Pocas veces he salido tan cabreado del cine. No llevaba ni 10 minutos de película cuando empecé a aburrirme y ser consciente de mi terrible error, que fue entrar a ver este largo largometraje, empujado y engañado por una campaña millonaria y brutal de marketing.

Técnicamente no le pongo pegas, visualmente la película es muy potente, un buen reparto, buen sonido, una historia interesante... Pero cuando yo veo una película busco sentir o por lo menos entretenerme, en este caso
rara vez sentí empatía hacia el protagonista, un físico bautizado como “el padre de la bomba atómica”, atormentado por las contradicciones morales que su trabajo le generan.

Lo que convierte este film en un somnífero, no son sus tres horas exactas de duración, que también, son sus numerosos personajes, datos excesivos y conspiraciones, su ritmo monótono y su constante música épica que nunca detona nada en absoluto. Puedes ir al baño, incluso a comprar mas palomitas, porque cuando vuelvas nada habrá cambiado.

Me sorprende la reacción generalizada de la crítica, pero aun más la del público, me cuesta creer que el espectador medio disfrute viendo esta película, a no ser que realmente no le guste y pretenda engañar a los demás y a si mismo para aparentar inteligencia.