Fuera del plano sentimentaloide que el guión, sinceramente, borda (me sorprendo a mí mismo encabronado por el ¿desenlace? de una historia que comienza de una de las maneras más cursis posibles), no he podido quitarme de la cabeza una inspiración, a mi parecer, bastante clara en la construcción del guión: si obviamos la pertinente simplificación cinematográfica, nos encontraremos con un tiempo "circular" y repleto de situaciones autorreferentes, con superposiciones genealógicas, con el simbolismo de algunos objetos omnipresentes, con un cierto lirismo mágico e incluso con la coincidencia entre los nombres de personajes de distintas generaciones; todo ello nos remite directamente a los Buendía. No sé si estaré en lo cierto, pero que Medem haya podido tomar algo de la esencia de García Márquez para Los Amantes del Círculo Polar ha acabado de enamorarme de esta película.

Sí, es aburrida.
Mucho.

Al poco tiempo de película te sorprendes desconectado, pensando en cualquier otra cosa.

Mientras, unas personas absolutamente normales planchan.
O piensan.
O andan.
O hablan sobre temas intrascendentes.
O se mueren.

Incluso a ratos no pasa nada de eso.

Y tú, sentado, sigues dándole vueltas al coco.
Mirando al de atrás, cambiando de postura, resoplando.

Si has leído El Jarama, a lo mejor se te pasa en algún momento por la cabeza.
Si no, pues nada.

De vez en cuando, parece que lo cotidiano de la película tendiera poco a poco al nihilismo.
Y tu forma de pensar se acompasa con ese absurdo.
Te perturba.


Pero es tan aburrida.



Y en un momento cualquiera, acaba.


Quizás te levantes algo tocado.
Quizás no.

Probablemente te quede una sensación amarga.


A lo mejor el arte (contemporáneo) es esto.

Si somos capaces de valorar tan sólo técnicamente y con sartas de prejuicios una película situada en un punto indefinido de los Monegros (reseñable el ambiente agobiante, gris y polvoriento), donde un sexteto de madres, padres, hijos e hijas agota casi todas las combinaciones posibles sin caer en el incesto (se supone), donde son omnipresentes las referencias a la virilidad, al ajo y a los toros, y donde incluso se cita a Goya en una pelea de jamones a vida o muerte, es que hemos perdido el sentido del humor y la autocrítica. De tan obviamente machista, paródica y ridículamente enrevesada que resulta Jamón Jamón, es inevitable no calificarla con cierta condescendencia.