Otra típica serie de un asesinato en serie sobre jóvenes chicas en un pueblo sureño. Durante ocho capítulos el espectador asiste, si puede soportarlo, a un mareo de secuencias intrascendentes, flashes del pasado, traumas no superados, misterios que por falta de ritmo aburren a las ovejas. Todo regado con dosis elevadas de alcohol en infinidad de primeros planos… Si hay afán por saber cómo acaba no es por calidad de lo narrado, sino por lo tedioso de la espera; te da igual todo lo que te cuentan y solo esperas que acabe. He leído que la comparan con la primera temporada de True detective; no le llega ni a la suela del zapato.

Magnífica adaptación de la novela de Jane Austen. Creo haberla visto cerca de su estreno en 1995, sin haberla apreciado entonces. Entre las dos visiones median casi treinta años y la lectura de la novela, fielmente llevada a la pantalla, sin cortes, sin personajes que pierdan su papel o incongruencias en el montaje. La elección del elenco de actores, todos magníficos -algo propio de la tradición teatral británica desde Shakespeare, y que nutre generaciones de excelentes actores-; los espacios interiores y exteriores, la belleza de ambos; el juego de sentimientos, las actitudes distintas de ambas hermanas, la contención emocional de los personajes centrales… Todo ello hacen de esta película una gran obra diestramente dirigida por Ang Lee.

No entiendo las valoraciones altas a esta serie. Con dificultad he acabado la primera temporada. En el primer capítulo de la segunda he claudicado.
Esto no es humor. Personajes zafios, groseros, maleducados, que dan vergüenza ajena, y que a lo largo de los capítulos parecen irse contagiando de estos defectos.
Situaciones ridículas, irreales que harían enrojecer a cualquier persona con un mínimo de empatía.
Cuánto desperdicio de talento en estos buenos actores. Merecerían un buen guión, una buena historia.

Una serie aclamada por crítica y trufada de premios, que después de verla te preguntas si se ha perdido el norte, si el mundo está loco o si los intereses creados siguen moldeando el criterio general. Un gran envoltorio para un pobrísimo guión. Escenarios fastuosos (lo mejor de la serie), estancias en palacios de la Toscana, paseos por el lago Como, boda en un castillo en Inglaterra, yates que quitan la respiración, viajes en helicópteros y aviones privados… Pero un guión pobre, sin subtramas atractivas, personajes abominables que se burlan de los sentimientos, que torturan psicológicamente a sus subordinados; uno drogadicto, otro onanista impotente, otro con delirios de política, y la hija insustancial con su pareja, un trepa imbécil entre los que no hay atisbo de amor. Y el padre, un megalómano odioso que me cuesta creer que pueda mantener a flote, no ya un holding de empresas sino una tienda de comestibles. Diálogos insustanciales hasta la náusea, siempre con la polla y el “que te jodan” (parece que los guionistas quedaron el el periodo fálico del desarrollo psicológico). Y el argumento, la lucha por el poder, con alianzas/traiciones cambiantes. Algo que debe ser de primero de narrativa es que los personajes evolucionen a lo largo del relato, que los personajes de reparto tengan fuerza. Aquí no. Si en algo cambian es como lo hace una veleta.
La música excelente.
Productores, gástense menos en atrezzo y escenario y más en guiones potentes, y no se puede estirar en 39 capítulos lo que se puede contar en diez.