El Caso Wells es una película bastante peculiar. La película empieza con una de las frases más conocidas de Friedrich Nietzsche: “Cuando miras al abismo, el abismo también mira también en ti”. En ningún momento se nombra al filósofo. Aunque pienso que esta ausencia constituye el mejor homenaje que podría hacerle la película al alemán.

El inicio es una declaración de intenciones de la oscura historia que el guión nos ofrece, pero que no trasciende de ahí. Resumiendo y enlazando con la frase inicial de Nietzsche, Gere es el encargado de vigilar a los delincuentes sexuales que han salido de la cárcel. Una adolescente es secuestrada por un pederesta. La chica es asesinada. Los remordimientos carcomen a Gere y lo vuelven un violento desalmado. Otra chica es secuestrada. Gere intenta redimirse. Más simple que el mecanismo de un botijo.

Pero, lo que debería de ser una historia de redención más, de repente se transforma en un carrusel de despropósitos. Un mar de sordidez que acaba convirtiendo la película en un thriller en el que cualquier tipo de perversión tiene cabida: sexo, pederastia, fotógrafos psicópatas, películas snuff... Quizás lo único que falte sean actores disfrazados con aquellas máscaras venecianas que Kubrick retrataba en Eyes Wide Shut. En definitiva, estamos ante una película en la que nada es lo que parece y lo mismo puede aparecer Avril Lavigne, que un lobo amaestrado en la casa de la actriz protagonista.

En lo que se refiere al montaje de la película, da la impresión de que el director quisiera causarnos con todas sus fuerzas un ataque epiléptico, pues abusa de la instantánea y las imágenes superpuestas. Y es una pena, pues crea en el espectador la misma sensación que un telefilm o un videoclip musical.

Los personajes son completamente planos y absurdos. Da la impresión de que Richard Gere quisiera abandonar el estereotipo de galán atractivo que posee ante el público. Y esta película parece responder a tal fin.

El remordimiento carcome a Gere, que en vez de ir al psicólogo, como haría cualquier persona del montón, acaba convirtiéndose en una especie de “poli malo” 24 horas. Esa clase de persona que jamás querrías encontrarte comprando el pan, en la cola del supermercado o en el parque paseando a tus hijos. En definitiva, el típico funcionario público enfermo que por sí solo justifica la privatización del sector público, y que llegado el momento sería capaz darte una paliza si te ve dejando los excrementos de tu perro por la calle. Además, la nefasta actuación de Gere, totalmente inexpresiva, digna de un muñeco de cera articulado, hace que el personaje principal acabe siendo el producto de la mezcla entre el inspector Javert, el doctor House y Andrés Pajares.

El resto de personajes no escapan de ser una caricatura de una suerte de maniqueísmo simplista. Ninguno destaca. Ni la sustituta, ni el padre de Laura Palmer de Twin Peaks, ni los malos malísimos.

En definitiva, si quieres perder dos horas de tu vida, ve ésta película.