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5.2
14,193
2
5 de octubre de 2024
5 de octubre de 2024
159 de 210 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me dejé llevar por las críticas, ni por la escasez de público en el cine (cierto es que vivo en Benidorm y los guiris no van a pasear sus chanclas al refugio del Séptimo Arte); es que éramos cinco en la sala. El taquillero me dijo, con una sonrisa socarrona: has venido demasiado pronto creyendo que habría lleno, pero como ves, no hacía falta.
Comienzo: voy a darle dos puntos, pero si fuera por el cabreo que salí del cine, no le habría dado ni un cero, me habría comprado un billete de avión a no sé dónde y habría empezado una nueva vida para olvidar lo que presencié ayer por la tarde. Un espectáculo dantesco. Sí, Dantesco, que dice la RAE: "que espanta".
Dividiremos la película en tercios como ya ha hecho un compañero, aunque las líneas de división lejos de ser claras, son muy difusas, porque la película vuelve, avanza, vuelve de nuevo y te deja sin GPS en muchas ocasiones.
El primer tercio de la película está bastante logrado, con ese ambiente tétrico de la primera: Una penitenciaría a principios de los ochenta, con sus funcionarios que igual te piden un chiste y te regalan un cigarro como que te sueltan un sopapo para que entiendas la jerarquía. Joker se está redimiendo, quiere ser un Arthur súbdito, se acabó su pequeña revolución, asesinó al Archiduque Francisco Fernando y ahora paga, no sabemos si purga para reinsertarse en la sociedad o para salir y comenzar a desarrollar la personalidad que todos conocemos.
Está vencido y sin fuerzas, continúa con buen ritmo, los diálogos son poco halagüeños y lo más importante, Arthur se suelta a cantar un par de veces y lo incorporas muy bien al conjunto. Te sueltan una píldora de lo que, entiendo, debe de ser el clímax de la trama, Joker debe enfrentarse a su juicio (entendemos que estaba en provisional), y la abogada lo prepara para ello. Bueno, todo esto ya constituye un buen insumo para ir trabajando y conseguir resultados.
El segundo y el tercer tercio ya suponen la decadencia; Hitler en su búnker. Aparece Harley o Harlee; o Mari Carmen si queréis, porque esa no es la villana que todos esperábamos. No es la relación tóxica como tóxica puede ser la atmósfera que crea Joker. Nada. Aparece y desaparece. No nos deja un ápice de sustancia. Promete en la segunda aparición y mucho más en la tercera, pero se queda en agua de borrajas. No contribuye a la trama en absoluto y cada vez que tiene la oportunidad canta, porque eso sí, en esta película se canta y mucho, y te deja la sensación de que no sabes si estás ante un Drama o un Musical.
Me dejé llevar por una fotografía del ¿rodaje? en la que aparecía Lady Gaga maquillada al estilo Harley (no veo tráilers porque eso es puro marketing). Pero es que parece que la maquillaron a ver qué tal quedaba para la foto y luego despidieron a esos maquilladores porque eran discontinuos. El resto es una Lady Gaga de Manhattan con arranques pseudo delictivos y ganas de desesperarte. Quien haya visto en esto una interpretación magistral será porque ha visto a una cantante ejecutando correctamente diálogos y concurriendo en el personaje Miércoles Addams o Bella de Crepúsculo. Pero la chica desespera, y te sugiere que ella fue fichada para la película para cantar y si te esperabas desórdenes mentales, tiros y explosiones; te fastidias que no los va a ver. Él canta también, pero también te hace darte cuenta de que ha tenido que cantar algunas estrofas a regañadientes, porque al pobre le da la voz de aquí para allá, y en esas escenas no se ve al Jóker; no se ve a Jack Nicholson, no se ve a Heath Ledger, no se ve a Jared Leto y tampoco se ve a Joaquin Phoenix.
Y TE DESESPERAS: en el momento en el que el ambiente vuelve a tornarse en lóbrego y sales de la somnolencia, ¡hala!, otra vez a cantar. Giro la cabeza en la sala de cine, como dije, éramos cinco: un señor que bostezó sonoramente cinco veces, un chaval con el móvil (tenía la cara iluminada cada vez que miraba hacia atrás), su madre con cara de Jueves de Comadre, mi mujer que no salía de su asombro y yo, patidifuso.
Para cuando termina la película, sientes que vuelves al final de Jóker en su primera entrega, pero esta vez desesperanzado, viendo un Jóker tras una decepción amorosa.
Aspectos técnicos, para terminar:
1) Banda sonora: hay algún clásico de la primera entrega de fondo y el resto de canturreos que se echan Lady Gaga y Jóker son canciones clásicas que no cuajan con su escena muy bien.
2) Fotografía: hay planos muy logrados y la oscuridad gobierna la película en casi toda su extensión.
3) Diálogos: a veces muy prometedores a veces muy vacíos.
4) Vestuario: Jóker, bien; Lady Gaga parece que ha salido de Stradivarius.
5) Personajes secundarios: muy planos, excesivamente planos: el funcionario principal parece prometedor y cuando te das cuenta, tan solo le graban en sus expresiones faciales.
6) La trama: sigo sin saber muy bien cuál es.
Espero que os sirva y que vayáis a verla asumiendo todas las consecuencias.
Comienzo: voy a darle dos puntos, pero si fuera por el cabreo que salí del cine, no le habría dado ni un cero, me habría comprado un billete de avión a no sé dónde y habría empezado una nueva vida para olvidar lo que presencié ayer por la tarde. Un espectáculo dantesco. Sí, Dantesco, que dice la RAE: "que espanta".
Dividiremos la película en tercios como ya ha hecho un compañero, aunque las líneas de división lejos de ser claras, son muy difusas, porque la película vuelve, avanza, vuelve de nuevo y te deja sin GPS en muchas ocasiones.
El primer tercio de la película está bastante logrado, con ese ambiente tétrico de la primera: Una penitenciaría a principios de los ochenta, con sus funcionarios que igual te piden un chiste y te regalan un cigarro como que te sueltan un sopapo para que entiendas la jerarquía. Joker se está redimiendo, quiere ser un Arthur súbdito, se acabó su pequeña revolución, asesinó al Archiduque Francisco Fernando y ahora paga, no sabemos si purga para reinsertarse en la sociedad o para salir y comenzar a desarrollar la personalidad que todos conocemos.
Está vencido y sin fuerzas, continúa con buen ritmo, los diálogos son poco halagüeños y lo más importante, Arthur se suelta a cantar un par de veces y lo incorporas muy bien al conjunto. Te sueltan una píldora de lo que, entiendo, debe de ser el clímax de la trama, Joker debe enfrentarse a su juicio (entendemos que estaba en provisional), y la abogada lo prepara para ello. Bueno, todo esto ya constituye un buen insumo para ir trabajando y conseguir resultados.
El segundo y el tercer tercio ya suponen la decadencia; Hitler en su búnker. Aparece Harley o Harlee; o Mari Carmen si queréis, porque esa no es la villana que todos esperábamos. No es la relación tóxica como tóxica puede ser la atmósfera que crea Joker. Nada. Aparece y desaparece. No nos deja un ápice de sustancia. Promete en la segunda aparición y mucho más en la tercera, pero se queda en agua de borrajas. No contribuye a la trama en absoluto y cada vez que tiene la oportunidad canta, porque eso sí, en esta película se canta y mucho, y te deja la sensación de que no sabes si estás ante un Drama o un Musical.
Me dejé llevar por una fotografía del ¿rodaje? en la que aparecía Lady Gaga maquillada al estilo Harley (no veo tráilers porque eso es puro marketing). Pero es que parece que la maquillaron a ver qué tal quedaba para la foto y luego despidieron a esos maquilladores porque eran discontinuos. El resto es una Lady Gaga de Manhattan con arranques pseudo delictivos y ganas de desesperarte. Quien haya visto en esto una interpretación magistral será porque ha visto a una cantante ejecutando correctamente diálogos y concurriendo en el personaje Miércoles Addams o Bella de Crepúsculo. Pero la chica desespera, y te sugiere que ella fue fichada para la película para cantar y si te esperabas desórdenes mentales, tiros y explosiones; te fastidias que no los va a ver. Él canta también, pero también te hace darte cuenta de que ha tenido que cantar algunas estrofas a regañadientes, porque al pobre le da la voz de aquí para allá, y en esas escenas no se ve al Jóker; no se ve a Jack Nicholson, no se ve a Heath Ledger, no se ve a Jared Leto y tampoco se ve a Joaquin Phoenix.
Y TE DESESPERAS: en el momento en el que el ambiente vuelve a tornarse en lóbrego y sales de la somnolencia, ¡hala!, otra vez a cantar. Giro la cabeza en la sala de cine, como dije, éramos cinco: un señor que bostezó sonoramente cinco veces, un chaval con el móvil (tenía la cara iluminada cada vez que miraba hacia atrás), su madre con cara de Jueves de Comadre, mi mujer que no salía de su asombro y yo, patidifuso.
Para cuando termina la película, sientes que vuelves al final de Jóker en su primera entrega, pero esta vez desesperanzado, viendo un Jóker tras una decepción amorosa.
Aspectos técnicos, para terminar:
1) Banda sonora: hay algún clásico de la primera entrega de fondo y el resto de canturreos que se echan Lady Gaga y Jóker son canciones clásicas que no cuajan con su escena muy bien.
2) Fotografía: hay planos muy logrados y la oscuridad gobierna la película en casi toda su extensión.
3) Diálogos: a veces muy prometedores a veces muy vacíos.
4) Vestuario: Jóker, bien; Lady Gaga parece que ha salido de Stradivarius.
5) Personajes secundarios: muy planos, excesivamente planos: el funcionario principal parece prometedor y cuando te das cuenta, tan solo le graban en sus expresiones faciales.
6) La trama: sigo sin saber muy bien cuál es.
Espero que os sirva y que vayáis a verla asumiendo todas las consecuencias.
7
24 de noviembre de 2024
24 de noviembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bután queda y quedará como un reducto semi hermético que sin llegar a las cotas de otros países más recelosos, tiene mucha cautela a la hora de dejar pasar al turismo de masas o determinados importadores. No parece que se tomen muy a la ligera la destrucción del patrimonio de un país; solo basta echarle un vistazo a los artículos 3, 4 y 5 de su Constitución para saber qué prioridad le otorgan a cultura, tradición, historia y medio ambiente. Estos tres artículos, que en otra constitución serían meras referencias legales que marquen una pauta, se convierten en la tesis del desarrollo de Bután, y explica la actitud de los personajes hacia ciertos cambios o comportamientos.
Siendo un país primo hermano de Tibet, tuvo que enfrentarse con él pero con la ayuda de India. En realidad, un país fervientemente conservador y orientado al budismo no sabía lo que era un arma, pues en Bután se han resuelto las cosas de otro modo.
Debido a que es un país con tantas restricciones al aperturismo, he podido percatarme de que hay algún fallo de rodaje y en la escena previa a la charla del intermediario con su mujer en su casa, aparece un plano de la calle con vehículos de 2020 en adelante cuando se supone que es 2006; pero lo dejamos pasar porque el ejercicio estilográfico de su línea temporal es brillante.
Esa colisión de la voluntad de los funcionarios por heredar las mieles de la globalización y el rechazo de gran parte de una población "que ya era feliz" marca el compás de la mayoría de las escenas, donde al director no se le escapa el incluir el sarcasmo mediante caracterizaciones sociológicas arquetípicas. Este es el diamante en bruto que se encarga de pulir en todo el metraje. La evolución de los mismos consigue enmascarar el sentido último de la película: el nacimiento de una democracia sin violencia ni ruptura con los valores.
No he podido evitar fijarme en que los planos escenográficos no han sido explotados en toda su magnitud, pero ese hecho también, me da la sensación, ha sido la voluntad de un director que no ha querido mostrar más de la cuenta y dejar que seamos nosotros los que tejamos esa cromática. Tenía la posibilidad de embelesarnos con Bután, y lo que ha hecho ha sido llevarnos allí.
No nos perdamos detalles muy significativos de Bután: el Gho y la Kira para hombres y mujeres, las estructuras fálicas, las imágenes del rey, etc.
Intentaré no hacer un spoiler: el final es una confluencia metafórica de la autoridad, la globalización y la modernidad que juntos, sucumben a lo meramente tradicional.
Siendo un país primo hermano de Tibet, tuvo que enfrentarse con él pero con la ayuda de India. En realidad, un país fervientemente conservador y orientado al budismo no sabía lo que era un arma, pues en Bután se han resuelto las cosas de otro modo.
Debido a que es un país con tantas restricciones al aperturismo, he podido percatarme de que hay algún fallo de rodaje y en la escena previa a la charla del intermediario con su mujer en su casa, aparece un plano de la calle con vehículos de 2020 en adelante cuando se supone que es 2006; pero lo dejamos pasar porque el ejercicio estilográfico de su línea temporal es brillante.
Esa colisión de la voluntad de los funcionarios por heredar las mieles de la globalización y el rechazo de gran parte de una población "que ya era feliz" marca el compás de la mayoría de las escenas, donde al director no se le escapa el incluir el sarcasmo mediante caracterizaciones sociológicas arquetípicas. Este es el diamante en bruto que se encarga de pulir en todo el metraje. La evolución de los mismos consigue enmascarar el sentido último de la película: el nacimiento de una democracia sin violencia ni ruptura con los valores.
No he podido evitar fijarme en que los planos escenográficos no han sido explotados en toda su magnitud, pero ese hecho también, me da la sensación, ha sido la voluntad de un director que no ha querido mostrar más de la cuenta y dejar que seamos nosotros los que tejamos esa cromática. Tenía la posibilidad de embelesarnos con Bután, y lo que ha hecho ha sido llevarnos allí.
No nos perdamos detalles muy significativos de Bután: el Gho y la Kira para hombres y mujeres, las estructuras fálicas, las imágenes del rey, etc.
Intentaré no hacer un spoiler: el final es una confluencia metafórica de la autoridad, la globalización y la modernidad que juntos, sucumben a lo meramente tradicional.
8
18 de noviembre de 2024
18 de noviembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No creo que podamos hacer grandes spoilers de un documental que narra una historia que ha sido sospechada, hipotetizada, atestiguada y probada. Este, pudiendo ser un documental más, es un grandísimo documental.
Hace un rato recibía la agradable noticia de que tras unos meses en el paro, me habían concedido un trabajo, y me he sentido muy aliviado, porque en esos meses, he llegado a darle tantas vueltas a mi mala fortuna que me estaba volviendo loco. No voy a salir con ese cliché de que este documental me ha cambiado la vida, pero de vez en cuando conviene trasladarse en espacio (que no en tiempo) para llegar a la conclusión de que tenemos una suerte inmensa de haber nacido aquí. Por lo que, desde el calor de mi hogar, en medio de una democracia y con una red wifi que me permite consultar contenidos dentro y fuera de mi país, lanzo mi pequeña crítica.
Puede que en un principio, el entorno del pastor cristiano no nos conmueva en demasía, máxime cuando nos cuenta que él está ahí porque se enamoró de una norcoreana siendo surcoreano, pero sumérgete, sumérgete más en el documental y tócate el vello del brazo de vez en cuando.
Seguimos a dos familias, una compuesta por padres, abuela y niñas y otra por una madre desertora y su hijo queriendo desertar. Nos veremos compitiendo contra los elementos para entender sus emociones, desde un primer mundo que nos empeñamos en tildar de dictatorial cada vez que nos ponen una multa por pasarnos de hora en la zona azul.
Trágico y humillante, el devenir de la familia durante la travesía puede desbordarles, pero su vitalidad e inocencia les ayuda a sobreponerse a cada paso que dan. Siempre bajo sospecha y habiendo de atravesar tres países pasando desapercibidos y depositando toda su esperanza en manos del pastor y los intermediarios. Estos últimos, por cierto, sacando jugosas tajadas de la miseria humana.
Es un gran documental porque entre otras cosas, no están probando teorías, están haciendo un verdadero estudio de campo. La cámara les sigue allá donde van y te convierte en un testigo más. Puedes sentir el riesgo de entrar en China, sobrevivir a Vietnam y Laos (los tres, aliados de Corea del Norte) y conocer el fatal destino en que puede desembocar que tan solo algo se salga un milímetro de lo planeado cruzando el río Mekong y acabando en Tailandia.
No es una historia basada en hechos reales; es una historia real. No hay recreaciones, y para aquellos a los que les atraiga el morbo (desagrado, seamos puristas) de ver de cerca Corea del Norte, el documental les ofrece filmaciones clandestinas de Pyongyang y otros pueblos infames desde teléfonos con chips no "trackeables".
No esperéis una gran fotografía u opiniones de eruditos en la materia. Esto es actualidad en carne viva.
Enhorabuena a su director.
Hace un rato recibía la agradable noticia de que tras unos meses en el paro, me habían concedido un trabajo, y me he sentido muy aliviado, porque en esos meses, he llegado a darle tantas vueltas a mi mala fortuna que me estaba volviendo loco. No voy a salir con ese cliché de que este documental me ha cambiado la vida, pero de vez en cuando conviene trasladarse en espacio (que no en tiempo) para llegar a la conclusión de que tenemos una suerte inmensa de haber nacido aquí. Por lo que, desde el calor de mi hogar, en medio de una democracia y con una red wifi que me permite consultar contenidos dentro y fuera de mi país, lanzo mi pequeña crítica.
Puede que en un principio, el entorno del pastor cristiano no nos conmueva en demasía, máxime cuando nos cuenta que él está ahí porque se enamoró de una norcoreana siendo surcoreano, pero sumérgete, sumérgete más en el documental y tócate el vello del brazo de vez en cuando.
Seguimos a dos familias, una compuesta por padres, abuela y niñas y otra por una madre desertora y su hijo queriendo desertar. Nos veremos compitiendo contra los elementos para entender sus emociones, desde un primer mundo que nos empeñamos en tildar de dictatorial cada vez que nos ponen una multa por pasarnos de hora en la zona azul.
Trágico y humillante, el devenir de la familia durante la travesía puede desbordarles, pero su vitalidad e inocencia les ayuda a sobreponerse a cada paso que dan. Siempre bajo sospecha y habiendo de atravesar tres países pasando desapercibidos y depositando toda su esperanza en manos del pastor y los intermediarios. Estos últimos, por cierto, sacando jugosas tajadas de la miseria humana.
Es un gran documental porque entre otras cosas, no están probando teorías, están haciendo un verdadero estudio de campo. La cámara les sigue allá donde van y te convierte en un testigo más. Puedes sentir el riesgo de entrar en China, sobrevivir a Vietnam y Laos (los tres, aliados de Corea del Norte) y conocer el fatal destino en que puede desembocar que tan solo algo se salga un milímetro de lo planeado cruzando el río Mekong y acabando en Tailandia.
No es una historia basada en hechos reales; es una historia real. No hay recreaciones, y para aquellos a los que les atraiga el morbo (desagrado, seamos puristas) de ver de cerca Corea del Norte, el documental les ofrece filmaciones clandestinas de Pyongyang y otros pueblos infames desde teléfonos con chips no "trackeables".
No esperéis una gran fotografía u opiniones de eruditos en la materia. Esto es actualidad en carne viva.
Enhorabuena a su director.

5.2
420
6
24 de noviembre de 2024
24 de noviembre de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si haces una búsqueda de las películas que ejecutó este director, te darás cuenta que estás o ante una persona que realmente no tiene muy claro de qué quiere que vaya su carrera o que lo que le va es la experimentación. Películas archiconocidas por escenografía postapocalíptica o fenómenos extraterrestres, van seguidas de comedias sobre arañas mutantes o en este caso, como ocurriría con El Patriota, intentos de recreación de la liberación de poblaciones oprimidas. Ya nos hicimos una idea con El Patriota de la libertad en las licencias históricas de este director. Vamos con la película.
Haré un primer párrafo como crítico rígido y un segundo como crítico indulgente:
1.- Está claro que en el final de la película, uno se da cuenta de que no ha aprendido en absoluto casi nada sobre la piedra (se supone que es esta) angular de la película. Yo suponía que los disturbios de Stonewall serían el cemento y el ladrillo de la película pero como mucho, llegan a ser pura escayola.
Cuidando demasiado la fotografía y los planos estáticos del protagonista, uno se siente permanentemente atrapado en un set que no sobrepasa los límites de Christopher Street o el pueblo de Indiana, lo que no ayuda cuando gran parte de la película se rueda en set nocturno. Puede acabar resultando agobiante porque la trama no llega a desarrollarse en todo su esplendor dada la estrechez de sus ubicaciones. Esto no sería un gran problema y como prueba de ello vimos en literatura a Kafka dejarnos boquiabiertos sin salir de una habitación.
Y ahí es donde quiero llegar: la película no desarrolla de manera finita sus tramas y se hace complicado ponerse en la piel de los personajes cuando parece que hubiera habido un recorte de guion por economía cinematográfica.
Salvo por Ray y el mafioso homófobo que regentaba el club, el resto del casting (incluido el protagonista) no te conmueve en absoluto. Son meros figurantes casi planos que no desenredan la historia en absoluto. Es más, quieres cogerles cariño y transitar con sus reflexiones pero no hay tránsito ni reflexiones. Son prostitutos, lo cual era un vértice habitual de la vida gay en los sesenta, pero no explotan esa perspectiva y tampoco dejan de hacerlo en favor de otra. Son, simplemente, personajes que aportan color pero no tonalidad.
La Mattachine society pasa muy desapercibida, y la conclusión que te deja la película es que Stonewall como mucho se centra en unos disturbios de una noche y que la primera sociedad que se postulaba por los derechos gais no hizo gran cosa (salvo al final, que te lo cuentan un poco). Es como ver a Denzel Washington en Malcolm X y que solo pasemos la película en aquel momento puntual en el que la gente negra hizo un cordón frente a la comisaría.
Ciertos personajes llegan a ser verdaderamente inaguantables y tan solo transmiten la extravagancia en lugar de la esencia. El trato del director a la figura de Ray me parece intolerable. Es lo mejor que tiene la película.
2.- Al hacer de abogado del diablo, es muy probable que Emmerich haya intentado que humanicemos en exceso el momento Stonewall convirtiendo en cámara viva al protagonista, poniéndonos en los zapatos de un yanqui de la América rural que llega repentinamente al barrio de Greenwich. No es fácil encuadrar todos los eventos previos y posteriores si quieres hacer algo realmente humano, y ahí creo que ha hecho un buen trabajo. El drama del "sexilio" está bien dibujado: el amigo que no se decide, la madre que calla, la hermana que entiende y el padre que censura. Quizá podría haber sido mejor enfocada como un drama LGBT sin mencionar Stonewall ya como título de la película. La timidez e inocencia del personaje son aceptables.
La música escogida es muy propicia y conjuga muy bien algunas escenas, y como ya dije, la fotografía es estupenda, como lo es el vestuario.
Yo le doy un 6, porque un 7 me parece exagerado y un 5 me parece injusto, ya que esta película hay que saber entenderla por dos perspectivas diferentes: la emocional y la histórica.
Haré un primer párrafo como crítico rígido y un segundo como crítico indulgente:
1.- Está claro que en el final de la película, uno se da cuenta de que no ha aprendido en absoluto casi nada sobre la piedra (se supone que es esta) angular de la película. Yo suponía que los disturbios de Stonewall serían el cemento y el ladrillo de la película pero como mucho, llegan a ser pura escayola.
Cuidando demasiado la fotografía y los planos estáticos del protagonista, uno se siente permanentemente atrapado en un set que no sobrepasa los límites de Christopher Street o el pueblo de Indiana, lo que no ayuda cuando gran parte de la película se rueda en set nocturno. Puede acabar resultando agobiante porque la trama no llega a desarrollarse en todo su esplendor dada la estrechez de sus ubicaciones. Esto no sería un gran problema y como prueba de ello vimos en literatura a Kafka dejarnos boquiabiertos sin salir de una habitación.
Y ahí es donde quiero llegar: la película no desarrolla de manera finita sus tramas y se hace complicado ponerse en la piel de los personajes cuando parece que hubiera habido un recorte de guion por economía cinematográfica.
Salvo por Ray y el mafioso homófobo que regentaba el club, el resto del casting (incluido el protagonista) no te conmueve en absoluto. Son meros figurantes casi planos que no desenredan la historia en absoluto. Es más, quieres cogerles cariño y transitar con sus reflexiones pero no hay tránsito ni reflexiones. Son prostitutos, lo cual era un vértice habitual de la vida gay en los sesenta, pero no explotan esa perspectiva y tampoco dejan de hacerlo en favor de otra. Son, simplemente, personajes que aportan color pero no tonalidad.
La Mattachine society pasa muy desapercibida, y la conclusión que te deja la película es que Stonewall como mucho se centra en unos disturbios de una noche y que la primera sociedad que se postulaba por los derechos gais no hizo gran cosa (salvo al final, que te lo cuentan un poco). Es como ver a Denzel Washington en Malcolm X y que solo pasemos la película en aquel momento puntual en el que la gente negra hizo un cordón frente a la comisaría.
Ciertos personajes llegan a ser verdaderamente inaguantables y tan solo transmiten la extravagancia en lugar de la esencia. El trato del director a la figura de Ray me parece intolerable. Es lo mejor que tiene la película.
2.- Al hacer de abogado del diablo, es muy probable que Emmerich haya intentado que humanicemos en exceso el momento Stonewall convirtiendo en cámara viva al protagonista, poniéndonos en los zapatos de un yanqui de la América rural que llega repentinamente al barrio de Greenwich. No es fácil encuadrar todos los eventos previos y posteriores si quieres hacer algo realmente humano, y ahí creo que ha hecho un buen trabajo. El drama del "sexilio" está bien dibujado: el amigo que no se decide, la madre que calla, la hermana que entiende y el padre que censura. Quizá podría haber sido mejor enfocada como un drama LGBT sin mencionar Stonewall ya como título de la película. La timidez e inocencia del personaje son aceptables.
La música escogida es muy propicia y conjuga muy bien algunas escenas, y como ya dije, la fotografía es estupenda, como lo es el vestuario.
Yo le doy un 6, porque un 7 me parece exagerado y un 5 me parece injusto, ya que esta película hay que saber entenderla por dos perspectivas diferentes: la emocional y la histórica.

7.7
42,222
7
17 de noviembre de 2024
17 de noviembre de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay algo en lo que cualquier amante del arte en todas sus manifestaciones tiene claro, es que el arte debe revolver a su audiencia. En su día, el manierismo surgió como forma de protesta a las armónicas y ortodoxas formas del clasicismo renacentista; Dogma95 es, a pesar de sus luces y sombras y de la imposibilidad de llevar a cabo los diez puntos del manifiesto, un pellizco contracultural que revuelve y amenaza los patrones del espectador.
Dicho sea de paso, imagino a pocos como Mads Mikkelsen para este papel, porque incluso el director consigue, que en el rostro sutil, maduro, intelectual y bien peinado de Lucas, puedas ver que quizá, quizá, quizá ha cometido tales atrocidades y no lo sabes. En contraposición, su amigo Theo, te sugiere una personalidad más primaria, devota de su trabajo y negligente con sus habilidades sociales. A Theo, en ningún momento, podemos verlo como quizá, quizá, quizá un ser que pudiera seguir tales prácticas.
Histeria colectiva, señoras y señores. Si se ha acuñado este término es porque la sociedad tiende a manifestarse en una dirección por amor al sentimiento de pertenencia y protección que te otorga una pequeña sociedad, como es el idílico pueblo danés donde transcurren los hechos.
La tensión a la que la película te somete es simplemente irracional. Te llega a enloquecer e indignar a partes iguales. Te hace sentir impotente y en ningún momento esperas qué puede ocurrir después que malogre la ya malograda vida de Lucas. A través de un comentario oído por una niña su vida se desmorona en un plano que no llegamos a querer concebir porque nos revuelve y mucho, y sume la atmósfera de la película en un rechazo y violencia paranoicos hacia la figura de Lucas. Es una película a color, sí, pero ensombrecido por los generalmente insustanciales personajes planos de cualquier film.
Antes de cualquier indagación profesional sobre los hechos y la posible dilucidación de estos, una sociedad luterana danesa ya te ha colgado de un árbol y va a arrearle una patada a la silla para ahorcarte.
Te deja esta reflexión casi obligatoria: hemos apostado por entender que un niño dice siempre la verdad y que la sociedad donde vivimos, que transcurre según nuestras virtudes y perversiones, hace canal de sus miedos al comentario de una niña y este prevalecerá sobre cualquier instrucción legal. La prevención equivale al castigo, la sospecha a la confirmación, la amistad a la repugnancia y la ignorancia a la guerra sin cuartel.
Véanla y sientan eso exactamente: vergüenza.
Dicho sea de paso, imagino a pocos como Mads Mikkelsen para este papel, porque incluso el director consigue, que en el rostro sutil, maduro, intelectual y bien peinado de Lucas, puedas ver que quizá, quizá, quizá ha cometido tales atrocidades y no lo sabes. En contraposición, su amigo Theo, te sugiere una personalidad más primaria, devota de su trabajo y negligente con sus habilidades sociales. A Theo, en ningún momento, podemos verlo como quizá, quizá, quizá un ser que pudiera seguir tales prácticas.
Histeria colectiva, señoras y señores. Si se ha acuñado este término es porque la sociedad tiende a manifestarse en una dirección por amor al sentimiento de pertenencia y protección que te otorga una pequeña sociedad, como es el idílico pueblo danés donde transcurren los hechos.
La tensión a la que la película te somete es simplemente irracional. Te llega a enloquecer e indignar a partes iguales. Te hace sentir impotente y en ningún momento esperas qué puede ocurrir después que malogre la ya malograda vida de Lucas. A través de un comentario oído por una niña su vida se desmorona en un plano que no llegamos a querer concebir porque nos revuelve y mucho, y sume la atmósfera de la película en un rechazo y violencia paranoicos hacia la figura de Lucas. Es una película a color, sí, pero ensombrecido por los generalmente insustanciales personajes planos de cualquier film.
Antes de cualquier indagación profesional sobre los hechos y la posible dilucidación de estos, una sociedad luterana danesa ya te ha colgado de un árbol y va a arrearle una patada a la silla para ahorcarte.
Te deja esta reflexión casi obligatoria: hemos apostado por entender que un niño dice siempre la verdad y que la sociedad donde vivimos, que transcurre según nuestras virtudes y perversiones, hace canal de sus miedos al comentario de una niña y este prevalecerá sobre cualquier instrucción legal. La prevención equivale al castigo, la sospecha a la confirmación, la amistad a la repugnancia y la ignorancia a la guerra sin cuartel.
Véanla y sientan eso exactamente: vergüenza.
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