Ayer fui al cine a ver "Nerve". Creo que el orden de las letras está equivocado, ya que se debería haber llamado "Never". Nunca, de verdad, NUNCA se hubiera tenido que llevar a cabo la grabación de esa película. No sé qué fue lo que me cabreó tanto y me hizo salir de la sala con ganas de emborracharme para olvidar, si la inmensa cantidad de adolescentes babosas que fueron a verla o la chapuza comercial que proyectaron delante de mis narices. Y es que Henry Joost y Ariel Schulman (los directores) sabían perfectamente a qué clase de público iban a lograr sentar en las butacas. Tenían muy claro que con unos buenos pectorales y un intento de rubia pringada que luego resulta no serlo, las quinceañeras se agarrarían eufóricas al asiento. Y así fue, vaya pedazo de genios. Unas mejores amigas totalmente prediseñadas cuyas acciones se evidenciaban a kilómetros me recordaban a los bodrios de Disney Channel, pareciendo así la cuarta de "High School Musical", claro que sin la parte musical (menos mal). Las numerosas incoherencias y el previsible y patético final fueron los causantes de que ya no supiera ni cómo sentarme y seguir tragándome aquello. El objetivo del film era transmitir una moraleja, clara desde un principio pero inexistente para los jóvenes que a la media hora seguían gritando cuando aparecía en pantalla el chaval musculado. Y bueno, ni para concienciar me resultó buena.
Nunca, por favor. Jamás.