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Críticas ordenadas por utilidad
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8.4
15,093
10
21 de junio de 2020
21 de junio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No recuerdo haber dicho una frase tantas veces en un lapso de tiempo tan corto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Desgarradora. Ver "Amanecer" supone un ejercicio terapéutico de reconciliación con la vida.
Salgo del maravilloso Cine Doré tras una operación a corazón abierto, prácticamente sin aliento y con serias dificultades para articular una frase estructurada sobre lo que acabo de ver. En cierto modo me siento agradecido por haber podido ver esta película.
"Amancer" es un mal sueño, un horror que acaba en el último suspiro con un rayo de esperanza cegador, es una oda a la capacidad de hacerte sentir, de conmoción en una sala de cine. Y es que mientras uno ve esta película realmente se le olvida completamente que está sentado en una butaca; nubla cualquier noción de tiempo y de espacio, la pantalla te engulle desde la primera escena.
La fotografía contiene un arte bellísimo, como buena muestra de ello es la escena entre los amantes furtivos ante una luna magnánima y embaucadora, casi tanto con la maltratada seductora.
Asimismo, cogiendo aire para proseguir, hablo ahora de los actores. George O'Brien se encuentra impecable, un personaje al que no empiezas sino despertando repulsión y desprecio, y que finalmente acaba consiguiendo que se te erice la piel con mentar el tenebroso final que le acechaba.
Y, ésta vez cojo aún más aire, llego a Janet Gaynor. Honestamente no recuerdo haber empatizado jamás tanto con un personaje en toda mi vida. Tendría, y son para mí palabras exorbitantes, remontarme a la dulce y encantadora Cabiria del genio de Rímini. Creo que en algún momento todos somos ese noble perro nadando hasta la barca para salvarla de la atrocidad de su repulsivo marido.
Es tan sencillo como que me he enamorado de ella, de su ternura, de su paz intrínseca, su bondad, su capacidad de amar, de vivir amando, de secarse las lágrimas para seguir adelante, de ver luz en la desconfianza y perdón en la aberración; de haberme conmovido como hacía bastante tiempo que no me ocurría.
El final de esta joya se dislumbra con la sincera sonrisa de ver triunfar la felicidad. Se apagan las luces y sales a la calle. Sales con el corazón abofeteado, con ganas de amar y decir todo lo que quieres a tus seres queridos.
Paradójicamente, camino saliendo del cine en una noche que no ha supuesto sino un amanecer.
Salgo del maravilloso Cine Doré tras una operación a corazón abierto, prácticamente sin aliento y con serias dificultades para articular una frase estructurada sobre lo que acabo de ver. En cierto modo me siento agradecido por haber podido ver esta película.
"Amancer" es un mal sueño, un horror que acaba en el último suspiro con un rayo de esperanza cegador, es una oda a la capacidad de hacerte sentir, de conmoción en una sala de cine. Y es que mientras uno ve esta película realmente se le olvida completamente que está sentado en una butaca; nubla cualquier noción de tiempo y de espacio, la pantalla te engulle desde la primera escena.
La fotografía contiene un arte bellísimo, como buena muestra de ello es la escena entre los amantes furtivos ante una luna magnánima y embaucadora, casi tanto con la maltratada seductora.
Asimismo, cogiendo aire para proseguir, hablo ahora de los actores. George O'Brien se encuentra impecable, un personaje al que no empiezas sino despertando repulsión y desprecio, y que finalmente acaba consiguiendo que se te erice la piel con mentar el tenebroso final que le acechaba.
Y, ésta vez cojo aún más aire, llego a Janet Gaynor. Honestamente no recuerdo haber empatizado jamás tanto con un personaje en toda mi vida. Tendría, y son para mí palabras exorbitantes, remontarme a la dulce y encantadora Cabiria del genio de Rímini. Creo que en algún momento todos somos ese noble perro nadando hasta la barca para salvarla de la atrocidad de su repulsivo marido.
Es tan sencillo como que me he enamorado de ella, de su ternura, de su paz intrínseca, su bondad, su capacidad de amar, de vivir amando, de secarse las lágrimas para seguir adelante, de ver luz en la desconfianza y perdón en la aberración; de haberme conmovido como hacía bastante tiempo que no me ocurría.
El final de esta joya se dislumbra con la sincera sonrisa de ver triunfar la felicidad. Se apagan las luces y sales a la calle. Sales con el corazón abofeteado, con ganas de amar y decir todo lo que quieres a tus seres queridos.
Paradójicamente, camino saliendo del cine en una noche que no ha supuesto sino un amanecer.

7.1
7,750
7
2 de septiembre de 2020
2 de septiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo peor de los crímenes no es que queden sin resolver, sino que los errores sean irreparables.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Realmente no creo que exista persona española o residente aquí asentada durante una cantidad de años no excesivamente prolongada incapaz de no sentir algo, además de otras sensaciones que más tarde comentaré, temiblemente familiar. Se encuentra tristemente retratado porque habla de cualidades del español innegables e inherentes. Hay muchas otras, valiosas, dignas...pero tan reconocibles no.
"Crímen de Cuenca", podría haberlo sido el de Zamora, Alicante, Lugo, Cádiz...es algo intrínseco. España y sus gentes han mostrado a lo largo de su historia unas cualidades absolutamente míseras y prosaicas, sin embargo, llegando a lo criminal y bárbaro con ligera sencillez.
Un país de vileza, crueldad, envidia. Eso es lo que se plasma aquí haciendo lamentablemente un ejercicio de retrato, no precisamente minucioso, y de realismo. Salgo del cine con muchas emociones encontradas, pero con la sensación de una madre cuando le llaman del colegio para informarle del comportamiento lamentable de su hijo; ves algo que te gustaría negar pero que inevitablemente no puedes renunciar. Es tu hijo, tu pueblo, tus vecinos y tu España.
Y baste decir, para el fanático enfundado en bandera, que lógica y afortunadamente no todos son así (tengo la gentileza de incluirme) mas si bien cotidianamente no se llega a ciertos extremos como el asesinato o la tortura, sí que se alcanza con total naturalidad la calumnia, la codicia y envidia de lo ajeno, el desprecio a la meritocracia, la degradación del otro gratuitamente y la vileza ante el opuesto.
En este caso, se traslada la acción a unos humildes pueblos de Castilla, sin embargo, esto no es una particularidad campestre ni de bajos estamentos, en cualquier circunstancia, ámbito y lugar de este país uno puede confirmar los comportamientos antes descritos sino es en la observación en la amarga introspección.
Dejando de lado este doloroso y sentido aspecto, el filme creo que tiene cosas muy positivas como hecho artísitico, creo que hay una buena dirección en la consecución de ritmo y dinamismo así como, y es lo más destacable, el alcance soberbio de la tensión y el hábil y convincente retrato de las torturas. Las escenas más macabras, sórdidas y espeluznantes que he visto en nuestro cine están aquí, en competencia con el landismo y Martínez Soria persiguiendo extranjeras. Bromas aparte, consigue producirte una sensación de angustia e incomodidad, y en contadas excepciones como esta, en una sala de cine ello es pausible.
El reparto es acertado y las interpretaciones a la altura de la crudeza de la historia aunque me creo más a ellos, ya que a Amparo Soler la encuentro sobreactuada en sus súplicas y estados de ira ante la muerte de su hijo. Me gustaría destacar a Fernando Rey, con él los primeros planos tienen una capacidad de comunicación alterables al ánimo así como el genial Guillermo Montesinos, un gran secundario no del todo reconocido.
En resumen, es una película que indistintamente de si compartes el trasfondo que me aventuro a dilucidar acerca de lo sociológico del español, es creíble y hecha con pulso y tesón, cuenta con grandes actores de nuestra historia reciente, y unas escenas de torturas insólitas en la filmografía española. En cualquier caso, si no está de acuerdo con mi visión del retrato explícito a qué significa muchas veces ser español y convivir con los mismos, le invito a pasar una temporada aquí y a decir lo que piensa y ser como es, no tardará en notar sensaciones vistas en la película.
"Crímen de Cuenca", podría haberlo sido el de Zamora, Alicante, Lugo, Cádiz...es algo intrínseco. España y sus gentes han mostrado a lo largo de su historia unas cualidades absolutamente míseras y prosaicas, sin embargo, llegando a lo criminal y bárbaro con ligera sencillez.
Un país de vileza, crueldad, envidia. Eso es lo que se plasma aquí haciendo lamentablemente un ejercicio de retrato, no precisamente minucioso, y de realismo. Salgo del cine con muchas emociones encontradas, pero con la sensación de una madre cuando le llaman del colegio para informarle del comportamiento lamentable de su hijo; ves algo que te gustaría negar pero que inevitablemente no puedes renunciar. Es tu hijo, tu pueblo, tus vecinos y tu España.
Y baste decir, para el fanático enfundado en bandera, que lógica y afortunadamente no todos son así (tengo la gentileza de incluirme) mas si bien cotidianamente no se llega a ciertos extremos como el asesinato o la tortura, sí que se alcanza con total naturalidad la calumnia, la codicia y envidia de lo ajeno, el desprecio a la meritocracia, la degradación del otro gratuitamente y la vileza ante el opuesto.
En este caso, se traslada la acción a unos humildes pueblos de Castilla, sin embargo, esto no es una particularidad campestre ni de bajos estamentos, en cualquier circunstancia, ámbito y lugar de este país uno puede confirmar los comportamientos antes descritos sino es en la observación en la amarga introspección.
Dejando de lado este doloroso y sentido aspecto, el filme creo que tiene cosas muy positivas como hecho artísitico, creo que hay una buena dirección en la consecución de ritmo y dinamismo así como, y es lo más destacable, el alcance soberbio de la tensión y el hábil y convincente retrato de las torturas. Las escenas más macabras, sórdidas y espeluznantes que he visto en nuestro cine están aquí, en competencia con el landismo y Martínez Soria persiguiendo extranjeras. Bromas aparte, consigue producirte una sensación de angustia e incomodidad, y en contadas excepciones como esta, en una sala de cine ello es pausible.
El reparto es acertado y las interpretaciones a la altura de la crudeza de la historia aunque me creo más a ellos, ya que a Amparo Soler la encuentro sobreactuada en sus súplicas y estados de ira ante la muerte de su hijo. Me gustaría destacar a Fernando Rey, con él los primeros planos tienen una capacidad de comunicación alterables al ánimo así como el genial Guillermo Montesinos, un gran secundario no del todo reconocido.
En resumen, es una película que indistintamente de si compartes el trasfondo que me aventuro a dilucidar acerca de lo sociológico del español, es creíble y hecha con pulso y tesón, cuenta con grandes actores de nuestra historia reciente, y unas escenas de torturas insólitas en la filmografía española. En cualquier caso, si no está de acuerdo con mi visión del retrato explícito a qué significa muchas veces ser español y convivir con los mismos, le invito a pasar una temporada aquí y a decir lo que piensa y ser como es, no tardará en notar sensaciones vistas en la película.

5.4
1,062
3
19 de marzo de 2020
19 de marzo de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero porque quiero que se acabe ya.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película nos cuenta la historia de Luna, una joven que, traumatizada por la muerte de su padre por deudas con un mafioso del juego, desarrolla una obsesión por el póker.
Así, Luna gira toda su vida desde niña en torno a las partidas infinitas, las miradas interminables, la suerte, el destino y el azar.
Consigue construir una vida vacua, sin ningún tipo de remanso de paz o estabilidad, dejada al destino de las cartas cuyo único fin es ganar a un famoso jugador del circuito profesional.
Lo cierto es que la película no termina de emocionarme ni sugerirme nada más allá de la parsimonia, inclusive del tedio. Me resulta en muchas ocasiones un episodio de un serial de sobremesa. Los frentes que abre la historia son insuficientes, no termina de decidirse por una trama en concreto, sólo abre hilos sin conseguir enganchar en ninguno.
Las secuencias de las partidas se hacen en ciertas ocasiones cargantes e imprescindibles, quitando el interés que un aficionado al mismo le puedan despertar aunque, sin duda, el aspecto más criticable es la poca conexión que sientes con los personajes, ya que pasan de puntillas por la historia central y en ningún momento podemos humanizarlos, no hay sentimientos, miedos, amores. En cierta forma , los personajes no se me hacen sino mismas fichas de póker, van, deambulan, pero no me hacen sentir nada.
O si los hay al menos no están bien contados tanto en profundidad como en insistencia.
Mencionar el auténtico despropósito que encontramos con la música de esta película. La ambientación de las escenas de póker parece sacado de un programa de cocina de Karlos Arguiñano, sin duda, el elemento más negativo del film.
Uno avanza por la película vagando por escenas que apenas tienen algún trasfondo y que a uno la parecen simples. Las relaciones entre los personajes están forjadas de una forma sumamente endeble como la relación con su amor de toda la vida, Nano, o la que mantiene con un joven que la cura de un navajo.
Eso, sí , yo no sé, ni querría saberlo nunca, qué tiene Ana Torrent, mas lo cierto es que su mirada hipnotiza, te hechiza. Y hace, que en una película bastante olvidable, no hagas sino querer verla una y otra vez, es enigmático la capacidad de atracción que tiene en mí esta mujer.
Por lo demás, lo dicho, una película que uno sólo recordará por esos ojos de Ana, ese grandísmo actor tan injustamente infravalorado como Antonio Dechent , y tal vez, sólo tal vez, por la secuencia final en la que ella deja ir a un bus. Un bus que no iba sino a una vida estable, con un novio que la quiere y la quería cuidar, una vida sin juego, sin cigarrillos, sin alcohol. Una vida no hecha para Luna.
Así, Luna gira toda su vida desde niña en torno a las partidas infinitas, las miradas interminables, la suerte, el destino y el azar.
Consigue construir una vida vacua, sin ningún tipo de remanso de paz o estabilidad, dejada al destino de las cartas cuyo único fin es ganar a un famoso jugador del circuito profesional.
Lo cierto es que la película no termina de emocionarme ni sugerirme nada más allá de la parsimonia, inclusive del tedio. Me resulta en muchas ocasiones un episodio de un serial de sobremesa. Los frentes que abre la historia son insuficientes, no termina de decidirse por una trama en concreto, sólo abre hilos sin conseguir enganchar en ninguno.
Las secuencias de las partidas se hacen en ciertas ocasiones cargantes e imprescindibles, quitando el interés que un aficionado al mismo le puedan despertar aunque, sin duda, el aspecto más criticable es la poca conexión que sientes con los personajes, ya que pasan de puntillas por la historia central y en ningún momento podemos humanizarlos, no hay sentimientos, miedos, amores. En cierta forma , los personajes no se me hacen sino mismas fichas de póker, van, deambulan, pero no me hacen sentir nada.
O si los hay al menos no están bien contados tanto en profundidad como en insistencia.
Mencionar el auténtico despropósito que encontramos con la música de esta película. La ambientación de las escenas de póker parece sacado de un programa de cocina de Karlos Arguiñano, sin duda, el elemento más negativo del film.
Uno avanza por la película vagando por escenas que apenas tienen algún trasfondo y que a uno la parecen simples. Las relaciones entre los personajes están forjadas de una forma sumamente endeble como la relación con su amor de toda la vida, Nano, o la que mantiene con un joven que la cura de un navajo.
Eso, sí , yo no sé, ni querría saberlo nunca, qué tiene Ana Torrent, mas lo cierto es que su mirada hipnotiza, te hechiza. Y hace, que en una película bastante olvidable, no hagas sino querer verla una y otra vez, es enigmático la capacidad de atracción que tiene en mí esta mujer.
Por lo demás, lo dicho, una película que uno sólo recordará por esos ojos de Ana, ese grandísmo actor tan injustamente infravalorado como Antonio Dechent , y tal vez, sólo tal vez, por la secuencia final en la que ella deja ir a un bus. Un bus que no iba sino a una vida estable, con un novio que la quiere y la quería cuidar, una vida sin juego, sin cigarrillos, sin alcohol. Una vida no hecha para Luna.

5.9
183
8
27 de enero de 2021
27 de enero de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues yo ni soy un payaso, lo procuro en extremo, y no hacía mucho que había comido algo antes de entrar al Doré.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando en ocasiones en este mismo portal me percato del número casi inexistente de personas que han votado cierta película que considero buena, poco reconocida o especial por algún motivo, suelo sentirme embriagado por una mezcolanza de sensaciones ninguna amable y que me hacen padecer una profunda impotencia.
No es el caso hoy. Ésta vez, me siento, y les siento, como integrantes de un reducido grupo de privilegiados. Aunque tras una revisión de soslayo de los pareceres vertidos en las críticas alguno no comparta esta dicha. "Qué atrevida es la ignorancia", me decía cierto tipo. Seguramente refiriéndose a mí. Pero mañana no podré hablar con él, ni pasado, ni al siguiente...
El mañana es siempre una luz que nos ciega tanto al aproximarse que termina por encubrirnos de una pesadumbre inaguantable. Librarte de ella supone hacerlo por el camino de la razón, sí; pero de la más amarga y desabrida; quizá no la haya de ningún otro aspecto. Es decir, el mañana siempre te acaba afectando de una forma o de otra la busques o te encuentre. Al menos a los soñadores, que de tanto soñar mal duermen y poco o nada viven.
La película rezuma un aire evidentemente melancólico y hosco, la capacidad de reflejar el ambiente sórdido y desolador que acarrea ese impenitente intento fracasado es atroz y veraz. Sin embargo, estamos hablando al hacerlo de esto, de tan sola una de las cualidades excelsas, reveladoras y magistrales que hay aquí.
Paso con denuedo absoluto de hacer un llamamiento a alguna institución competente en estas líneas con el propósito de esa palabra tan mal empleado como es la de "reivindicar" o "resisinsisininficar" la figura de tal o de cual. No puedo evitar mentar a cierta señora que gobierna en estos días mi país. Como tampoco puedo evitar, y ambas suertes tanto o más querría, la propia existencia en sí, con sus injusticias, desgraciados inicuos y demás cruces. Hay veces que es mejor dejar algunas cosas como están y luchar por las que aún viven o están por ello, quiero decir. Pero seamos serios: esta película es una auténtica joya y su creador merece reivindicarse como poco.
Soy ventajista: mi juventud conlleva que aún tenga mucho por ver, cosa que jamás me desagradará. Sin embargo, este filme es de los pocos que he visto donde el hecho que supone una estructura episódica no produzca un desequilibrio en la calidad global, lo que es complejo y en su consecución admirable, mas si cabe al tratarse todos del mismo director. Como digo, el hecho de que en especial me haya conmovido más uno de los cuatros, tan sólo responde a un gusto en particular y anecdótico por un elemento sustancial del mismo.
Nunes fue un director transgresor y de importancia determinante en el devenir de la llamada renovación del cine español, que viendo uno la cartelera ha de entender que si llegó debió disolverse pronto. O que aún está por llegar, seamos optimistas. Irremediablemente esto último me lleva a pensar en el público y sus gustos, así que dejemos de serlo y retomemos el tema.
La dirección de la misma es llanamente modélica. Nunes parece que conoció el secreto de obtener de cada interpretación la mejor escena posible, algo meritorio puesto que obviando especialmente a José Saza, abundan en ocasiones las actuaciones prosaicas y ramplonas como la de un joven Arturo Fernández. Sospecho que de igual condición fueron los medios e instrumentos de realización y montaje.
Episódicamente como ya hemos mencionado, esta película sostiene el discurso narrativo en manos de un orador que va enumerando los hechos y alertándonos del propósito del viaje. Esto con pasmosa facilidad resulta estomagante, véase "El destino se disculpa". Se pueden imaginar por mi entusiasmo qué sucede aquí.
El resto de sensaciones imperecederas y punzantes preferiría guardármelas para un servidor. Pueden suponer que acabo tan abruptamente por "aviso de extensión alcanzada en la reseña" o por aquello tan sugerente de tener algo que callar. Ustedes escojan. Ya me lo dirán mañana.
No es el caso hoy. Ésta vez, me siento, y les siento, como integrantes de un reducido grupo de privilegiados. Aunque tras una revisión de soslayo de los pareceres vertidos en las críticas alguno no comparta esta dicha. "Qué atrevida es la ignorancia", me decía cierto tipo. Seguramente refiriéndose a mí. Pero mañana no podré hablar con él, ni pasado, ni al siguiente...
El mañana es siempre una luz que nos ciega tanto al aproximarse que termina por encubrirnos de una pesadumbre inaguantable. Librarte de ella supone hacerlo por el camino de la razón, sí; pero de la más amarga y desabrida; quizá no la haya de ningún otro aspecto. Es decir, el mañana siempre te acaba afectando de una forma o de otra la busques o te encuentre. Al menos a los soñadores, que de tanto soñar mal duermen y poco o nada viven.
La película rezuma un aire evidentemente melancólico y hosco, la capacidad de reflejar el ambiente sórdido y desolador que acarrea ese impenitente intento fracasado es atroz y veraz. Sin embargo, estamos hablando al hacerlo de esto, de tan sola una de las cualidades excelsas, reveladoras y magistrales que hay aquí.
Paso con denuedo absoluto de hacer un llamamiento a alguna institución competente en estas líneas con el propósito de esa palabra tan mal empleado como es la de "reivindicar" o "resisinsisininficar" la figura de tal o de cual. No puedo evitar mentar a cierta señora que gobierna en estos días mi país. Como tampoco puedo evitar, y ambas suertes tanto o más querría, la propia existencia en sí, con sus injusticias, desgraciados inicuos y demás cruces. Hay veces que es mejor dejar algunas cosas como están y luchar por las que aún viven o están por ello, quiero decir. Pero seamos serios: esta película es una auténtica joya y su creador merece reivindicarse como poco.
Soy ventajista: mi juventud conlleva que aún tenga mucho por ver, cosa que jamás me desagradará. Sin embargo, este filme es de los pocos que he visto donde el hecho que supone una estructura episódica no produzca un desequilibrio en la calidad global, lo que es complejo y en su consecución admirable, mas si cabe al tratarse todos del mismo director. Como digo, el hecho de que en especial me haya conmovido más uno de los cuatros, tan sólo responde a un gusto en particular y anecdótico por un elemento sustancial del mismo.
Nunes fue un director transgresor y de importancia determinante en el devenir de la llamada renovación del cine español, que viendo uno la cartelera ha de entender que si llegó debió disolverse pronto. O que aún está por llegar, seamos optimistas. Irremediablemente esto último me lleva a pensar en el público y sus gustos, así que dejemos de serlo y retomemos el tema.
La dirección de la misma es llanamente modélica. Nunes parece que conoció el secreto de obtener de cada interpretación la mejor escena posible, algo meritorio puesto que obviando especialmente a José Saza, abundan en ocasiones las actuaciones prosaicas y ramplonas como la de un joven Arturo Fernández. Sospecho que de igual condición fueron los medios e instrumentos de realización y montaje.
Episódicamente como ya hemos mencionado, esta película sostiene el discurso narrativo en manos de un orador que va enumerando los hechos y alertándonos del propósito del viaje. Esto con pasmosa facilidad resulta estomagante, véase "El destino se disculpa". Se pueden imaginar por mi entusiasmo qué sucede aquí.
El resto de sensaciones imperecederas y punzantes preferiría guardármelas para un servidor. Pueden suponer que acabo tan abruptamente por "aviso de extensión alcanzada en la reseña" o por aquello tan sugerente de tener algo que callar. Ustedes escojan. Ya me lo dirán mañana.
11 de junio de 2020
11 de junio de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y sinceramente no me gustaría detenerme a pensar cuántas "personas" hoy día piensan como el padre de John.
Escribo esto por deuda a la sincera sonrisa que me ha acompañado durante todo el tiempo que ha durado esta joya.
Y, como pueden observar por la fecha, en una época donde el revuelo por el tema del racismo azota, y más que bien azotado, a muchas conciencias a razón de lo ocurrido en Estados Unidos con el asesinato de George Floyd como víctima de la brutalidad policial racista.
Sin querer he acabo viendo una película que no había buscado ni vaticinado que ocupara una temática verdaderamente en sintonía con lo que acontece a mi alrededor, cosa que cada vez hallo más lejana.
Escribo esto por deuda a la sincera sonrisa que me ha acompañado durante todo el tiempo que ha durado esta joya.
Y, como pueden observar por la fecha, en una época donde el revuelo por el tema del racismo azota, y más que bien azotado, a muchas conciencias a razón de lo ocurrido en Estados Unidos con el asesinato de George Floyd como víctima de la brutalidad policial racista.
Sin querer he acabo viendo una película que no había buscado ni vaticinado que ocupara una temática verdaderamente en sintonía con lo que acontece a mi alrededor, cosa que cada vez hallo más lejana.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y de nuevo sin querer, como sucede en el enamoramiento como el que se nos presenta, caigo en un profundo ensimismamiento a manos de una obra prístina en todos sus matices.
Comencemos por un guión perfectamente válido, y así me lo he figurado, para el arte teatral, hay una armoniosa conjunción de escenas, diálogos ingeniosos, cambios de registro...es apabullante el ejemplo de ritmo cinematográfico que alcanza la película desde el primer paso que ponen al bajarse del coche. Puro dinamismo, nunca decae el interés, es más, aumenta conforme avanza y vamos conociendo mejor al conglomerado de personajes magníficos.
Hablando de estos últimos, es magistral el ejercicio de profundidad y humanidad del que se les dota. Se tiende, y así muchas veces de igual manera se pone en bandeja de plata, a relacionar comedia con superficialidad en cuanto al plano más intimista de los personajes, dando por sentado que esa responsabilidad, o al menos intención, es de naturaleza melodramática. Bien, adivina qué película da una lección al respecto.
En poco más de hora y media te da la sensación de que no sólo has llegado a comprender sus sentimientos o que les conoces sino que sabrías decir qué desayunan y a qué hora. Podría escribir líneas para todos ellos pero en especial me parece admirable el papel Katharine Hepburn. Y es que su personaje no se me antoja sino el gran espejo por el que el espectador se ve reflejado, hacemos el mismo viaje. Desde un aturdimiento inicial, una aceptación y comprensión hasta una verdadera defensa basada en la convicción más férrea de que así deben de ser las cosas. Es revelador cómo pasa del desmayo a echar a su empleada en apenas en un par de horas motivada por una de las mayores fuerzas conocidas hasta la fecha en el ser humano: el ímpetu de sus valores.
Los cuales, por otro lado, juegan una mala pasada a otro actor inmenso como es Spencer Tracy el cuál muestra a un hombre que por primera vez se ve frente una encrucijada entre lo que siempre había predicado y lo que ahora tiene que asimilar, siendo su discurso final uno de los más trascendentales en la historia del séptimo arte.
Sutil y de buen gusto es la metáfora del helado de vainilla con frutos del bosque que en una escena se pide el padre de ella, puesto que no es sino un ejemplo de lo que el director trata de enseñarnos con esta obra; algo que no habíamos pedido pero que sorprendentemente nos ha acabado gustando.
Y así, con esa premisa, unos más tarde que otros, todos los personajes terminan por degustar el dulce postre de ver cómo quienes quieren deciden casarse y aventurarse a ser felices. Desde el entendimiento nacido de la más llana naturalidad como es el del Monsignor Ryan, el llamamiento a los sentimientos, la pasión entre los enamorados y su primacía sobre todo el resto de argumentos por parte de la señora Prentice, en una aportación tan necesaria como hermosa, o fruto de una exploración consensuada entre lo que traerá dolor o no como le sucede al padre de ella.
Lo que realmente me resulta doloroso por otro lado, el propio racismo que tanto el padre de John como Tillie tienen hacia sí mismos, fruto de, como señala el propio John un monólogo antológico
con su padre y que da nombre al título, el tremendo desprecio sufrido durante tantos años que ha acabado por el horror de hacerles creer a los mismos despreciados esas crueldades.
Y no. Jamás pensaré que el arte ha de ser un educador que tenga esa responsabilidad y función social, pero cuando en ocasiones y con tanto corazón emplea su medio de expresión para narrar este tipo de historias se me antoja de igual ignorancia no reconocer y eludir a las mismas. Ojalá esta película no sólo sea vista por cuantos más ojos posibles sino que inspire a directores noveles a defender como defiende Katharine Hepburn
una derecho que no debería ser puesto jamás a debate, un freno al prejuicio ridículo e inhumano.
Ojalá alguno se pidiera de vez en cuando una helado de vainilla con frutos del bosque.
Comencemos por un guión perfectamente válido, y así me lo he figurado, para el arte teatral, hay una armoniosa conjunción de escenas, diálogos ingeniosos, cambios de registro...es apabullante el ejemplo de ritmo cinematográfico que alcanza la película desde el primer paso que ponen al bajarse del coche. Puro dinamismo, nunca decae el interés, es más, aumenta conforme avanza y vamos conociendo mejor al conglomerado de personajes magníficos.
Hablando de estos últimos, es magistral el ejercicio de profundidad y humanidad del que se les dota. Se tiende, y así muchas veces de igual manera se pone en bandeja de plata, a relacionar comedia con superficialidad en cuanto al plano más intimista de los personajes, dando por sentado que esa responsabilidad, o al menos intención, es de naturaleza melodramática. Bien, adivina qué película da una lección al respecto.
En poco más de hora y media te da la sensación de que no sólo has llegado a comprender sus sentimientos o que les conoces sino que sabrías decir qué desayunan y a qué hora. Podría escribir líneas para todos ellos pero en especial me parece admirable el papel Katharine Hepburn. Y es que su personaje no se me antoja sino el gran espejo por el que el espectador se ve reflejado, hacemos el mismo viaje. Desde un aturdimiento inicial, una aceptación y comprensión hasta una verdadera defensa basada en la convicción más férrea de que así deben de ser las cosas. Es revelador cómo pasa del desmayo a echar a su empleada en apenas en un par de horas motivada por una de las mayores fuerzas conocidas hasta la fecha en el ser humano: el ímpetu de sus valores.
Los cuales, por otro lado, juegan una mala pasada a otro actor inmenso como es Spencer Tracy el cuál muestra a un hombre que por primera vez se ve frente una encrucijada entre lo que siempre había predicado y lo que ahora tiene que asimilar, siendo su discurso final uno de los más trascendentales en la historia del séptimo arte.
Sutil y de buen gusto es la metáfora del helado de vainilla con frutos del bosque que en una escena se pide el padre de ella, puesto que no es sino un ejemplo de lo que el director trata de enseñarnos con esta obra; algo que no habíamos pedido pero que sorprendentemente nos ha acabado gustando.
Y así, con esa premisa, unos más tarde que otros, todos los personajes terminan por degustar el dulce postre de ver cómo quienes quieren deciden casarse y aventurarse a ser felices. Desde el entendimiento nacido de la más llana naturalidad como es el del Monsignor Ryan, el llamamiento a los sentimientos, la pasión entre los enamorados y su primacía sobre todo el resto de argumentos por parte de la señora Prentice, en una aportación tan necesaria como hermosa, o fruto de una exploración consensuada entre lo que traerá dolor o no como le sucede al padre de ella.
Lo que realmente me resulta doloroso por otro lado, el propio racismo que tanto el padre de John como Tillie tienen hacia sí mismos, fruto de, como señala el propio John un monólogo antológico
con su padre y que da nombre al título, el tremendo desprecio sufrido durante tantos años que ha acabado por el horror de hacerles creer a los mismos despreciados esas crueldades.
Y no. Jamás pensaré que el arte ha de ser un educador que tenga esa responsabilidad y función social, pero cuando en ocasiones y con tanto corazón emplea su medio de expresión para narrar este tipo de historias se me antoja de igual ignorancia no reconocer y eludir a las mismas. Ojalá esta película no sólo sea vista por cuantos más ojos posibles sino que inspire a directores noveles a defender como defiende Katharine Hepburn
una derecho que no debería ser puesto jamás a debate, un freno al prejuicio ridículo e inhumano.
Ojalá alguno se pidiera de vez en cuando una helado de vainilla con frutos del bosque.
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