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Críticas ordenadas por utilidad
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5.8
30,345
9
17 de diciembre de 2016
17 de diciembre de 2016
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abriendo el paraguas contra el huracán de mierda que se ha arrojado contra esta película yo me uno al colectivo en desbandada de sus acólitos y defensores y propongo un ejercicio de reflexión acerca de lo que en una película se busca.
Cierto es que puede que no cumpla los requisitos más técnicos y de método de un suspense de libro. Cierto puede ser también que la trama no haya sido correctamente articulada ni la praxis del clímax adecuadamente introducida. Me declaro incluso capaz de aceptar visos de pesadumbre enunciados entorno a los descuidos de inverosimilitud que se erigen frente al trato que reciben esos pequeños tesoros en forma de libro que maneja Corso. Ahora bien, de ninguna manera consiento que se desacredite esta película; clasificándola de falta de interés o segmentándola temporalmente en fragmentos de provecho, ya que es en mi opinión una declaración artística tejida con la precisa cohesión con que una araña teje su tela.
Como muchos de sus detractores no se han molestado tan siquiera en declarar, La Novena Puerta está plagada de referencias tanto endofóricas como exofóricas y anafóricas y catafóricas, vestigios de lo que una escena en realidad fue y declaraciones de lo que otros momentos serán. Imágenes que vaticinan sucesos y acontecimientos que refuerzan en el inconsciente sucesiones ocurridas con anterioridad. Por no mencionar que, aquello que algunos aseveran como destructor de realismo yo lo denomino creador de ambiente y elemento fundamental de la personalidad del largometraje, porque que se me explique a mi en que lugar quedan esta historia, su protagonista y todo su mantra si retiramos de la compañía de Corso sus botellas de whisky de minibar y sus Lucky Strike sin filtro. Profundamente lírica y melancólica de tiempos mejores y literatos con atributos de viajeros incansables, nos manda un mensaje: toda la acción y secuencia de la trama son en realidad trasfondo, paja inútil que no queremos y que no realiza otra función que la de estorbar a la hora de dejarnos envolver por el cálido abrazo de Emmanuelle Seigner, que si te atrapa con su mirada liberándote de todo escepticismo conseguirá que comprendas el verdadero sentido de toda la obra.
En conclusión y siendo más sintético para evitar confusiones, no es un filme que haya que entender ni tecnificar para comprender, no bebe de la fuente de la complejidad ni se alimenta de su arquitectura, es una sucesión de imágenes a cada cual más onírica y satisfactoria que hay que disfrutar saboreando y llenándose de placer, no discurriendo y aborreciendo por defecto adquirido. Sobresaliente.
Cierto es que puede que no cumpla los requisitos más técnicos y de método de un suspense de libro. Cierto puede ser también que la trama no haya sido correctamente articulada ni la praxis del clímax adecuadamente introducida. Me declaro incluso capaz de aceptar visos de pesadumbre enunciados entorno a los descuidos de inverosimilitud que se erigen frente al trato que reciben esos pequeños tesoros en forma de libro que maneja Corso. Ahora bien, de ninguna manera consiento que se desacredite esta película; clasificándola de falta de interés o segmentándola temporalmente en fragmentos de provecho, ya que es en mi opinión una declaración artística tejida con la precisa cohesión con que una araña teje su tela.
Como muchos de sus detractores no se han molestado tan siquiera en declarar, La Novena Puerta está plagada de referencias tanto endofóricas como exofóricas y anafóricas y catafóricas, vestigios de lo que una escena en realidad fue y declaraciones de lo que otros momentos serán. Imágenes que vaticinan sucesos y acontecimientos que refuerzan en el inconsciente sucesiones ocurridas con anterioridad. Por no mencionar que, aquello que algunos aseveran como destructor de realismo yo lo denomino creador de ambiente y elemento fundamental de la personalidad del largometraje, porque que se me explique a mi en que lugar quedan esta historia, su protagonista y todo su mantra si retiramos de la compañía de Corso sus botellas de whisky de minibar y sus Lucky Strike sin filtro. Profundamente lírica y melancólica de tiempos mejores y literatos con atributos de viajeros incansables, nos manda un mensaje: toda la acción y secuencia de la trama son en realidad trasfondo, paja inútil que no queremos y que no realiza otra función que la de estorbar a la hora de dejarnos envolver por el cálido abrazo de Emmanuelle Seigner, que si te atrapa con su mirada liberándote de todo escepticismo conseguirá que comprendas el verdadero sentido de toda la obra.
En conclusión y siendo más sintético para evitar confusiones, no es un filme que haya que entender ni tecnificar para comprender, no bebe de la fuente de la complejidad ni se alimenta de su arquitectura, es una sucesión de imágenes a cada cual más onírica y satisfactoria que hay que disfrutar saboreando y llenándose de placer, no discurriendo y aborreciendo por defecto adquirido. Sobresaliente.

6.2
24,084
7
17 de diciembre de 2016
17 de diciembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el momento en que los dos protagonistas se conocen (Russell Crowe le parte el brazo al personaje de Ryan Gosling) comienza a forjarse entre ellos una relación al más puro estilo "chico conoce a chica" que acabará por dejarnos un mal sabor de boca en el momento en que la película llega a su fin. Y es precisamente por eso, porque sabremos entonces que hemos alcanzado el término de la única (e inigualable a ojos de imitadores) entrega de una saga que, por mucho que lo deseemos, no llegó ni seguramente llegue a existir.
Alcanza con creces todas las metas con las que podría contar: es entretenida, puede hacerte reír a carcajadas en determinados momentos y cuenta una buena historia. Es sin duda la mejor comedia de la temporada (por lo menos en lo que al sentido menos estricto del género se refiere) Es posible que no sea una obra maestra del séptimo arte pero lo cierto es que esa tampoco era la pretensión original, y ni falta que nos hace, también necesitamos cine de este tipo, muchas veces más agradecido que la más poética montaña de mierda aspirante a los premios de La Academia.
Através de un éter de voluntad hippie y cines de proyección adulta los dos detectives nos llevan de la mano por un Los Ángeles considerablemente ambientado en la época correspondiente al transcurso de la trama. De una fiesta en las colinas entre agentes psicoactivos variados a la alucinante casa de March (el protagonista del que se encarga Ryan Gosling) pasando por el liberador piso de soltero de Healey (Crowe), todos perfectamente decorados para marchar armónicamente acordes a los personajes que habitan dichas escenas.
Chistes fáciles, rápidos, alguno más complejo e incluso otros algo potentes forman una sucesión ciertamente simpática que consigue que mientras no se está uno desternillando está, cuanto menos, entretenido. Es el filme adecuado para la clásica tarde en la que uno no tiene nada que hacer y que aún que no fuese así, tampoco lo haría. Sí las compañías de las que se rodea son gente de conversación, mejor verla sólo, así es como se disfruta. Es también tremendamente recomendable (casi prescripción facultativa) servirse un vermouth a modo de aderezo. un bien alto y bien alto, además.
Alcanza con creces todas las metas con las que podría contar: es entretenida, puede hacerte reír a carcajadas en determinados momentos y cuenta una buena historia. Es sin duda la mejor comedia de la temporada (por lo menos en lo que al sentido menos estricto del género se refiere) Es posible que no sea una obra maestra del séptimo arte pero lo cierto es que esa tampoco era la pretensión original, y ni falta que nos hace, también necesitamos cine de este tipo, muchas veces más agradecido que la más poética montaña de mierda aspirante a los premios de La Academia.
Através de un éter de voluntad hippie y cines de proyección adulta los dos detectives nos llevan de la mano por un Los Ángeles considerablemente ambientado en la época correspondiente al transcurso de la trama. De una fiesta en las colinas entre agentes psicoactivos variados a la alucinante casa de March (el protagonista del que se encarga Ryan Gosling) pasando por el liberador piso de soltero de Healey (Crowe), todos perfectamente decorados para marchar armónicamente acordes a los personajes que habitan dichas escenas.
Chistes fáciles, rápidos, alguno más complejo e incluso otros algo potentes forman una sucesión ciertamente simpática que consigue que mientras no se está uno desternillando está, cuanto menos, entretenido. Es el filme adecuado para la clásica tarde en la que uno no tiene nada que hacer y que aún que no fuese así, tampoco lo haría. Sí las compañías de las que se rodea son gente de conversación, mejor verla sólo, así es como se disfruta. Es también tremendamente recomendable (casi prescripción facultativa) servirse un vermouth a modo de aderezo. un bien alto y bien alto, además.
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