Capta el interés al principio, con la secuencia en el mercado, impactante. Dustin Hoffman, esos 20 minutos pueden ser simpáticos pero cansan. Además, me cuesta oirle si habla con la voz de Robert de Niro...me descoloca completamente. No es culpa del director ni del guionista, pero es un detalle a comentar.

Una pena que esta película, de la que dicen que parte de un buen material, desaproveche lo logrado al conseguir representar aromas, y nos torture con minutos y minutos de metraje que dan ganas de cortar por lo sano.

La escena final provoca risas en la sala, y no creo que sea por la infantilidad de l@s que la llenan, sino porque esa escena esta totalmente traida por los pelos. No se exactamente qué es lo que me quieren transimitir... Quizás sea mucha metáfora junta para mí. O que como pasamos bruscamente de imágenes inmundas a imágenes bellísimas y oníricas en un momento, me voy desenganchando. Es todo muy confuso.

Una idea bonita, pero como le pasa a las 1000 adapataciones de libros: el ritmo de un libro no es igual que el ritmo narrativo de una película, y ésta peca de eso. Hay que saber alterar (e incluso quitar) lo que no haga falta del material original. Con un buen tijeretazo aquí y allá la película ganaría.

En general le pasa como tantas películas, que pierde fuelle hacia la mitad. Edward Norton no consigue darle carisma suficiente a su personaje, para mi gusto le queda un poco descafeinado: le podría haber sacado mucho más partido a la figura del ilusionista.

Los trucos son bonitos y la fotografía muy acertada para la época que narra, pero a duras penas justifican pagar una entrada de cine. De saberlo, la habría alguilado quizás en un día muy aburrido, pero no merece la pena verla en pantalla grande.