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Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
10
15 de junio de 2013
55 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta película la música no es accesoria, como muchos pueden creer, sino que es parte esencial de la misma. El personaje principal es un homenaje rotundo a la persona de Ravel: el hombre solitario, enfermizamente tímido, que adora los mecanismos, que ama a la música porque "es un sueño". Un sueño frágil, casi de cristal, pero en el que cabe todo cuanto amamos y todo cuanto somos incapaces de convertir en otra cosa que no sea música.

Esta historia no es una historia de cobardía, no es una historia de amor, no es una historia de seducción ni es una historia de la indiferencia; sino una historia sobre la impotencia humana y cómo se sublima en la música. La impotencia de Stéphane para amar, que es la misma impotencia que le llevó a dejar el violín y a retener su frío corazón de invierno entre la soledad, los mecanismos, el silencio y la escucha distante de esa música de Ravel que se erige frágil y hermosa como un palacio de cristal.
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spoiler:
La principal pregunta que uno se puede formular al final de la película es: ¿él la amaba? ¿O era todo un juego de seducción sin más? La respuesta es que sí, claro que la amaba. Pero igual que amaba a la música, como un sueño que él ve incapaz de materializar, de dar vida (dice: "Hay algo muerto en mí", "Son emociones a las que no tengo acceso"). Se explica esto perfectamente en la escena final, cuando ella sale del bar, se sube al coche y empieza a sonar de nuevo la música de Ravel: ama a la música porque es un sueño, y ella también lo es. Además, hay un guiño en el que lo dice, cuando le pregunta la chica sobre si quería al maestro fallecido y él responde: "Antes era la única persona que amaba". Leyendo entre líneas: porque ahora te amo a ti también. Además, hay varias declaraciones "spinozianas" del amor, cuando afirma sinceramente "Me alegro mucho de verte", que es como decir "Me alegro de que existas", que es como decir "Te amo" en una de sus formas más puras.

Él pone en marcha el juego de la seducción impulsado por el deseo de conocerla casi sin darse cuenta, y, sobre todo, sin imaginarse que pueda surtir efecto sabiendo que Camille en teoría amaba a su amigo. Él, si os fijáis bien, casi nunca se acerca a ella; más bien es al contrario, e incluso en varias partes, cuando se da cuenta de lo que está pasando, da marcha atrás. No fue intencionadamente, pues, que forzó las escenas finales en las que se ve totalmente bloqueado por su impotencia y por las circunstancias destruyendo todo cuanto tiene, todo cuanto es ("Me estoy destruyendo a mí", dice a Camille).

Ella al principio no lo entiende, obvio, como la mayoría de los espectadores. Pero también en la escena final, cuando dirige sus ojos llorosos a la cristalera del bar se puede ver que lo entiende: su impotencia, su soledad. No hay rencor ya en esa mirada.

En la película no se explican los porqués. Nadie sabe por qué Stéphan es así, por qué anidó esa impotencia en su corazón. De ahí que sea difícil entenderlo, empatizar con él; porque no sabemos sus experiencias en la infancia, adolescencia, y más tarde aún. Pero realmente no es difícil imaginarlo, en una sociedad como la nuestra, donde se vive al margen de todo lo importante, donde se intentan esquivar los sentimientos, donde los corazones crecen en soledad... Donde el invierno nunca cesa.
22 de julio de 2013
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es obvio que Amadeus resulta ser una ficción muy bien construida, con excelentes interpretaciones, buenas escenas y una buena narración en la historia; pero el mensaje principal entorno al cual está construida la película es ciertamente peligroso, además de anacrónico.

Amadeus, en el fondo, no es una película sobre Mozart, ni sobre Salieri, ni sobre la música o la sociedad en la segunda mitad del S. XVIII, sino una película que pretende demostrar la inferioridad y la impotencia de los artistas "mediocres" frente a la figura del gran genio, cuyas dotes han sido entregadas por el Todopoderoso. Esta idea, para empezar, es una idea netamente romántica y no es aplicable a la sociedad ilustrada de aquel tiempo. Por entonces, la música era entendida como un oficio más.

Es cierto que Salieri en la vida real se retiró de la escena, pero no fue por considerarse un inferior ante los "genios de la lámpara" que por allí pululaban (que serían Beethoven y compañía, no Mozart), sino porque comprendió que el público ya no tenía los mismos gustos que antaño y que la música celebrada era una que era incapaz de entender. Algo natural llamado relevo generacional en modas, gustos, estéticas: como si los Beatles volvieran hoy en día a engatusar a las adolescentes que, sinceramente, ya no tienen los mismos gustos ni por asomo que en los años 60.

Decía que este mensaje sobre la música y sobre el arte es peligroso, y entiéndase por qué: esta ha sido una película muy distribuida y pienso en cómo pudo extender una idea anticuada y realmente falaz sobre el arte, especialmente entre los jóvenes que quieren dedicarse a ello. No es una cuestión de ser iluminado o no por la gracia divina, ni tampoco de tener una genética especial o algo así, la música, como cualquier arte, se puede aprender con esfuerzo, pasión y dedicación. En este sentido, el ejemplo de Beethoven es magnífico: toda una carrera de determinación y autosuperación. También el propio Mozart, pese a todas sus facilidades, tuvo que trabajar como un negro para llegar a donde llegó. No fue cuestión de inspiración divina, en absoluto.

Además, esta idea también puede alterar nuestra visión sobre los artistas del pasado. No sólo los grandes "genios" señalados por la Historia escribieron gran música. Existen muchas obras de muchos autores considerados como "menores" que, sin embargo, resultan ser maravillosas y, en muchos casos, aún están por descubrir.

Amadeus es sin duda una buena ficción, y recordemos que es eso, una ficción "inspirada" en algunos datos biográficos; pero todo el film gira alrededor de un mensaje poco alentador y, si a mí se me preguntara, realmente equivocado, por lo menos en nuestros días. Fácilmente me puedo imaginar muchas otras películas sobre la interesantísima vida de Mozart, de la que se podría hablar largo y entendido acerca de otros muchos asuntos que resultarían mucho más atractivos para el público del S.XX y XXI.
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Apuntes histórico-musicales:

- Es interesante cómo se tomaron la molestia de utilizar para la película fortepianos de la época (todo un acierto) y luego la música orquestal (las óperas, el réquiem) están realizadas con una orquestación y una praxis totalmente moderna.

- Es cierto que Mozart fue un niño prodigio, pero sus tempranas composiciones no eran otra cosa que meras imitaciones calcadas de la música de la época. Cabe preguntarse, entonces, si no serían un mayor prodigio compositores como Brahms, que ya a los 19 años escribía con un lenguaje compositivo muy particular y original que mantendría, más o menos, durante toda su vida.

- La escena del dictado a Salieri es un poco surrealista para cualquier músico, realmente las cosas no funcionan así.

- Lo de las partituras sin "tachones" de Mozart no se sabe hasta qué punto es verídico. Quizás los antiguos borradores no se conserven y, además, se pueden observar "tachones" en obras tardías De todas formas, esto no es tan excepcional y existen otros muchos casos que escribían así: ¡hay que pensar dos veces las cosas antes de ponerlas en el papel!

- Konstanz en la película se ve convertida en una especie de heroína romántica que quiere salvar a su amado genio, pero la realidad es que el matrimonio de Mozart fue un bucle de problemas continuos, con infidelidades y muchos otros roces. Obviamente que la película es ficción y es legítimo reinventar los personajes, pero me pregunto si la Konstanz histórica no daría mucho más juego a la trama.
6 de enero de 2014 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es pura magia. Se puede analizar social, política y psicológicamente hasta el paroxismo, pero ha de adentrarse en ella con ojos de niño para poder apreciar toda su belleza y contenido. Yo la vi una noche, en la cama, tras un día cansado, pero, pese a su ritmo lento y a sus silencios, no me quedé dormido. En su conjunto, la obra tuvo un efecto de gran ensoñación y se fundió de forma totalmente integrada con un largo insomnio posterior.
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Al igual que Ana, caí en el truco del cine. No hice caso a la advertencia y me tomé en serio esa mágica mentira. Y también me pregunté: ¿por qué matan al hombre de la casa del pozo? Mi hermana mayor me da sesgadas razones políticas y sociales, pero sigo sin entender: ¿por qué lo matan? Los espíritus son buenos si eres bueno con ellos. Me apuntó con una pistola pero luego me sonrió. No hay razón para temer cuando se es bueno, o eso es lo que dice Mamá.

Pero aún así tengo miedo. Miedo de la muerte cuando mi hermana se burla de mí y formo parte de sus juegos violentos. Después se ríe, como si no tuviera importancia, como si fuera algo normal, y no tengo más remedio que perdonarla; pero lo he pasado mal. También tengo miedo del espíritu. Aunque su expresión es bondadosa y me gustaría jugar con él cerca del río, cuando tiende la mano hacia mí, yo tiemblo de miedo y me echo a correr para quedarme dormido lejos, muy lejos de allí.

Pero aunque le tenga miedo también quiero conocerlo. Porque sé que hay algo escondido en el tenso silencio de Papá y Mamá que nos obliga a hablar susurrando. Sé que hay algo de cierto y misterioso en las películas que proyectan en el pueblo, en lo que se dice en la escuela. Sé que el tren en torno al que jugamos llega a otros lugares por conocer. Hay una verdad que palpita allá afuera y quiero conocerla, porque el puro deseo de conocer, tan infantil como humano, se apodera de mí.

Y sé que esa verdad no se encuentra en las paredes frías de la enorme casa en la que vivo. Porque Mamá sólo duerme, aunque cuando piso su cuarto me he dado cuenta de que siempre finge dormir. Y porque Papá vive a destiempo, la luz de su cuarto brilla de noche y siempre escucho sus pasos rezumbar. Milagros dice que tiene que dejarse de "imaginerías". Mi hermana es mi única compañera pero creo que se burla de mí porque me ve como una niña tonta. Pero en realidad ellos tampoco entienden. Por eso cuando Papá descubrió el secreto de la casa del pozo me eché a correr lejos de él, lejos de esa casa, lejos de ese pueblo.

Porque Ana sabe que allí ya no habita el espíritu: un espíritu que es la vida y que es la verdad. Un espíritu fantasmagórico, mágico, que habita detrás del silencio. Un espíritu cuyo cuerpo es el de Frankestein, cuerpo cosido de cadáveres de víctimas de una guerra sin sentido, un intento desesperado de vivir a pesar de todas las heridas, de todas las separaciones, de todo lo que ha se ha roto, para siempre quizás.

Ana tiene miedo de ese espíritu pero quiere encontrarlo. Yo también tengo miedo de la verdad pero quiero encontrarla. Y no sólo de esa verdad histórica, sino de la verdad que habita más allá de mi cuarto. Cojo un vaso de la mesilla de noche y bebo agua, y al igual que Ana me cuesta tragarla. Porque me cuesta aceptar esta realidad, esta casa, esta gente. Ana cree que levantándose y pronunciando su nombre, el espíritu llegará, y una parte de mí también quiere levantarse y abrir el ventanal y mirar al cielo. La verdad habita más allá, allí afuera, quizás sólo hace falta asomarse a ella y me susurrará lo que este mundo oculta.

Pero no es tan sencillo. Ana no tardará en descubrirlo. ¿Y entonces se volverá una más? ¿O albergará en su corazón aquella extraña historia y en el fondo todo aquello será el inicio de un nuevo porvenir, el germen del cambio?

No hay tanta distancia entre esa España de posguerra y la sociedad actual. Tan sólo que entonces la verdad se ahogaba con silencio y censura. Hoy se ahoga a borbotones de ruido e hiperactividad. Y es entonces cuando una película te regala el silencio y la hondura. Y es como si volvieras a nacer y a tener aún toda la magia por delante: todo el deseo, y todo el temor.

P.D.: No olvidaré la estupenda banda sonora de Luis de Pablo. El sonido de esa flauta en Sol es tan mágico como el resto del film.
13 de agosto de 2020 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de una película un tanto corta, no demasiado ambiciosa en su desarrollo de los personajes o en la amplitud de su temática, pero de una alta coherencia que resalta su mensaje principal. Y ese no es otro que la diatriba moral que lanza a su espectador desde poco más del inicio de la película, cuando la protagonista, la estudiante Nóri, decide revelarle un secreto a su compañero de orquesta, David. ¿Es dicho secreto cierto? ¿Hasta qué punto? ¿Es quizás una malinterpretación, una exageración o algún tipo de artimaña elaborada? A medida que la película avanza el espectador intenta hallar su respuesta en los gestos más simples, en la forma en la que los personajes entrecruzan las miradas, en la duración de los silencios o en las palabras escogidas para responder una pregunta inesperada.

El contexto de la música clásica en el que se mueve la película resulta creíble y acertado (lo dice una persona que curiosamente fue estudiante en algunas de las localizaciones del film), pero no es más que un telón de fondo para la verdadera acción que transcurre entre bambalinas. En ese sentido, los melómanos que se hayan visto atraídos por la temática del film pueden sentirse un tanto decepcionados al no encontrar una auténtica exposición y profundización de las vivencias artísticas de los personajes. Al menos, en el camino se podrá disfrutar de una banda sonora variada y de calidad.

Mientras algunas películas son un tanto bruscas o demasiado explícitas en su mensaje, la sutileza con la que se logra la denuncia social en este film es especialmente efectiva, ya que precisamente expone la ambigüedad y la aparente superficialidad de un drama que muchas veces es sepultado por las reticencias de la duda y, finalmente, por la vergüenza del silencio.

Al término del film el espectador podrá reflexionar sobre sus propias impresiones y cómo ha gestionado la duda generada por la principal incógnita de la historia. Una que, como es mostrado a través de los diferentes personajes, puede llevar tanto a la toma de acciones en la búsqueda de la verdad como a todo tipo de inacciones, negaciones y desestimaciones que conducen a la aceptación y normalización de una situación injusta.
4 de enero de 2014 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras leer una razonable parte de la inmensidad de críticas, me dispongo a participar en el debate de este film controvertido. ¿Obra maestra o basura intelectualoide?

Ni una ni otra. Una de cal y otra de arena.

Una de cal por la estupenda realización. Arriesgada, original, rupturista, provocadora, pero Lars sabe a lo que juega y sabe jugar sus cartas. El minimalismo es perfecto, las paredes transparentes diseccionan el pueblo, la atmósfera agobiante, claustrofóbica, hace sentirnos tan atrapados como Grace, el manejo de la tensión, la maravillosa teatralidad, la vibración y la inquietud de la cámara… Sin olvidar la estupenda actuación por parte de casi todo el elenco de actores. Lo peor: la voz en off, que se hace reiterativa y cargante y, a mi parecer, debería estar más dosificada.

No nos engañemos: Dogville es lo que es gracias a esta parte técnica. Porque esta historia contada de una forma convencional, en un pueblo normal, con los planos estereotipados como cualquier película (por favor, hagan el esfuerzo de imaginarlo de verdad), sería una obra mediocre, previsible y aburrida; pasaría totalmente desapercibida.
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Porque pasemos a la arena. Y la arena es claramente el mensaje. Un mensaje rotundo, claro y para nada ambiguo. Los buenos en esta película son sólo falsas apariencias, son egoístas e hipócritas que persiguen fines tan mezquinos como los malos. Son incluso peores, porque pretenden ser algo que no pueden ser. Y, además, son unos perfectos inútiles que, por culpa de su hipocresía no terminan ni por hacer lo que realmente desean (pobre Tom: ni novela ni “polvo”).

Este giro de tuercas, esta “desmitificación” de la bondad, de la filosofía o de la ética, no me parece mala en sí. Incluso me parece necesaria hasta cierto punto, pero no es justo entregarse a ella totalmente como hace Lars von Trier. Ni siquiera es bueno para el propio film, independientemente de cualquier filosofía. Porque se hace monótono y previsible. Estaba claro que toda la maldad de Dogville saldría a la luz. Que iban a violar a Grace, a vejarla, torturarla, explotarla física y psicológicamente. Había oído que al final la película daba un giro revelador que obligaba a reinterpretarla, y esperé toda la película a que apareciera la sombra de la duda. Una duda que parecía llegar en esa bella escena en la que Tom y Grace se debaten la noche de la “última votación”.

Pero el final no hizo sino agravarlo todo. Si esperaba una vuelta atrás que equilibrase la balanza, un giro radical, al final la “genialidad” de Lars Von Trier consiste en continuar recto y pisar el acelerador a fondo de la forma más directa, brutal y estúpida posible. Y no me deslumbró. Me decepcionó.

En vez de preguntas (como plantea cada buena obra de arte, porque, ¿de qué están conformadas las personas sino de preguntas?) la película ofrece una única y simple respuesta. Sólo vale el ojo por ojo. El mal contra el mal. La violencia contra la violencia. No tiene sentido el perdón, ni la educación, ni la filosofía, ni la empatía, ni la compasión, ni siquiera el amor (sólo hay sexo, el amor “libre" y justo es un absurdo imposible). ¿Para qué todas esas chorradas? Si atrasan la civilización y nos hacen dar vueltas innecesarias… Lo que hay que hacer es tener el poder, hacer una carrerita por él y esperemos tener suerte y que no nos pille del otro lado, porque si no estamos bien jodidos. Y si el estado nos da problemas, pues revolución violenta y a barrer con todo. Y larga vida a Stalin. Y también a Hitler, por qué no. Y a coger los fusiles como Franco cuando las cosas se ponen feas por culpa de esos arrogantes republicanos que creen en “un lugar mejor”. ¡Pero si no hay otro lugar! Así es la humanidad. Narcisista e ignorante como ella sola. Y no tiene remedio. Y no hay ninguna salida, como en la propia Dogville. Estamos encerrados en el escenario de tiza de nuestra propia mezquindad. Así que aceptémoslo (cuánto antes mejor) y vivamos impunemente en él sin ni siquiera tener remordimientos de conciencia, porque… ¿Conciencia? ¿Para qué?

Me entristece profundamente que esta película tenga tantos acérrimos seguidores que abracen su mensaje y se sientan identificados con esta visión de la humanidad. En primer lugar, porque es una visión simplista e injusta del mundo. El ser humano es capaz de lo peor al mismo tiempo que de lo mejor. Y en segundo lugar, por toda la dejadez, cinismo e indiferencia que se desprende de ella. No: el bien existe, y es útil. Es difícil pero no por ello debemos renunciar a él.

Llamadme ingenuo pero creo, sinceramente, que puede existir un lugar mejor. Y por eso no acepto la arena de este film: y para mí la arena sigue siendo arena; y la cal, cal. Muchas veces tengo la sensación de que este mundo está puesto del revés. Pero parece que a poca gente le importa.
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