El cuento de las comadrejas narra la historia de una convivencia tan necesaria como odiosa.

Un baile acompasado de pasiones humanas, buenas y malas.

Un encuentro de diálogos magistralmente articulados donde parece que los protagonistas solo se oyen pero en realidad se están escuchando.

Un punto de encuentro entre el amor, el odio, la frustración, la soberbia, la codicia, el perdón, un pasado supuestamente glorioso que se añora y un futuro más bien improbable.

Sorprende que una película argentina cuente con una actriz española, Clara Lago, la cual, debo reconocerlo, en ocasiones, llega a convencer de su acento argentino y evoluciona en su interpretación conforme va transcurriendo la película.

El cuento de las comadrejas es de esas películas que merecería ver solo por la interpretación de la actriz principal, aunque merece verla por todo lo demás. Las huellas del tiempo en su rostro (prefiero llamarlas así en vez de arrugas) llegan a formar parte del guion.

En definitiva, como las comadrejas, los supuestos débiles y decrépitos protagonistas, son capaces de capturar presas supuestamente mayores, llegando incluso a introducirse en sus madrigueras hasta capturar a sus presas, incluidas sus crías, no dejando rastro alguna de ellas, todo ello con la finalidad de permanecer en una convivencia, tan necesaria como odiosa.