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7
5 de agosto de 2024
5 de agosto de 2024
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Critica por Fractal Espacial. La serie de Netflix "El Decamerón" se basa en el libro homónimo, una colección de cien cuentos, algunos de ellos novelas cortas, escritos por Giovanni Boccaccio entre 1351 y 1353. La obra literaria desarrolla tres temas principales: el amor, la inteligencia humana y la fortuna. Los diversos cuentos de amor en "El Decamerón" van desde lo erótico hasta lo trágico, y son relatos llenos de ingenio, bromas y lecciones vitales.
La serie de Netflix, sin embargo, maneja un humor simple, absurdo y sobreactuado, basado en el teatro, el humor de Monty Python y el estilo de Ken Russell en su película "The Devils". Esto afecta las actuaciones, que se ven diezmadas por su guión. La serie, al parecer, se queda lejos de la adaptación cinematográfica hecha por Pier Paolo Pasolini, quien, conociendo su estilo, probablemente presentó una versión más grotesca y provocadora.
La serie se desarrolla durante la Peste Negra, un periodo en el que murieron entre el 30% y el 60% de la población de Europa. Sus temas son la muerte, el egoísmo, la ambición y el temor a morir. El miedo al sueño eterno hace tambalear a la sociedad y desdibuja las líneas entre nobles y sirvientes, así como las creencias en Dios y la sexualidad reprimida de la época.
Lo mejor es su banda sonora, anacrónica, en la que encontramos canciones de New Order, Peter Gabriel, Pixies, Joy Division, Duran Duran, entre otros.
Aunque desconozco la obra original y la adaptación de Pasolini, esta serie de Netflix ha sido mi primer acercamiento a "El Decamerón". A pesar de sus deficiencias, logró entretenerme lo suficiente como para querer revisar la adaptación cinematográfica. En ese sentido, considero que cumplió su cometido.
La serie de Netflix, sin embargo, maneja un humor simple, absurdo y sobreactuado, basado en el teatro, el humor de Monty Python y el estilo de Ken Russell en su película "The Devils". Esto afecta las actuaciones, que se ven diezmadas por su guión. La serie, al parecer, se queda lejos de la adaptación cinematográfica hecha por Pier Paolo Pasolini, quien, conociendo su estilo, probablemente presentó una versión más grotesca y provocadora.
La serie se desarrolla durante la Peste Negra, un periodo en el que murieron entre el 30% y el 60% de la población de Europa. Sus temas son la muerte, el egoísmo, la ambición y el temor a morir. El miedo al sueño eterno hace tambalear a la sociedad y desdibuja las líneas entre nobles y sirvientes, así como las creencias en Dios y la sexualidad reprimida de la época.
Lo mejor es su banda sonora, anacrónica, en la que encontramos canciones de New Order, Peter Gabriel, Pixies, Joy Division, Duran Duran, entre otros.
Aunque desconozco la obra original y la adaptación de Pasolini, esta serie de Netflix ha sido mi primer acercamiento a "El Decamerón". A pesar de sus deficiencias, logró entretenerme lo suficiente como para querer revisar la adaptación cinematográfica. En ese sentido, considero que cumplió su cometido.
Miniserie

7.6
20,083
8
18 de marzo de 2025
18 de marzo de 2025
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al finalizar una de sus conferencias, una madre angustiada se acercó a Sigmund Freud y le preguntó: "¿Qué tengo que hacer para educar bien a mis hijos?"
Freud, con su característico pesimismo, respondió: "Haga lo que haga, va a estar mal".
Esa frase parece encapsular el espíritu de Adolescence, la nueva miniserie de Philip Barantini que ha desatado furor en redes sociales. Con tan solo cuatro episodios, cada uno rodado en un impresionante plano secuencia, la serie destaca por su ejecución técnica impecable. Sin embargo, desde el punto de vista narrativo, la elección de este recurso puede parecer cuestionable.
Las interpretaciones de Stephen Graham y Owen Cooper son notables, aportando profundidad a la historia. Sin embargo, el uso del adolescente para representar emociones tan perturbadoras resulta, en mi opinión, cuestionable.
La historia nos sumerge en el infierno de una familia cuya vida da un vuelco cuando Jamie Miller, un niño de 13 años, es arrestado y acusado del asesinato de una compañera de clase. Este suceso obliga a los padres a enfrentarse a su peor pesadilla, mientras la sociedad los condena sin miramientos.
La serie bebe de influencias evidentes. Ratcatcher (Lynne Ramsay) es un claro referente, ya que aborda la historia de un niño que, sin comprender del todo sus actos, provoca la muerte accidental de un vecino. En Adolescence, sin embargo, se le da más peso al proceso judicial y psicológico que a la percepción del propio niño.
El tercer episodio toma prestados elementos de In Treatment, la serie de HBO basada en la israelí Be 'Tipul, en la que los diálogos entre terapeuta y paciente son el eje central. La conversación pausada y profunda de este capítulo contrasta con el resto de la serie, lo que puede desconcertar a algunos espectadores. Por otro lado tenemos la influencia de We Need to Talk About Kevin (Lynne Ramsay) también deja su huella en la exploración de la paternidad y la imposibilidad de prever o evitar ciertos actos de los hijos.
Lejos de ofrecer un relato morboso o explícito del crimen, Adolescence desglosa el proceso legal, la recolección de pruebas y el análisis psicológico del menor, al tiempo que muestra las cinco etapas del duelo (Negación, Ira, Negociación, Depresión y Aceptación). Más allá de lo judicial, el foco finaliza en el estigma social que transforma a la familia en parias, marcados por un suceso que escapa de su control.
No es una serie para quienes buscan acción, thrillers frenéticos o giros argumentales sorprendentes. Su ritmo pausado exige paciencia, pero recompensa con una reflexión profunda sobre la educación, la responsabilidad parental y los factores sociales que moldean a los niños y adolescentes.
Como bien decía Freud, la crianza es un terreno incierto: "Haga lo que haga, va a estar mal".
Freud, con su característico pesimismo, respondió: "Haga lo que haga, va a estar mal".
Esa frase parece encapsular el espíritu de Adolescence, la nueva miniserie de Philip Barantini que ha desatado furor en redes sociales. Con tan solo cuatro episodios, cada uno rodado en un impresionante plano secuencia, la serie destaca por su ejecución técnica impecable. Sin embargo, desde el punto de vista narrativo, la elección de este recurso puede parecer cuestionable.
Las interpretaciones de Stephen Graham y Owen Cooper son notables, aportando profundidad a la historia. Sin embargo, el uso del adolescente para representar emociones tan perturbadoras resulta, en mi opinión, cuestionable.
La historia nos sumerge en el infierno de una familia cuya vida da un vuelco cuando Jamie Miller, un niño de 13 años, es arrestado y acusado del asesinato de una compañera de clase. Este suceso obliga a los padres a enfrentarse a su peor pesadilla, mientras la sociedad los condena sin miramientos.
La serie bebe de influencias evidentes. Ratcatcher (Lynne Ramsay) es un claro referente, ya que aborda la historia de un niño que, sin comprender del todo sus actos, provoca la muerte accidental de un vecino. En Adolescence, sin embargo, se le da más peso al proceso judicial y psicológico que a la percepción del propio niño.
El tercer episodio toma prestados elementos de In Treatment, la serie de HBO basada en la israelí Be 'Tipul, en la que los diálogos entre terapeuta y paciente son el eje central. La conversación pausada y profunda de este capítulo contrasta con el resto de la serie, lo que puede desconcertar a algunos espectadores. Por otro lado tenemos la influencia de We Need to Talk About Kevin (Lynne Ramsay) también deja su huella en la exploración de la paternidad y la imposibilidad de prever o evitar ciertos actos de los hijos.
Lejos de ofrecer un relato morboso o explícito del crimen, Adolescence desglosa el proceso legal, la recolección de pruebas y el análisis psicológico del menor, al tiempo que muestra las cinco etapas del duelo (Negación, Ira, Negociación, Depresión y Aceptación). Más allá de lo judicial, el foco finaliza en el estigma social que transforma a la familia en parias, marcados por un suceso que escapa de su control.
No es una serie para quienes buscan acción, thrillers frenéticos o giros argumentales sorprendentes. Su ritmo pausado exige paciencia, pero recompensa con una reflexión profunda sobre la educación, la responsabilidad parental y los factores sociales que moldean a los niños y adolescentes.
Como bien decía Freud, la crianza es un terreno incierto: "Haga lo que haga, va a estar mal".

5.6
1,531
8
12 de agosto de 2024
12 de agosto de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Boy Kills World" marca el debut en la dirección de Moritz Mohr, quien se apoya en un elenco de primer nivel para dar vida a su caótica visión. Entre los nombres destacados, se encuentran los gemelos Crovetti, conocidos por sus roles en "The Boys" [2019-presente] y "Goodnight Mommy" [2021], Sharlto Copley, famoso por su trabajo en "District 9" [2009] y "Monkey Man" [2024], Brett Gelman de "Stranger Things" [2016-presente], Yayan Ruhian, quien brilló en la magnífica "The Raid" [2011], y, por supuesto, Bill Skarsgård, nuestro querido Pennywise de "IT".
Mohr combina todos estos talentos en una historia de venganza que, aunque simple y cliché, se distingue por su caos controlado. El humor recuerda al de películas como "Kick-Ass" [2010] y "Bullet Train" [2022], mientras que el trasfondo social evoca ecos de "The Hunger Games" [2012] y "Chappie" [2015].
Visualmente, la película es un festín para los amantes de las artes marciales, con un estilo que recuerda a "The Raid" [2011], "Monkey Man" [2024] (donde Sharlto Copley también tiene un papel), y "Guns Akimbo" [2019].
Sin embargo, "Boy Kills World" se reserva lo mejor para su acto final. Es aquí donde el film se eleva por encima de la media, gracias a una pelea espectacular, coreografías precisas, movimientos de cámara bien ejecutados, y una actuación magistral de Yayan Ruhian, quien, con su carisma y habilidad, logra opacar a sus compañeros y robarse la película.
En resumen, "Boy Kills World" es un film entretenido y visualmente impresionante, que aunque no alcanza a superar a sus influencias más notables, sí aporta algo fresco al género de acción.
Critica por Fractal Espacial
Mohr combina todos estos talentos en una historia de venganza que, aunque simple y cliché, se distingue por su caos controlado. El humor recuerda al de películas como "Kick-Ass" [2010] y "Bullet Train" [2022], mientras que el trasfondo social evoca ecos de "The Hunger Games" [2012] y "Chappie" [2015].
Visualmente, la película es un festín para los amantes de las artes marciales, con un estilo que recuerda a "The Raid" [2011], "Monkey Man" [2024] (donde Sharlto Copley también tiene un papel), y "Guns Akimbo" [2019].
Sin embargo, "Boy Kills World" se reserva lo mejor para su acto final. Es aquí donde el film se eleva por encima de la media, gracias a una pelea espectacular, coreografías precisas, movimientos de cámara bien ejecutados, y una actuación magistral de Yayan Ruhian, quien, con su carisma y habilidad, logra opacar a sus compañeros y robarse la película.
En resumen, "Boy Kills World" es un film entretenido y visualmente impresionante, que aunque no alcanza a superar a sus influencias más notables, sí aporta algo fresco al género de acción.
Critica por Fractal Espacial

6.5
33,102
8
4 de octubre de 2024
4 de octubre de 2024
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coralie Fargeat regresa con su segundo largometraje, cargado de influencias tan diversas como potentes: desde el New Flesh de David Cronenberg y el cine experimental de Shinya Tsukamoto, hasta el cyberpunk de Katsuhiro Ōtomo, pasando por el frenesí visual de Requiem for a Dream, el terror psicológico de Carrie de Stephen King, y la estética estilizada de The Neon Demon. Con esta mezcla explosiva, la directora y guionista francesa nos ofrece un cuento de hadas moderno y bizarro bajo el lema "Tú, pero mejor en todos los sentidos".
Entre los puntos más destacados de la película está el diseño sonoro: esos chirridos constantes te incomodan y te ponen los pelos de punta, complementando perfectamente la dirección de arte y la fotografía a cargo de Brian Welsh, quien capta una estética visual impresionante. Las actuaciones son otro de los pilares, con Margaret Qualley consolidando su carrera tras su participación en Once Upon a Time in Hollywood. Sin embargo, es Demi Moore quien sorprende con la mejor actuación de su carrera, aportando una profundidad inesperada a su personaje.
Lo menos favorable es que la primera hora, después de la "división", se siente como una serie de secuencias que se centran en cuerpos —traseros y pechos— de manera innecesariamente prolongada. Además, el clímax cae en una trampa similar, estirando el desenlace más allá de lo necesario. Una duración más concisa de 1 hora y 45 minutos habría elevado el impacto final.
Si te gusta lo bizarro, lo gore y el exploitation, esta película te encantará.
Entre los puntos más destacados de la película está el diseño sonoro: esos chirridos constantes te incomodan y te ponen los pelos de punta, complementando perfectamente la dirección de arte y la fotografía a cargo de Brian Welsh, quien capta una estética visual impresionante. Las actuaciones son otro de los pilares, con Margaret Qualley consolidando su carrera tras su participación en Once Upon a Time in Hollywood. Sin embargo, es Demi Moore quien sorprende con la mejor actuación de su carrera, aportando una profundidad inesperada a su personaje.
Lo menos favorable es que la primera hora, después de la "división", se siente como una serie de secuencias que se centran en cuerpos —traseros y pechos— de manera innecesariamente prolongada. Además, el clímax cae en una trampa similar, estirando el desenlace más allá de lo necesario. Una duración más concisa de 1 hora y 45 minutos habría elevado el impacto final.
Si te gusta lo bizarro, lo gore y el exploitation, esta película te encantará.
7 de marzo de 2025
7 de marzo de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En México, en los 2000, antes de que YouTube despegara y antes de la llegada de plataformas como Spotify, Apple Music o Amazon Music, acceder a la música popular no era tan sencillo. Para muchos, la única forma de descubrir nuevos artistas era a través de las recopilaciones en DVDs piratas vendidos en los tianguis. Fue precisamente en uno de esos discos donde conocí a Robbie Williams. Recuerdo que, al escuchar su nombre, pensé que se trataba de música del gran actor de El hombre bicentenario y Papá por siempre, me equivoque. El impacto llegó cuando vi uno de sus videos: un hombre que empieza a desnudarse hasta arrancarse la piel y quedar convertido en un esqueleto. Para un adolescente de aquella época, aquello fue una imagen impactante. ¡Ay, ya me dolió la rodilla!
Dicho esto, nunca fui un gran seguidor de su música, pero decidí aventurarme a ver Better Man: La historia de Robbie Williams, impulsado por las buenas críticas en varios grupos y por su nominación a Mejores efectos visuales en los pasados Óscar 2025. Aunque perdió la estatuilla contra Dune: Parte Dos pero eso es otra historia.
La película, dirigida por Michael Gracey (The Greatest Showman), nos sumerge en la vida de Robbie Williams: su ascenso a la fama, su tormentosa relación con su padre, sus excesos con las sustancias y el odio que sentía hacia sí mismo por haber elegido una carrera tan agotadora como la del espectáculo. Lo curioso es que, en lugar de representarlo con un actor de carne y hueso, se optó por retratarlo como un mono. Sí, un mono. Es una elección extraña, cuyo significado no queda del todo claro en la historia, pero que le da un toque exótico y lo aleja de los biopics convencionales.
A diferencia de películas como Bohemian Rhapsody (Queen), Back to Black (Amy Winehouse) o A Complete Unknown (Bob Dylan), que se enfocan más en el impacto musical de sus protagonistas, Better Man se acerca más a títulos como The Dirt (Mötley Crüe) o Lords of Chaos (black metal), donde el énfasis está en el exceso, la tragedia y las sombras que oculta la fama. Es, en pocas palabras, Trainspotting con música pop. Pero lo más interesante es que la película no solo habla de Robbie, sino que también nos da un mensaje potente sobre la fama, la salud mental, el svicidio y la manera en que proyectamos nuestras fantasías más oscuras en los artistas. Como decía el gran Héctor Lavoe en El Cantante:
"Oye Héctor, tú estás hecho
Siempre con hembras y en fiestas
Y nadie pregunta
Si sufro o si lloro
Si tengo una pena
Que hiere muy hondo
Yo soy el cantante
Porque lo mío es cantar
Y el público paga
Para poderme escuchar..."
Los artistas, vistos como ídolos inalcanzables, también sufren, y muchas veces sus vidas llenas de éxitos son solo una pantalla para esconder su dolor.
No siendo fanático de Robbie Williams y teniendo grandes expectativas, debo decir que fueron superadas con creces. Reí, sufrí, canté, me deprimí y al final disfruté el mensaje esperanzador que ofrece la película. Es una pena que la cinta esté sufriendo en taquilla y no esté recaudando lo que merece. Ojalá el boca a boca le ayude a ganar más audiencia porque verla en cine es otra cosa. El sonido es una monstruosidad que solo puede apreciarse en una sala de cine.
Dicho esto, nunca fui un gran seguidor de su música, pero decidí aventurarme a ver Better Man: La historia de Robbie Williams, impulsado por las buenas críticas en varios grupos y por su nominación a Mejores efectos visuales en los pasados Óscar 2025. Aunque perdió la estatuilla contra Dune: Parte Dos pero eso es otra historia.
La película, dirigida por Michael Gracey (The Greatest Showman), nos sumerge en la vida de Robbie Williams: su ascenso a la fama, su tormentosa relación con su padre, sus excesos con las sustancias y el odio que sentía hacia sí mismo por haber elegido una carrera tan agotadora como la del espectáculo. Lo curioso es que, en lugar de representarlo con un actor de carne y hueso, se optó por retratarlo como un mono. Sí, un mono. Es una elección extraña, cuyo significado no queda del todo claro en la historia, pero que le da un toque exótico y lo aleja de los biopics convencionales.
A diferencia de películas como Bohemian Rhapsody (Queen), Back to Black (Amy Winehouse) o A Complete Unknown (Bob Dylan), que se enfocan más en el impacto musical de sus protagonistas, Better Man se acerca más a títulos como The Dirt (Mötley Crüe) o Lords of Chaos (black metal), donde el énfasis está en el exceso, la tragedia y las sombras que oculta la fama. Es, en pocas palabras, Trainspotting con música pop. Pero lo más interesante es que la película no solo habla de Robbie, sino que también nos da un mensaje potente sobre la fama, la salud mental, el svicidio y la manera en que proyectamos nuestras fantasías más oscuras en los artistas. Como decía el gran Héctor Lavoe en El Cantante:
"Oye Héctor, tú estás hecho
Siempre con hembras y en fiestas
Y nadie pregunta
Si sufro o si lloro
Si tengo una pena
Que hiere muy hondo
Yo soy el cantante
Porque lo mío es cantar
Y el público paga
Para poderme escuchar..."
Los artistas, vistos como ídolos inalcanzables, también sufren, y muchas veces sus vidas llenas de éxitos son solo una pantalla para esconder su dolor.
No siendo fanático de Robbie Williams y teniendo grandes expectativas, debo decir que fueron superadas con creces. Reí, sufrí, canté, me deprimí y al final disfruté el mensaje esperanzador que ofrece la película. Es una pena que la cinta esté sufriendo en taquilla y no esté recaudando lo que merece. Ojalá el boca a boca le ayude a ganar más audiencia porque verla en cine es otra cosa. El sonido es una monstruosidad que solo puede apreciarse en una sala de cine.
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