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Críticas ordenadas por utilidad
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8
19 de enero de 2011
19 de enero de 2011
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay miles de buenas películas injustamente desconocidas, ignoradas por historiadores de cine y cinéfilos eruditos. Rodada y ambientada en España, jamás llegó a estrenarse en nuestro país. Demasiado moderna, demasiado nihilista para la recatada moral de 1966. Pero no sólo fue despreciada en España. La película fracasó en todas partes y nadie ha estimado oportuno rescatarla.
Sucintamente, narra el viaje por España de una pareja de mediana edad en crisis: él es Peter Finch; ella, Melinda Mercouri. Acompañados por su hija y una amiga de la pareja –Romy Schneider en toda su plenitud- se detienen, atrapados por la tormenta, en un pueblo cuyo único hotel carece de habitaciones libres. Su llegada coincide con un crimen pasional: un hombre ha asesinado a su mujer y a un amante y está siendo buscado por la policía. La presencia-ausencia del criminal obsesionará a Melinda Mercouri, mujer infeliz, alcohólica irriversible, abocada a un viaje final sin punto de retorno.
La atmósfera fatalista, malsana, que recorre toda la película, es herencia de los mayores éxitos de Jules Dassin, cineasta curtido en el noir americano: La ciudad desnuda, Noche en la ciudad y Mercado de ladrones, obras inscritas en el mejor cine clásico de hollywood. Noche de verano no es nada clásica: En 1966 el huracán de la nouvelle vague ya ha barrido el cine europeo, y aunque el título más evocado por Dassin sea el "Viaggio in Italia", de Roberto Rossellini, queda claro que el director norteamericano, exiliado en Europa desde hace tiempo, ha bebido de las fuentes "cahieristas". Noche de verano es una tragedia posmoderna. Tal vez por eso no fue comprendida.
Sucintamente, narra el viaje por España de una pareja de mediana edad en crisis: él es Peter Finch; ella, Melinda Mercouri. Acompañados por su hija y una amiga de la pareja –Romy Schneider en toda su plenitud- se detienen, atrapados por la tormenta, en un pueblo cuyo único hotel carece de habitaciones libres. Su llegada coincide con un crimen pasional: un hombre ha asesinado a su mujer y a un amante y está siendo buscado por la policía. La presencia-ausencia del criminal obsesionará a Melinda Mercouri, mujer infeliz, alcohólica irriversible, abocada a un viaje final sin punto de retorno.
La atmósfera fatalista, malsana, que recorre toda la película, es herencia de los mayores éxitos de Jules Dassin, cineasta curtido en el noir americano: La ciudad desnuda, Noche en la ciudad y Mercado de ladrones, obras inscritas en el mejor cine clásico de hollywood. Noche de verano no es nada clásica: En 1966 el huracán de la nouvelle vague ya ha barrido el cine europeo, y aunque el título más evocado por Dassin sea el "Viaggio in Italia", de Roberto Rossellini, queda claro que el director norteamericano, exiliado en Europa desde hace tiempo, ha bebido de las fuentes "cahieristas". Noche de verano es una tragedia posmoderna. Tal vez por eso no fue comprendida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Decía Godard que bastan una mujer y una pistola para rodar una película. Noche de verano, basada en una novela de Marguerite Duras, es la tragedia de una mujer fascinada por un crimen: tal vez el crimen que ella desearía haber cometido. La escena inicial es brutal: Una pistola emerge bajo la lluvia torrencial, el hombre que la sujeta entra en una habitación; allí está su esposa, semidesnuda, pura carnalidad (sólo por ese plano se entiende que la censura prohibiese su estreno); dispara sobre el amante y después sobre ella. La idea del crimen pasional merodea desde ese instante sobre Melinda Mercouri, hasta que encuentra una solución alternativa; por eso desaparece al final de la película, cuando entiende que la infidelidad de su marido se ha consumado, y es coherente con la idea finita del amor que había manifestado poco antes, aunque esa certeza la suma en el alcohol y, tal vez, en la muerte: Melinda Mercouri se sacrifica para que que su marido, su mejor amiga y su hija puedan aspirar juntos a un futuro más feliz.
13 de enero de 2008
13 de enero de 2008
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor adaptación que se ha hecho de Julio Verne, junto con la versión de "Viaje al centro de la tierra" dirigida por Henry Levin en 1959. Curiosamente ambas están protagonizadas por James Mason, un actor perfecto para encarnar a los personajes idealistas y aventureros, pero también afectados de cierta misantropía, descritos por Verne.
Tambieén el papel del arponero Ned Land se ajusta como un guante al vigoroso estilo interpretativo de Kirk Douglas. Con semejantes actores, un material literario maravilloso y fotografia en cinemascope, el hábil artesano Richard Fleischer filma una de sus mejores películas. "20.000 leguas de viaje submarino" es un clásico, con todos los honores, del cine de aventuras.
Tambieén el papel del arponero Ned Land se ajusta como un guante al vigoroso estilo interpretativo de Kirk Douglas. Con semejantes actores, un material literario maravilloso y fotografia en cinemascope, el hábil artesano Richard Fleischer filma una de sus mejores películas. "20.000 leguas de viaje submarino" es un clásico, con todos los honores, del cine de aventuras.

6.0
530
9
12 de noviembre de 2008
12 de noviembre de 2008
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marcelo (Alex Casanovas) es un apuesto abogado, vive en un chalet a las afueras de Madrid, está casado con una guapa y comprensiva mujer y es padre de un bebé. Sólo tiene 30 años y ya ha cumplido todos sus sueños.
Ramón (Jorge Alcázar) es un adolescente con sobrepeso, vive con su madre y su hermana en un piso de Vallecas y está acusado del asesinato de un vecino. Su futuro es tan oscuro como su pasado.
Marcelo y Ramón se encuentran, pero su encuentro no es casual. Ambos nacieron en el mismo barrio, ese barrio del que Marcelo decidió escapar. Si ahora vuelve es para saldar una deuda. Cree que si ayuda a Ramón el pasado no volverá a perturbar su trabajada felicidad. No sabe cuánto se equivoca.
Salvador García Ruíz –director de la ya prometedora Mensaka- acierta en el tono de la película y en el dibujo de personajes. El punto de partida –el libro del mismo título de Elvira Lindo- ayuda mucho, pero es indudable que él también conoce el lenguaje de la calle y puede ver, más allá de la pura observación, qué se esconde detrás de cada mirada, de cada gesto involuntario.
Se le pueden reprochar ciertos excesos que en realidad parecen prestados de otras películas y de otros géneros (el toque "gore" y absurdo de la cadena de derramamiento de sangre que provoca Ramón al principio de la película, la innecesaria aparición física del padre que no llegó a conocer), pero se le perdonan por la grave emoción que provocan otros muchos (una confesión sin confesor, una ventana que se cierra, una mentira piadosa).
Es posible que la ausencia de rostros populares, su "tempo" lento y una duración que supera las dos horas hayan hecho de "El otro barrio" una película apenas conocida. No está el cine español en condiciones de prescindir de semejante lujo.
Ramón (Jorge Alcázar) es un adolescente con sobrepeso, vive con su madre y su hermana en un piso de Vallecas y está acusado del asesinato de un vecino. Su futuro es tan oscuro como su pasado.
Marcelo y Ramón se encuentran, pero su encuentro no es casual. Ambos nacieron en el mismo barrio, ese barrio del que Marcelo decidió escapar. Si ahora vuelve es para saldar una deuda. Cree que si ayuda a Ramón el pasado no volverá a perturbar su trabajada felicidad. No sabe cuánto se equivoca.
Salvador García Ruíz –director de la ya prometedora Mensaka- acierta en el tono de la película y en el dibujo de personajes. El punto de partida –el libro del mismo título de Elvira Lindo- ayuda mucho, pero es indudable que él también conoce el lenguaje de la calle y puede ver, más allá de la pura observación, qué se esconde detrás de cada mirada, de cada gesto involuntario.
Se le pueden reprochar ciertos excesos que en realidad parecen prestados de otras películas y de otros géneros (el toque "gore" y absurdo de la cadena de derramamiento de sangre que provoca Ramón al principio de la película, la innecesaria aparición física del padre que no llegó a conocer), pero se le perdonan por la grave emoción que provocan otros muchos (una confesión sin confesor, una ventana que se cierra, una mentira piadosa).
Es posible que la ausencia de rostros populares, su "tempo" lento y una duración que supera las dos horas hayan hecho de "El otro barrio" una película apenas conocida. No está el cine español en condiciones de prescindir de semejante lujo.

7.4
3,618
5
19 de enero de 2011
19 de enero de 2011
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Macbeth" es una película puramente wellsiana, para lo mejor y para lo peor. Impresionan la composición de cada plano, los claroscuros de la fotografía en blanco y negro, los decorados opresivos, y las declamaciones -no tanto interpretaciones- de los actores, frecuentemente filmados en contrapicado. Es el estilo de Welles, su marca de fábrica: un "tour de force" visual tan deslumbrante que termina por ahogar la propia historia. ¡Y qué historia! Nada menos que el Macbeth shakesperiano. Por poco satisfactorio que sea el resultado, un mérito sí debemos reconocerle: Welles tuvo que rodar la película en Irlanda, en apenas tres semanas y con un presupuesto exiguo porque Hollywood ya le había dado la espalda. Por eso, sin duda, tuvo la libertad creativa que un gran estudio le habría negado. Sucede que, en sus manos, el ascenso y caída de Macbeth acaba convertido en una exhibición de imaginería tenebrista.

7.3
30,759
8
13 de enero de 2008
13 de enero de 2008
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las joyas del cine fantástico universal. Ernst B. Schoedsack y Merian C. Cooper, con la inefable ayuda del mago de los efectos especiales Willis O' Brien, fabrican un gorila de proporciones colosales pero de le dotan de alma humana: aterrador cuando aparece por primera vez en la Isla de la Muerte y delicado cuando sostiene a Fay Wray bajo la cascada. La película es una pequeña obra maestra de terror durante su primera parte y culmina de manera antológica. Se le puede reprochar cierta recreación en el puro espectáculo en su parte intermedia, pero sería injusto si la comparamos con el fastuoso "King Kong" del australiano Peter Jackson.
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