Cuando entre en el cine para ver la película me conciencie que iba a ver una película norteamericana que pretende recoger experiencias, criticas y un modelo social. Por tanto difícilmente podría identificarme con nada de lo que sucediera en ella, nada tiene que ver con mi experiencia vital. Por razones que no vienen al caso he aprendido cosas sobre ese modo de vida. Una sociedad insolidaria hasta extremos inconcebibles, que vive al día, en la que nadie está libre de quedar fuera del sistema, sea por no tener trabajo o por enfermar y no tener un seguro médico.
Partiendo de ahí me parece valida la historia. Que un trabajador cualquiera se quede sin empleo por desgracia no es noticia, pero si quien no puede pagar la hipoteca o el coche es “alguien de éxito” la cosa cambia. No es porque de más pena, sino porque detrás de su despido hay miles de personas que antes se quedaron en la calle. Una película bien hecha, sin dramatismos y sin moraleja, en la que cada personaje actúa según le toca.

Cuando vi el tráiler de la película sentí interés por verla. Después leí una entrevista hecha a la autora de la novela y mi interés se transformo en recelo.
No he leído el libro y después de ver la película dudo mucho que lo haga. Es decepcionante que una época como fueron los años sesenta, tan importantes en la historia de los Estados Unidos, sea tratado de esta manera sensiblera y absurda. No es que la película este bien o mal, es la historia que cuenta lo que no me convence y cuanto más reflexiono sobre ella menos me gusta.

Sinceramente esperaba mucho más.