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Críticas ordenadas por utilidad
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6.8
3,000
8
25 de agosto de 2013
25 de agosto de 2013
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ulrich Seidi ha ironizado desde el minuto cero: ni hay paraíso, ni hay amor. Hay un paraíso de postal y de hermosos reclamos publicitarios, pero sin nada detrás.
Mujeres del llamado mundo desarrollado (podrían haber sido hombres) de vacaciones a la búsqueda de "amor", en supuestos paraísos africanos. Los que ofrecen el "amor" y las que lo demandan se encuentran en ese zoco donde todo se intercambia en base al dinero. Yo pago, yo exijo, tú me das. Sexo de alquiler, en defintiva.
El director no mueve demasiado la cámara. Reitera planos y secuencias, pero en beneficio de la efectvidad de lo que nos quiere trasladar: el hastío, el vacío, la hipocresía de una sociedad que se cree superior a las demás, sencillamente porque cree que lo puede comprar todo, incluído el Amor, con mayúscula.
Mujeres (u hombres) que encaran la recta final de su vida y están solas e insatisfechas. Extraordinariamente solas y enormemente insatisfechas: con ellas mismas, con sus cuerpos, con su vida. Solo les queda su podrido poder adquisitivo y algunas lágrimas para lamentar el enorme vacío de sus vidas.
Mujeres (u hombres) que seguramente provienen de entornos rodeados de fuertes convencionalismos sociales, religiosos y culturales, y que van al "paraíso" y se "liberan" de todos esos convencionalismos, cayendo en el lado opuesto: la grosería, la superficialidad y el irrespeto por el otro. Han vivido vidas absurdas y esto es su continuación.
A mucha gente no le va a gustar el retrato que Seidi dibuja. No hay sino leer algunas de las críticas que ya han visto la luz. Sin embargo, me permito recomendar la película. Es excelente como terapia intensiva y de choque. Puede que nos haga reaccionar antes de que sea demasiado tarde y el vacío de nuestras vidas nos llene por completo.
Mujeres del llamado mundo desarrollado (podrían haber sido hombres) de vacaciones a la búsqueda de "amor", en supuestos paraísos africanos. Los que ofrecen el "amor" y las que lo demandan se encuentran en ese zoco donde todo se intercambia en base al dinero. Yo pago, yo exijo, tú me das. Sexo de alquiler, en defintiva.
El director no mueve demasiado la cámara. Reitera planos y secuencias, pero en beneficio de la efectvidad de lo que nos quiere trasladar: el hastío, el vacío, la hipocresía de una sociedad que se cree superior a las demás, sencillamente porque cree que lo puede comprar todo, incluído el Amor, con mayúscula.
Mujeres (u hombres) que encaran la recta final de su vida y están solas e insatisfechas. Extraordinariamente solas y enormemente insatisfechas: con ellas mismas, con sus cuerpos, con su vida. Solo les queda su podrido poder adquisitivo y algunas lágrimas para lamentar el enorme vacío de sus vidas.
Mujeres (u hombres) que seguramente provienen de entornos rodeados de fuertes convencionalismos sociales, religiosos y culturales, y que van al "paraíso" y se "liberan" de todos esos convencionalismos, cayendo en el lado opuesto: la grosería, la superficialidad y el irrespeto por el otro. Han vivido vidas absurdas y esto es su continuación.
A mucha gente no le va a gustar el retrato que Seidi dibuja. No hay sino leer algunas de las críticas que ya han visto la luz. Sin embargo, me permito recomendar la película. Es excelente como terapia intensiva y de choque. Puede que nos haga reaccionar antes de que sea demasiado tarde y el vacío de nuestras vidas nos llene por completo.

6.4
1,654
9
31 de agosto de 2013
31 de agosto de 2013
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la segunda entrega de la trilogía "Paraíso" de Ulrich Seidl, después de "Paraíso: Amor". Si son ustedes creyentes fundamentalistas, da igual de qué religión, no vayan a verla (aunque quizá les conviniera), probablemente les sepa a cuerno quemado. La protagonista es católica ferviente; su marido, musulmán descafeinado; pero ya les digo que estas adscripciones no dejan de ser secundarias.
Lo peor de los fundamentalismos religiosos es el enorme afán por redimir a los otros, a los demás. Ellos, los creyentes. se consideran salvados y en un gesto de altruismo digno de mejor causa salen al mundo en plan misionero, como la protagonista, a ofrecer el paraíso al resto de la humanidad. Eso sí, a veces se olvidan de los que tienen a su lado, que quizá no necesiten tanto la salvación eterna, como un sencillo gesto de amor.
El director, tal y como hizo en su primera entrega, mueve la cámara lo justo. El mundo que nos descubre es un escenario teatral que nos va mostrando sus distintas escenas, sus fotografías de postal. Todo parece estar en su sitio, hasta el caos de algunos de los domicilios parece perfectamente ordenado. Y subrayo lo de "todo parece estar en su sitio", porque en realidad nada lo está.
El amor conyugal alcanza justito para bañar al otro, cortarle las uñas y cambiarle las sábanas; el amor a Cristo vale hasta para llegar al orgasmo onanista; las golpizas y el cilicio autoadministrados forman parte de un contrato con no se sabe quién para no se sabe qué: todo, en defintiva, está desquiciado, fuera de lugar. No hay espacio para el ser humano, solo quedan territorios que reconquistar para anexionarlos a la fe "verdadera" (dicen: "hemos de convertir Austria en una nación cristiana").
Seidl llega a ser cruel con los personajes, pero no menos que los personajes entre sí y con ellos mismos. La fe brilla por su ausencia y el paraíso es un infierno en la ordenada Austria, léase Europa, léase mundo desarrollado. Y debajo de la mesa camilla de ese mundo están, a la espera, los inmigrantes, que no van camino de ser mejores que los que ya están sentados en ella. La fe en lo único y verdadero es, por definición, ciega, insensible e incompasiva hacia los otros y acaba convirtiéndose en su azote y crucifixión.
Lo peor de los fundamentalismos religiosos es el enorme afán por redimir a los otros, a los demás. Ellos, los creyentes. se consideran salvados y en un gesto de altruismo digno de mejor causa salen al mundo en plan misionero, como la protagonista, a ofrecer el paraíso al resto de la humanidad. Eso sí, a veces se olvidan de los que tienen a su lado, que quizá no necesiten tanto la salvación eterna, como un sencillo gesto de amor.
El director, tal y como hizo en su primera entrega, mueve la cámara lo justo. El mundo que nos descubre es un escenario teatral que nos va mostrando sus distintas escenas, sus fotografías de postal. Todo parece estar en su sitio, hasta el caos de algunos de los domicilios parece perfectamente ordenado. Y subrayo lo de "todo parece estar en su sitio", porque en realidad nada lo está.
El amor conyugal alcanza justito para bañar al otro, cortarle las uñas y cambiarle las sábanas; el amor a Cristo vale hasta para llegar al orgasmo onanista; las golpizas y el cilicio autoadministrados forman parte de un contrato con no se sabe quién para no se sabe qué: todo, en defintiva, está desquiciado, fuera de lugar. No hay espacio para el ser humano, solo quedan territorios que reconquistar para anexionarlos a la fe "verdadera" (dicen: "hemos de convertir Austria en una nación cristiana").
Seidl llega a ser cruel con los personajes, pero no menos que los personajes entre sí y con ellos mismos. La fe brilla por su ausencia y el paraíso es un infierno en la ordenada Austria, léase Europa, léase mundo desarrollado. Y debajo de la mesa camilla de ese mundo están, a la espera, los inmigrantes, que no van camino de ser mejores que los que ya están sentados en ella. La fe en lo único y verdadero es, por definición, ciega, insensible e incompasiva hacia los otros y acaba convirtiéndose en su azote y crucifixión.

5.2
14,127
5
16 de octubre de 2024
16 de octubre de 2024
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película ha perdido la fuerza, la energía y la frescura de la precedente. Lamentablemente no está a la altura del "Joker" original. Ni en el guión, ni en la música, ni en las coreografías, ni en las canciones. La actuación de Lady Gaga no aporta prácticamente nada al largometraje que se nos presenta.
En este caso, se cumple aquello de "nunca segundas partes fueron buenas". El personaje se desinfla por completo y desciende a la casi banalidad.
A mi juicio hubiera sido mejor no rodarla y quedarnos con el extraordinario buen sabor de boca de la primera producción. Una pena. Una gran decepción. No sé qué le vieron en el Festival de Venecia, la verdad.
En este caso, se cumple aquello de "nunca segundas partes fueron buenas". El personaje se desinfla por completo y desciende a la casi banalidad.
A mi juicio hubiera sido mejor no rodarla y quedarnos con el extraordinario buen sabor de boca de la primera producción. Una pena. Una gran decepción. No sé qué le vieron en el Festival de Venecia, la verdad.

7.0
10,893
9
20 de noviembre de 2023
20 de noviembre de 2023
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Espléndida película de David Trueba sobre la vida de Eugenio, uno de los humoristas que más me ha hecho reír. También viendo la película, en la que, sin embargo, también he llorado. La biografía que nos traslada Trueba es una biografía de éxito, pero también dura, de lucha, de contradicciones, de dolor, de miedos. Las interpretaciones de David Verdaguer y Carolina Yuste son, a mi juicio, francamente excepcionales. Una película modesta sobre los grandes temas de la vida: el amor, la muerte, el éxito y el fracaso.

7.5
3,705
9
9 de marzo de 2025
9 de marzo de 2025
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un excelente documento histórico de lo que representa la barbarie de los golpes de estado y el totalitarismo, y que nos permite apreciar los valores de la sociedad ilustrada y liberal. Es una historia que se repite una y otra vez, los poseedores de la verdad absoluta quieren imponerla a todos los que no comulguen con ellos, por la buenas o por las malas. Ellos definen el significado de las palabras, el camino correcto y lo que es bueno para la patria y los que allí residen. Y lo imponen a sangre y fuego. En realidad, lo que hay siempre detrás de esos grandilocuentes y criminales gestos son los intereses de la clase que defienden y una gran megalomanía.
La película está, a mi juicio, muy bien narrada, con un guión sólido basado en las memorias de Marcelo Rubens Paiva, hijo de Eunice (Fernanda Torres) y de Rubens Paiva (Selton Mello), ingeniero y exdiputado izquierdista objeto del inicial secuestro. La fotografía, el color, la música y la interpretación del conjunto de actores y actrices son excelentes, y logran arrancar todo un conjunto de emociones que me hicieron llorar desde uno de los acontecimientos que ocurre accidentalmente con el perrito de la familia y hasta el final.
Es una película que ha obtenido muchos y merecidos reconocimientos internacionales. Mi sugerencia es que no se la pierda. Eso que ocurrió en Brasil, en Chile, en Uruguay y en Argentina en los años setenta, puede volver a ocurrir, también aquí y en muchos otros lugares ahora mismo. La historia parece repetirse una y otra vez, y los seres humanos no aprendemos. No sé si por desconocimiento de la historia o por nuestra propia estúpida naturaleza. Quizá tenía mucha razón Antonio Gramsci, ese gran intelectual italiano, cuando afirmaba: "La historia es una maestra sin discípulos".
La película está, a mi juicio, muy bien narrada, con un guión sólido basado en las memorias de Marcelo Rubens Paiva, hijo de Eunice (Fernanda Torres) y de Rubens Paiva (Selton Mello), ingeniero y exdiputado izquierdista objeto del inicial secuestro. La fotografía, el color, la música y la interpretación del conjunto de actores y actrices son excelentes, y logran arrancar todo un conjunto de emociones que me hicieron llorar desde uno de los acontecimientos que ocurre accidentalmente con el perrito de la familia y hasta el final.
Es una película que ha obtenido muchos y merecidos reconocimientos internacionales. Mi sugerencia es que no se la pierda. Eso que ocurrió en Brasil, en Chile, en Uruguay y en Argentina en los años setenta, puede volver a ocurrir, también aquí y en muchos otros lugares ahora mismo. La historia parece repetirse una y otra vez, y los seres humanos no aprendemos. No sé si por desconocimiento de la historia o por nuestra propia estúpida naturaleza. Quizá tenía mucha razón Antonio Gramsci, ese gran intelectual italiano, cuando afirmaba: "La historia es una maestra sin discípulos".
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