismo fue el arquitecto de su propia destrucción.
Expliquemos brevemente ambas aristas.
-Esos extravíos del pequeño pueden muy bien haber sido alucinaciones.
-Tenemos a un personaje con virtudes más que defectos (es curioso y posee una sensibilidad impresionante, es sumamente consiente de lo que sucede a su alrededor y es muy inteligente).
-Ese “porque sueño, yo no lo estoy” podría ser síntoma de delirio de grandeza disfrazado de paráfrasis (Léolo en varias ocasiones se refiere a los demás personajes de manera despectiva exaltando al final virtudes propias con la frase anterior).
-Comete un grave error, debido a esa pasión (su atracción por Bianca lo lleva a cometer un intento de homicidio, y la constante negativa a ser estudiado y atendido por la única persona que sabe que algo no anda bien: la doctora).
-El hecho de que pueda articular ideas en su cabeza no significa que estas puedan tener sentido fuera de ella, como la película está narrada con voz en off asumimos que estamos dentro de la cabeza del Léolo y como el cerebro de los que sufren esquizofrenia perciben estos estímulos como reales es también lógico que nosotros encontremos sentido a esas ideas (lo que sería evidencia de un aspecto más de los llamados síntomas positivos de esquizofrenia).
-Debido al desbalance que ocasionan sus atropellos, el universo buscará rehacer el equilibrio eliminando al autor de dichos agravios (sin ponernos místicos, la inexorable evolución de las fases del trastorno psiquiátrico).
La dama de Shalott aparece otra vez mientras se suceden los títulos de crédito para recordarnos la maldición del sueño eterno y como ahora ese hermoso niño vivirá postrado en un permanente estado catatónico; pero en un mundo que desea y que de otra forma no puede alcanzar.
Léolo permanece inmóvil y nosotros tenemos el corazón roto, con miles de preguntas zumbándonos en el cráneo y las emociones exaltadas. La película cumplió su cometido como obra de arte, como los más bellos filmes.
**Gracias a las charlas con mi hermano que estudia psicología y a un gran libro recomendado por un gran maestro, pude entender mejor el trastorno de la esquizofrenia: "Imágenes de la locura. La psicopatología en el cine", de Beatriz Vera Poseck. Recomiendo el libro ampliamente.**
Por otro lado tenemos a La dama de Shalott, quien no debe mirar hacia afuera de su ventana en la torre, está destinada a vivir ahí sin asomarse jamás. A través de la venta de su recámara, Léolo observa a la bella Bianca, de quien está apasionado más que enamorado. La dama de Shalott, enamorada del Rey Arturo, se asoma por la ventana para verlo y entonces es condenada a dormir para toda la eternidad.
Léolo inerte en la bañera llena de hielo es como un reflejo de la Señora de Sahlott de John William Waterhouse.
La cuidadísima atmósfera que el director crea valiéndose de un exacto emplazamiento de su cámara y recursos como el voyerismo, la inserción de luces que provienen de fuentes desconocidas y la poderosa capacidad de evocación de sensaciones por parte del joven protagonista, juega a remarcar y desdibujar esa línea que separa el mundo real del mundo al que Léolo accede para huir del espanto de su asfixiante realidad; llena de patetismo, experiencias sexuales malsanas, suciedad, fluidos y podredumbre.
Esa atmósfera tan embriagadora (mezcla de ternura y porquería) con la que se rodean tanto el mundo terrenal como el de la mente de Léolo, hace posible estas evidentes paradojas. En uno (el mundo terrenal), tenemos el candor humano, las ideas, la inteligencia y el amor de los familiares que lo rodean; en el otro (el onírico) tenemos imágenes cercanas al surrealismo, la verborrea desatada, las emociones en caos. Las reflexiones más profundas que plantea esta película vienen cuando Léolo está en la línea divisoria de ambos mundos.
Por eso es tristísimo el final; pero no nos engañemos, es muy probable que lo que vimos no fue lo que en realidad sucedía. ¿Qué tal que en vez de observar a un niño evadir su realidad utilizando su imaginación atestiguamos un despliegue de síntomas todos relacionados a un trastorno esquizofreniforme? Simple y sencillamente trágico, pues en cierta medida él mismo fue el arquitecto de su propia destrucción.
Expliquemos brevemente ambas aristas.
-Esos extravíos del pequeño pueden muy bien haber sido alucinaciones.
-Tenemos a un personaje con virtudes más que defectos (es curioso y posee una sensibilidad impresionante, es sumamente consiente de lo que sucede a su alrededor y es muy inteligente).
-Ese “porque sueño, yo no lo estoy” podría ser síntoma de delirio de grandeza disfrazado de paráfrasis (Léolo en varias ocasiones se refiere a los demás personajes de manera despectiva exaltando al final virtudes propias con la frase anterior).
-Comete un grave error, debido a esa pasión (su atracción por Bianca lo lleva a cometer un intento de homicidio, y la constante negativa a ser estudiado y atendido por la única persona que sabe que algo no anda bien: la doctora).
-El hecho de que pueda articular ideas en su cabeza no significa que estas puedan tener sentido fuera de ella, como la película está narrada con voz en off asumimos que estamos dentro de la cabeza del Léolo y como el cerebro de los que sufren esquizofrenia perciben estos estímulos como reales es también lógico que nosotros encontremos sentido a esas ideas (lo que sería evidencia de un aspecto más de los llamados síntomas positivos de esquizofrenia).
-Debido al desbalance que ocasionan sus atropellos, el universo buscará rehacer el equilibrio eliminando al autor de dichos agravios (sin ponernos místicos, la inexorable evolución de las fases del trastorno psiquiátrico).
La dama de Shalott aparece otra vez mientras se suceden los títulos de crédito para recordarnos la maldición del sueño eterno y como ahora ese hermoso niño vivirá postrado en un permanente estado catatónico; pero en un mundo que desea y que de otra forma no puede alcanzar.
Léolo permanece inmóvil y nosotros tenemos el corazón roto, con miles de preguntas zumbándonos en el cráneo y las emociones exaltadas. La película cumplió su cometido como obra de arte, como los más bellos filmes.
**Gracias a las charlas con mi hermano que estudia psicología y a un gran libro recomendado por un gran maestro, pude entender mejor el trastorno de la esquizofrenia: "Imágenes de la locura. La psicopatología en el cine", de Beatriz Vera Poseck. Recomiendo el libro ampliamente.**

7.5
10,663
10
13 de diciembre de 2015
13 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como toda buena película (o buena narración, al fin de cuentas), "La canción del mar" posee un discurso bien elaborado que apunta a los temas básicos y universales que han acompañado al ser humano siempre. Sin pretensiones de desvelar la quinta esencia de la película, las cuatro temáticas que titulan el texto servirán como excusa para redactar una reflexión en torno a este hermoso cuento.
El tema de la pérdida está retratado de una forma bastante delicada y sensible. De hecho, podemos ver cómo tres personas diferentes afrontan de tres formas distintas el dolor a través del tiempo. Tenemos en primera instancia al personaje del padre, en clara depresión; al de la niña pequeña que no dice una sola palabra, como emulando el mutismo de los pequeños después de un hecho trágico y el personaje protagonista, siempre irritado, con rencor hacia su hermana culpándola en cierto sentido. Este será un viaje entonces hacia la aceptación y la sanación.
Este viaje le enseñará al protagonista que la tristeza que lo embarga es parte del abanico de emociones que todos los seres humanos poseen. Perder emociones etiquetadas como negativas por los nuevos gurús del éxito que están de moda ahora, por ejemplo, no significa otra cosa que deshumanización. La película nos dice claramente que las emociones, aún caóticas, son nuestra esencia y deben ser por lo tanto no reprimidas, sino encausadas.
Mal encausadas están, por cierto, las acciones del personaje de la abuela, que representa una sombra indeseada en la familia. Una familia que vive al borde, con un padre que está y al mismo tiempo no, una niña que no sabe hablar; un niño que se rehúsa a establecer relación alguna con su hermana y la anciana que con las mejores intenciones termina por querer acapararlo todo. Los lazos que los unen deberán reconstruirse; pero nunca a la fuerza.
Todo esto envuelto en el místico folclor de Irlanda, cuya tradición oral sirve para contar historias con enseñanzas perennes, que preservándose a través del tiempo moldean a la comunidad y son moldeadas por ella, razón por la cual el poema "El niño perdido" de Yeats es recitado para establecer una atmósfera mágica y como preludio a los acontecimientos en una introducción tan poética como la de "Blancanieves y los siete Enanos" y tan meticulosamente construida como la de "Ciudadano Kane".
Y es que lejos de limitarse a ser una sucesión de dibujos majestuosos, la película a nivel cinematográfico está espléndidamente narrada, comenzando con los ejes que el director respeta al máximo. En lo que se refiere a las direcciones que toman los personajes al desplazarse en el cuadro, la decisión de no "saltar" los ejes hace que en la película desplazarse a la derecha del cuadro signifique algo y desplazarse a la izquierda (o mejor dicho volver a la izquierda, revisen la película y entenderán mi punto) signifique otra cosa.
Enorme cantidad de planos generales para alardear -y con justa razón- de la composición de los paisajes y la rica paleta de colores y texturas; pero utilizando recursos simbólicos que mantienen nuestra atención en el relato: ángulos bien definidos, líneas rectas y formas agudas y filosas para representar peligro; y círculos y ondas para representar calma, calidez, bienestar y los umbrales a un mundo mágico. También hay espacio para primeros planos y ángulos en picado que en una escena específica disminuyen al personaje principal de una manera poderosa mostrándonos su fragilidad.
La película está impregnada de una banda sonora espléndida por su sencillez y su capacidad de evocar voces místicas, cotidianas y naturales que le otorgan una sensación de magia y candor humano. Voces que acompañan a un protagonista que ha recorrido un largo y extraordinario viaje y que en su trayecto ha cambiado, hasta un lírico y emotivo final.
En resumidas cuentas se trata de una odisea, que no tiene mayores pretensiones que contar una historia, eso sí: inteligentemente construida, espléndidamente narrada, sensible, muy humana y profundamente emotiva. Razón por la cual se alza gloriosa ante nuestros ojos atónitos y nos damos cuenta de que la película se coló hasta tocar nuestras fibras sensibles planteándonos preguntas que llevan a reflexiones necesarias al contemplar nuestro reflejo en ella, que es a lo que aspira una obra de arte.
Somos como Ben, el protagonista, al final de esta historia ya no somos los mismos, hemos crecido y hemos sanado.
El tema de la pérdida está retratado de una forma bastante delicada y sensible. De hecho, podemos ver cómo tres personas diferentes afrontan de tres formas distintas el dolor a través del tiempo. Tenemos en primera instancia al personaje del padre, en clara depresión; al de la niña pequeña que no dice una sola palabra, como emulando el mutismo de los pequeños después de un hecho trágico y el personaje protagonista, siempre irritado, con rencor hacia su hermana culpándola en cierto sentido. Este será un viaje entonces hacia la aceptación y la sanación.
Este viaje le enseñará al protagonista que la tristeza que lo embarga es parte del abanico de emociones que todos los seres humanos poseen. Perder emociones etiquetadas como negativas por los nuevos gurús del éxito que están de moda ahora, por ejemplo, no significa otra cosa que deshumanización. La película nos dice claramente que las emociones, aún caóticas, son nuestra esencia y deben ser por lo tanto no reprimidas, sino encausadas.
Mal encausadas están, por cierto, las acciones del personaje de la abuela, que representa una sombra indeseada en la familia. Una familia que vive al borde, con un padre que está y al mismo tiempo no, una niña que no sabe hablar; un niño que se rehúsa a establecer relación alguna con su hermana y la anciana que con las mejores intenciones termina por querer acapararlo todo. Los lazos que los unen deberán reconstruirse; pero nunca a la fuerza.
Todo esto envuelto en el místico folclor de Irlanda, cuya tradición oral sirve para contar historias con enseñanzas perennes, que preservándose a través del tiempo moldean a la comunidad y son moldeadas por ella, razón por la cual el poema "El niño perdido" de Yeats es recitado para establecer una atmósfera mágica y como preludio a los acontecimientos en una introducción tan poética como la de "Blancanieves y los siete Enanos" y tan meticulosamente construida como la de "Ciudadano Kane".
Y es que lejos de limitarse a ser una sucesión de dibujos majestuosos, la película a nivel cinematográfico está espléndidamente narrada, comenzando con los ejes que el director respeta al máximo. En lo que se refiere a las direcciones que toman los personajes al desplazarse en el cuadro, la decisión de no "saltar" los ejes hace que en la película desplazarse a la derecha del cuadro signifique algo y desplazarse a la izquierda (o mejor dicho volver a la izquierda, revisen la película y entenderán mi punto) signifique otra cosa.
Enorme cantidad de planos generales para alardear -y con justa razón- de la composición de los paisajes y la rica paleta de colores y texturas; pero utilizando recursos simbólicos que mantienen nuestra atención en el relato: ángulos bien definidos, líneas rectas y formas agudas y filosas para representar peligro; y círculos y ondas para representar calma, calidez, bienestar y los umbrales a un mundo mágico. También hay espacio para primeros planos y ángulos en picado que en una escena específica disminuyen al personaje principal de una manera poderosa mostrándonos su fragilidad.
La película está impregnada de una banda sonora espléndida por su sencillez y su capacidad de evocar voces místicas, cotidianas y naturales que le otorgan una sensación de magia y candor humano. Voces que acompañan a un protagonista que ha recorrido un largo y extraordinario viaje y que en su trayecto ha cambiado, hasta un lírico y emotivo final.
En resumidas cuentas se trata de una odisea, que no tiene mayores pretensiones que contar una historia, eso sí: inteligentemente construida, espléndidamente narrada, sensible, muy humana y profundamente emotiva. Razón por la cual se alza gloriosa ante nuestros ojos atónitos y nos damos cuenta de que la película se coló hasta tocar nuestras fibras sensibles planteándonos preguntas que llevan a reflexiones necesarias al contemplar nuestro reflejo en ella, que es a lo que aspira una obra de arte.
Somos como Ben, el protagonista, al final de esta historia ya no somos los mismos, hemos crecido y hemos sanado.
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