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6.8
41,691
8
27 de marzo de 2010
27 de marzo de 2010
246 de 267 usuarios han encontrado esta crítica útil
Supongo que se podría decir que “El escritor” es una película bien narrada, con su pequeño clima de suspense, su mensaje político, y dejarlo ahí. Sin embargo, me quedaría con mal sabor de boca.
Polanski ha abordado siempre, en sus obras, su profunda inquietud por el mal y por mostrar sus múltiples caras. El mal, en el cine de Polanski, nace del ser humano. De los últimos coletazos del feudalismo, como en “Tess”, al genocidio nazi, como en “El pianista”, el mal, en la historia, se ha institucionalizado y ha dominado a la humanidad.
Y “El escritor” es una película sobre el mal, el que adopta rostro de padre protector y no se intuye hasta que golpea.
Polanski ha abordado siempre, en sus obras, su profunda inquietud por el mal y por mostrar sus múltiples caras. El mal, en el cine de Polanski, nace del ser humano. De los últimos coletazos del feudalismo, como en “Tess”, al genocidio nazi, como en “El pianista”, el mal, en la historia, se ha institucionalizado y ha dominado a la humanidad.
Y “El escritor” es una película sobre el mal, el que adopta rostro de padre protector y no se intuye hasta que golpea.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El escritor sin nombre que encarna McGregor, como escritor, posee la cualidad de observar. Observa al pequeño jardinero chino que intenta, inútilmente, recoger las hojas que son empujadas por el fuerte viento que precede a la lluviosa tormenta. Observa la playa y el imponente faro, que parece un enorme ojo que lo vigila sin descanso. Polanski llega a retratarlo de espaldas, en primer término, como un espectador, mientras, en plano medio, se desarrolla la acción, en la escena en que el ex primer ministro pierde los estribos cuando se entera de que un colega de las altas esferas le ha señalado públicamente como presunto criminal de guerra. El escritor no actúa. Solo escribe.
Pero de la observación nace el conocimiento. Y éste lleva a la acción. Y, en el mejor sentido, la película de Polanski ofrece momentos de gran “thriller” mientras el inocente escritor que confía en todo el mundo investiga, hace preguntas y huye del peligro como buenamente puede, sin reconocer el auténtico rostro del mal aunque lo tenga frente a sus narices. Pero, ¿sirve el conocimiento para vencer al mal? ¿Es la verdad tan poderosa?
El gran protagonista de “El escritor” es el borrador de unas memorias. Un montón de papeles ceñidos por una goma elástica, que muchos quieren leer y muchos más quieren destruir. El legado de un escritor muerto, un libro mediocre cuyo verdadero alcance no es evidente y cuya verdad averigua el escritor. Y ello le lleva a la muerte. En un final de lo más pesimista, Polanski muestra las hojas del borrador empujadas por el viento. Como el pobre jardinero chino, el pobre escritor británico fracasó en su osada lucha contra unas fuerzas superiores, las fuerzas del mal. Las fuerzas de la CIA.
Pero de la observación nace el conocimiento. Y éste lleva a la acción. Y, en el mejor sentido, la película de Polanski ofrece momentos de gran “thriller” mientras el inocente escritor que confía en todo el mundo investiga, hace preguntas y huye del peligro como buenamente puede, sin reconocer el auténtico rostro del mal aunque lo tenga frente a sus narices. Pero, ¿sirve el conocimiento para vencer al mal? ¿Es la verdad tan poderosa?
El gran protagonista de “El escritor” es el borrador de unas memorias. Un montón de papeles ceñidos por una goma elástica, que muchos quieren leer y muchos más quieren destruir. El legado de un escritor muerto, un libro mediocre cuyo verdadero alcance no es evidente y cuya verdad averigua el escritor. Y ello le lleva a la muerte. En un final de lo más pesimista, Polanski muestra las hojas del borrador empujadas por el viento. Como el pobre jardinero chino, el pobre escritor británico fracasó en su osada lucha contra unas fuerzas superiores, las fuerzas del mal. Las fuerzas de la CIA.
10 de enero de 2010
10 de enero de 2010
36 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sabemos que Leone fue la madre que parió el “spaghetti-western” y que de él heredó los códigos artísticos y morales que caracterizan al género. Pero el “spaghetti-western” (diría yo que sería más justo llamarlo “euro-western”) también tuvo un padre. Fue el madrileño Joaquín Luis Romero Marchent quien puso la semilla que hizo florecer un género odiado y amado a partes iguales, vilipendiado por unos y reverenciado por otros (si se me permite la salvedad, personalmente lo idolatro). Marchent fue el primer director europeo que se especializó en “westerns”. Hizo del paisaje almeriense un protagonista más de sus películas (esta película es el paradigma) y fue el primero en dotar a los personajes de una idiosincrasia latina (sus retratos de El Coyote y El Zorro).
“Antes llega la muerte” es su séptima película del Oeste y un peliculón como la copa de un pino. Se estrenó el 6 de Noviembre de 1964, solamente cincuenta y cinco días después de que Leone estrenara su película “Por un puñado de dólares”, de la que ninguna influencia se puede detectar. Evidentemente, se trata de un “western” de corte tradicional, a la manera clásica de autores como Ford, Hawks o Mann.
Narra los sucesos y peripecias que acompañan a una caravana en su recorrido de, más o menos, cien kilómetros desde un fuerte destacado en medio del salvaje Oeste hasta la fronteriza ciudad de Laredo, con el fin de que la esposa del promotor de la expedición sea operada de un tumor maligno.
Desde los primeros compases se atrapa al espectador con una excelente presentación de personajes. Marchent hace recaer el protagonismo sobre todos ellos y ninguno en especial, en una suerte de “western” coral. Las confrontaciones psicológicas y los enfrentamientos emocionales entre los personajes afloran a lo largo del viaje, auténtico motor narrativo de la película.
Las ramblas del desierto de Tabernas, las nieves de los Picos de Europa y las dunas de Cabo de Gata se convierten, ...
“Antes llega la muerte” es su séptima película del Oeste y un peliculón como la copa de un pino. Se estrenó el 6 de Noviembre de 1964, solamente cincuenta y cinco días después de que Leone estrenara su película “Por un puñado de dólares”, de la que ninguna influencia se puede detectar. Evidentemente, se trata de un “western” de corte tradicional, a la manera clásica de autores como Ford, Hawks o Mann.
Narra los sucesos y peripecias que acompañan a una caravana en su recorrido de, más o menos, cien kilómetros desde un fuerte destacado en medio del salvaje Oeste hasta la fronteriza ciudad de Laredo, con el fin de que la esposa del promotor de la expedición sea operada de un tumor maligno.
Desde los primeros compases se atrapa al espectador con una excelente presentación de personajes. Marchent hace recaer el protagonismo sobre todos ellos y ninguno en especial, en una suerte de “western” coral. Las confrontaciones psicológicas y los enfrentamientos emocionales entre los personajes afloran a lo largo del viaje, auténtico motor narrativo de la película.
Las ramblas del desierto de Tabernas, las nieves de los Picos de Europa y las dunas de Cabo de Gata se convierten, ...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
...por arte de magia (cinematográfica), en territorio inexplorado del lejano oeste americano. Paisajes que crean una eficaz atmósfera en este “western” viajero: las pesadas rodadas de los carros en la nieve, el esfuerzo de los caballos al cruzar el río, la arena que se pega en el rostro sudoroso de los personajes, el sol que deslumbra y satura la imagen, el insoslayable e incierto desfiladero retratado en picado…
El viaje físico deviene en una especie de viaje existencial finito, efímero como la misma vida. Un viaje en el que una sola cosa es segura, que al final le espera a uno la muerte. Pero, como en la propia vida, no todo es drama y hay momentos para lo cómico, lo cotidiano, lo épico… Si bien Marchent imprime a la película un fuerte sentimiento trágico, sabe dibujar variados tonos con sencillez e integridad, y consigue que no chirríe el conjunto.
Quizás si la sencillez y la integridad de la obra de Marchent se hubiesen convertido en marchamo del “euro-western”, éste no hubiese derivado en los productos toscos y abigarrados de trinitarios y karatekas que mataron el género a mediados de los años 70. Nos queda el consuelo de que, antes o después, a todo le llega su fin.
El viaje físico deviene en una especie de viaje existencial finito, efímero como la misma vida. Un viaje en el que una sola cosa es segura, que al final le espera a uno la muerte. Pero, como en la propia vida, no todo es drama y hay momentos para lo cómico, lo cotidiano, lo épico… Si bien Marchent imprime a la película un fuerte sentimiento trágico, sabe dibujar variados tonos con sencillez e integridad, y consigue que no chirríe el conjunto.
Quizás si la sencillez y la integridad de la obra de Marchent se hubiesen convertido en marchamo del “euro-western”, éste no hubiese derivado en los productos toscos y abigarrados de trinitarios y karatekas que mataron el género a mediados de los años 70. Nos queda el consuelo de que, antes o después, a todo le llega su fin.
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