Andaba yo con ciertas reticencias a la hora de enfrentarme a este nuevo karate kid, ya que la cinta de John G. Avildsen es un clasicazo como la copa de un pino, pero todos los temores son sepultados tal como aparece en escena esta suerte de “mini will Smith” con trenzas y a lo loco. Y mucho ojo, porque este mini yo de oro, tiene toda la pinta de convertirse en un actor descomunal. Veo muy difícil que quede en el olvido como el eterno daniel sam, Ralph Macchio. Este remake se pretende a sí mismo más épico que su predecesor, y parece que está cerca de lograrlo, siempre apoyado por una banda sonora impecable, y desgranado sobre unos escenarios que invitan perderse en ellos y arropan el desarrollo mismo de la película. Ha contado con un gran presupuesto, pero ya os digo que ha sido muy bien aprovechado. Hay que quitarle media estrella porque no deja de ser un remake y el efecto sorpresa queda diluído, pero si esta película fuera original, seguro que pasaría a la historia igual que lo hizo la anterior, no me cabe duda. El guión, y por tanto, la historia, están todo lo bien llevados que la situación, y el limitado márgen de imaginación, permiten. El cambio de escenario ha sido un acierto tremendo, ya que el país, la historia que lo envuelve, y los escenarios, son una fuente inagotable donde sustentarse. La pareja formada por Jaden Smith y Jackie “Han”, (ya es Han para los restos) es sencillamente impresionante. No se recuerda una química parecida en muchísimo tiempo. Es el verdadero eje donde se apoyan la película y la historia. El descubrimiento mutuo que llevan a cabo, y el desarrollo de los personajes es impecable. Jackie Han está como nunca, y hace olvidar por completo al imborrable señor Miyagi, que era quizá la gran incógnita de la película. Por lo demás, como su predecesora, es una pasarela por donde desfilan los estigmas de los tiempos que corren, donde el acoso escolar es un hecho, y es el lugar donde se desarrolla una historia de superación personal y una adaptación a un medio entre hostil y desconocido realmente digno de admiración, siempre abogando por la paz para congraciarse con el enemigo, aunque en esta ocasión quizá pequen de demasiado misticismo. Aún así, no dejan de ser lecciones valiosas, de las que carecen la mayoría de las películas y que no restan calidad a ésta, sino, que, como pretendían, logran hacerla algo más épica, y la colocan a la altura de la original. El señor Miyagi estaría orgulloso. Seguro.