Una gran sorpresa encontrarme con un film así dentro del cine nipón, quizás porque esperaba una comedia romántica superficial. En su lugar, he sentido que cada toma me evocaba buenos recuerdos de antiguos clásicos más occidentales que orientales. Veo en el protagonista el mismo amor por los cines antiguos que tiene Totó en "Cinema Paradiso", o toques de fantasía y bondad de "Qué bello es vivir". Todo ello dentro de un romance sobrio, con mucha más alma que cuerpo, y con más drama que comedia.
Algo bonito de ver, apto para todos los públicos. Puede que incluso lleguemos a echar alguna lagrimilla por esta pareja tan dispar.

Western del siglo XXI que refleja la vida tal y como es. Y no, no nos gusta cómo es.
Todos sus personajes tienen un encuadre perfecto, remarcando sus imperfecciones y cómo el tiempo no significa nada. Con un pasado amargo, están luchando con todas sus fuerzas por el presente a pesar de saber que no va a haber futuro para ellos. Es ahí donde se refleja lo más cruel de la cinta y lo que da rienda suelta a la violencia.

Una vez desplegadas las unidades en las llanuras desérticas de Texas, nos adentramos perfectamente en tal entorno. Protagonizado por la pobreza de vivir donde no hay nada, temas que parecen anticuados como los conflictos entre vaqueros e indios siguen presentes, si bien es ahora una lucha entre la sociedad moderna y capitalista frente a la rural. Todo ello amenizado por una banda sonora acorde a dicho escenario, siendo obligatorio el country entre tanto cowboy.

Sin contras que mencionar. Eso será algo personal de cada espectador, pues carece de importantes fallos. Si bien puede no gustarnos, creo que la construcción es exactamente la que pretendía obtener Mackenzie, una sorprendente pintura que no atraerá a los amantes de los colores vivos.

Tratar de hacer un thriller original no da derecho a inventarte lo que quieras para conseguirlo. La relación que nos muestran con su familia no tiene sentido, mezclando un padre tierno con su hija al que, al parecer, le da igual todo. Una detective atrapada en una persecución a fuerza de corazonadas y ligada a sus propios problemas, metidos en la película a martillazos para darle el toque de acción que el sutil asesino no es capaz de lograr.

De todo esto se libra el final, que puede gustarnos más o menos, pero consigue darle algo de oxígeno a una historia original que carece de sentido en ocasiones.

La última obra de Jerome Bixby, perfeccionada durante las últimas décadas antes de su muerte, nos da una muy interesante lección de historia y teología, explicando grandes enigmas con una sencillez extrema y sin caer en fallos argumentales. Quizás el contraste de esta narración con unas reacciones poco creíbles de los oyentes sea la única pega. No obstante, si nos apetece sentarnos y escuchar 90 minutos de una aventura por el tiempo, estamos ante una película de la que sobran las imágenes.