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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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6 de agosto de 2013
411 de 546 usuarios han encontrado esta crítica útil
Enésimo e intrascendente intento de darle más vueltas de tuerca a un género que, admitámoslo, empieza a oler a cadáver en avanzado estado de descomposición. Actuaciones monótonas, personajes superficiales, carrusel de tópicos del género, CGI a mansalva, militares y más militares e ingentes despliegues de medios, inverosímiles escenas de acción…en fin, para qué seguir. Y todo eso metido en un agitador y rociándolo con aromas de blockbuster veraniego. Resultado: "World War Z", otro filme de zombis cualquiera.

Las películas de zombis se dividen en dos clases fundamentales. Las de zombis lentos y las de zombis rápidos. Las primeras suelen ser más verosímiles (dentro de lo verosímil que puede ser una historia de muertos que se levantan) porque nuestros purulentos amigos se desplazan torpemente, a veces arrastrándose, a veces cojeando, dependiendo del grado de mutilación que hayan sufrido en el momento de su muerte. Son seres débiles cuya gran baza es la perseverancia, la resistencia. Las segundas suelen ser más estúpidas porque un tío al que le han reventado el abdomen de un disparo o que le ha saltado media cabeza de un hachazo, simplemente, no puede alzarse como si tal cosa, correr como Asafa Powell y saltar como Spiderman.

"WWZ" pertenece al segundo subgénero, al igual que "Soy leyenda" o "El amanecer de los muertos".

Pero vayamos al spoiler, va…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Empieza la peli, las niñas, felices y despreocupadas, se lanzan encima de sus padres, que duermen plácidamente. Las reciben entre sonrisas y abrazos. Empieza un día cualquiera en la familia perfecta y feliz. Yo antes era John Rambo y estuve en la guerra civil de Liberia, pero senté la cabeza gracias a mi mujeraza y parí un par de angelitos. Ahora cocino, saco al perro a pasear, llevo las niñas al cole y me regocijo con lo bien que me va todo, con lo felices que somos en casa. Eso sí, en las noticias dicen que se ha instaurado la ley marcial y que medio mundo está yéndose por el inodoro debido a algún tipo de virus que vuelve loca a la gente. Pero como si nada oigan, sigamos haciéndonos bromitas y arrumacos, que la vida es maravillosa…hasta que alguien me destroza el retrovisor del coche y claro, ahí sí que empiezo a mosquearme.

Y no sólo me rompen el retrovisor sinó que un enorme camión aparece de la nada, sin hacer ruido al aproximarse y se carga al madero que me estaba echando la bulla por haber salido fuera del coche. Y mira que detrás había una infinita hilera de coches a los que sin duda habrá aplastado. Pero nada, oye, ni un ruidito. "Mmmmm, debe haber sido un camión-máquina del tiempo. Le habrá petado el condensador de fluzo y se habrá materializado justo detrás de mi coche". Con lo guapo que era el DeLorean.

A la mujer de Brad Pitt la intentan violar dos tipos en un supermercado que está siendo saqueado por decenas de personas. Sin duda el sitio ideal para cometer una violación. ¿Dónde queda el romanticismo, la luz de las velas, la intimidad, aunque sea tras una puerta que ponga "almacén" o "privado"? Además, en una situación como esa, que estás cagado de miedo porque miles de zombies corretean por tu alrededor intentando hincarte el diente, en la que la prioridad absoluta es hacer acopio de comida y recursos para la supervivencia…¿en serio te pones a violar a alguien?

Los yankis poseen un medidor de población mundial que va escupiendo números en regresión vertiginosa a medida que los zombis van convirtiendo a su noble causa a cada vez más gente. Uno no puede dejar de preguntarse cómo coño contabilizan hasta el último de los ciudadanos de este mundo con total exactitud y lo que es aún más risible, como contabilizan el ritmo de conversión de humanos a muertos vivientes.

Brad Pitt y la soldado manca son los únicos supervivientes del accidente aéreo a pesar de que la castaña es de órdago y el avión queda literalmente triturado. Encima salen sin demasiados problemas, a parte del hierrecito que le atraviesa el abdomen justo donde no hay órganos vitales. No solamente sobreviven ellos dos a un accidente del que no saldrían con vida ni las cucarachas sino que además se ponen a andar como si tal cosa por las montañas de Gales.

Y ahora viene la parte más desternillante. Hola, soy Brad Pitt y voy a inocularme algún virus para volverme invisible para los zetas y de este modo no me morderán. Porque resulta que los zetas solamente quieren entrecotte de primera calidad y no carne enferma, son así de sibaritas. Claro, con esa pinta de atletas noruegos que tienen, a ver si iban a arriesgarse a contraer alguna enfermedad. Pues bien, a lo que iba…que soy Brad Pitt y tal…me meto en el laboratorio con las muestras de virus que están etiquetadas rarunamente y no tengo ni idea de lo que voy a inyectarme. Pero el laboratorio está aislado y no tengo comunicación con los que sí saben qué contienen esas botellitas. Además hay un zeta tras la puerta de cristal haciéndome dientecicos y mirándome con lascivia. Tampoco se sabe si la estrategia va a funcionar, qué virus es el ideal para pasar desapercibido, si va bien cualquiera, si no va bien ninguno de ellos…bah, qué diantre, me meto la primera que pille y arreando. Mira, esta tiene un líquido de color whisky y a mi me encanta el bourbon. Venga, con dos cojones. ¡Hostia! ¡Ha funcionado a la primera! Humanidad salvada.
26 de agosto de 2013
84 de 110 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es habitual que Jodie Foster se embarque en proyectos que en apariencia estén predestinados al fracaso artístico (me refiero a todo aquello que aglutina el séptimo arte exceptuando la parte comercial). No creo que nadie pueda engañarla para hacer "Transformers" o "Los cuatro magníficos", que a priori huelen a blockbuster-basura (y acaban oliendo a huevos podridos al salir del cine). Me imagino que en las primeras reuniones con el equipo de producción o cuando le pasaron el guión la tía pensó "Ah mira, ¡qué interesante!. Un tema de clasismo extremo en un futuro no muy lejano, con fuertes paralelismos con lo que sucede hoy en día con la inmigración, la pobreza, la cada vez más amplia brecha entre los ricos y los pobres, la desaparición de la clase media, los derechos humanos, etc...todo ello en un contexto futurista, con naves-patera espaciales, robots ultra-sofisticados y demás. Mmmm…el director de la movida es el de la aclamada District 9, el protagonista es Matt Damon...qué diablos, ¡rodémosla!". Todo pintaba la mar de bien. Jodie tenía buenas sensaciones y yo, como espectador ansioso por su estreno, también.

Por otro lado me imagino que durante el rodaje los actores tienen una visión muy limitada de cómo está quedando la película. Ellos ruedan sus escenas (puede que en repetidas ocasiones y si eres Cindy Crawford hasta mil doscientas veces) y luego se van a casa. Y creo que Jodie se iba a cenar cada noche con el convencimiento de que las escenas que rodaba formaban parte de un todo excepcional cinematográficamente hablando y yo, todavía más ansioso por su estreno, hubiese apostado todas mis extremidades a que el resultado final constituiría una de las mejores películas de ciencia-ficción de los últimos años.

Me equivoqué de lleno.

Jodie Foster estará dándose cabezazos contra la pared hasta que su famoso coeficiente intelectual se le reduzca lo suficiente como para acabar sumida en la autocomplacencia (y con un buen fajo de billetes en la mano, obviamente).

Elysium de entrada, empieza mal. No es necesaria esa introducción para ciegos, de manual, donde se nos explica, de forma absolutamente mediocre, de qué va el tinglado. Por dios, ¡que ya se ve! A partir de ahí, la trama se desenvuelve en un clímax constante, sin pausa y con muchas prisas. Los personajes resultan planos, intrascendentes… importa dos leches lo que le pase a Max o a la jefaza de Elysium. No hace falta pensar nada ya que viene todo masticado, digerido y defecado. El espectador es idiota, ergo tratémosle como tal. El trasfondo social, cuya importancia era mucho más evidente en District 9, aquí no es más que un elemento decorativo, un fondo de escritorio para que la acción desmedida fluya sin control por la pantalla hasta llegar a un ridículo final de vergüenza ajena.
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Esperpentos de guión:

Max recibe una dosis letal de radiación y sin embargo dejan que se vaya tan campante a sabiendas de que es una fuente emisora de radiactividad.

Le meten unos implantes biónicos de lo más “sutiles” a base de taladros y tornillos directamente a su cuerpo, al esqueleto, como quien monta un armario de Ikea.

Le clavan una puñalada con un cuchillo que ni el de Rambo y nada oigan, tres o cuatro puntos de sutura y arreando que es gerundio.

No se entiende muy bien el protagonismo que le dan al malo malísimo que tan obsesionado está por cargarse a Max. Al final todo se resume en un simple duelo de machos y todo lo demás queda en un segundo plano.

El final es de colleja al guionista. Resulta que los problemas del machacado y desesperante sub-mundo que es la Tierra se resuelven porque la población pueda usar las jodidas cápsulas regeneradoras. Parece ser que todo lo demás se resolverá solo y la Tierra molará tanto como Elysium o…qué se yo…Elysium será invadida por cientos de naves-patera y acabará como un toroide chabolista…no se sabe.

Y más animaladas que no comentaré por falta de espacio…
16 de noviembre de 2015
35 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué grande era Casino Royale! Esas secuencias de acción tan poco impostadas, naturales e hiperrealistas, rodadas con maestria. Cuán impecables eran los timings de cada plano. Cómo sudaba la camiseta Craig. ¡Con qué convicción se creía su personaje y en qué forma estaba el tío! Y ni un solo efecto digital visible, ni un solo croma. Casi parecía no haber dobles implicados en las secuencias más arriesgadas. ¡Qué delicia de arranque!

Y qué personajes tan arrebatadores transitaban por la trama. Qué tiparraca tan y tan sensual a la par que misteriosa, inquietante y vulnerable dibujaba con precisión milimétrica Eva Green. Qué enorme villano alejado de los chalados grandilocuentes, omnipotentes y ridículos personajillos de anteriores entregas resultaba ser Le Chiffre (grande Mikkelsen). Qué fuerza interpretativa la de Judi Dench, qué carisma, como llenaba la pantalla su rostro (lástima que apareciera también en las bazofias que protagonizó Brosnan).

Y qué Bond más vulnerable y humano. El tío recibía hostias como panes, padecía como nunca por su compañera de aventuras (recordemos la escena de la ducha), era torturado de la forma más brutal y poco sofisticada, envenenado hasta ver de cerca el rostro de la muerte, etcétera.

Y qué dialogos tan estimulantes. Qué perlas se lanzaban Bond y Vesper, cuánto humor negro de verdad y cuánto sarcasmo e ironía destilaban.

Y qué canción la de Chris Cornell, qué genial apuesta por evitar la ñoñería de siempre en la pieza musical de portada. ¡Y qué portada! Imaginativa, bidimensional, genialmente diseñada.

Pues bien, nada, absolutamente nada de lo anteriormente citado puede encontrarse en Spectre. Es un Bond de puro trámite, desganado, sin sal ni pimienta. Pretendidamente oscuro e introspectivo pero de acabados planos y difusos. La fotografia es muy mejorable, las secuencias de acción mediocres y los diálogos son, sencillamente, penosos (a la altura de The Phantom Menace).
Un Christoph Waltz bajo mínimos, una Bellucci desgraciadamente efímera, un Ralph Fiennes granítico y una Léa Seydoux sosa como un peta de orégano conforman el elenco de medianías interpretativas que pululan por el invento sin pena ni gloria, con desgana, como deseando estar en otro sitio haciendo otra cosa. Mal por Sam Mendes, bien por Martin Campbell (¿como pudo el primero dirigir una joya como American Beauty y el segundo una infame basura como The Green Lantern?).
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Por Dios bendito, creo que Spectre posee la persecución automovilística más insustancial y aburrida de la historia del cine. Qué jodida manía la de exhibir superdeportivos de dos trillones de euros. ¿A toda costa? ¡Que va! ¡A coste cero! ¡No pensaréis que iban a cargarse un Jaguar C-X75 que lo mismo se les iba un diez por ciento del presupuesto! Pues nada, vamos a hacer que se persiga un rato con el DB10 pero “de tranquis”, ¿eh? Ni un rasguño, oigan. Unos derrapes por aquí, unas cabriolas por allá, unos trompos y hale, para el concesionario otra vez. Como echaba de menos a Jason Bourne en esa interminable escena. Incluso en Octopussy la persecución con el Renault 11 resulta mucho más digna.

Qué graciosa la transformación de Blofeld en señor oscuro del Sith. ¿Qué tal si nos vamos curando la horripilante herida de la cara, Darth Sidious? ¡Nah! Dejémosla ahí tal cual, sin puntos de sutura, sin vendar, puede que incluso sin desinfectar, que así quedo más terrorífico. ¿Y esa sangre? Pues es que no coagulo bien, ¿sabes? no se me seca la jodía…pero vaya, así quedo aún más terrible. ¿Y el ojo? Nada, una catarata que me ha salido así, por la jeta. Lo mismo podría pasarme por un cirujano ocular pero es que coño, me da un aire aún más de villano, ¿verdad?. Desde luego.

¿Y qué mierda de plan es ese de personarse en el macrocomplejo veraniego Spectreland 2015 para dejarse capturar, torturar y asesinar por el villano en persona, esperando poder librarse de tan fatal destino con un gadgeto-reloj explosivo y disparándole a una bombona de butano que, por efecto dominó, acaba destruyendo la totalidad del cuartel general del mismísimo Blofeld? Yo no sé de qué están hechas las balas en “Spectre” pero me quito el sombrero porque entre eso y el desenlace en aguas del Thames con 007 montado en una lancha y pegando tiros con su pistolita Walther PPK de juguete a un helicóptero y… ¡derribándolo! es de Oscar al mejor guión original.
22 de noviembre de 2014
46 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso. Fui a ver esta película en sesión golfa justo el día de su estreno por puro aburrimiento, por no tener nada mejor que hacer. Y también con la intención de desconectar el cerebro de la cruda realidad que, a fin de cuentas, es la excusa que siempre utilizo para ventilarme una película de ciencia-ficción. Pensé que siendo las tantas (y siendo viernes) no habría ni cristo en la sala, que todos los adolescentes estarían de botellón, todos mis congéneres adultos en los bares y todas las venerables familias sobando a pierna suelta. Error. Me presenté al cine media hora antes y no pude escoger lo que yo llamo mi "lugar perfecto" en la sala pues ya había un ejército de excitados teenagers invadiendo el Cinesa Diagonal de Barcelona. Entre esto y que fui solo a ver la peli me sentí extremadamente viejo (rozo los 40) y objeto de miradas y expresiones como diciendo "¿Qué pinta este tío aquí si 'The Hunger Games' es PARA nosotr@s?". Tranquilos todos, mis pequeños saltamontes, que afortunadamente esta saga no es la deleznable Crepúsculo. Es una saga que respeto (o respetaba) por el simple hecho de que entretiene (o entretenía) y es de una factura técnica más que correcta (aquí no voy a usar ningún pretérito).

No voy a mencionar el grado de fidelidad con la serie literaria básicamente porque no me he leído nada de "The Hunger Games" (y Dios me libre jamás de abrir uno solo de estos libros) pero si admito que, a pesar de no haberlo hecho, me gustaron las dos primeras entregas de la saga. Se me antojaron un saludable entretenimiento visual, con un buen ritmo narrativo y una idea bien concebida que me recordaba en cierto modo a "The Running Man" de Schwarzenegger (que es mala de cojones, dicho sea de paso) con algunas pinceladas de "Starship Troopers" y "The Truman Show". De trasfondos políticos mejor no hablar porque son absolutamente de chichinabo y buscar paralelismos con alguna de las inujstas sociedades de nuestra realidad contemporánea tiene tanto mérito como soltar a los cuatro vientos que en “Star Wars” se enfrentan el bien y el mal (el mal gusto de George Lucas, pero eso es otra historia). "The Hunger Games" persigue la meta de entretener. Punto.

Dicho esto, “Sinsajo: parte I” se aparta totalemte de sus dos predecesoras, que tuvieron el mérito de atraer a un cuasi-cuarentón como yo y hacer que saliera de la sala con cierto grado de satisfacción. Si las dos entregas anteriores entretenían (lo reitero), esta tercera parte es, simple y llanamente, un enorme y suntuoso montón de…NADA. Un peñazo indigerible con un ritmo narrativo que ríase usted de las torturas en Guantánamo. Contemplar durante 123 minutos el rostro mofletudo de Jennifer Lawrence con esa perenne expresión de úlcera y sus ojillos de roedor en constante estado lacrimógeno es algo del todo insoportable. Encima la vemos vestida con un espantoso mono de operario de Fecsa, sin maquillaje y con unos pelos más propios de una prostituta albano-kosovar en horas bajas que de una heroína revolucionaria pseudo-élfica. Me da igual que DEBA salir así por exigencias del guión (o de Suzanne Collins). Uno se harta hasta decir basta de verla constantemente chupando plano y poniendo esa cara de sufrimiento y tristeza infinitos. ¿Los demás personajes? Vacuos, planos, irrisorios. Philip Seymour Hoffman, menudo epílogo le has puesto a tu vida, colega. Qué triste despedida la tuya. ¿La trama de la película? Ni idea. Yo solo veía a Jennifer Lawrence. Ahora lloro, ahora disparo flechas, ahora voy al retrete, ahora le caliento el miembro a Gale mientras pienso en cepillarme al pobre Peeta (¿o era al revés?), ahora me deprimo, ahora molesto a mi gato con la linterna mientras me deprimo otra vez….y así hasta el infinito, con la cámara siempre orbitando alrededor de su cabecita y sus abultadas facciones. Suerte que en la cuarta entrega nos esperan ingentes dosis de épica y acción que sin duda redimirán el mal hacer del director en esta primera entrega…¿verdad?
28 de julio de 2014
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aburrida y previsible secuela de “El origen del planeta de los simios” que guarda un preocupante parecido con “El Rey León” en lo tocante a como ilustra la estructura tribal de los primates. César, el magnánimo, sabio y paciente líder de la tribu (no vamos a llamar a eso “manada”), su antagonista Koba, malvado, repulsivo y manipulador, que no dudará en obrar para con sus ansias de poder y no por el bien de la especie, pasándose por el forro uno de los más sagrados mandamientos de las sagradas tablas simiescas: no matarás a otro congénere.

Luego tenemos toda la retahíla de monos secundarios y sus típicos roles, léase Ojos Azules, el hijo pródigo de César, aún influenciable pero claramente destinado a heredar el trono (aunque con esa expresión como de pena dudo que gane unas primarias), Maurice, el enorme, pacífico y sabio orangután pelirrojo, Rocket, el fiel amigo y seguidor de César…dos o tres personajillos más para completar el elenco de estereotipos y en un tercer plano, el masivo relleno de clones simiescos, para mayor gloria de la infografía moderna y su capacidad para crear ejércitos, como ya vimos por primera vez en “El Señor de los Anillos” y su programa “Massive”.

En cuanto a los humanos, aparecen totalmente desdibujados, hasta tal punto que uno no tiene ni idea de quien ejerce de líder, como se estructura su precaria organización, cuántos son en realidad, si cada ciudad tiene focos de resistencia parecidos a los de San Francisco (aunque no parece que resistan contra nadie), si esta “resistencia” es de ámbito mundial o solamente se focaliza en los USA (cómo no) y un interminable etcétera de preguntas sin clara respuesta.

La película es demasiado larga, los simios son demasiado omnipresentes y uno acaba exhausto de tanto “¡ough! ¡ough!” subtitulado al español. Entiendo el reto técnico de dotar de tanto realismo a personajes cien por cien digitales y es alucinante que se haya llegado tan lejos en este campo, pero siguen siendo gráficos de ordenador y…se nota. ¿Qué quiero decir con esto? Que la versión de Tim Burton era una soberana mierda, pero los monos eran tíos disfrazados y quedaban muchísimo mejor. ¿Vamos a dejar en la calle a genios del make-up capaces de lograr las cotas de realismo de la versión de Burton? ¿Sale más barato tirar de ordenadores? Quién sabe.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Según la sinopsis, César es el líder mundial de los simios pero en la película solo vemos una tribu local en unas montañitas cerca de San Francisco. ¿Es entonces un jerifalte regional? ¿Es realmente el líder global y se comunica con otras comunidades de simios mediante un “palanthir para monos”? Toda la película rezuma localismo y uno no tiene la sensación de que lo que ocurre es a escala global.
¿Y como puede ejercer un dominio tan abrumador sobre sus congéneres? Sus seguidores más inmediatos en la pirámide jerárquica (que en realidad no existe) son unos tontainas que son sometidos a la primera de cambio. César no posee un séquito de hombres fuertes e irreducibles, un consejo de “poderosos”, líderes militares…ni siquiera una triste guardia personal.

Por otra parte, los simios son una tribu local armada con lanzas y que montan a caballo, los humanos hacinados en San Francisco tienen un arsenal como para invadir la Rusia actual y en lugar de salir y arrasar a los monos, pues nada…nos quedamos ahí encerraditos y acojonaditos sin energía, al borde de la extinción porque somos fervientes seguidores de Diane Fossey y Jane Goodall. Venga ya.

El protagonista humano de la función tiene el carisma de un funcionario de correos (sin ánimo de ofender), con esa perenne expresión de susto detrás de sus hundidos ojillos azules. ¿Con qué autoridad se erige como portavoz de la ciudad de San Francisco? ¿Es el líder realmente o lo es el bueno de Gary Oldman? No queda claro quien ejerce la autoridad ahí. Con tal vacío de poder, ¿como se sostiene la precaria estructura social de la ciudad?

Y lo más importante: ¿porqué leches el experto en presas es tan rematadamente gilipollas y estereotipado hasta el punto que uno sabe desde el minuto cero que morirá?
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