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Miniserie

7.2
20,214
8
18 de abril de 2020
18 de abril de 2020
71 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
A través de flashbacks, la huida y el descubrimiento del nuevo mundo se entrelazan con los recuerdos de la vida en la comunidad. La serie deja ver las fiestas, los rezos, las normas, la convivencia familiar y el omnipresente trauma histórico que componen la cultura ortodoxa. Una cultura fuertemente jerarquizada, sumida en la ignorancia y con un férreo control sobre el acceso al conocimiento, donde la mujer adquiere un papel de madre sometida totalmente al hombre. Es una comunidad llena de dobleces y de dobles raseros.
Es cierto que Unorthodox no es la primera película de la historia sobre sectas opresoras. De hecho, puede que la serie no sea del todo novedosa en el ámbito audiovisual (aunque creo que lo es en cierto modo en el panorama seriófilo actual), pero es moderna y accesible y trata el tema con cierto frescor al situarse entre lo indie y la serie adolescente.
Su éxito viene indudablemente ligado a esta frescura, a su carismática actriz y a su acertada combinación de elementos. La serie mezcla ingredientes de las películas de aventura, del thriller, de las comedias romántica y del cine documental exótico y aplica a todo esto grandes dosis de empoderamiento. Esta mezcla funciona muy bien.
Pero para mí, hay algo más que distingue Unorthodox. Algo que ha despertado mi curiosidad y que creo que hace que merezca la pena verla. Ese algo es el marido de Esty, Yanke.
Lo curioso de Unorthodox es que, pese a las duras condiciones y las estrictas normas de la comunidad, pese a tener una condición de paria y de tener que pasar por un matrimonio concertado, Esty es en cierto modo “afortunada” (al menos si la comparamos con otros casos, como la esposa de Moishe o su propia madre). Desde el principio, Esty parece tener una buena conexión con su marido, que además no parece ser una mala persona. Yanke no es Moishe. Yanke es ingenuo, está enmadrado y es egoísta de una manera casi infantil, pero no parece tener un mal corazón. Aún así, él es el principal causante del sufrimiento de Esty. Los problemas de la pareja son nimios pero se acrecientan debido a la imposibilidad de comunicación y a las severas normas de la comunidad. Yanke acaba por convertirse en un perpetrador, pero es sin duda también víctima. Víctima de una sociedad patriarcal y opresiva que lo ha educado para sólo pensar en su ombligo, para ser un rey sin importar a quién haya que pisar y para someter por cualquier medio a su esposa. Para mí, la fuga de Esty es tanto un proceso de liberación para ella como lo es también de maduración y crecimiento para él.
En definitiva, Unorthodox es amena, corta y liberadora. Nos enseña que el machismo es dañino para hombres y mujeres y es, además, esperanzadora. Al fin y al cabo, no hay alambradas que separen Willensburg del resto de Nueva York. Unorthodox nos enseña que estas barreras están sólo en nuestras cabezas. Muy recomendada.
Más en: https://lasalaroja.wordpress.com/
Es cierto que Unorthodox no es la primera película de la historia sobre sectas opresoras. De hecho, puede que la serie no sea del todo novedosa en el ámbito audiovisual (aunque creo que lo es en cierto modo en el panorama seriófilo actual), pero es moderna y accesible y trata el tema con cierto frescor al situarse entre lo indie y la serie adolescente.
Su éxito viene indudablemente ligado a esta frescura, a su carismática actriz y a su acertada combinación de elementos. La serie mezcla ingredientes de las películas de aventura, del thriller, de las comedias romántica y del cine documental exótico y aplica a todo esto grandes dosis de empoderamiento. Esta mezcla funciona muy bien.
Pero para mí, hay algo más que distingue Unorthodox. Algo que ha despertado mi curiosidad y que creo que hace que merezca la pena verla. Ese algo es el marido de Esty, Yanke.
Lo curioso de Unorthodox es que, pese a las duras condiciones y las estrictas normas de la comunidad, pese a tener una condición de paria y de tener que pasar por un matrimonio concertado, Esty es en cierto modo “afortunada” (al menos si la comparamos con otros casos, como la esposa de Moishe o su propia madre). Desde el principio, Esty parece tener una buena conexión con su marido, que además no parece ser una mala persona. Yanke no es Moishe. Yanke es ingenuo, está enmadrado y es egoísta de una manera casi infantil, pero no parece tener un mal corazón. Aún así, él es el principal causante del sufrimiento de Esty. Los problemas de la pareja son nimios pero se acrecientan debido a la imposibilidad de comunicación y a las severas normas de la comunidad. Yanke acaba por convertirse en un perpetrador, pero es sin duda también víctima. Víctima de una sociedad patriarcal y opresiva que lo ha educado para sólo pensar en su ombligo, para ser un rey sin importar a quién haya que pisar y para someter por cualquier medio a su esposa. Para mí, la fuga de Esty es tanto un proceso de liberación para ella como lo es también de maduración y crecimiento para él.
En definitiva, Unorthodox es amena, corta y liberadora. Nos enseña que el machismo es dañino para hombres y mujeres y es, además, esperanzadora. Al fin y al cabo, no hay alambradas que separen Willensburg del resto de Nueva York. Unorthodox nos enseña que estas barreras están sólo en nuestras cabezas. Muy recomendada.
Más en: https://lasalaroja.wordpress.com/
4
12 de mayo de 2017
12 de mayo de 2017
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las Chicas del Cable es la nueva serie de Netflix producida en España. Ambientada en el Madrid de los años 20 la trama gira en torno a un grupo de mujeres que luchan por conseguir su independencia económica en un mundo eminentemente gobernado por hombres.
Si algo caracteriza a la producción son las buenas intenciones de hacer llegar un mensaje feminista, de empoderamiento de la mujer a un público amplio respaldado por el gigante informático. Sin embargo, las buenas intenciones se diluyen en un formato telenovelesco que al final no es más que una bonita carcasa vacía. En efecto, los mejores aspectos de la serie los encontramos en el plano visual: el vestuario a lo Charlestone y la puesta en escena con un cierto aire modernista que nos trasladan a los locos años 20 de nuestro país. Pero todo lo demás parece fallar. La ampliamente criticada banda sonora no sólo desconcierta por su modernidad, sino también por el burdo uso que se hace de ella, intentando reforzar la emotividad de las escenas de la manera menos sutil, consiguiendo así el efecto opuesto. Pero lo que verdaderamente condena a la serie es el guión. La premisa principal es ya un poco descabellada, con Blanca Suárez como una ladronzuela al que un policía soborna para que robe a la empresa más prestigiosa del país sin colaboración alguna en un periodo de dos días, pero su desarrollo lo es aun más. Los directores parecen haber seleccionado una ristra de estereotipos a los que han unido con las finas líneas de la trama: desde el triángulo amoroso, a la mujer maltratada, pasando por la mujer histérica y celosa o la de dudosa reputación que asciende en el trabajo gracias a sus favores en la cama. El tratamiento que reciben es totalmente forzado y superficial. Los temas más escabrosos a los que se podría haber sacado más jugo, como el maltrato y la homosexualidad, parecen sacados del libro de tópicos, presentados sin ahondar en las razones y los sentimientos, dando como resultado una planitud que resta credibilidad y fuerza al bienintencionado mensaje.
Esta falta de profundidad intenta suplirse con la voz en off de Blanca Suárez que acompaña la ñoñería sentimentalista con frases moralistas que intenta otorgar al conjunto una profundidad de la que en realidad carece.
Es una pena que la representante nacional en la plataforma internacional deje el listón tan bajo. Habrá una segunda temporada, pero yo no pasaré por ella.
Si algo caracteriza a la producción son las buenas intenciones de hacer llegar un mensaje feminista, de empoderamiento de la mujer a un público amplio respaldado por el gigante informático. Sin embargo, las buenas intenciones se diluyen en un formato telenovelesco que al final no es más que una bonita carcasa vacía. En efecto, los mejores aspectos de la serie los encontramos en el plano visual: el vestuario a lo Charlestone y la puesta en escena con un cierto aire modernista que nos trasladan a los locos años 20 de nuestro país. Pero todo lo demás parece fallar. La ampliamente criticada banda sonora no sólo desconcierta por su modernidad, sino también por el burdo uso que se hace de ella, intentando reforzar la emotividad de las escenas de la manera menos sutil, consiguiendo así el efecto opuesto. Pero lo que verdaderamente condena a la serie es el guión. La premisa principal es ya un poco descabellada, con Blanca Suárez como una ladronzuela al que un policía soborna para que robe a la empresa más prestigiosa del país sin colaboración alguna en un periodo de dos días, pero su desarrollo lo es aun más. Los directores parecen haber seleccionado una ristra de estereotipos a los que han unido con las finas líneas de la trama: desde el triángulo amoroso, a la mujer maltratada, pasando por la mujer histérica y celosa o la de dudosa reputación que asciende en el trabajo gracias a sus favores en la cama. El tratamiento que reciben es totalmente forzado y superficial. Los temas más escabrosos a los que se podría haber sacado más jugo, como el maltrato y la homosexualidad, parecen sacados del libro de tópicos, presentados sin ahondar en las razones y los sentimientos, dando como resultado una planitud que resta credibilidad y fuerza al bienintencionado mensaje.
Esta falta de profundidad intenta suplirse con la voz en off de Blanca Suárez que acompaña la ñoñería sentimentalista con frases moralistas que intenta otorgar al conjunto una profundidad de la que en realidad carece.
Es una pena que la representante nacional en la plataforma internacional deje el listón tan bajo. Habrá una segunda temporada, pero yo no pasaré por ella.
5
14 de mayo de 2017
14 de mayo de 2017
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo es más frío desde que Hannah Baker se suicidó. Las antiguas tonalidades cálidas de los días de instituto han dado paso al azul glacial de los pasillos, fríos y desagradables. No es que el pasado fuera mejor, sino que ahora los oscuros secretos del instituto han salido a la luz y con ellos la verdad latente de la vida del estudiante medio, tanto la de Hannah como la de muchos otros niños. Porque ¿a quién no le han tocado el culo alguna vez y se ha sentido sucia por no impedirlo? ¿quién no ha sido traicionada por algún amigo o amiga que quería ser popular? ¿quién no ha soportado alguna vez la cosificación de sus compañeros por tener las tetas más gordas, el culo más bonito o los labios más sexis? Todas hemos sido víctimas de alguno de estos escarnios o incluso hemos sido participes nosotras mismas.
Esta es la premisa principal de Por Trece Razones, el fenómeno de Netflix que ha arrasado en todo el mundo. La serie se adentra en la experiencia de Clay con las trece cintas que Hannah dejó grabadas antes de tomar su dramática decisión. Trece cintas dedicadas a trece personas, en las que explica el porqué de sus actos.
A partir de aquí la serie se desarrolla adoptando un formato típico del género policial, dando un toque novedoso a lo que de otra manera sería una serie típica de adolescentes estadounidenses. Las cintas sirven de hilo narrativo en una historia en la que pasado y presente van entrelazándose, descubriendo los secretos de Hannah. Netflix junto con Selena Gómez (productora de la serie) se arma de valor y pretende concienciar a sus millones de seguidores sobre el acoso escolar y sobre cómo las acciones más insignificante pueden irse acumulando y hacerse insoportable en la mente de los más jóvenes.
La idea central parece prometedora y las primeras cintas son moralmente interesante en el sentido de que los primeros delitos de los culpables parecen nimios, decisiones que no son extrañas a la mayoría de los adolescentes: escribir una lista de las más guapas del colegio, dejar de lado a tus antiguos amigos por un novio o porque encontraste otros más populares, etc. Verdaderamente te hace reflexionar sobre las consecuencias que estas pequeñas afrentas pueden tener en una persona que se encuentra sola o en un momento difícil.
Pero lo que bien empieza no siempre acaba bien y a pesar del aceptable arranque y la novedosa narrativa, la serie no consigue todo lo que se plantea. No es sólo las quejas que ha suscitado entre los expertos que la acusan de promover el suicidio e incluso el acoso, sino que en términos argumentales deja mucho que desear.
La división en cintas dedicadas a cada personaje funciona en algunos casos, pero acaba volviéndose repetitiva. Muchos de los culpables del suicidio de la joven no dan para llenar los 50 minutos de episodio, con lo que los huecos se rellenan siempre con los mismos motivos: Clay llorando por las esquinas y sintiendo impotencia, Tony haciéndose el misterioso y consolando a Clay y los populares maquinando para evitar la publicación de las cintas, lo que vuelve los capítulos tediosos y resta el dinamismo que otorgaba la estructura en flashback.
Esta es la premisa principal de Por Trece Razones, el fenómeno de Netflix que ha arrasado en todo el mundo. La serie se adentra en la experiencia de Clay con las trece cintas que Hannah dejó grabadas antes de tomar su dramática decisión. Trece cintas dedicadas a trece personas, en las que explica el porqué de sus actos.
A partir de aquí la serie se desarrolla adoptando un formato típico del género policial, dando un toque novedoso a lo que de otra manera sería una serie típica de adolescentes estadounidenses. Las cintas sirven de hilo narrativo en una historia en la que pasado y presente van entrelazándose, descubriendo los secretos de Hannah. Netflix junto con Selena Gómez (productora de la serie) se arma de valor y pretende concienciar a sus millones de seguidores sobre el acoso escolar y sobre cómo las acciones más insignificante pueden irse acumulando y hacerse insoportable en la mente de los más jóvenes.
La idea central parece prometedora y las primeras cintas son moralmente interesante en el sentido de que los primeros delitos de los culpables parecen nimios, decisiones que no son extrañas a la mayoría de los adolescentes: escribir una lista de las más guapas del colegio, dejar de lado a tus antiguos amigos por un novio o porque encontraste otros más populares, etc. Verdaderamente te hace reflexionar sobre las consecuencias que estas pequeñas afrentas pueden tener en una persona que se encuentra sola o en un momento difícil.
Pero lo que bien empieza no siempre acaba bien y a pesar del aceptable arranque y la novedosa narrativa, la serie no consigue todo lo que se plantea. No es sólo las quejas que ha suscitado entre los expertos que la acusan de promover el suicidio e incluso el acoso, sino que en términos argumentales deja mucho que desear.
La división en cintas dedicadas a cada personaje funciona en algunos casos, pero acaba volviéndose repetitiva. Muchos de los culpables del suicidio de la joven no dan para llenar los 50 minutos de episodio, con lo que los huecos se rellenan siempre con los mismos motivos: Clay llorando por las esquinas y sintiendo impotencia, Tony haciéndose el misterioso y consolando a Clay y los populares maquinando para evitar la publicación de las cintas, lo que vuelve los capítulos tediosos y resta el dinamismo que otorgaba la estructura en flashback.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero esto podría pasarse por alto si no fuera por lo que a mis ojos se presentan como incongruencias en el guión. Quizás sea que mi época de adolescente ya quedó atrás y esto hace que no me sienta ni identificada ni capaz de comprender los extraños comportamientos de esta tierna juventud, pero, a mi parecer, muchos de los elementos carecen de sentido. Por un lado, las innumerables vueltas que da la trama parecen estar ahí sólo para añadir metraje. Por ejemplo, el proteccionismo hacia el violador, no sólo por parte de sus amigos más íntimos, sino por gente a los que ni les va ni les viene, parece poco verosímil. Asimismo, tampoco encaja que niños de familias preocupadas y responsables, con padres cercanos a ellos, decidan acabar con sus vidas antes que contarles sus problemas y que a la hora de buscar ayuda prefieran ir al orientador del colegio. Asimismo, los sinsentidos se acompañan con notas de sentimentalismo que intentan mostrar las injusticias del mundo pero cuyo tratamiento es demasiado burdo y forzado como para conseguir conmover: la camarera gótica que se auto-lesiona porque tiene muchos problemas o Tony escalando montañas, pegándose con tipos rudos para proteger a su hermana y animando a Clay con frases pseudo-profundas.
Quizás todos estos problemas tengan su origen en unos personajes que son planos y maniqueos, lo que le resta credibilidad a sus comportamientos. El móvil de sus acciones no queda claro. Las dos frases de manual que suelta Clay de Yoda para el asombro de todos los que le rodean no lo convierten en un bicho raro; Alex y especialmente Zach parecen tener buen corazón pero se obstinan en defender a Bryce; a Courtney, cuya represión sexual a pesar de tener unos padres gays encantadores la han convertido en un monstruo frío, calculador y sin un ápice de remordimiento, es imposible comprenderla, al igual que lo es comprender a todos los padres, especialmente los de Clay, que viven en la inopia incapaces darse cuenta de nada de lo que sucede en la vida de sus hijos, a pesar de que estos se comportan de manera abiertamente sospechosa todo el tiempo.
Pero el aspecto quizás más controvertido de la serie no son los personajes, sino la justificación del acoso. No sólo Justin se muestra como un pobre desgraciado que deja que su mejor amigo viole a su novia cuando esta estaba inconsciente porque tiene muchos problemas familiares, sino que todos, desde desde Clay hasta Bryce pasando por la propia Hannah, tratan con la punta del pie a Tyler, el bicho raro del periódico con problemas a la hora de socializar. De hecho, el único acto de venganza que realiza Clay es contra este pobre marginado, haciéndole una foto desnudo y difundiéndola por el instituto, sin que se plantee lo más mínimo la ética de su acto. No creo que tomarse la justicia por su mano y perpetuar el acoso a los más débiles sean la solución al bullying. Al fin y al cabo, ojo por ojo, todos ciegos. La empatía con este personaje es nula, de hecho al final se justifican los ataques a su persona porque se descubre que es un psicópata con problemas mentales y sed de venganza.
Esta doble moral y la vuelta a los estereotipos estropean lo que en un primer momento parecía una forma original y amena de tratar el problema del acoso en la época de los millennials. Sin embargo, algo hay que reconocerle, y es que, si bien el resultado no acaba de convencerme, la serie ha conseguido abrir el debate sobre el acoso, el suicidio y su representación desde un nuevo punto de vista, llegando al gran público. Algo es algo.
Quizás todos estos problemas tengan su origen en unos personajes que son planos y maniqueos, lo que le resta credibilidad a sus comportamientos. El móvil de sus acciones no queda claro. Las dos frases de manual que suelta Clay de Yoda para el asombro de todos los que le rodean no lo convierten en un bicho raro; Alex y especialmente Zach parecen tener buen corazón pero se obstinan en defender a Bryce; a Courtney, cuya represión sexual a pesar de tener unos padres gays encantadores la han convertido en un monstruo frío, calculador y sin un ápice de remordimiento, es imposible comprenderla, al igual que lo es comprender a todos los padres, especialmente los de Clay, que viven en la inopia incapaces darse cuenta de nada de lo que sucede en la vida de sus hijos, a pesar de que estos se comportan de manera abiertamente sospechosa todo el tiempo.
Pero el aspecto quizás más controvertido de la serie no son los personajes, sino la justificación del acoso. No sólo Justin se muestra como un pobre desgraciado que deja que su mejor amigo viole a su novia cuando esta estaba inconsciente porque tiene muchos problemas familiares, sino que todos, desde desde Clay hasta Bryce pasando por la propia Hannah, tratan con la punta del pie a Tyler, el bicho raro del periódico con problemas a la hora de socializar. De hecho, el único acto de venganza que realiza Clay es contra este pobre marginado, haciéndole una foto desnudo y difundiéndola por el instituto, sin que se plantee lo más mínimo la ética de su acto. No creo que tomarse la justicia por su mano y perpetuar el acoso a los más débiles sean la solución al bullying. Al fin y al cabo, ojo por ojo, todos ciegos. La empatía con este personaje es nula, de hecho al final se justifican los ataques a su persona porque se descubre que es un psicópata con problemas mentales y sed de venganza.
Esta doble moral y la vuelta a los estereotipos estropean lo que en un primer momento parecía una forma original y amena de tratar el problema del acoso en la época de los millennials. Sin embargo, algo hay que reconocerle, y es que, si bien el resultado no acaba de convencerme, la serie ha conseguido abrir el debate sobre el acoso, el suicidio y su representación desde un nuevo punto de vista, llegando al gran público. Algo es algo.
6
31 de marzo de 2020
31 de marzo de 2020
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Integrada ágilmente en el universo Star Wars, The Mandalorian se presenta como una fábula llevadera y amena. Como en un cuento para antes de dormir, el dúo protagonista viaja de planeta en planeta encontrándose con personajes algo estereotipados pero indudablemente carismáticos y pintorescos: los yumka gritones que quieren un huevo de rinoceronte, los mandalorianos que nunca se quitan sus cascos, el viejo con una granja de peces gigantes y un robot niñera o la exmilitar retirada en un planeta granja donde pasa los días participando en competiciones con los granjeros locales.
Frente a la épica juvenil de la última trilogía de películas, The Mandalorian se decanta por un estilo simple y una narrativa cercana al cuento infantil. La serie engancha en su sencillez. Mando y Baby Yoda no son especialmente expresivos: a uno no se le ve a cara en las 5 horas de metraje y el otro no habla. Tampoco su lenguaje corporal es especialmente grácil: Baby Yoda es una marioneta y Mando lleva una armadura demasiado abultada para moverse con elegancia. Asimismo, hay pasajes que están hechos casi en stop-motion. Pero nada de esto perjudica el resultado final o impide las empatía con unos personajes bastante entrañables. The Mandalorian es casi una película de teleñecos para los amantes del cine de acción y esto en cierta manera le da a la serie el toque vintage que tiene la trilogía original para el espectador contemporáneo.
Otro de los aciertos de la serie es su tono humorístico. Frente al chiste fácil y redundante de otras sagas de Disney (i.e. las pelis de Márvel o el episodio IX de Star Wars), el humor aquí es sutil y derivado de los comportamientos peculiares de las diferentes tribus y razas que los protagonistas se encuentran (las formas de hablar y de comportarse o las coletillas que emplean), así como de la contraposición (no muy original pero efectiva) del héroe malote y el bebé adorable.
The Mandalorian no es del todo perfecta. Los episodios cuatro y cinco decaen un poco y al final hay algún agujero de guión con alguna solución demasiado fácil. Pero en general, es una relato fantástico cautivador y la brevedad de sus capítulos hace posible verla casi del tirón. La verdad, estoy deseando que salga la nueva temporada.
Mi nota: ✦✦✦✦✦✦✦✦✧✧ 8/10
Más en: https://lasalaroja.wordpress.com/
Frente a la épica juvenil de la última trilogía de películas, The Mandalorian se decanta por un estilo simple y una narrativa cercana al cuento infantil. La serie engancha en su sencillez. Mando y Baby Yoda no son especialmente expresivos: a uno no se le ve a cara en las 5 horas de metraje y el otro no habla. Tampoco su lenguaje corporal es especialmente grácil: Baby Yoda es una marioneta y Mando lleva una armadura demasiado abultada para moverse con elegancia. Asimismo, hay pasajes que están hechos casi en stop-motion. Pero nada de esto perjudica el resultado final o impide las empatía con unos personajes bastante entrañables. The Mandalorian es casi una película de teleñecos para los amantes del cine de acción y esto en cierta manera le da a la serie el toque vintage que tiene la trilogía original para el espectador contemporáneo.
Otro de los aciertos de la serie es su tono humorístico. Frente al chiste fácil y redundante de otras sagas de Disney (i.e. las pelis de Márvel o el episodio IX de Star Wars), el humor aquí es sutil y derivado de los comportamientos peculiares de las diferentes tribus y razas que los protagonistas se encuentran (las formas de hablar y de comportarse o las coletillas que emplean), así como de la contraposición (no muy original pero efectiva) del héroe malote y el bebé adorable.
The Mandalorian no es del todo perfecta. Los episodios cuatro y cinco decaen un poco y al final hay algún agujero de guión con alguna solución demasiado fácil. Pero en general, es una relato fantástico cautivador y la brevedad de sus capítulos hace posible verla casi del tirón. La verdad, estoy deseando que salga la nueva temporada.
Mi nota: ✦✦✦✦✦✦✦✦✧✧ 8/10
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6.2
11,558
6
20 de julio de 2019
20 de julio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con dos años de retraso al fin he visto La Librería de Isabel Coixet. Ganadora del Goya a la mejor película en 2018, dirigida por una de las más renombradas directoras actuales en nuestro país y recomendada por mi familia e incluso por Boyero, esperaba de esta película al menos dos horas agradables, de buenas intenciones y buenos sentimientos. Pero no ha sido el caso.
La trama sigue a la viuda Florence Green cuando decide abrir una librería en su pequeño pueblo al sudeste de Inglaterra y se topa con la acérrima oposición vecinal.
A simple vista, el Goya está justificado. La Librería tiene un valor de producción alto, una fotografía impecable y buenas actuaciones por actores internacionales. Es un academicismo pulcro y una seriedad que no son característicos en nuestro cine, que nos acerca al panorama internacional y que resaltan como originales en un estilo nacional más cercano a lo grotesco.
La Librería es lenta y placentera estéticamente. Más allá de los formalismos, la cinta supura una especie de fascinación (algo típica en nuestra península) por las costumbres y el estilo de vida británico. Todo es de alguna forma muy inglés: muy educado, contenido, mesurado y perfectamente pronunciado. Las emociones no se desbordan y las más viles traiciones van acompañadas de té y seguidas de por favor y gracias.
Quizás sea por esto que no consigo sentir el crescendo emocional de la película. Acabo fría y apática sin poder empatizar con los personajes y sus relaciones. Todo sucede en otra dimensión, narrada por una voz en over que intenta guiar unos sentimientos inexistentes. No entiendo nada y nada me emociona. La relación entre Florence y Edmund me parece forzada y los modales Mr Dacienses de este último, exagerados. Asimismo, el gesto impasible de Violet Garmant me es indescifrable y al final no sé si sentir simpatía, antipatía o indiferencia por la pequeña Christine.
La Librería está bien hecha, pero cae en los riesgos del academicismo y acaba siendo un bonito cascarón vacío, formalmente adecuado, pero al que le falta frescura y sentimiento.
Pero no todo es negativo. Algo que La Librería hace bien (aunque no sé si es en detrimento de la cinta en sí) es que transmite amor por la lectura. Durante toda la película tengo que aplacar mis ganas de apagar la tele y sentarme en mi sillón a leer; o de ir a la librería más cercana y comprarme todos los clásicos de Ray Brandbury; o de abrir mi propia librería y vivir una vida solitaria rodeada de libros.
En definitiva, la cinta de Coixet es correcta pero fría. Podrías invertir dos horas de tu día en verla o ahorrarte ese paso y abrir directamente esa novela que tanto tiempo lleva en tu estantería.
Más en: https://lasalaroja.wordpress.com/
La trama sigue a la viuda Florence Green cuando decide abrir una librería en su pequeño pueblo al sudeste de Inglaterra y se topa con la acérrima oposición vecinal.
A simple vista, el Goya está justificado. La Librería tiene un valor de producción alto, una fotografía impecable y buenas actuaciones por actores internacionales. Es un academicismo pulcro y una seriedad que no son característicos en nuestro cine, que nos acerca al panorama internacional y que resaltan como originales en un estilo nacional más cercano a lo grotesco.
La Librería es lenta y placentera estéticamente. Más allá de los formalismos, la cinta supura una especie de fascinación (algo típica en nuestra península) por las costumbres y el estilo de vida británico. Todo es de alguna forma muy inglés: muy educado, contenido, mesurado y perfectamente pronunciado. Las emociones no se desbordan y las más viles traiciones van acompañadas de té y seguidas de por favor y gracias.
Quizás sea por esto que no consigo sentir el crescendo emocional de la película. Acabo fría y apática sin poder empatizar con los personajes y sus relaciones. Todo sucede en otra dimensión, narrada por una voz en over que intenta guiar unos sentimientos inexistentes. No entiendo nada y nada me emociona. La relación entre Florence y Edmund me parece forzada y los modales Mr Dacienses de este último, exagerados. Asimismo, el gesto impasible de Violet Garmant me es indescifrable y al final no sé si sentir simpatía, antipatía o indiferencia por la pequeña Christine.
La Librería está bien hecha, pero cae en los riesgos del academicismo y acaba siendo un bonito cascarón vacío, formalmente adecuado, pero al que le falta frescura y sentimiento.
Pero no todo es negativo. Algo que La Librería hace bien (aunque no sé si es en detrimento de la cinta en sí) es que transmite amor por la lectura. Durante toda la película tengo que aplacar mis ganas de apagar la tele y sentarme en mi sillón a leer; o de ir a la librería más cercana y comprarme todos los clásicos de Ray Brandbury; o de abrir mi propia librería y vivir una vida solitaria rodeada de libros.
En definitiva, la cinta de Coixet es correcta pero fría. Podrías invertir dos horas de tu día en verla o ahorrarte ese paso y abrir directamente esa novela que tanto tiempo lleva en tu estantería.
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