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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
5 de noviembre de 2023
129 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Vidas pasadas” es una película a priori sencilla, pero conformada por muchas capas. Una historia honesta, con mucha verdad, en la que la autora se abre en canal, y nos permite conocer parte de su vida a través de Nora, la protagonista. Antes de ver la peli descubro, en internet, que ambas tienen en común sus origines surcoreanos, haber vivido en su infancia un proceso migratorio a Canadá, estudiar y residir en Estados Unidos, su amor por la dramaturgia, un marido escritor… Después de ver la peli, tengo la certeza de que Celine y Nora, comparten algo más profundo, algo que sin lugar a duda impulsó a la autora a escribir y dirigir esta historia: un gran amor, un amor que no prospera, que se idealiza, que permanece y nunca no te abandona.

“Vidas pasadas” nos cuenta, en tres actos, la relación de Nora y Jae Shung. Primero su enamoramiento juvenil, tan recíproco, puro y tierno, como solo el primer amor puede serlo. Años después un reencuentro, a través de las redes sociales, que despierta y reaviva su vínculo. Por último, un acto final, en el que acompañamos a los protagonistas en sus paseos por Nueva York (que bonitos los travellings) y nos cuestionamos, junto a ellos, muchas de nuestras decisiones.

La película, gracias a su enorme sinceridad, nos hace reflexionar sobre lo que pudo ser y no fue, sobre lo que nos contaron del amor romántico y lo que descubrimos después, sobre los caprichos del destino, los recuerdos, las elecciones, sobre los caminos que no tomamos y las muchas ocasiones en las que cada uno de nosotros, casi siempre en silencio y sin compartirlo con nadie, nos preguntamos a donde nos hubieran llevado esos trenes que un día dejamos pasar.

Elegante y acertada fotografía, emotiva banda sonora, interpretaciones top, una historia preciosa, contada con sutileza y delicadeza, y que cuenta con una escena final tan triste como brillante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Mientras veía la peli y en los días siguientes he pensado mucho en mi primer amor. Es imposible ver “Vidas pasadas” y no acordarte de quién te marcó de esa manera. Tuve después otras relaciones, antes de conocer a mi pareja, pero nunca me produce semejante nostalgia recordarlas. Cuando le recuerdo a él es diferente, nos hemos vuelto a encontrar a lo largo de los años y surgían de nuevo las mismas preguntas, los mismos sentimientos y dudas. Esa sensación, esa desazón, de “eso si era amor verdadero”. Ahora, llevo más de una década sin verle. A veces le busco en redes, a veces pregunto por él a amigos comunes, a veces se cuela en mis sueños, otras en las canciones. Lo tendría muy fácil para contactar, para reencontrarnos, pero la verdad es que no quiero, más bien no me atrevo, no vaya a poner mi vida del revés. Me quedo la imagen de los dos con quince años, conscientes de que siendo tan jóvenes era casi imposible que nuestra relación durase siempre. Leímos, a la vez, “El amor en los tiempos del cólera”, y nos prometimos que, si nos separaba la vida, nos buscaríamos al final de ésta, seguros los dos de que volveríamos a sentirnos al momento el uno para el otro. Menudos intensitos éramos, pero la verdad es que a día de hoy, veinticuatro años después, aún no lo descarto.

Agradezco enormemente a Celine el haber cuidado tanto el personaje de Arthur. El momento más bonito de la peli sucede cuando tras despedirse de Jae Shung, Nora rompe a llorar en brazos de su marido y él, sin juzgarla la acoge, la abraza, la comprende. Este gesto de Arthur es la mayor demostración de amor de toda la película, el momento más romántico de la historia, que nos muestra sin palabras cual es la mejor y más sana forma de amar. Y de paso, nos devuelve a la realidad, al presente, al camino que sí tomamos, a la persona que al final elegimos, y que está sentada a nuestro lado y recordamos que en la vida no sólo hay un gran amor.
21 de abril de 2024
98 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el visionado de “La chimera” asistimos perplejas a un desfile de excéntricos personajes:

La película comienza presentando a Arthur, “el inglés”, que despierta de un sueño en un tren. Lleva puesto un traje de lino tan desgastado como su ánimo, pero lo conservará hasta la última secuencia. Podría haberse hecho con otra ropa, pero lo terrenal dejó de importarle hace tiempo, quizás nunca le importó. Lo lleva como una suerte de uniforme con el que llevar a cabo su misión. Ya en este tren la frontera de lo real y lo irreal comienza a desdibujarse. Interpretado por un increíble Josh O'Connor (que ya me encantó en “The Crown”) es el protagonista de la historia, aun así, no llegaremos a conocerle. Es parte fundamental de una banda rural de “tombaroli” (saqueadores de tumbas) por contar con un inexplicable don, pero no comparte las motivaciones de sus compañeros.

Conocemos también a “la mamma”, Flora, atrincherada en su decadente mansión, agarrada a un pasado que no puede, ni quiere, asumir o soltar. A la espera de algo que no va a llegar, la guarda cariño a Arthur por el vínculo que solo se crea al compartir una pérdida.

En imágenes oníricas, cortas pero sugerentes, atisbamos a Beniamina, y no son necesarios más planos para intuir que se trata de una mujer con un magnetismo especial, una musa.

Luego está Italia, migrante, supuesta alumna de Flora, que hace las veces de criada. Ama la música, pero necesita más un techo para su hija e hijo, y no está en disposición de pelear por una situación más justa. Nada más conocer a Arthur siente por él curiosidad y fascinación. La misma que se siente como espectadora.

Los “tombaroli” no parecen actores, si no personajes reales. Aportan a la película algunas secuencias tragicómicas y otras que parecen documentales costumbristas, rescatadas de una vieja hemeroteca. Arthur busca una conexión con lo sagrado y con “el más allá” y entiende el valor de los objetos recuperados. La banda, en cambio, se toma los saqueos como un trabajo, una forma más de ganar dinero que hace mantener viva su esperanza en tener por fin un auténtico golpe de suerte.

Por último, tenemos a los traficantes de antigüedades, que representan al sistema, a los que se lucran del expolio sin mancharse las manos y perpetúan las injusticias.

Estamos ante una película extraña, de estas en las que llevas una hora de metraje y aun no sabes bien lo que estás viendo. Resulta a ratos excesivamente lenta, pero si tienes paciencia y sabes donde buscar, te ofrecerá algunos tesoros. Entre el realismo y el realismo mágico, está rodada en distintos formatos, con cambios de ritmos, que acompañan muy bien la transición de lo picaresco a lo onírico. Grandes interpretaciones, diseño de producción y trabajo de vestuario. Imposible no mencionar el maravilloso cartel. Acertadísima la música, que alterna el pop de aquel momento, con música clásica y con dos canciones, interpretadas por una especie de juglar, que contienen en sus letras las claves de lo que la película quiere en realidad contarnos
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“La chimera” te sumerge en una Italia para mi desconocida, más real y menos bella, te invita a reflexionar sobre la pérdida, sobre las leyes y la propiedad de las cosas, sobre la esencia del arte y sobre los ritos y rituales inventados por los humanos. Y te plantea un sinfín de preguntas: ¿Se trata de un simple jarrón? o ¿al ser parte de un ajuar funerario adquirió un valor que ahora transciende lo material?, ¿a quién pertenece? ¿acaso no nos hemos expoliado todos a todos a lo largo de la historia?¿expoliar es profanar? ¿o no lo es cuando solo crees en lo terrenal? (o cuando no sabes qué comerás al día siguiente).

En paralelo a estas cuestiones, la guionista nos regala una dosis de optimismo de la mano de la buena de Italia que, con ayuda de otras mujeres, termina reconvirtiendo la abandonada estación (¿es pública, no es de nadie, es de todos?) en una especie de comuna-refugio en la que empezar a ser dueñas de su destino. Recuperar, pero no para lucrarse, si no para poder sobrevivir y avanzar.

Leo que la bellísima escultura ("la Cibelle") fue diseñada con mucho mimo y representa muchos de los ideales etruscos. Se que no es real, pero compartí con Arthur esa especie de “síndrome de stendhal” al contemplarla y su desolación al verla descabezada. Pena por todas las maravillas que habrán sido destruidas a lo largo de la historia, por poder o por dinero, rabia por otras que adornarán los salones de quienes no comprenden su valor artístico ni histórico y curiosidad, desazón y anhelo, por todas las piezas que permanecen aún ocultas, quizás para siempre.

Entiendo que “el inglés” optase por tirar la cabeza al lago.
19 de mayo de 2024
42 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mejor ver esta ingeniosa película de noche mientras imaginas que estás presenciando, en directo, un "late nigth" de entrevistas en la televisión estadounidense a finales de los 70.

El protagonista y presentador del programa en cuestión, Jack Delroy, no pasa por su mejor momento. Ha perdido a su mujer, las audiencias de su programa se están resintiendo y su continuidad y futuro están en el aire. Dispuesto a todo por recuperar el interés de los espectadores (y animado por su diabólico productor) organiza un especial de "Halloween" que resultará ser mucho más terrorífico de lo que ambos esperan. La invitada estrella es una adolescente acompañada de su terapeuta y, presuntamente, está poseída por el mismísimo diablo.

David Dastmalchian está que se sale, lo clava en su papel. Consigue incluso que empatices con Delroy y desees que, al final, todo le salga bien. La historia cuenta con pocos personajes, pero suficientes y todos y todas están a la altura.

La inmersión en los 70 es total y tienes que recordarte, a ratitos, que estás viendo una película y no una antigua reposición. La forma de rodarla, la gama de colores elegida y el trabajo de posproducción, maquillaje, peluquería y vestuario tienen la culpa.

Si la telebasura nocturna ha sido uno de tus "guilty pleasures" y pasaste unos añitos sin dormir las horas recomendadas por ver terminar Crónicas Marcianas y si, además, te mola ver lo que sucede durante "la publi" o fuera de cámaras y adentrarte en los entresijos de la tele, te vas a divertir mucho con esta peli. Las fans de las Hermanas del Baptisterio, las Caras de Bélmez, de la sección de Javier Sierra y del programa Iker Jiménez (cuando estaba en la radio) estamos de enhorabuena.

Gran guión, con buenos diálogos, que recoge todos los clichés de este tipo de programas, en los que todo vale por el "share". Una incisiva sátira sobre los medios de comunicación, un asomarte a esos "late" de los que se nutrieron estos formatos durante las tres décadas siguientes, muchas referencias, posesiones infernales (con giro de cabeza incluido) y mucho humor. ¿Que puede salir mal?

Yo soy de las que se hubiera tragado este especial de TV enterito, y con palomitas.
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Y me habría caído la diabólica maldición en directo.
28 de octubre de 2024
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera secuencia de la película nos sitúa junto a una carretera, en medio de la nada, en el desierto de Arizona. Un anticuado camión cisterna ha volcado, el conductor no parece haber sobrevivido al accidente y el goteo insistente de una fuga de combustible parece marcar el inicio de una cuenta atrás.

Cerca de allí, "el vendedor ambulante de cuchillos" (¿tenía nombre?) se detiene en una desolada área de servicio, con la intención de repostar su vehículo y realizar una parada rutinaria. Los surtidores se encuentran junto a un motel y un restaurante de carretera.

Pero los tanques se encuentran vacíos y, a no ser que se cuente con suficiente combustible, la opción más razonable es entrar al restaurante a esperar. El director y escritor, Francis Gallupi, ya ha compartido con nosotros el secreto y sabemos que ese camión de combustible no va a llegar.

Una a una, vamos conociendo a diferentes personas que, por el mismo motivo que el vendedor, se quedan varadas en el restaurante. Lo que comienza con un desafortunado imprevisto se transforma en una peligrosa situación en la que no todos los personajes tienen buenas intenciones ni disponen de la misma información.

"Last stop in Yuma County", ópera prima de este joven cineasta, ha convencido tanto a la crítica y gustado al público. A pesar de no contar con un millonario presupuesto, Gallupi presenta un ejercicio de notable calidad sustentado por un buen guion, buenas interpretaciones y una fotografía muy cuidada. Además, su duración se agradece y el resultado son 90 minutos de teatro, western, humor negro y suspense que se disfrutan.
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Mis Notas:

“Last Stop in Yuma County” es el tipo de película en la que sin pretenderlo te pones en modo "espero que suceda lo peor" porque sabes que a medida que el nivel de calamidad se dispare, se hará cada más entretenida y te lo pasarás mejor. Me dispongo pues a hacer palomitas y a disfrutar de desgracias ajenas.

Ya es mala suerte que de diez personas que llegan un restaurante en medio de la nada, dos sean delincuentes chugos y otros dos aspirantes a delincuentes. Pero bueno, así es más divertido.

Cuando explota la tensión acumulada, adiós en un momento a la mitad del reparto. Estamos en U.S.A. y aquí lleva pipa hasta el auxiliar de cámara. Una vez echada media lágrima por Charlotte, aplaudes. Consiguen una secuencia bien dirigida y muy divertida. La veo dos veces.

Gracias a que el vendedor resulta no ser una buena persona la historia no termina aquí. (*Porque el pardillo del vendedor somos todos: Sólo por azar podríamos encontraríamos en medio una situación así y en algún momento nos plantearíamos quedarnos la pasta. No lo haríamos, pero sólo por si nos pillan). Toca revisarse, pero poco, que me recuerdo que estoy de risas, y aún me quedan casi treinta minutos de malas decisiones, muertes y persecuciones. Me apunto.
4 de febrero de 2024
29 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sandra es una mujer alemana que vive con su hijo ciego de 11 años, Daniel, y su atormentado marido, Samuel, en una casa aislada en los Alpes franceses. Desde la primera secuencia se hace latente la tensión que existe en la pareja y, cuando Samuel, tras una violenta caída, aparece muerto en la nieve, no discernimos si se trata de un desafortunado accidente, si él se ha suicidado o si, tal vez, su mujer lo ha asesinado.

Tras las primeras investigaciones Sandra se convierte en sospechosa y, un año después, asistimos al juicio, en un procedimiento en el que, además de los hechos, se juzgarán los evidentes defectos de la protagonista, mujer y madre que no se ajusta a los estándares que durante años hemos interiorizado. Los recuerdos del niño y las revelaciones que va teniendo sobre la naturaleza de la relación de sus padres, serán determinantes para el veredicto.

Todo el tema forense y judicial es tratado de manera interesante y minuciosa. Con un estilo que roza el documental nos adentramos en el desarrollo de los juicios franceses (los americanos los tenemos bastante más vistos), sin dejar de lado la influencia que la cultura, los prejuicios y los medios de comunicación tienen en estos casos. “Anatomía de una caída”, en su forma, se presenta como drama judicial, pero en su fondo es una película que explora las complejidades de la dinámica de una pareja en la que se han invertido los papeles tradicionales, siendo ella una escritora de éxito y recayendo en él la mayor parte de las cargas familiares, incluida la crianza de su hijo. Su mayor virtud es exponer, en tan solo un par de secuencias, lo complicado de lograr el equilibrio en las relaciones, y que estas satisfagan a ambas partes por igual.

Gran nivel interpretativo, con el valor añadido de tratarse de una película rodada en dos idiomas. Ritmo demasiado lento que acompaña las densas sensaciones que despierta. Mejor ver en el cine, en casa hay más riesgo de desconectar.
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Me interesa la manera que tiene la directora de mostrar que las mujeres que anteponen su profesión a sus familias, o son sospechosas de ser promiscuas, son juzgadas mucho más duramente por la sociedad que los hombres. Y que, las mujeres recias, que tienen carácter y carecen de candidez, parecen irremediablemente culpables.

Impresiona la discusión grabada entre Sandra y Vincent, que los presentes en el juicio pueden solo escuchar, pero nosotros podemos presenciar. En una sola conversación, de pocos minutos, vislumbramos los conflictos de toda una vida. Sacrificios, reproches, celos, culpa, decepciones, ambición, traición, frustración. La radiografía de una relación en la que se atisba amor, pero que está marcada por el dolor. ¿Quién tiene razón? Los dos. Y ninguno.

Durante esta secuencia es imposible no cuestionarse y revisar el concepto actual de pareja y, mientras, rememorar nuestras más terribles discusiones y agradecer, aliviados, que ninguna de ellas fuera grabada.

Interesante también el recorrido del personaje de Daniel, inclinándose al fin por apoyar la versión de su madre o más bien, eligiendo no quedarse solo, aunque esto signifique convivir con la posibilidad de haber traicionado a su padre. Su nivel de angustia es tal que, en un desesperado intento de procurarse argumentos que silencien sus temores, casi se carga a su perro.
Daniel, elige lo que solemos elegir cuando nos consumen las dudas: lo que queremos creer, lo que menos nos duele. Y, tras una crucial conversación con la agente judicial que vigila que el niño no sea manipulado, incluye en su declaración la charla mantenida en el coche con su padre (recordada o inventada) que determina hacia que lado se inclinará la balanza.

Que “Anatomía de una caída” tenga un final abierto mola mucho, ya que refuerza la sensación de que no estábamos visionando un thriller, ni una peli de juicios en la que el clímax llegará cuando se descubra la verdad.

Una historia que te sumerge en las relaciones familiares viciadas, se asoma a lo que sucede “de puertas para adentro” y cuestiona lo que una pareja puede, o debe, soportar o superar.
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