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Críticas ordenadas por utilidad
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6.5
11,763
8
7 de junio de 2024
7 de junio de 2024
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como consumidora de cine de terror desde mi tierna adolescencia, además de estar cuasi cualificada para hacer exorcismos, siempre albergo una semillita de esperanza y espero que la película me dificulte coger el sueño.
A día de hoy, esto nunca ocurre.
Así, estando ya (más o menos) insensibilizada a sustos, gritos, deidades -mayores o menores-, posturas inimitables hasta por los mejores sadhus del Nepal y cabezas giratorias, lo que busco en una película de esta índole es un soplo de aire fresco. Soy consciente de que el desenlace va a ser el mismo que el del resto de este tipo de filmes. Por suerte, y como dirían muchos gurúes contemporáneos, con los que comulgo, hay que centrarse en el camino.
Y esto, querido lector amigo, es lo que hay que valorar en este tan manoseado “genre”.
La peli se enmarca en los 70, sucediendo prácticamente todo dentro de un plató televisivo, así que el decorado, los peinados, el vestuario y los planos, entre otros, son altamente satisfactorios para aquellos enamorados de la “aesthetic” de esta década.
Básicamente, los 93 minutos de metraje transcurren en un set de rodaje donde un grupúsculo de seres humanos, cada uno con su ideario, se ponen a parir, efectúan sus exhibiciones circenses para replicarse y demostrar que tienen razón (sí, como en las Cámaras que nos representan, sólo que todo ello macerado en una solución demoníaca).
Mención especial (y pienso manifestarlo en todas mis próximas reseñas) a la duración. Inaudito que tenga que dar las gracias por que unos directores se limiten a 93 minutos para algo que pueden contar en, para sorpresa de nadie, 93 minutos.
Guiñitos deliciosos a grandes del cine de terror (precisamente de los 70).
Muy fan de la interpretación de Ingrid Torelli, AKA Lily, espléndida en su actuación, donde nos confunde en algún momento acerca de si sus cambios comportamentales son debidos a que está poseída por un demonio, o simplemente es el “poltergeist” de la adolescencia irrumpiendo con su “encanto” característico.
En fin. Mismo perro, con distinto collar (pero éste con luces de feria).
A día de hoy, esto nunca ocurre.
Así, estando ya (más o menos) insensibilizada a sustos, gritos, deidades -mayores o menores-, posturas inimitables hasta por los mejores sadhus del Nepal y cabezas giratorias, lo que busco en una película de esta índole es un soplo de aire fresco. Soy consciente de que el desenlace va a ser el mismo que el del resto de este tipo de filmes. Por suerte, y como dirían muchos gurúes contemporáneos, con los que comulgo, hay que centrarse en el camino.
Y esto, querido lector amigo, es lo que hay que valorar en este tan manoseado “genre”.
La peli se enmarca en los 70, sucediendo prácticamente todo dentro de un plató televisivo, así que el decorado, los peinados, el vestuario y los planos, entre otros, son altamente satisfactorios para aquellos enamorados de la “aesthetic” de esta década.
Básicamente, los 93 minutos de metraje transcurren en un set de rodaje donde un grupúsculo de seres humanos, cada uno con su ideario, se ponen a parir, efectúan sus exhibiciones circenses para replicarse y demostrar que tienen razón (sí, como en las Cámaras que nos representan, sólo que todo ello macerado en una solución demoníaca).
Mención especial (y pienso manifestarlo en todas mis próximas reseñas) a la duración. Inaudito que tenga que dar las gracias por que unos directores se limiten a 93 minutos para algo que pueden contar en, para sorpresa de nadie, 93 minutos.
Guiñitos deliciosos a grandes del cine de terror (precisamente de los 70).
Muy fan de la interpretación de Ingrid Torelli, AKA Lily, espléndida en su actuación, donde nos confunde en algún momento acerca de si sus cambios comportamentales son debidos a que está poseída por un demonio, o simplemente es el “poltergeist” de la adolescencia irrumpiendo con su “encanto” característico.
En fin. Mismo perro, con distinto collar (pero éste con luces de feria).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No estoy segura de hasta qué punto lo siguiente constituye un destripe, pero, aplicando el principio de cautela:
Me parto con la niña en plan, “sí, estoy poseída, pero, ¿dónde está mi cámara Jack?” jiji, no suele haber descargos cómicos en estas pelis, así que estoy encantada con estas breves escenas.
Otro ínterin que me ha enamorado ha sido el papel de la Doctora, como Señora Madre (tanto de la niña poseída como del poseedor maligno). Me divierte el pobre demonio en plan “June, por Satán, ¿por qué me traes a este teatrillo de masas?”.
Me parto con la niña en plan, “sí, estoy poseída, pero, ¿dónde está mi cámara Jack?” jiji, no suele haber descargos cómicos en estas pelis, así que estoy encantada con estas breves escenas.
Otro ínterin que me ha enamorado ha sido el papel de la Doctora, como Señora Madre (tanto de la niña poseída como del poseedor maligno). Me divierte el pobre demonio en plan “June, por Satán, ¿por qué me traes a este teatrillo de masas?”.

6.2
609
6
19 de agosto de 2024
19 de agosto de 2024
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una madre de Tokio nos presenta a una familia donde coexisten tres generaciones: una afable abuela, un padre quemado con la vida y una nieta desubicada.
Bien:
-La estética de la película: no sólo porque la escenografía es bonita, armónica y se ajusta a la realidad de la vida de los personajes, sino porque nos traslada a cada detalle de la vida diaria del Japón (y aquí entra en juego el costumbrismo y los pequeños detalles): los muebles, las camas en el suelo, el abecedario en los carteles, los kimonos, los restaurantes, las ventanas, las reuniones en la mesa sentados en el suelo: precioso.
-Costumbrismo nipón: genial. Casi dos horas de cultura japonesa donde te empapas de sus ademanes, su tono de voz (si la ves en VO), su educación, el respeto hacia los demás...
-El personaje de la abuela (muy bien interpretado, por cierto) provoca una conexión con el espectador; a través de la exteriorización de sus alegrías y sus temores más profundos. Te recalca que la vehemencia no es directamente proporcional al sentimiento. Ella, que demuestra sus emociones de forma contenida (quizá como consecuencia de los estándares culturales japoneses, no lo sé), no necesita gritar, ni alzar la voz para conmovernos. Como un hechizo, sus palabras te alegran el corazón, o te dejan taciturna y melancólica.
Mal:
-Demasiadas líneas argumentales: todos somos protagonistas de nuestras vidas, y siento que en esta película nos introducen a los personajes como protagonistas de la suya, efectivamente, dándonos a entender que todos tienen sus dramas; pero claro, dada la duración de la película, arañan la superficie de la psique de cada uno (incluido el mendigo), y -a excepción de la abuela, por algunas muy buenas líneas que tiene- no nos permiten profundizar en ninguno de ellos como Dios manda.
-A veces la peli se hace pesada, es lenta (teniendo en cuenta que es costumbrista, y que éste se constata como género que no se caracteriza por la cuantía y velocidad de los acontecimientos)
-El guión no llega a brillar, no te engancha del todo, menos tres o cuatro frases, me dejó fría, no llegó a cautivarme.
Vi el tráiler y me generó muchas expectativas, como ese globo hinchado que sueltas y va perdiendo aire rápidamente. También entiendo que habrá un nicho de población que empatizará bastante con ella, y al final, ahí reside la magia del cine; es un espacio perenne donde todo el mundo puede encontrar su sitio y ver sus emociones reflejadas, amén de que tienes esa posibilidad de volver a ver la película en otro momento, y quizás, entonces, te remueve más por dentro :)
Bien:
-La estética de la película: no sólo porque la escenografía es bonita, armónica y se ajusta a la realidad de la vida de los personajes, sino porque nos traslada a cada detalle de la vida diaria del Japón (y aquí entra en juego el costumbrismo y los pequeños detalles): los muebles, las camas en el suelo, el abecedario en los carteles, los kimonos, los restaurantes, las ventanas, las reuniones en la mesa sentados en el suelo: precioso.
-Costumbrismo nipón: genial. Casi dos horas de cultura japonesa donde te empapas de sus ademanes, su tono de voz (si la ves en VO), su educación, el respeto hacia los demás...
-El personaje de la abuela (muy bien interpretado, por cierto) provoca una conexión con el espectador; a través de la exteriorización de sus alegrías y sus temores más profundos. Te recalca que la vehemencia no es directamente proporcional al sentimiento. Ella, que demuestra sus emociones de forma contenida (quizá como consecuencia de los estándares culturales japoneses, no lo sé), no necesita gritar, ni alzar la voz para conmovernos. Como un hechizo, sus palabras te alegran el corazón, o te dejan taciturna y melancólica.
Mal:
-Demasiadas líneas argumentales: todos somos protagonistas de nuestras vidas, y siento que en esta película nos introducen a los personajes como protagonistas de la suya, efectivamente, dándonos a entender que todos tienen sus dramas; pero claro, dada la duración de la película, arañan la superficie de la psique de cada uno (incluido el mendigo), y -a excepción de la abuela, por algunas muy buenas líneas que tiene- no nos permiten profundizar en ninguno de ellos como Dios manda.
-A veces la peli se hace pesada, es lenta (teniendo en cuenta que es costumbrista, y que éste se constata como género que no se caracteriza por la cuantía y velocidad de los acontecimientos)
-El guión no llega a brillar, no te engancha del todo, menos tres o cuatro frases, me dejó fría, no llegó a cautivarme.
Vi el tráiler y me generó muchas expectativas, como ese globo hinchado que sueltas y va perdiendo aire rápidamente. También entiendo que habrá un nicho de población que empatizará bastante con ella, y al final, ahí reside la magia del cine; es un espacio perenne donde todo el mundo puede encontrar su sitio y ver sus emociones reflejadas, amén de que tienes esa posibilidad de volver a ver la película en otro momento, y quizás, entonces, te remueve más por dentro :)

6.4
3,951
7
5 de agosto de 2024
5 de agosto de 2024
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director te hace sentir incómodo ⅔ partes de la película, y en el último tercio ocurren cosas. Una pareja de psicópatas cometiendo su fechoría favorita ad libitum. Película atípica, en la que detenerse a considerar los porqués, las reacciones o la pasividad de los coprotagonistas es descentrarse del que parece ser el objetivo del director.
Forma parte de esta era de pseudoterror pertubador a la que estamos asistiendo, donde se quiere que reflexionemos sobre el comportamiento humano (a diferencia del terror convencional, donde prima lo sobrenatural) y sus límites.
Se nos habla de etología humana, de hasta dónde pueden llegar los seres humanos traspasando sus límites (no sabemos por qué motivo, tampoco parece que el director quiera ahondar en ello; para eso Crimen y Castigo).
Pero también hay una crítica más que evidente al correctismo político, pedestal comportamental en determinados países considerados primerísimos dentro del primer mundo, y la consecuente autorrepresión de las personas, con las consecuencias -más o menos severas- en las que ello desemboca.
Pero el director no sólo ara el campo y planta una semilla de reflexión, para que brote si queremos regarla, a través de un ejercicio de introspección, sino que genera una atmósfera turbia, que mantiene en vilo a los coprotagonistas y al espectador, culminando su obra con una escena que consigue con creces lo que pretende.
Forma parte de esta era de pseudoterror pertubador a la que estamos asistiendo, donde se quiere que reflexionemos sobre el comportamiento humano (a diferencia del terror convencional, donde prima lo sobrenatural) y sus límites.
Se nos habla de etología humana, de hasta dónde pueden llegar los seres humanos traspasando sus límites (no sabemos por qué motivo, tampoco parece que el director quiera ahondar en ello; para eso Crimen y Castigo).
Pero también hay una crítica más que evidente al correctismo político, pedestal comportamental en determinados países considerados primerísimos dentro del primer mundo, y la consecuente autorrepresión de las personas, con las consecuencias -más o menos severas- en las que ello desemboca.
Pero el director no sólo ara el campo y planta una semilla de reflexión, para que brote si queremos regarla, a través de un ejercicio de introspección, sino que genera una atmósfera turbia, que mantiene en vilo a los coprotagonistas y al espectador, culminando su obra con una escena que consigue con creces lo que pretende.
6
9 de febrero de 2025
9 de febrero de 2025
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
115 minutos de película bicolor ambientada tras la Primera Guerra Mundial en los que una ávida espectadora, inexplicablemente, no se aburre. Lo cual está bien.
La peli pone el foco sobre una mujer que se ve abocada al desempleo, y embarazada, para más inri. Tras conocer a la gélida Dagmar, que hace de la máxima de “el fin justifica los medios” su modus faciendi, inicia un vínculo que no le dejará indiferente.
No transcurren excesivos acontecimientos. Pero tampoco hay un regocijo de las emociones que ahí se tratan. De alguna manera, Magnus von Horn, consigue modular estos dos ingredientes de una forma tan equilibrada que embruja al espectador, que contempla la pantalla ensimismado.
Me han gustado la elección del blanco y negro, las actuaciones (especialmente la de Dagmar, fantástica) y el montaje inicial, que demuestra que el continente supera al contenido.
Y es que, me pregunto si serán las raíces nórdicas del director, las causantes de que la película trate una comitiva temas desagradables y que te vayas a dormir después de verla sin que te haya hecho sentir absolutamente nada. Ni un sentimiento. Como si las escenas estuvieran pasando por los ojos del telespectador como si fueran alimentos pasando por la cinta transportadora del supermercado. Lo cual es harto meritorio. Resulta complicado dirigir un largometraje dramático sin tocar ni de lejos una de las válvulas cardiacas del público. Quizá, el director quería transmitir las brutalidades de forma aséptica. Quizá simplemente quería plasmar una historia. Nunca lo sabremos.
La peli pone el foco sobre una mujer que se ve abocada al desempleo, y embarazada, para más inri. Tras conocer a la gélida Dagmar, que hace de la máxima de “el fin justifica los medios” su modus faciendi, inicia un vínculo que no le dejará indiferente.
No transcurren excesivos acontecimientos. Pero tampoco hay un regocijo de las emociones que ahí se tratan. De alguna manera, Magnus von Horn, consigue modular estos dos ingredientes de una forma tan equilibrada que embruja al espectador, que contempla la pantalla ensimismado.
Me han gustado la elección del blanco y negro, las actuaciones (especialmente la de Dagmar, fantástica) y el montaje inicial, que demuestra que el continente supera al contenido.
Y es que, me pregunto si serán las raíces nórdicas del director, las causantes de que la película trate una comitiva temas desagradables y que te vayas a dormir después de verla sin que te haya hecho sentir absolutamente nada. Ni un sentimiento. Como si las escenas estuvieran pasando por los ojos del telespectador como si fueran alimentos pasando por la cinta transportadora del supermercado. Lo cual es harto meritorio. Resulta complicado dirigir un largometraje dramático sin tocar ni de lejos una de las válvulas cardiacas del público. Quizá, el director quería transmitir las brutalidades de forma aséptica. Quizá simplemente quería plasmar una historia. Nunca lo sabremos.

6.7
5,953
9
26 de mayo de 2024
26 de mayo de 2024
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cómo el costumbrismo español se refleja en el cine es uno de los mejores tesoros nacionales que tenemos, y esta película no decepciona a tal respecto. Nos invita a entender las vicisitudes de tres chicas chinas o españolas -según cómo se mire-, y sus respectivos círculos. Sin principio ni final, simplemente, un capítulo de sus vidas.
Si la actuación de todo el elenco es exquisita, y la de Xinyi Ye es superlativa.
Me gusta la película, entre otras cuestiones, porque no es un dramón absoluto. Las niñas, como todos los niños (y todas las personas), tienen sus problemas familiares (no sólo en los domicilios chinos “cuecen habas”). Este filme, sin embargo, nos traslada a una realidad, valga la redundancia, real, en la que las niñas conviven con sus preocupaciones (el hecho de ser niñas no implica que sean baladíes); lo que no les impide llevar una vida plena, y ello está maravillosamente reflejado e interpretado, a través de los momentos de felicidad suprema de los personajes, que consiguen enternecer al espectador.
Es una película buena. Un buen diálogo, un buen casting. Que te transmite exactamente lo que te quiere transmitir, un capítulo de la vida de unos personajes que se sienten entre dos tierras que coexisten dentro de ellos: por fuera asiáticas, por dentro españolas. 118 minutos en los que te mantienes entretenido. Sin pretensiones, la vida tal cual es.
Si la actuación de todo el elenco es exquisita, y la de Xinyi Ye es superlativa.
Me gusta la película, entre otras cuestiones, porque no es un dramón absoluto. Las niñas, como todos los niños (y todas las personas), tienen sus problemas familiares (no sólo en los domicilios chinos “cuecen habas”). Este filme, sin embargo, nos traslada a una realidad, valga la redundancia, real, en la que las niñas conviven con sus preocupaciones (el hecho de ser niñas no implica que sean baladíes); lo que no les impide llevar una vida plena, y ello está maravillosamente reflejado e interpretado, a través de los momentos de felicidad suprema de los personajes, que consiguen enternecer al espectador.
Es una película buena. Un buen diálogo, un buen casting. Que te transmite exactamente lo que te quiere transmitir, un capítulo de la vida de unos personajes que se sienten entre dos tierras que coexisten dentro de ellos: por fuera asiáticas, por dentro españolas. 118 minutos en los que te mantienes entretenido. Sin pretensiones, la vida tal cual es.
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