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6.2
11,121
3
15 de noviembre de 2021
15 de noviembre de 2021
26 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
La crónica francesa (The French Dispatch of the Liberty Kansas Evening Sun), película estadounidense de Wes Anderson con guión de él mismo, música de Alexandre Desplat y fotograía de Robert D. Yerman. Interpretada por Benicio del Toro, Frances McDormand, Jeffrey Wright, Adrien Brody, Tilda Swinton, Timothée Chalamet, Léa Seydoux, Owen Wilson, Mathieu Amalric, Lyna Khoudri, Steve Park, Bill Murria y Saoirse Ronan entre muchos otros.
El décimo largometraje del director texano Wes Anderson es toda una… decepción. Una verdadera ‘decepción francesa’ y sólo sirve para confirmar lo que ya sospechábamos: su cine es hueco y sin consistencia. Basado en un estilo visual que en su momento fue novedoso; sobre todo para quienes no conocen la obra de Jacques Tati, por ejemplo; dicho estilo le permitió hacerse de un sello distintivo inconfundible que, después de una primera y novedosa etapa, ha terminado por cansar al espectador abrumándolo con una profusión de objetos y detalles sin sentido colocados en abigarrados escenarios que parecen la casa de muñecas de Barby.
French Dispatch intenta narrarnos las historias que se encuentra detrás de tres reportajes de la hipotética revista norteamericana del título que tiene su sede en un ficticio pueblecito francés. La realidad es que las tres historias terminan diluyéndose en una maraña de elementos verbales y visuales y de tramas y subtramas derivadas del relato principal. Se trata de un incesante y absurdo bombardeo de imágenes y palabras (abusivo uso de la voz en off, diálogos verborréicos, sucesión interminable de estampas y personajes, etc.), que acribillan al espectador con una profusión de estímulos visuales y sonoros semejantes a fuegos de artificio. Estallan ante nuestros sentidos y casi simultáneamente desaparecen sin darnos tiempo de saber de qué va el asunto.
Así pues, no hay mucho que decir. French Dispacht resulta una franca decepción y si no la han visto no se pierden de nada. Se confirma una vez más que no bastan los millones de dólares y la pléyade de actores y actrices de primera línea (por cierto, usados como simples muñequitos decorativos) para hacer una buena película. Las historias podrían haber resultado interesantes si estuvieran contadas con mayor eficacia narrativa y no con la pedantería y la grandilocuencia que se nos quiere endilgar como ‘arte’.
En síntesis: con French Dispatch nos queda la impresión de haber asistido a un espectáculo diarreico de imágenes y palabras que, como toda buena evacuación, al final nos deja exhaustos y vacíos.
Jesús Magaña Estrada
15/11/21
[email protected]
El décimo largometraje del director texano Wes Anderson es toda una… decepción. Una verdadera ‘decepción francesa’ y sólo sirve para confirmar lo que ya sospechábamos: su cine es hueco y sin consistencia. Basado en un estilo visual que en su momento fue novedoso; sobre todo para quienes no conocen la obra de Jacques Tati, por ejemplo; dicho estilo le permitió hacerse de un sello distintivo inconfundible que, después de una primera y novedosa etapa, ha terminado por cansar al espectador abrumándolo con una profusión de objetos y detalles sin sentido colocados en abigarrados escenarios que parecen la casa de muñecas de Barby.
French Dispatch intenta narrarnos las historias que se encuentra detrás de tres reportajes de la hipotética revista norteamericana del título que tiene su sede en un ficticio pueblecito francés. La realidad es que las tres historias terminan diluyéndose en una maraña de elementos verbales y visuales y de tramas y subtramas derivadas del relato principal. Se trata de un incesante y absurdo bombardeo de imágenes y palabras (abusivo uso de la voz en off, diálogos verborréicos, sucesión interminable de estampas y personajes, etc.), que acribillan al espectador con una profusión de estímulos visuales y sonoros semejantes a fuegos de artificio. Estallan ante nuestros sentidos y casi simultáneamente desaparecen sin darnos tiempo de saber de qué va el asunto.
Así pues, no hay mucho que decir. French Dispacht resulta una franca decepción y si no la han visto no se pierden de nada. Se confirma una vez más que no bastan los millones de dólares y la pléyade de actores y actrices de primera línea (por cierto, usados como simples muñequitos decorativos) para hacer una buena película. Las historias podrían haber resultado interesantes si estuvieran contadas con mayor eficacia narrativa y no con la pedantería y la grandilocuencia que se nos quiere endilgar como ‘arte’.
En síntesis: con French Dispatch nos queda la impresión de haber asistido a un espectáculo diarreico de imágenes y palabras que, como toda buena evacuación, al final nos deja exhaustos y vacíos.
Jesús Magaña Estrada
15/11/21
[email protected]

8.6
172,049
6
22 de agosto de 2021
22 de agosto de 2021
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sueño de fuga (The Shawshank Redemption) es una película de 1994 dirigida por Frank Darabont con guión de propio director basado en el relato de Stephen King "Rita Hayworth and Shawshank Redemption". La película narra el calvario al que se ve sometido en la prisión de alta seguridad de Shawshanks (en el estado estadounidense de Maine) el protagonista Andy Dufresne (Tim Robbins), un exitoso banquero acusado de un crimen que no cometió y la entrañable amistad que entabla con Ellis Boyd ‘Red’ Reding (Morgan Freeman), un afroamericano condenado a cadena perpetua igual que Dufresne.
Al momento de redactar esto, la película cuenta con 482 críticas en Filmaffinity y una calificación global de ¡8.6! En Internet Movie Data Base (IMDb) tiene una calificación de ¡9.3! Se habla incluso de que se ha colocado en el número uno de las listas de preferencias que suelen publicar los medios especializados. Por lo tanto, escribo este comentario sólo porque me he propuesto dejar constancia escrita de cada film que voy viendo; pero sobre todo, porque me llama poderosamente la atención la unanimidad con la que se refieren a ella de manera elogiosa los críticos profesionales y no profesionales. Y aunque suene arrogante, debo decir que estoy totalmente en desacuerdo.
Desde luego que no he leído las casi quinientas críticas; pero haciendo un repaso rápido por algunas de las páginas, la mayoría de los participante le otorgan calificaciones de 9 y 10. Quizá se explica porque muchos de nosotros, los que publicamos en estos espacios, en realidad no somos críticos profesionales y más bien juzgamos las películas de manera sensiblera y en extremo subjetivamente. Pero es preocupante que quien se toma la molestia de elaborar un texto con sus opiniones sobre la obra que ha visionado, caiga tan fácilmente en la trampa de una película escandalosamente tramposa y convencional.
Y más preocupante aún resulta la unanimidad que exhiben los críticos (supuestamente profesionales), de los que se consignan sus opiniones en los sitios mencionados (Filmaffinity e IMDb). Lo único que puedo decir a favor de la película es que es entretenida porque las actuaciones de los protagonistas la sostienen a pesar de las evidentes fallas estructurales del guión. Por otra parte, es una historia inverosímil, sensiblera, aspiracionista, maniquea, tramposa, intrascendente, manipuladora y muy ‘gringa’. Es decir, con una visión autocomplaciente y nada crítica de la ‘ejemplar’ sociedad norteamericana en la que los buenos siempre son redimidos y los malos siempre reciben su castigo.
Desde luego que puedo estar equivocado, pero tengo la sospecha de que a quienes les entusiasma tanto este tipo de películas no han llegado a entender lo que debería ser una verdadera obra de arte cinematográfica (y cualquier obra de arte), una experiencia que te sacuda, que te cuestiones y que te transforme. Y no me vengan con la monserga de que aquí se trata sólo de entretenimiento, de pasar un buen rato. El verdadero entretenimiento no está reñido con la calidad estética y la inteligencia; por el contrario, son elementos constitutivos de todo espectáculo valioso.
El ‘entretenimiento’ superficial y ñoño o falsamente trascendente y retorcido no es verdadero entretenimiento, es enajenación. Porque no te aporta nada y sólo te distrae y engaña divirtiéndote de forma fantasiosa. Para mí, esa es precisamente la falla de Sueños de fuga por muchos valores que indudablemente tiene en cuanto a la producción en general y las actuaciones. Eso no me basta para considerarla una buena película porque en contra parte a dichas virtudes sólo me provoca evadirme (fugarme) mediante sueños ilusorios.
Jesús Magaña Estrada
22/08/21
[email protected]
Al momento de redactar esto, la película cuenta con 482 críticas en Filmaffinity y una calificación global de ¡8.6! En Internet Movie Data Base (IMDb) tiene una calificación de ¡9.3! Se habla incluso de que se ha colocado en el número uno de las listas de preferencias que suelen publicar los medios especializados. Por lo tanto, escribo este comentario sólo porque me he propuesto dejar constancia escrita de cada film que voy viendo; pero sobre todo, porque me llama poderosamente la atención la unanimidad con la que se refieren a ella de manera elogiosa los críticos profesionales y no profesionales. Y aunque suene arrogante, debo decir que estoy totalmente en desacuerdo.
Desde luego que no he leído las casi quinientas críticas; pero haciendo un repaso rápido por algunas de las páginas, la mayoría de los participante le otorgan calificaciones de 9 y 10. Quizá se explica porque muchos de nosotros, los que publicamos en estos espacios, en realidad no somos críticos profesionales y más bien juzgamos las películas de manera sensiblera y en extremo subjetivamente. Pero es preocupante que quien se toma la molestia de elaborar un texto con sus opiniones sobre la obra que ha visionado, caiga tan fácilmente en la trampa de una película escandalosamente tramposa y convencional.
Y más preocupante aún resulta la unanimidad que exhiben los críticos (supuestamente profesionales), de los que se consignan sus opiniones en los sitios mencionados (Filmaffinity e IMDb). Lo único que puedo decir a favor de la película es que es entretenida porque las actuaciones de los protagonistas la sostienen a pesar de las evidentes fallas estructurales del guión. Por otra parte, es una historia inverosímil, sensiblera, aspiracionista, maniquea, tramposa, intrascendente, manipuladora y muy ‘gringa’. Es decir, con una visión autocomplaciente y nada crítica de la ‘ejemplar’ sociedad norteamericana en la que los buenos siempre son redimidos y los malos siempre reciben su castigo.
Desde luego que puedo estar equivocado, pero tengo la sospecha de que a quienes les entusiasma tanto este tipo de películas no han llegado a entender lo que debería ser una verdadera obra de arte cinematográfica (y cualquier obra de arte), una experiencia que te sacuda, que te cuestiones y que te transforme. Y no me vengan con la monserga de que aquí se trata sólo de entretenimiento, de pasar un buen rato. El verdadero entretenimiento no está reñido con la calidad estética y la inteligencia; por el contrario, son elementos constitutivos de todo espectáculo valioso.
El ‘entretenimiento’ superficial y ñoño o falsamente trascendente y retorcido no es verdadero entretenimiento, es enajenación. Porque no te aporta nada y sólo te distrae y engaña divirtiéndote de forma fantasiosa. Para mí, esa es precisamente la falla de Sueños de fuga por muchos valores que indudablemente tiene en cuanto a la producción en general y las actuaciones. Eso no me basta para considerarla una buena película porque en contra parte a dichas virtudes sólo me provoca evadirme (fugarme) mediante sueños ilusorios.
Jesús Magaña Estrada
22/08/21
[email protected]

6.9
501
8
16 de agosto de 2021
16 de agosto de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tortura (Hets) película sueca de 1944 dirigida por Alf Sjöberg y con guión de Ingmar Bergman estrenada el 2 de octubre de ese año en Suecia y ganadora del Gran Premio del Festival de Cannes en 1946. La película plantea el conflicto humano que surge del triángulo sentimental formado por un profesor de latín apodado por sus alumnos Calígula (Stig Järrel); uno de los estudiante de su clase Jan-Erik Widgren (Alf Kjellin) y la chica encargada del puesto de tabaco cercana a la escuela, Bertha Olsson (Mai Zetterling).
Calígula es el típico profesor tiránico y despótico que goza ridiculizando a sus alumnos que le temen y le desprecian por igual. Se trata de un individuo que hace gala de su supuesta superioridad intelectual para compensar su pequeñez moral. Este sujeto tiene atemorizada y sometida a Bertha a quien ha convertido mediante amenazas y malos tratos en su amante secreta en contra de la voluntad de la chica. Un día Jan-Erik se topa con Bertha totalmente alcoholizada y la ayuda a llegar a su casa. A partir de ahí surge una relación amorosa que habrá de chocar con los intereses de Calígula y generará el conflicto que desembocará en drama y tragedia para los personajes.
Sin embargo, la cinta aborda otros temas muy relevante que van más allá del típico conflicto del triángulo amoroso. El guión de Bergman plantea dos asuntos que yo ponderaría como muy relevantes. Y en ambos casos los presenta a manera de dicotomías enfrentadas e irreconciliables. Por un lado está la cuestión de la educación o, mejor dicho, el cuestionamiento al modelo educativo de esa época en Suecia. Desde la escena inicial, aparentemente sin motivo y sin relación con la trama, se nos hacer ver la manera como los alumnos son reprimidos por las faltas más insignificantes. El mensaje es muy claro: la escuela no educa, somete.
La mayor parte de la acción del filme transcurre en las aulas del instituto. Así, podemos constatar la permanente tortura a la que se ven sometidos los alumnos próximos a graduarse por el despótico Calígula. En particular en contra de Jan-Erik Widgren en quien parece cebarse con espacial dedicación. Por su parte, Jan-Erik es un joven idealista y sensitivo que quiere dedicarse a escribir y a tocar el violín. En este personaje podemos adivinar, claramente, rasgos autobiográficos del propio Bergman.
Sin embargo, no todo es despotismo y crueldad por parte de los profesores. En el polo opuesto de la actitud de Calígula encontramos a un viejo profesor bondadoso y condescendencia con sus alumnos. No obstante, los pupilos se aprovechan de su candidez y lo embroman y hace mofa de su aspecto y de su forma de ser. El mensaje parece claro, como decimos en México: ‘Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre.’ O sea, lo que Sjöberg y Bergman parecen querer transmitirnos es la ideas de que un sistema educativo demasiado estricto no fomenta ni propicia lo mejor de cada individuo al poner el énfasis en evidenciar sólo los aspectos negativos de los alumnos. Pero, de igual forma, un sistema demasiado laxo y permisivo no propicia el adecuado desarrollo de los educandos. En concreto, hay que buscar el justo medio.
La otra dicotomía se refiere a la actitud que los personajes tienen con respecto al significado que le otorgan a la existencia. Hay aquí también dos posturas claramente encontradas. Jan-Erik es el idealista y soñador bohemio que cree en la bondad de las personas y en la fidelidad en las relaciones amorosas. Su amigo y compañero Sandman, por el contrario, es un escéptico que toma las cosas como viene y aprovecha todas las oportunidades que se le presentan sin cuestionarse por la justeza moral de sus actos. El tema apenas está esbozado por dos o tres conversaciones entre los compañeros. Pero es clara la simpatía de los realizadores por la primera de estas posturas.
De esta confrontación de posturas se deriva, como consecuencia lógica, otro tema por demás importante: el de la soledad del ser humano. Para los realizadores nuestra soledad es inevitable e irreparable. Y ello e así por nuestra imposibilidad para comunicarnos. En varias escenas del filme se platea esto con toda claridad. La incomunicación es evidente entre profesores y alumno, entre padres e hijos y, lo más grave para el caso, entre los amantes en cuestión. La obstinada postura de Bertha por no revelar el nombre de su acosador da cuenta de esta situación. El resultado es el aislamiento y la soledad de los protagonistas.
Por último, los aspectos técnicos de la producción me han parecido notables en general. Destaco la fotografía de Martin Bodin en un estupendo blanco y negro con claroscuros muy sugerentes. Las actuaciones son correctas; en especial la de Stig Järrel (Calígula) que logra hacer de su personaje un tipo repugnante y odioso. La pareja de jóvenes amantes cumple con sus roles aunque, para mi gusto, sus actuaciones podrían haber sido más ‘apasionadas’, la trama así lo sugiere. Los actores secundarios están bastante bien y cada uno cumple a la perfección su parte.
Para terminar es necesario hacer notar que si me he tomado el trabajo de ver e intentar analizar esta obra es porque se trata, como el mismo Bergman lo afirma, de su primera incursión en el cine del que a la postre sería el enorme director que llegó a ser. Se sabe que además del ser autor del guión tuvo la oportunidad de dirigir la última escena de la película; por lo que podemos hablar de esta obra como su bautizo cinematográfico. No obstante, en justicia, el filme sigue perteneciendo a Alf Sjöberg.
Jesús Magaña Estrada
[email protected]
Calígula es el típico profesor tiránico y despótico que goza ridiculizando a sus alumnos que le temen y le desprecian por igual. Se trata de un individuo que hace gala de su supuesta superioridad intelectual para compensar su pequeñez moral. Este sujeto tiene atemorizada y sometida a Bertha a quien ha convertido mediante amenazas y malos tratos en su amante secreta en contra de la voluntad de la chica. Un día Jan-Erik se topa con Bertha totalmente alcoholizada y la ayuda a llegar a su casa. A partir de ahí surge una relación amorosa que habrá de chocar con los intereses de Calígula y generará el conflicto que desembocará en drama y tragedia para los personajes.
Sin embargo, la cinta aborda otros temas muy relevante que van más allá del típico conflicto del triángulo amoroso. El guión de Bergman plantea dos asuntos que yo ponderaría como muy relevantes. Y en ambos casos los presenta a manera de dicotomías enfrentadas e irreconciliables. Por un lado está la cuestión de la educación o, mejor dicho, el cuestionamiento al modelo educativo de esa época en Suecia. Desde la escena inicial, aparentemente sin motivo y sin relación con la trama, se nos hacer ver la manera como los alumnos son reprimidos por las faltas más insignificantes. El mensaje es muy claro: la escuela no educa, somete.
La mayor parte de la acción del filme transcurre en las aulas del instituto. Así, podemos constatar la permanente tortura a la que se ven sometidos los alumnos próximos a graduarse por el despótico Calígula. En particular en contra de Jan-Erik Widgren en quien parece cebarse con espacial dedicación. Por su parte, Jan-Erik es un joven idealista y sensitivo que quiere dedicarse a escribir y a tocar el violín. En este personaje podemos adivinar, claramente, rasgos autobiográficos del propio Bergman.
Sin embargo, no todo es despotismo y crueldad por parte de los profesores. En el polo opuesto de la actitud de Calígula encontramos a un viejo profesor bondadoso y condescendencia con sus alumnos. No obstante, los pupilos se aprovechan de su candidez y lo embroman y hace mofa de su aspecto y de su forma de ser. El mensaje parece claro, como decimos en México: ‘Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre.’ O sea, lo que Sjöberg y Bergman parecen querer transmitirnos es la ideas de que un sistema educativo demasiado estricto no fomenta ni propicia lo mejor de cada individuo al poner el énfasis en evidenciar sólo los aspectos negativos de los alumnos. Pero, de igual forma, un sistema demasiado laxo y permisivo no propicia el adecuado desarrollo de los educandos. En concreto, hay que buscar el justo medio.
La otra dicotomía se refiere a la actitud que los personajes tienen con respecto al significado que le otorgan a la existencia. Hay aquí también dos posturas claramente encontradas. Jan-Erik es el idealista y soñador bohemio que cree en la bondad de las personas y en la fidelidad en las relaciones amorosas. Su amigo y compañero Sandman, por el contrario, es un escéptico que toma las cosas como viene y aprovecha todas las oportunidades que se le presentan sin cuestionarse por la justeza moral de sus actos. El tema apenas está esbozado por dos o tres conversaciones entre los compañeros. Pero es clara la simpatía de los realizadores por la primera de estas posturas.
De esta confrontación de posturas se deriva, como consecuencia lógica, otro tema por demás importante: el de la soledad del ser humano. Para los realizadores nuestra soledad es inevitable e irreparable. Y ello e así por nuestra imposibilidad para comunicarnos. En varias escenas del filme se platea esto con toda claridad. La incomunicación es evidente entre profesores y alumno, entre padres e hijos y, lo más grave para el caso, entre los amantes en cuestión. La obstinada postura de Bertha por no revelar el nombre de su acosador da cuenta de esta situación. El resultado es el aislamiento y la soledad de los protagonistas.
Por último, los aspectos técnicos de la producción me han parecido notables en general. Destaco la fotografía de Martin Bodin en un estupendo blanco y negro con claroscuros muy sugerentes. Las actuaciones son correctas; en especial la de Stig Järrel (Calígula) que logra hacer de su personaje un tipo repugnante y odioso. La pareja de jóvenes amantes cumple con sus roles aunque, para mi gusto, sus actuaciones podrían haber sido más ‘apasionadas’, la trama así lo sugiere. Los actores secundarios están bastante bien y cada uno cumple a la perfección su parte.
Para terminar es necesario hacer notar que si me he tomado el trabajo de ver e intentar analizar esta obra es porque se trata, como el mismo Bergman lo afirma, de su primera incursión en el cine del que a la postre sería el enorme director que llegó a ser. Se sabe que además del ser autor del guión tuvo la oportunidad de dirigir la última escena de la película; por lo que podemos hablar de esta obra como su bautizo cinematográfico. No obstante, en justicia, el filme sigue perteneciendo a Alf Sjöberg.
Jesús Magaña Estrada
[email protected]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por lo que respecta al triángulo amoroso que representa la parte medular del conflicto, baste decir que se plantea como una lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo enfermo y lo sano, entre; en resumidas cuentas, entre el bien (Jean-Erik/Bertha) y el mal (Calígula). Llama la atención que el desenlace de este nudo dramático no se refugia en el recurso fácil del final feliz. Por el contrario, asistimos a un desenlace trágico con su secuela de injusticias no reparadas y a unas vagas expectativas de un ‘futuro más prometedor´. Se sabe, además, que el guión original incluso planteaba un final aún más desolador y pesimista. Como de costumbre, los productores solicitaron aligerar el drama. De cualquier forma, la película resulta muy relevante ideológicamente en particular si tomamos en cuenta que hablamos de una obra que pronto cumplirá 80 años.
Calígula logra introducirse subrepticiamente en el apartamento de Bertha y la obliga a someterse a sus caprichos y malos tratos. Al día siguiente Jan-Erik encuentra de nuevo ebria a la chica y ocurre la ruptura entre ambos al ella negarse a revelarle la identidad de su agresor. Poco después, arrepentido, el joven va a buscarla a su departamento sólo para constatar que Bertha ha muerto incapaz de soportar el acoso de Calígula. Éste, para evitar ser descubierto, acusa al joven de establecer relaciones con una chica ‘de dudosa reputación’ y es expulsado del colegio.
Finalmente, sus compañeros logran aprobar los cursos y Jan-Erik queda fuera de la institución y excluido del festejo. Lo que sucede a continuación parece ser el agregado que se hizo para suavizar un final tan sombrío. El Director de la institución ofrece al joven apoyarlo para el curso del siguiente y, en un encuentro final, Calígula admite frente a Jan-Erik su culpabilidad y trata de justificarse alegando enfermedad y confesando su terrible soledad. El joven lo desprecia y emprende la marcha hacia su nuevo destino. Esta es la escena con la que concluye el filme y la que marcó el debut de Bergman como director.
Calígula logra introducirse subrepticiamente en el apartamento de Bertha y la obliga a someterse a sus caprichos y malos tratos. Al día siguiente Jan-Erik encuentra de nuevo ebria a la chica y ocurre la ruptura entre ambos al ella negarse a revelarle la identidad de su agresor. Poco después, arrepentido, el joven va a buscarla a su departamento sólo para constatar que Bertha ha muerto incapaz de soportar el acoso de Calígula. Éste, para evitar ser descubierto, acusa al joven de establecer relaciones con una chica ‘de dudosa reputación’ y es expulsado del colegio.
Finalmente, sus compañeros logran aprobar los cursos y Jan-Erik queda fuera de la institución y excluido del festejo. Lo que sucede a continuación parece ser el agregado que se hizo para suavizar un final tan sombrío. El Director de la institución ofrece al joven apoyarlo para el curso del siguiente y, en un encuentro final, Calígula admite frente a Jan-Erik su culpabilidad y trata de justificarse alegando enfermedad y confesando su terrible soledad. El joven lo desprecia y emprende la marcha hacia su nuevo destino. Esta es la escena con la que concluye el filme y la que marcó el debut de Bergman como director.

7.1
134
9
6 de octubre de 2021
6 de octubre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sombra del caudillo, película mexicana de 1960 dirigida por Julio Bracho con guión del propio director y de Martín Luis Guzmán basado en su novela del mismo nombre. La trama se ubica en los años 20 del México posrevolucionario y narra la historia de la sucesión presidencial en el México de esa época y los conflicto y luchas caudillistas que esto acarrea entre la nueva clase política surgida de la Revolución.
Desde que Bracho conoció la novela de Martín Luis Guzmán se propuso realizar la versión cinematográfica de la misma. La obra literaria fue publicada originalmente en 1929 en Madrid y quedó prohibida en México. ¿La razón? En la novela de Martín Luis Guzmán se criticaba acremente al caudillismo surgido de la Revolución y representado por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.
Bracho adquirió los derechos de la novela en 1936 y comenzó a elaborar el proyecto para la película. Pero no fue sino hasta 1959 que obtuvo la autorización para realizarla. Sin embargo, una vez concluida se prohibió su exhibición con el argumento de que “denigraba a México y a sus instituciones”. Los implicados en esta trama macabra fueron el propio Presidente de la República Adolfo López Mateos, su Secretario de Gobernación Gustavo Díaz Ordaz y el Secretario de la Defensa general Agustín Olachea.
La película quedó congelada y sólo alcanzó a ser exhibida, y premiada, en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary en Checoslovaquia. Tuvieron que pasar 30 años y una larga lucha para vencer a la censura y lograr que finalmente, en 1990, la película se exhibiera comercialmente Cuando lamentablemente su director ya había fallecido. Pero aunque ahora se puede acceder a ella con suma facilidad, desafortunadamente, tengo la impresión de que la obra sigue siendo desconocida para la mayoría de los mexicanos.
Y créanme que es una verdadera lástima. La película vale mucho la pena y funciona a la perfección incluso si no se conoce el trasfondo histórico en el que se sitúa la trama ya que el guión está estructurado al estilo de un thriller político muy eficaz con una buena dosis de drama, intriga, violencia y romance. Los personajes están muy bien construidos y no es indispensable conocer a qué figuras históricas reales hacen alusión o están inspirados. Quien tenga noticia de los acontecimientos políticos del México de esa época sabrá de inmediato a quienes se alude ya que apenas si se les ha cambiado el nombre. Pero si no, el argumento tiene sentido por sí mismo sin necesidad del contexto histórico.
Por otra parte, cinematográficamente hablando, la cinta es espléndida. Julio Bracho hizo un excelente trabajo de dirección de actores y técnicamente la película es impecable. La fotografía y los encuadres son precisos, las secuencias están muy bien montadas y los escenarios son en los que realmente se sucedieron los hechos que se narran. La música de Raúl Lavista logra darle al filme el ambiente nacionalista sin ser patriotero ni chabacano. No exagero sí afirmo que la obra maestra de Julio Bracho, quien ya tenía en su haber varios trabajos notable como Distinto amanecer, Crepúsculo y Canasta de cuentos mexicanos, sólo por mencionar algunos.
Pero no únicamente es la mejor película de Bracho; es, sin lugar a dudas, una de las mejores películas mexicanas de todos los tiempos. Y esto me lleva a retomar de nuevo el asunto de la censura y sus perniciosas consecuencias. Julio Bracho no sólo sufrió la censura de su obra sino que, además, en cierta forma fue vetado de por vida ya que en adelante sólo pudo emprender proyectos mediocres para subsistir pero que no correspondían a su talento y sus capacidades.
Antes de concluir esta reseña es justo hacer mención especial a la obra en la que está basada la película de Julio Bracho. La novela de Martín Luis Guzmán La sombra del caudillo es también una de las obras cumbres de la literatura mexicana del siglo XX. Su autor fue escritor, periodista, político, diplomático, editor y, en general, promotor cultural. Conoció de primera mano los hechos que narra en sus obras ya que fue cercano colaborador de Pancho Villa y tras ser perseguido, censurado, decidió exiliarse por un tiempo de sus país. No obstante, también hay que decirlo, en 1968 apoyó la represión al Movimiento Estudiantil llevada a cabo por el régimen de Gustavo Díaz Ordaz. Paradojas del destino, el mismo personaje que en 1960 condenó al ostracismo a la obra de Julio Bracho y del propio Martín Luis Guzmán. Supongo que habrá que achacarle tal conducta a la decrepitud que afecta a algunas personas con el paso de los años.
Para finalizar, quiero recalcar la necesidad de rescatar y difundir las obras aquí aludidas. La película de Julio Bracho y la novela de Martín Luis Guzmán nos remiten a una época de la historia de México de la que podemos extraer valiosas enseñanzas. El caudillismo nos dejó como herencia casi un siglo de un gobierno que con muy pocas excepciones ejerció el poder de manera autoritaria y despótica. México padeció durante todo el siglo XX lo que Vargas Llosa llamó en algún momento ‘La dictadura perfecta’. Un solo partido político usufructuó el poder durante todo el siglo con el sencillo artilugio de cambiar de rostro cada seis años simulando elecciones democráticas.
En La sombra del caudillo queda reflejada de manera extraordinaria la génesis de este fenómeno que por ningún motivo debemos permitir que se repita. Por ello es prioritario desenterrar y promover la difusión de este tipo de obras que nos ayudan a entender nuestro pasado y nos proporcionan las claves para conducirnos en la sociedad de hoy para evitar que se vuelva a repetir la nefasta práctica de la censura. No sea que de nuevo nos vayan a ‘madrugar’.
Jesús Magaña Estrada
06/10/21
[email protected]
Desde que Bracho conoció la novela de Martín Luis Guzmán se propuso realizar la versión cinematográfica de la misma. La obra literaria fue publicada originalmente en 1929 en Madrid y quedó prohibida en México. ¿La razón? En la novela de Martín Luis Guzmán se criticaba acremente al caudillismo surgido de la Revolución y representado por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.
Bracho adquirió los derechos de la novela en 1936 y comenzó a elaborar el proyecto para la película. Pero no fue sino hasta 1959 que obtuvo la autorización para realizarla. Sin embargo, una vez concluida se prohibió su exhibición con el argumento de que “denigraba a México y a sus instituciones”. Los implicados en esta trama macabra fueron el propio Presidente de la República Adolfo López Mateos, su Secretario de Gobernación Gustavo Díaz Ordaz y el Secretario de la Defensa general Agustín Olachea.
La película quedó congelada y sólo alcanzó a ser exhibida, y premiada, en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary en Checoslovaquia. Tuvieron que pasar 30 años y una larga lucha para vencer a la censura y lograr que finalmente, en 1990, la película se exhibiera comercialmente Cuando lamentablemente su director ya había fallecido. Pero aunque ahora se puede acceder a ella con suma facilidad, desafortunadamente, tengo la impresión de que la obra sigue siendo desconocida para la mayoría de los mexicanos.
Y créanme que es una verdadera lástima. La película vale mucho la pena y funciona a la perfección incluso si no se conoce el trasfondo histórico en el que se sitúa la trama ya que el guión está estructurado al estilo de un thriller político muy eficaz con una buena dosis de drama, intriga, violencia y romance. Los personajes están muy bien construidos y no es indispensable conocer a qué figuras históricas reales hacen alusión o están inspirados. Quien tenga noticia de los acontecimientos políticos del México de esa época sabrá de inmediato a quienes se alude ya que apenas si se les ha cambiado el nombre. Pero si no, el argumento tiene sentido por sí mismo sin necesidad del contexto histórico.
Por otra parte, cinematográficamente hablando, la cinta es espléndida. Julio Bracho hizo un excelente trabajo de dirección de actores y técnicamente la película es impecable. La fotografía y los encuadres son precisos, las secuencias están muy bien montadas y los escenarios son en los que realmente se sucedieron los hechos que se narran. La música de Raúl Lavista logra darle al filme el ambiente nacionalista sin ser patriotero ni chabacano. No exagero sí afirmo que la obra maestra de Julio Bracho, quien ya tenía en su haber varios trabajos notable como Distinto amanecer, Crepúsculo y Canasta de cuentos mexicanos, sólo por mencionar algunos.
Pero no únicamente es la mejor película de Bracho; es, sin lugar a dudas, una de las mejores películas mexicanas de todos los tiempos. Y esto me lleva a retomar de nuevo el asunto de la censura y sus perniciosas consecuencias. Julio Bracho no sólo sufrió la censura de su obra sino que, además, en cierta forma fue vetado de por vida ya que en adelante sólo pudo emprender proyectos mediocres para subsistir pero que no correspondían a su talento y sus capacidades.
Antes de concluir esta reseña es justo hacer mención especial a la obra en la que está basada la película de Julio Bracho. La novela de Martín Luis Guzmán La sombra del caudillo es también una de las obras cumbres de la literatura mexicana del siglo XX. Su autor fue escritor, periodista, político, diplomático, editor y, en general, promotor cultural. Conoció de primera mano los hechos que narra en sus obras ya que fue cercano colaborador de Pancho Villa y tras ser perseguido, censurado, decidió exiliarse por un tiempo de sus país. No obstante, también hay que decirlo, en 1968 apoyó la represión al Movimiento Estudiantil llevada a cabo por el régimen de Gustavo Díaz Ordaz. Paradojas del destino, el mismo personaje que en 1960 condenó al ostracismo a la obra de Julio Bracho y del propio Martín Luis Guzmán. Supongo que habrá que achacarle tal conducta a la decrepitud que afecta a algunas personas con el paso de los años.
Para finalizar, quiero recalcar la necesidad de rescatar y difundir las obras aquí aludidas. La película de Julio Bracho y la novela de Martín Luis Guzmán nos remiten a una época de la historia de México de la que podemos extraer valiosas enseñanzas. El caudillismo nos dejó como herencia casi un siglo de un gobierno que con muy pocas excepciones ejerció el poder de manera autoritaria y despótica. México padeció durante todo el siglo XX lo que Vargas Llosa llamó en algún momento ‘La dictadura perfecta’. Un solo partido político usufructuó el poder durante todo el siglo con el sencillo artilugio de cambiar de rostro cada seis años simulando elecciones democráticas.
En La sombra del caudillo queda reflejada de manera extraordinaria la génesis de este fenómeno que por ningún motivo debemos permitir que se repita. Por ello es prioritario desenterrar y promover la difusión de este tipo de obras que nos ayudan a entender nuestro pasado y nos proporcionan las claves para conducirnos en la sociedad de hoy para evitar que se vuelva a repetir la nefasta práctica de la censura. No sea que de nuevo nos vayan a ‘madrugar’.
Jesús Magaña Estrada
06/10/21
[email protected]

5.7
12,234
8
9 de diciembre de 2021
9 de diciembre de 2021
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Titane (Titane), película francesa de 2021 dirigida por Julia Ducournau con guión de ella misma, música de Jim Williams y fotografía de Ruben Impens; con Agathe Rousselle y Vincent Lindon en los papeles protagónicos.
Se estrena comercialmente en México la cinta ganadora de la Palma de oro en Cannes en este 2021. La película llega precedida de gran revuelo con opiniones encontradas y controversiales. La anécdota sobre la cual se basa la historia de la cinta suena no sólo descabellada y ridícula, sino altamente improbable y pareciera una tomadura de pelo. Me refiero al hecho de que en la historia se plantea que la protagonista resulta embarazada por un auto Cadillac de lujo. Así como lo escribo.
Para comenzar se ha cuestionado si realmente era merecedora de la Palma de oro. Como de costumbre, nunca faltan los bobos que se plantean este tipo de cuestiones inútiles. Son los típicos espectadores acostumbrados a los productos estilo Hollywood que, adocenados y dóciles, consumen las películas de la temporada con ‘mensajes’ edificantes y ejemplarizantes. Los más atrevidos gustan de cintas de acción, aventuras o de horror pero calculado en dosis controladas.
Obviamente, Titane no encaja en ninguno de estos moldes. Con ello no quiero decir que la película sea buena o mala. Esa es otra de las falacias simplonas que esgrimen los villamelones para referirse a cualquier producto cinematográfico. Lo que sí podemos adelantar es que Titane es diferente, es atrevida, es retadora; intenta indagar en territorios nuevos e inexplorados. Pero esos atributos por sí mismos no la hacen mejor o peor que otras cintas. Veamos a qué me refiero.
Titane parte, como ya dijimos, de una premisa muy sencilla: la protagonista Alexia (Agathe Rousselle) es seducida y embarazada por un auto Cadillac de lujo. Expresado así, sin contexto, suena absurdo y un tanto jalado de los cabellos. Si este sólo hecho los desanima para dejar de lado esta película por considerar que suena a una soberana ridiculez, déjeme contarle que ya puestos a observar con detenimiento el trabajo de Julia Ducournau resulta no sólo creíble, en los términos de la propia lógica del filme, sino una historia fascinante y llena de significados que nos reta y nos remite a múltiples lecturas e interpretaciones.
Los temas que aborda la directora a lo largo de la historia que nos narra son muchos y muy polémicos. Comencemos con uno que me parece central, el asunto del cuerpo. En Titane asistimos a la manipulación y modificación del cuerpo humano en varios planos y sentidos. Todo comienza con la placa de titanio (de ahí el título de la cinta), que le es implantada en el cerebro a Alexia cuando niña a raíz de un accidente de automóvil. Entre otras consecuencias de esta intervención, la niña desarrollará una fijación sentimental por los automóviles que, ya adulta, se transformará en una atracción abiertamente erótica que culmina, precisamente, en el coito que consuma con el Cadillac de sus amores.
Otro tema central es el de la violencia en todas sus variantes. La niña que fue violentada quirúrgicamente deviene una asesina serial que ejecuta variados y gratuitos crímenes con violencia de verdad extrema. Para después flagelarse a sí misma de manera por demás violenta para modificar su cuerpo con la finalidad de burlar la persecución policíaca. Como podrá advertirse, el asunto es bastante más complejo de lo que a primera vista pudiera parecer. Lo que parece querer advertirnos Ducournau es que las modificaciones que ya somos capaces de de practicar en nuestro organismo, pueden acarrearnos consecuencias insospechadas de todo tipo, no solamente orgánicas.
Pero, además, la violencia está presentada de una manera tan cruda y descarnada que podríamos hablar de una metaviolencia, la violencia de la violencia. Se trata de una denuncia de esa violencia sádica que caracteriza a nuestra especie que se regodea y se complace no sólo en causar el mayor daño posible sino en hacerlo, además, de la manera más brutal y refinada posible. Ello incluye la violencia física y la violencia emocional aplicada no sólo a los demás sino también a uno mismo. Como ya dijimos, Alexia se autoflagela y Vincent fustiga su cuerpo administrándose dosis industriales de esteroides para mantenerse en ‘forma’.
Otro tema muy presente en el filme es la cuestión del género e identidad tan de boga hoy día en todas las agendas. Desde luego, esto va aparejado a las modificaciones corporales a las que ya hemos hecho referencia. Alexia es una niña que ya adulta es un objeto sexual que en perfecta simbiosis con su auto-pareja se gana la vida en un Tuning Show para vouyeristas. Luego, al quedar embarazada por el Cadillac, se convierte en en una cyborg-madre que para huir de sus crímenes se metamorfosea a punta de golpes propinados por ella misma en un chico extraviado que será adoptado por Vincent (Vincent Lindon) y ante los ojos de la cuadrilla de bomberos que capitanea Vincent será un muchacho homosexual tímido y retraído. En resumidas cuentas, múltiples identidades en una sola persona. El desvarío de una sociedad que ha perdido el rumbo.
Es obvio, hay que admitirlo, que la película no es apta para públicos amplios. Exige mucho del espectador y por momentos es agotadora y angustiante. Pero la experiencia vale la pena. Se trata de una verdadera catarsis que conduce desde el asombro, el asco, la repulsión y el rechazo hasta la aceptación y redención final mediante el alumbramiento de un cyborg-bebé que presagia la nueva era llena de incógnitas y retos insospechados.
(Continúa en el spoiler)
Jesús Magaña Estrada
09/12/21
[email protected]
Se estrena comercialmente en México la cinta ganadora de la Palma de oro en Cannes en este 2021. La película llega precedida de gran revuelo con opiniones encontradas y controversiales. La anécdota sobre la cual se basa la historia de la cinta suena no sólo descabellada y ridícula, sino altamente improbable y pareciera una tomadura de pelo. Me refiero al hecho de que en la historia se plantea que la protagonista resulta embarazada por un auto Cadillac de lujo. Así como lo escribo.
Para comenzar se ha cuestionado si realmente era merecedora de la Palma de oro. Como de costumbre, nunca faltan los bobos que se plantean este tipo de cuestiones inútiles. Son los típicos espectadores acostumbrados a los productos estilo Hollywood que, adocenados y dóciles, consumen las películas de la temporada con ‘mensajes’ edificantes y ejemplarizantes. Los más atrevidos gustan de cintas de acción, aventuras o de horror pero calculado en dosis controladas.
Obviamente, Titane no encaja en ninguno de estos moldes. Con ello no quiero decir que la película sea buena o mala. Esa es otra de las falacias simplonas que esgrimen los villamelones para referirse a cualquier producto cinematográfico. Lo que sí podemos adelantar es que Titane es diferente, es atrevida, es retadora; intenta indagar en territorios nuevos e inexplorados. Pero esos atributos por sí mismos no la hacen mejor o peor que otras cintas. Veamos a qué me refiero.
Titane parte, como ya dijimos, de una premisa muy sencilla: la protagonista Alexia (Agathe Rousselle) es seducida y embarazada por un auto Cadillac de lujo. Expresado así, sin contexto, suena absurdo y un tanto jalado de los cabellos. Si este sólo hecho los desanima para dejar de lado esta película por considerar que suena a una soberana ridiculez, déjeme contarle que ya puestos a observar con detenimiento el trabajo de Julia Ducournau resulta no sólo creíble, en los términos de la propia lógica del filme, sino una historia fascinante y llena de significados que nos reta y nos remite a múltiples lecturas e interpretaciones.
Los temas que aborda la directora a lo largo de la historia que nos narra son muchos y muy polémicos. Comencemos con uno que me parece central, el asunto del cuerpo. En Titane asistimos a la manipulación y modificación del cuerpo humano en varios planos y sentidos. Todo comienza con la placa de titanio (de ahí el título de la cinta), que le es implantada en el cerebro a Alexia cuando niña a raíz de un accidente de automóvil. Entre otras consecuencias de esta intervención, la niña desarrollará una fijación sentimental por los automóviles que, ya adulta, se transformará en una atracción abiertamente erótica que culmina, precisamente, en el coito que consuma con el Cadillac de sus amores.
Otro tema central es el de la violencia en todas sus variantes. La niña que fue violentada quirúrgicamente deviene una asesina serial que ejecuta variados y gratuitos crímenes con violencia de verdad extrema. Para después flagelarse a sí misma de manera por demás violenta para modificar su cuerpo con la finalidad de burlar la persecución policíaca. Como podrá advertirse, el asunto es bastante más complejo de lo que a primera vista pudiera parecer. Lo que parece querer advertirnos Ducournau es que las modificaciones que ya somos capaces de de practicar en nuestro organismo, pueden acarrearnos consecuencias insospechadas de todo tipo, no solamente orgánicas.
Pero, además, la violencia está presentada de una manera tan cruda y descarnada que podríamos hablar de una metaviolencia, la violencia de la violencia. Se trata de una denuncia de esa violencia sádica que caracteriza a nuestra especie que se regodea y se complace no sólo en causar el mayor daño posible sino en hacerlo, además, de la manera más brutal y refinada posible. Ello incluye la violencia física y la violencia emocional aplicada no sólo a los demás sino también a uno mismo. Como ya dijimos, Alexia se autoflagela y Vincent fustiga su cuerpo administrándose dosis industriales de esteroides para mantenerse en ‘forma’.
Otro tema muy presente en el filme es la cuestión del género e identidad tan de boga hoy día en todas las agendas. Desde luego, esto va aparejado a las modificaciones corporales a las que ya hemos hecho referencia. Alexia es una niña que ya adulta es un objeto sexual que en perfecta simbiosis con su auto-pareja se gana la vida en un Tuning Show para vouyeristas. Luego, al quedar embarazada por el Cadillac, se convierte en en una cyborg-madre que para huir de sus crímenes se metamorfosea a punta de golpes propinados por ella misma en un chico extraviado que será adoptado por Vincent (Vincent Lindon) y ante los ojos de la cuadrilla de bomberos que capitanea Vincent será un muchacho homosexual tímido y retraído. En resumidas cuentas, múltiples identidades en una sola persona. El desvarío de una sociedad que ha perdido el rumbo.
Es obvio, hay que admitirlo, que la película no es apta para públicos amplios. Exige mucho del espectador y por momentos es agotadora y angustiante. Pero la experiencia vale la pena. Se trata de una verdadera catarsis que conduce desde el asombro, el asco, la repulsión y el rechazo hasta la aceptación y redención final mediante el alumbramiento de un cyborg-bebé que presagia la nueva era llena de incógnitas y retos insospechados.
(Continúa en el spoiler)
Jesús Magaña Estrada
09/12/21
[email protected]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por lo que respecta a los aspectos técnicos, la película es impecable. El trabajo actoral es sorprendente, particularmente lo que concierne a los dos protagonistas y en especial a Agathe Rousselle; así mismo la fotografía y la música son espléndidas ya que, además, juegan un papel determinante para poder desentrañar los vericuetos de una historia por demás excéntrica y perturbadora. En particular la banda sonora merecería un análisis más detallado para poder valorar con precisión el papel que juega en toda la cinta.
Así pues, podemos concluir que Titane es una película compleja pero rica en significados y que bien vale la pena dejarnos seducir por ese mundo bizarro y desquiciado al que nos lleva Julia Ducournau. Una nueva era se está gestando y mejor será que estemos preparados para poder interpretar las nuevas estéticas y las nuevas formas de relación que surgen de esta realidad tan elusiva e imprecisa. Ya nada es lo que parece. De la misma forma que en 1968 asistimos al parto de una época sin dios con El bebé de Rosemary; hoy asistimos al alumbramiento de la ciber-era con El cyborg-bebé de Alexia.
Así pues, podemos concluir que Titane es una película compleja pero rica en significados y que bien vale la pena dejarnos seducir por ese mundo bizarro y desquiciado al que nos lleva Julia Ducournau. Una nueva era se está gestando y mejor será que estemos preparados para poder interpretar las nuevas estéticas y las nuevas formas de relación que surgen de esta realidad tan elusiva e imprecisa. Ya nada es lo que parece. De la misma forma que en 1968 asistimos al parto de una época sin dios con El bebé de Rosemary; hoy asistimos al alumbramiento de la ciber-era con El cyborg-bebé de Alexia.
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