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Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
20 de mayo de 2015 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que destaca por su frialdad y reflexión, muy anticonvencional e inesperada, y que es otro de los tantos intentos de denuncia laboral, y existencial de la terrible década de los 60.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Con Deserto Rosso (1964), Antonioni demuestra una vez más que en su carrera la monotonía no es leitmotiv de reconocimiento. El ex-director italiano ha demostrado la variedad a través de muchísimas películas, cada una con su forma y personalidad: Nadie negará que de Cronaca di un amore (1950) a Il Mistero di Oberwald (1980) hay una distancia incalculable, y no sólo porque se traten de épocas distintas. Con Deserto Rosso, consigue sincronizar la psicología del personaje con la del espectador, de manera seria y frustrante. Sin embargo, debido a su sobriedad, hay que tener la suficiente entrega y conciencia para enfrenarse ante un filme tan poco entretenido, espectacularizado. Desde una bella pero inestable mujer, Monica Vitti encarna la mente de un personaje (Giuliana), que es incapaz de soportar la rutina de una vida industrializada. Así, la narración se desarrolla a través de esa mente patológica, que no refleja otra cosa que el "sin vivir" de la era industrial, en una ciudad moderna como Rávena. Sus elementos, son el testimonio no sólo de la diferencia y la crisis económica, del contraste del avance tecnológico y del rediseño urbanístico, sino también de una confusión o anulación de la emoción y el entendimiento; una reacción instantánea al ruido interminable, la suciedad abrumadora, el cielo grisáceamente trágico, y una pertinente sensación de que la vida carece completamente de utilidad. Una utilidad, que se aferra a una esperanza que la llaman “progreso”, y que no es otra cosa la patraña más utilizada desde segunda mitad de siglo, a modo de secuel, de la Revolución Industrial. El plano psicológico pues, es el volante que conduce todo un filme reflexivo y perturbador, intentando “esclarecer” esa mirada del ciudadano ante tanta maquinaria y contaminación, una mirada que parece no existir. En una escena, Giuliana le comenta a Corrado: “No puedo mirar el mar por mucho tiempo (…) lo odio. No puedo mirar al mar y eso me preocupa (…) Me preocupa no tener ojos para ver “, a lo cual Corrado responde, “A mí me preocupa no tener un modo de vivir”, nada más y nada menos, que el reflejo del pensamiento del desnaturalizado y enajenado trabajador prototipo, en plena reflexión existencial. Es la dicotomía del siglo XX: Comer y trabajar dejándose la piel, o quejarse y no comer. El sexo, el alcohol, o el cigarrillo entonces, surgen en el argumento como únicas esperanzas a las cuales aferrarse, a sazón del no caer en el para qué de la vida. Sin embargo, “estas alas, no son suficientemente grandes como para poder volar”. Una película fría como el hielo y neurótica por su desviación, pero una forma diferente de defender al ciudadano y al trabajador, (La classe operaia va in paradiso. Elio Petri, 1971), de manera silenciosa y sugerente. Si uno no soporta el filme, es porque en su cabeza ha percibido el "no puedo más”, y ha percibido la décadence. Uno de los pocos filmes, que no deben verse de principio a fin. Magnífica obra de Antonioni.
16 de julio de 2015 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Cuarto Mandamiento –título más acertado que el original-, transmite la idea de la “pena-por-la-culpa”, que no es otra cosa que “el merecido para George”, un joven apuesto y atrevido, que cosecha el maldeseo de su pueblo por su soberbia y carácter impertinente. Por su envoltorio de “película clásica norteamericana--RKO”, y su temática de “desgracia familiar y amorío neo-nobiliar”, uno predice que el filme será “uno más, otro tanto”, en la abundante lista de cine comercial americano de los años 40. Sin embargo, no solo el vestuario -de “pasarela”- y la fotografía, -majestuosa en algunos puntos con ensayos de profundidad-, contradicen esta predicción, sino que además, la obra alcanza el virtuosismo en su exquisita narración. Cuando André Bazin apuntaba que “Orson Welles había hecho antes su obra barroca que su obra clásica”, no erraba del todo: Era de esperar que con un apunte así, el espectador se encontraría con un filme sobrecargado y rimbombante, y que muy posiblemente acabaría cansando. Sin embargo, hay mérito en esta película –que como en otras de Welles como el clásico “Ciudadano Kane” (1941)- la narratividad se convierte en el “plato fuerte”. En este caso, la narración “propia para una película larguísima, acaba siendo más corta de lo previsto”, con una gran capacidad de síntesis, y en comparación, es clara su madurez en el dominio del tiempo, después de su interminable –aunque maestra- obra Ciudadano Kane (1941). Este logro, se consigue con rapidísimas escenas que ayudan a la construcción del argumento, otras tantas menos cortas y simples, que a través de sus diálogos ayudan al espectador a comprender, poco a poco, las anécdotas de los personajes y el por qué de sus relaciones. Quizás no merezca esta obra, más que un notable –por el tema-, pero el “envoltorio del caramelo”, es más que espectacular: Welles es capaz de desembuchar una desdichada y enrevesada historia, de la manera más sencilla y constructiva posible. ¿Es Orson Welles pues, en realidad un arquitecto?

Christian Blanco
7 de abril de 2015 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atrapado en el experimentalismo y la esquizofrenia al estilo de Naked Lunch (1991), González Iñárritu nos ofrece un filme victimista sobre la cara oculta de la fama, en la piel de un actor llamado Riggan (Michael Keaton) que está pasado de moda. El NY Times vuelve a hacer la pelota (llama al filme “revoltosamente fanfarrón”), y el Diario Clarín pone las cartas sobre la mesa. El papel de Edward Norton, lo único destacable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Aunque Iñárritu no haya sido tan paranoide como otras veces (Naran Ja, 2012), esta vez no se ha quedado corto. Mientras que al cámara le dan venazos de avant-garde innecesarios –gira durante cinco minutos sobre una mesa en la que discuten Riggan y Mike–, al batería dan ganas de matarle y resucitarle por Keith Moon, y uno acaba prefiriendo el Metal Machine de Lou Reed. Aparte de la curiosa dicotomía teatro-cine que se amalgama, el objetivo de la película es bien otro: Apenarnos por el actor (de Broadway) que ha pasado de estar “forrado” a no “comerse un rosco”. Si antes los artículos wikipeidísticos, las revistas del corazón y las leyendas urbanas no fueron suficientes, ahora Birdman es el colmo. Ese morbo por el escándalo, y en último término, el suicidio –Riggan se marca un Amy Winehouse–, hace que se siga alimentando el cine comercial actual. Y estrenar una película con tal finalidad no resuelve las cosas. Es de señalar además, la intolerancia que plasma la película, ante el papel del crítico –en una escena, Riggan en pleno fracaso y embriagado, le culpa de su decadencia a una crítica cineasta que pasaba por allí–.Nos nos engañemos, si el actor famoso cae, es porque hay varios factores que le propugnan a la caída, entre los más destacables, la demanda del público y la elección del cine actual, que con la fórmula película=beneficio, elabora una cartelera comercial donde aparecen los de siempre y lo de siempre. El crítico no destruye, si no que deconstruye, para que se siga construyendo.
Este año, los Óscar han estado muy discutidos, y Birdman se ha sobrevalorado –Descifrando Enigma ha recuperado la historicidad del cine, y Grand Hotel Budapest ha sorprendido por su vestuario, guión y dirección artística–. Desde luego, la New Regency Pictures (productora de Birdman), nos ha defraudado –ya que pareció tocar el cielo con 12 años de esclavitud (2013)– y otra vez ha vuelto a caer en el morbo del escándalo (El club de la lucha, 1999). Esto acaba cansando, y Broadway sigue publicitándose: Si Burt Lancaster y James Dean lo vieran, enmudecerían.

Christian Blanco
2 de julio de 2013 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En primer lugar, es necesario saber apreciar el estilo de Quentin Tarantino para estas películas, en segundo lugar, valorar el modo en el que transcurre la película sobre la trama de la historia, luego hablar de los personajes, por último, hay que hablar de una imponente banda sonora, y después de la idea de la película que se pretende transmitir. Luego, recomendaciones de verla película. Diálogo.
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En primer lugar, Kill Bill es una ejemplo más de las películas típicas de Tarantino, que si no has visto antes, impresiona e impacta por su modo distinto a hacer los Flashback por ejemplo y comenzar desde el final al principio para generar intriga y entretener al espectador, pero si ya has visto más películas de Tarantino antes, este estilo es repetitivo, y muy sangriento, y es previsible su modo de hacer películas, que casi siempre es regular y es el mismo.

En segundo lugar, el modo en el que transcurre la historia, es un modo distinto respecto a los estilos normales de películas de la historia del cine , esto es: a pesar de que parezca un desarreglado argumento, (algo que es mejorable para Tarantino), Tarantino lo hace aposta, utilizando mediante el Flashbak la pequeña narración de 3 personajes enemigos, y la historia de Uma Truman para hallar a Bill, que se hacen de distinto modo (por ejemplo la de uno de los enemigos, una chica, se cuenta su historia en cómic, (algo nuevo poco visto antes en las películas)), pero aún así, estas historias de punto y aparte,se centran en el argumento de la historia de la protagonista ne hallar a Bill.
En tercer lugar, Uma Truman cumple con su papel, y aunque no es muy guapa, consigue enamorar al espectador con su toque sexy para matar con su catana y con su tono de habla provocador, MUY conseguido. Es una persona PERFECTA para el papel que había que desempeñar. Aunque ha faltado un desnudo o un topless o una muestra de su belleza, (algo en lo que ha fallado Tarantino).; El resto de los personajes, todos secundarios, se limitan a cumplir su papel, y es necesario SUBRAYAR EL BUENÍSIMO PAPEL DE LA JOVEN CHINA MALVADA, que mata porque está mal de la cabeza, y al msimo tiempo es una joven sexy y atractiva.

En cuarto lugar, en cuanto a la BSO, estamos hablando de una de las mejores BSO de la historia del cine. Buenísima no, acertada no, lo siguiente. Es más que perfecta, y variada y acorde a las escenas perfectamente. Un 11 sobre 10.

En quinto lugar, el diálogo es correcto, con un toque de lenguaje grotesco y sexy y provocador en todo momento. Esto atrae al espectador, pero para alguien valorador del cine profesional, es un diálogo simple y sin historia. Casi suspenso.

Por último, la idea de lo que la película pretende transmitir es lo fundamental de la película. No pretende transmitir la idea de la historia de la propia película, si no que esta película, sirve de ejmeplo a otras futuras para hacer un nuevo estilo de películas y esta película transmite esa idea de renovar, cambiar el cine e innovar con nuevas formas de estructurar la película. Podríamos catalogar a Kill Bill como una película ENSAYO de las que pudieron después o pueden ahora o podrán llegar a nuestros cines y televisores como una nueva forma de hacer cine. Eso es lo que atrae más al espectador.

Por último, se recomienda al espectador a ver esta película sin haber visto ninguna de Tarantino antes para no generar prejuicios sobre su estilo, y fijarse MUCHO en la BSO. Tampoco prestar mucho prejucio a criticar al estilo de la película porque sea de lucha sangrienta de katanas. Eso es lo último importante de la película.
4 de agosto de 2014
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tarantino nos muestra una vez más, una película con un esquema crónico que cansa y es irrelevante. Nos presenta un escaparate en el que el diálogo, el vestuario o la propia historia, dejan mucho que desear. Lo único que se salva, es su banda sonora, y su reparto. Samuel L. Jackson, insuperable.
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