Hablar de El Chavo del ocho, aunque en España no seamos conscientes de ello, es hablar de uno de los programas de televisión más vistos a nivel mundial.
Sin grandes alardes, sin presupuesto, sin unos decorados sólidos y sin rostros agraciados a la vista. Una serie hecha con cuatro euros (cuatro pesos, perdón), que ha llegado a las pantallas de todo el mundo gracias a un único factor: talento.
Talento de Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, creador de la idea, autor de los ingeniosos guiones y director del programa, además de protagonista. Talento de todos y cada uno de los actores que bordan unos personajes simpatiquísimos, que, sin querer queriendo, han logrado convertirse en iconos a nivel mundial (para comprobra la locura que generan, pregunten en Brasil) porque, detrás de su aparente simplicidad, representan los anhelos e inquietudes de millones de personas de muchos lugares del planeta.
La serie tiene una ventaja para los amantes del humor clásico: es una "ametralladora de chistes". Cada minuto del programa contiene una réplica ingeniosa, un gesto, un malentendido...todos ellos asaltan al espectador conduciéndole a la carcajada, siempre y cuando esté libre de prestigios.
Es cierto que El Chavo contiene muchos elementos para no gustar en España: es una serie antigua (la calidad de imagen es ínfima), mexicana (por favor, productos tercermundistas a nosotros, con lo europeos que somos), humorística (para muchos, todo lo que no sean los Monty Python, no vale un duro) y popular (alimento del vulgo), pero si es usted capaz de desprenderse de sus prejuicios y sentarse durante varios días a disfrutar con estas historias y personajes, quedará atrapado, se lo aseguro.
¡Un diez para el Chavito!