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7.4
69,459
9
5 de junio de 2017
5 de junio de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con algunos guiños a la clásica The Day that the Earth Stood Still (Robert Wise, 1951), el director franco canadiense, responsable de la impactante Incendies (2010), singular obra que le lanzó al panorama mundial y a Hollywood por supuesto, y próximo a estrenar la secuela de Blade Runner, nos trae este más que elaborado film de ciencia ficción con la carismática Amy Adams en el rol protagónico y una fuerte dosis de reflexión filosófica.
Adams es la lingüista Louise Brooks, llamada a descifrar el extraño lenguaje de unos seres extraterrestres que han aterrizado en doce lugares del planeta. La gran incógnita radica en que no se conocen sus intenciones. Los mandos militares de todo el mundo se hallan a la defensiva y los gobiernos dudan en tomar medidas pacíficas ante la absoluta ignorancia de la situación. La cruzada de Louise por identificar los parámetros de comunicación resulta intercalada con imágenes de su hija y el drama que se esconde en sus vidas.
Basada en el relato corto The Story of Your Life (1998), del escritor Ted Chiang, la película supera en altas cotas la expectativa que genera, se mueve en terrenos ya explorados de la ciencia ficción a nivel visual pero con la brillantez de crear una atmósfera intrigante entre tonos fríos en los cuales predomina el gris y el azul, así como la sensación de nebulosidad constante equiparable a la incomodidad de no saber qué esperar, para luego involucrarnos en ese juego didáctico de formas circulares que denotan el lenguaje alienígena y desentrañar de manera lenta y a la vez sorprendente los secretos de su argumento, que vale la pena digerir con gusto y tranquilidad.
Y es que el drama y la trama del film abordan el problema de la comunicación, cómo saber que lo interpretado se acerca a la idea correcta de quien emite mensajes, qué tan preciso resulta definir las intenciones, alcance y probables efectos de un pensamiento para otros; no obstante, va más allá, hacia un contenido trascendente: el complejo marco de la influencia que tiene el tiempo como dimensión para el ser humano.
Al salirse del esquema estrictamente comercial, la película invita a la reflexión, a cavilar sobre la humanidad en clave de su existencia y prolongación, las decisiones que deben tomarse y la posibilidad de su modificación, alude a ese aparentemente seguro concepto del libre albedrío que se contrapone a la convicción de lo esquemático, a la cuadriculada visión de eso que llamamos raciocinio. Nos demuestra la peligrosidad del prejuicio, la insensatez de la humanidad frente a lo extraño, la necesidad de lo afectivo en la comunicabilidad, en fin, aspectos que una vez concluido el relato vuelven en oleadas a rememorarse y eso es un logro que pocas obras tienen la fascinación de alcanzar.
Una obra completa, técnicamente bien realizada, excelentes efectos especiales para la creación de los alienígenas y los artefactos espaciales (que en la obra literaria se denominan “espejos”), imagen y sonido congruentes para crear ese mundo de ensimismamiento que conduce a un metraje de casi dos horas.
Buena participación secundaria de actores como Jeremy Renner y Forest Withaker cuya función de coadyuvar al esclarecimiento de la trama está muy medida, porque no debe olvidarse que la fuerza interpretativa cae acertadamente en Amy Adams con una interpretación que la define como una de las grandes actrices de su generación, pues da a Louise todo el encanto necesario para mantener el interés del espectador en la historia que conmueve y halla identidad en las expectativas del espectador una vez inmerso en las laberínticas circunvoluciones de la historia, de la mano de un director que entiende a la perfección su tarea demostrada en piezas fílmicas de gran interés.
Este año cinéfilo lo inicié de manera muy grata, con esta película excepcional –e imprescindible- que recomiendo ampliamente, e invitarles a que, luego de verla, busquen en Internet el relato en que se basa, pues considero que ambas obras se complementan para motivar si no un cine debate, al menos una introspección en términos de trascendencia, necesaria en estos tiempos que si bien no son más o menos convulsos como todas las épocas de la historia, son, indefectiblemente, nuestros.
César Oliveros
Adams es la lingüista Louise Brooks, llamada a descifrar el extraño lenguaje de unos seres extraterrestres que han aterrizado en doce lugares del planeta. La gran incógnita radica en que no se conocen sus intenciones. Los mandos militares de todo el mundo se hallan a la defensiva y los gobiernos dudan en tomar medidas pacíficas ante la absoluta ignorancia de la situación. La cruzada de Louise por identificar los parámetros de comunicación resulta intercalada con imágenes de su hija y el drama que se esconde en sus vidas.
Basada en el relato corto The Story of Your Life (1998), del escritor Ted Chiang, la película supera en altas cotas la expectativa que genera, se mueve en terrenos ya explorados de la ciencia ficción a nivel visual pero con la brillantez de crear una atmósfera intrigante entre tonos fríos en los cuales predomina el gris y el azul, así como la sensación de nebulosidad constante equiparable a la incomodidad de no saber qué esperar, para luego involucrarnos en ese juego didáctico de formas circulares que denotan el lenguaje alienígena y desentrañar de manera lenta y a la vez sorprendente los secretos de su argumento, que vale la pena digerir con gusto y tranquilidad.
Y es que el drama y la trama del film abordan el problema de la comunicación, cómo saber que lo interpretado se acerca a la idea correcta de quien emite mensajes, qué tan preciso resulta definir las intenciones, alcance y probables efectos de un pensamiento para otros; no obstante, va más allá, hacia un contenido trascendente: el complejo marco de la influencia que tiene el tiempo como dimensión para el ser humano.
Al salirse del esquema estrictamente comercial, la película invita a la reflexión, a cavilar sobre la humanidad en clave de su existencia y prolongación, las decisiones que deben tomarse y la posibilidad de su modificación, alude a ese aparentemente seguro concepto del libre albedrío que se contrapone a la convicción de lo esquemático, a la cuadriculada visión de eso que llamamos raciocinio. Nos demuestra la peligrosidad del prejuicio, la insensatez de la humanidad frente a lo extraño, la necesidad de lo afectivo en la comunicabilidad, en fin, aspectos que una vez concluido el relato vuelven en oleadas a rememorarse y eso es un logro que pocas obras tienen la fascinación de alcanzar.
Una obra completa, técnicamente bien realizada, excelentes efectos especiales para la creación de los alienígenas y los artefactos espaciales (que en la obra literaria se denominan “espejos”), imagen y sonido congruentes para crear ese mundo de ensimismamiento que conduce a un metraje de casi dos horas.
Buena participación secundaria de actores como Jeremy Renner y Forest Withaker cuya función de coadyuvar al esclarecimiento de la trama está muy medida, porque no debe olvidarse que la fuerza interpretativa cae acertadamente en Amy Adams con una interpretación que la define como una de las grandes actrices de su generación, pues da a Louise todo el encanto necesario para mantener el interés del espectador en la historia que conmueve y halla identidad en las expectativas del espectador una vez inmerso en las laberínticas circunvoluciones de la historia, de la mano de un director que entiende a la perfección su tarea demostrada en piezas fílmicas de gran interés.
Este año cinéfilo lo inicié de manera muy grata, con esta película excepcional –e imprescindible- que recomiendo ampliamente, e invitarles a que, luego de verla, busquen en Internet el relato en que se basa, pues considero que ambas obras se complementan para motivar si no un cine debate, al menos una introspección en términos de trascendencia, necesaria en estos tiempos que si bien no son más o menos convulsos como todas las épocas de la historia, son, indefectiblemente, nuestros.
César Oliveros

7.6
17,997
6
5 de junio de 2017
5 de junio de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos años vi la adaptación de Fingersmith, la novela de época de la autora inglesa Sarah Walters, ubicada en el trasfondo victoriano, destacando la intriga y desarrollo del relato más no su conclusión. Si bien la trama evocaba historias al estilo de Charles Dickens, su final resultaba demasiado complaciente, tal vez para conjurar los oprobios a los que eran sometidos los personajes principales, aspecto que a mi juicio le restaba impacto.
Por recomendación de Chucho García –de la Fundación Mambe (Florencia, Caquetá, Colombia)- decidí ver la nueva puesta en escena, máxime si el creador de la famosa trilogía de la venganza (Sympathy for Mr. Vengeance, Old Boy, Lady Vengeance) se hallaba frente a su dirección.
Encontré una película que mantiene la intriga y esencia de la historia original, esta vez enmarcada en la ocupación japonesa padecida por el territorio entre 1910 y 1945, donde la jovencita Sookee es contratada como doncella de la aristocrática Hideko, formando parte de un ambicioso complot.
La trama se desenvuelve magistralmente entre el juego de miradas, diálogos, actuaciones acertadas y revisión del argumento desde perspectivas diferentes entre los personajes. El espectador se adentra en una mascarada que le sorprende de manera constante y le conduce hacia divergencias éticas respecto a los actos premeditados, la idea de justicia, el amor y el erotismo.
Destaca la fuerte presencia de las actrices protagonistas pues el drama explora matices de la sexualidad femenina con carácter revolucionario para la época en que transcurre la historia y el mismo escenario de flagelo y represión que comporta la mansión habitada por Hideko y su siniestro tío quien la mantiene en una especie de prisión (recreando el arquetipo narrativo de los cuentos de hadas, en una alegoría del dragón que retiene a la princesa).
Por ello, no es gratuito que los personajes masculinos se muestren agresivos, intimidantes, creadores de infiernos domésticos que obedecen de manera exclusiva a pretensiones estrictamente individuales, siendo ellos los adversarios en un planteamiento visual situado entre la penumbra y la oscuridad.
En términos cinematográficos, no obstante los giros de la narración, los movimientos de cámara y la angulación adoptada en múltiples secuencias, hacia la mitad del metraje se ralentiza la intriga y la vuelve un tanto predecible. Lo interesante es que no se afecta la conducción hacia un final satisfactorio y menos edulcorado en comparación con la obra literaria, más bien resulta sensato y muy cuidado a nivel técnico.
Se trata entonces de un film recomendable, que no brillante, con un guión que hace justicia a los caracteres llevados con impecable interpretación actoral. Pero lo más destacable es el soundtrack: melodías y sonidos que acentúan el dramatismo acompasando los estados de ánimo donde se pone en consideración la esperanza de salvación, la búsqueda de redención y la asunción de una identidad propia. La canción final, de especial encanto al inicio de los créditos, otorga fuerza a la conclusión al permitir suponer el probable destino que inspira la última imagen.
Por recomendación de Chucho García –de la Fundación Mambe (Florencia, Caquetá, Colombia)- decidí ver la nueva puesta en escena, máxime si el creador de la famosa trilogía de la venganza (Sympathy for Mr. Vengeance, Old Boy, Lady Vengeance) se hallaba frente a su dirección.
Encontré una película que mantiene la intriga y esencia de la historia original, esta vez enmarcada en la ocupación japonesa padecida por el territorio entre 1910 y 1945, donde la jovencita Sookee es contratada como doncella de la aristocrática Hideko, formando parte de un ambicioso complot.
La trama se desenvuelve magistralmente entre el juego de miradas, diálogos, actuaciones acertadas y revisión del argumento desde perspectivas diferentes entre los personajes. El espectador se adentra en una mascarada que le sorprende de manera constante y le conduce hacia divergencias éticas respecto a los actos premeditados, la idea de justicia, el amor y el erotismo.
Destaca la fuerte presencia de las actrices protagonistas pues el drama explora matices de la sexualidad femenina con carácter revolucionario para la época en que transcurre la historia y el mismo escenario de flagelo y represión que comporta la mansión habitada por Hideko y su siniestro tío quien la mantiene en una especie de prisión (recreando el arquetipo narrativo de los cuentos de hadas, en una alegoría del dragón que retiene a la princesa).
Por ello, no es gratuito que los personajes masculinos se muestren agresivos, intimidantes, creadores de infiernos domésticos que obedecen de manera exclusiva a pretensiones estrictamente individuales, siendo ellos los adversarios en un planteamiento visual situado entre la penumbra y la oscuridad.
En términos cinematográficos, no obstante los giros de la narración, los movimientos de cámara y la angulación adoptada en múltiples secuencias, hacia la mitad del metraje se ralentiza la intriga y la vuelve un tanto predecible. Lo interesante es que no se afecta la conducción hacia un final satisfactorio y menos edulcorado en comparación con la obra literaria, más bien resulta sensato y muy cuidado a nivel técnico.
Se trata entonces de un film recomendable, que no brillante, con un guión que hace justicia a los caracteres llevados con impecable interpretación actoral. Pero lo más destacable es el soundtrack: melodías y sonidos que acentúan el dramatismo acompasando los estados de ánimo donde se pone en consideración la esperanza de salvación, la búsqueda de redención y la asunción de una identidad propia. La canción final, de especial encanto al inicio de los créditos, otorga fuerza a la conclusión al permitir suponer el probable destino que inspira la última imagen.
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