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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
22 de julio de 2010
54 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Partiendo del relato previo de Julio Cortázar “Las babas del diablo”, Antonioni se permite rodar en el Londres de los 60s, inaugurando de este modo su controvertida etapa de habla inglesa. Impulsado por la atracción que ejerce sobre él la cultura pop propia de la época y la ciudad, rueda su película más popular y rentable; siendo al mismo tiempo, una de las más controvertidas por sus estudiosos y admiradores más acérrimos. Sin embargo, a pesar de la ruptura que supone para con la obra anterior de su autor y de las múltiples acusaciones que le llueven por su “simbología facilista”; es difícil imaginar (dejando de lado La ventana indiscreta) otro film que refleje de manera tan clara las claves propias del arte cinematográfico y su que hacer. El fotógrafo que interpreta David Hemmings, es una clara analogía del cine mismo, un voyeur que comparte la doble condición de espectador y realizador. Aquel capaz de tomar una huella sensible de la realidad, aislarla, reinterpretarla y recontextualizarla para crear un signo; elemento pilar en el desarrollo de realidades lingüísticas que permitan percibir fenómenos que se escapan desde la vivencia directa. Una película con un incalculable valor semiótico, un estudio de la mirada y las posibilidades de que las tecnologías análogas (fotografía y cine) brindan para su pleno desarrollo y comprensión. Revisitada en dos ocasiones por cineastas americanos: Francis Ford Coppola con La conversación y Brian de Palma con Blow Out.
23 de julio de 2010 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Luis Alberto Álvarez afirmó que Toro salvaje (Scorsese, 1984) más que ser una película de boxeo, es un filme sobre un hombre que es boxeador, Perro come perro, por la misma línea y alejándose de sus colegas predecesoras, más que una película de cine negro, de gangsters o policíaca, funciona como un filme de personajes definidos con escalpelo, que simplemente pertenecen al mundo del hampa. Su argumento, sencillo por demás, sigue dos vías que se entrecruzan y retroalimentan: el robo de los dólares por parte de Peñaranda (Marlon Moreno) y la venganza de El Orejón (Blas Jaramillo) para con Benítez (Óscar Borda) por la muerte de su ahijado; meras excusas para mostrar en Peñaranda a un hombre enamorado que pone en riesgo su “código profesional” por una mujer a quien el espectador nunca alcanza a conocer y en Benítez a un tipo atormentado que se desintegra poco a poco.
PD: A quien le interese, puede contactarme para facilitarle una entrevista que realicé el año pasado con el guionista Alonso Torres
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No obstante toda pretensión tiene un precio. Es tan cuidadoso el manejo de los detalles, los pequeños gestos, las expresiones y las reacciones de este par de personajes, que Carlos Moreno, por momentos, deja de lado la recreación de un entorno verosímil que los soporte. A pesar de mostrar vía fotografía, steadycam y dirección de arte una cuidad infernal, sudorosa, sucia y desequilibrada, su recreación del mundo del hampa, que inscribe automáticamente a la película en el género, se queda corta al exponer elementos que desentonan. Aunque la estructura de múltiple persecución que se plantea (El Orejón busca a Peñaranda; Benítez persigue a Peñaranda desde las sombras; Benítez, Peñaranda y Sierra persiguen a los mellizos; El Orejón persigue a Benítez mediante la bruja Iris; Peñaranda anda tras la pista de su esposa; un hombre llama al Hotel El Corso buscando a una tal Adela) resulta interesante, muchas de las cabezas de este corpus en forma de hidra se muestran deformes y mal elaboradas. No se aclaran los móviles de Benítez para asesinar a Medina, ni se ahonda mucho en la personalidad de lo mellizos. El personaje de El Orejón, se torna insoportablemente histriónico, exagerado y por esta misma vía, el recurso del telescopio de su oficina, utilizado para evidenciar su poder y para hacer un seguimiento constante de Peñaranda, resulta artificioso.

Cabría preguntarse entonces, a la luz de estas anotaciones, si Perro come perro sería mejor película si los personajes no se hallaran vinculados al mundo del crimen (que obliga a la inevitable afiliación de genero); ya que las secuencias de la película que más se relacionan con el género son bastante reducidas y la mayoría se dan fuera de campo; una suerte de distanciamiento que obliga a enfocarse en las consecuencias emocionales que acarrean para los personajes y en la relación tácita que se va gestando entre ellos, especialmente en espacios cerrados y claustrofóbicos (el ya mencionado hotel y el carro de Sierra –Álvaro Rodríguez– ) El robo de los dólares no se muestra de manera explícita, las diferentes muertes y ajustes de cuentas aparecen solamente reseñadas en el folletín judicial El Caleño, la secuencia de la motosierra es evidenciada mediante la reacción de los diferentes asistentes a tal evento… en general todo se desplaza a generar reacciones en los personajes –y por extensión en el espectador–. Se diría, tal vez de manera apresurada y atrevida, que Carlos Moreno utiliza el género y parte de sus estructuras, no desde la perspectiva del goce cinéfilo ni con las pretensiones de un esteta de la violencia, sino como mera excusa y motor que catalice, potencie y genere una serie de sensaciones en sus personajes, para después deleitarse registrándolas desde el minimalismo y la sutileza. El autor de Perro come perro, más que dirigir una película de género, dirige al género mismo.
22 de julio de 2010
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante aproximación a lo que podría denominarse “masoquismo fantástico” a través de un relato onírico (no confeso) con evidentes ecos de Alicia en el país de las Maravillas y El Mago de Oz. En efecto, la vertiginosidad con que los acontecimientos se suceden, así como el carácter exótico de los mismos, rompen tanto con la lógica de una realidad establecida (el mundo de los humanos) como con la coherencia narrativa misma, evidenciando la huella referencial del mejor Lewis Carroll. Chihiro, como Alicia, al atravesar el túnel (o madriguera), se embarca en un verdadero viaje hacia el interior de su mente; travesía que, aunque fantástica y plagada de elementos mágicos, resulta ser una verdadera e insufrible (auto)tortura psicológica. Posiblemente este acercamiento al más influyente y referenciado relato de la literatura fantástica occidental, sea en parte responsable de habérsele otorgado el Oscar a Mejor película en 2002; merecido reconocimiento a un director de animación que, alejado de la dominante industria del anime propia de su país, ha insistido en demostrar la fertilidad de un formato altamente infravalorado.
22 de julio de 2010 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercer largometraje de Kubrick, segunda (y ultima) aproximación al cine negro y primera en la que escribe un guión basándose en un material literario preexistente, con la colaboración de un especialista de la talla de Jim Thompson para la elaboración de los diálogos. Considerada por la crítica internacional como un remake no confeso del clásico de Huston La jungla de asfalto; sospechas confirmadas parcialmente por la inclusión de Starling Hayden en el reparto. Pese a plantear una trama de asaltos muy de moda en la época vista ya en filmes como Rififi, resulta innovadora no obstante en su estructura narrativa, la cual acabará influenciando realizadores contemporáneos como Quentin Tarantino.
22 de julio de 2010 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película con evidentes ecos de Los 400 golpes de François Truffaut y otras producciones encaminadas a mostrar (más que narrar) las dificultades que sortea un niño miembro de una familia disfuncional. Casi todo un género centrado en la denuncia de problemáticas sociales; el cual, pese a su indiscutible relevancia temática, se caracteriza generalmente por aportar poco o nada a la estética y el lenguaje cinematográfico. El Bola, no obstante, por momentos se permite deleitar al espectador con secuencias que resaltan por su logrado montaje, especialmente aquellas que tienen lugar en el parque de diversiones y las vías de tren, apartado interesante que, aunque efectivo por generar tensión, aporta poco al argumento. La creciente amistad del par de niños - sin duda lo más valioso del film - que en principio parecía el eje central de la trama (una silla vacía puede marcar la diferencia entre un buen o un mal día de escuela), es dejada de lado para dar paso a la denuncia abierta frente al maltrato infantil, tema cuyo tratamiento, pese a sus buenas intenciones – o tal vez a causa de las mismas -, resulta poco profundo, virando en ocasiones a lo maniqueo, manierista y melifluo.
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