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Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
19 de marzo de 2025
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando quien dirije decide renunciar a las excelencias del montaje a cambio de la capacidad inmersiva e hipnótica del plano secuencia debe tener muy claro que la narración se verá reforzada por dicha elección y, consecuentemente, el espectador será arrastrado hasta el epicentro del mensaje.

Barantini, tal como hizo en Hierve, opta en cada episodio de Adolescencia por las bondades de un plano secuencia, siempre muy sutil, y un guión sin fisuras relevantes para intentar activar una alarma roja social: la salud mental de nuestros niños está siendo minada por los algoritmos de unas omnipresentes y escurridizas redes sociales, pertenecientes a empresas que no tienen otro objetivo que no sea fidelizarlos en sus aplicaciones. Si por el camino, la exposición de nuestros niños a dichas redes conlleva la pérdida de autoestima, la insatisfacción con la propia imagen, el aumento de la ansiedad y la depresión, la adicción a las pantallas y la pérdida del control del tiempo, una exposición a contenidos de alto riesgo (violencia, extremismo, misoginia, conductas de riesgo, pornografía, persecución minorías, trastornos de alimentación, incitación al suicidio...), el aislamento social, el ciberacoso, la distorsión de la realidad y un largo etcétera de otras lindezas, está muy claro que los efectos funestos de este experimento social a escala mundial, pese a quien le pese, no se van a hacer esperar más.

En la ficción el protagonista probablemente nació a lo largo del año 2011 y no creo que sea casualidad que el año siguiente, 2012, sea la fecha consensuada a día de hoy en la que el smartphone se convirtió en el dispositivo móvil más utilizado globalmente. Con un recorrido ajeno a cualquier control en nuestros hogares de más de 12 años da para haber sembrado mucha distorsión entre nuestros menores, tal y como se aprecia en Adolescencia.

Sin ánimo de reiteración, Barantini utiliza el plano secuencia no solo como una opción formal, sinó también como una herramienta narrativa esencial que permite al espectador contextualizar y ser contextualizado en la historia y transmitir la angustia emocional de los personajes, destacando la inmediatez y la tensión. Su dirección también es notable en cómo guía al reparto, logrando que los actores, especialmente Owen Cooper y Stephen Graham, articulen las emociones de sus personajes de manera natural y contenida, sin caer en el melodrama fácil. El trabajo de dirección artística refuerza la atmósfera opresiva y emocionalmente cargada de la serie, utilizando el diseño de espacios, iluminación y colores de forma que se consigue subrayar aquello narrado en todo momento. Barantini controla con maestría el tiempo narrativo, desplegando las acciones y las consecuencias de manera gradual; esto crea una sensación de claustrofobia y deterioro emocional, evitando apresurarse hacia el clímax. Para acabar con la dirección, observo un esfuerzo para evitar convertir la serie en un mensaje explícito, permitiendo que el espectador reflexione sobre el impacto de las redes sociales sin sentirse manipulado, manteniendo una narración sutil aunque, quizás, sin el punch que más me habría encajado.

El guión de Graham y Thorne es profundo, pero bajo mi criterio, adolece de una mayor carga simbólica, articulando algún aspecto de forma reiterativa (por ejemplo: desarrollando soberanamente la desorientación y el dolor familiar) y careciendo de la valentía necesaria para denunciar más clara y explícitamente a quienes han obviado su responsabilidad social por motivos lucrativos y desencadenado el desastre.

El trabajo actoral es excelente, con Owen Cooper y Stephen Graham bordando sus papeles y un Ashley Walters sencillamente magnífico en los episodios que interviene.

Formalmente, la película consigue su cometido: sumergirnos, casi documentalmente, en la vorágine de sucesos que acompañan un crimen incomprensible, del que a mi juicio, todos somos culpables por inacción. ¿A qué esperamos para hacer saltar la alarma roja social ante semejante desaguisado? ¿Cómo es posible que permitamos que nuestros menores sean abducidos por contenidos de alto riesgo, desprovistos de los mínimos valores esenciales y, lo que es peor, que se estén educando en semejante caldo de cultivo sin tomar cartas en el asunto?

En definitiva, una miniserie notable que ojalá consiga que su mensaje cale mayoritariamente entre el público.
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Mención aparte merece, por su lucidez, el momento en que los inspectores, cariacontecidos y con mucho tacto, exponen los motivos de su intromisión en la clase y el "comentarista" de la clase, entre risotadas frenéticas, proclama con sorna despiadada : "Joder, pues sí que se la ha cargado Jamie...", evidenciando el vacío de valores imperante. Ya lo dijo Tristan Harris: "¿Qué recursos vamos a poder ofrecerle al niño que se esconde bajo la cama con el móvil para que pueda enfrentarse con los mejores programadores y los mejores arquitectos de la conducta del mundo?"
13 de mayo de 2024 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No puedo ni quiero ocultar mi entusiasmo: no hay apartado artístico ni técnico en Animales nocturnos que desde mi humilde opinión no redunde en la más absoluta excelencia. Menudo monumento al séptimo arte ha levantado Tom Ford a partir del libro Tony and Susan de Austin Wright, yendo más allá del cine y elevándose en el olimpo del arte en general! Qué regalo tan fantástico para quien sepa y pueda degustarlo. Cualquier cinéfilo que se precie debería intentar obtener dicha recompensa, aunque por lo visto, no se trate de tarea fácil. Para mi, el film es un retrato extremadamente vigente de lo maltrecho que anda el amor en nuestros días; de cómo la vanidad, el narcisismo, la superficialidad, nuestros miedos e inseguridades y, en definitiva, ese gran desconocido que todos llevamos dentro puede arruinar nuestra capacidad de amar o bien desfasarnos como amantes. Y eso es lo que principalmente se nos cuenta, pero no de cualquier manera sinó desde la narrativa más preciosista que prácticamente recuerdo en el cine, articulando su extraordinario mensaje a partir de un sinfín de metáforas que permiten al espectador entrar en la ecuación y personalizar la experiencia. Tom Ford, juega con todo: música sofisticada, encuadres muy meditados, diálogos extraordinariamente hilvanados, obras de arte simbólicas, colores identificativos (verde, rojo...), objetos puente (coche, crucifijo...), interpretaciones duales (Edward, Tony...), cambios de plano-bisagras y, sobretodo, con una suerte de narrativa psicológica cargada de metáforas, muy suculentas. Aunque ni mucho menos se trata de cine comercial al uso, tampoco se trata de una película que para ser disfrutada exija conocimientos avanzados en simbolismo ni metalenguaje, tal y como parecen sugerir ciertas críticas. La película es autoconsistente, es decir: ofrece y suguere todos los elementos para ser interpretada. Las actuaciones de Amy Adams, Jake Gyllenhaal, Michael Shannon y Aaron Taylor-Johnson son prodigiosas y realmente no soy capaz de proponer mejores alternativas.
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Me encanta cómo la lectura pausada de la novela de Edward, que hiere premonitoriamente a Susan, despedaza a los dos personajes a lo largo del film, a medida que vamos tomando perspectiva de su presente y, sobretodo, de su pasado. De esta manera, entre parágrafo y parágrafo, nuestra comisaria de arte, Susan, 19 años después de cortar con Edward y tomar unilateralmente la decisión de abortar la gestación del hijo en común, empieza a plantearse si su existencia actual cuenta con el mínimo estímulo deseado. Instalada en una vida de apariencias y lujos desmedidos, en la que a juicio de su amiga, lo mejor que puede pasarte es que tu marido sea gay porqué así no te engañará con otra mujer... Susan se sabe engañada! Insatisfecha con su trabajo y víctima de las rutinas de una relación decadente, Susan se aferra a la lectura del manuscrito de Edward sin darse cuenta que el relato es personal, absolutamente personal. Cuenta cómo Tony pierde a su hija y a su mujer asesinadas por unos desalmados ante los que no puede ni sabe oponer resistencia. Con la ayuda de un Sheriff renqueante, Tony conseguirá vencer sus debilidades y, en cierta manera, vengar dichas muertes, aunque la proeza acabará cobrándose su propia vida. Susan se siente rescatada de su vida sin aliciente por el fin del relato, sin darse cuenta que lo que Edward acaba de narrar es su propia historia de redención, en la que reconoce metafóricamente que poco hizo en su momento ante la pérdida de su amada y su hijo no nato a manos de la inmadurez y la inseguridad juvenil, aunque casi 20 años después, un Edward más consciente e implicado (a quien Andes representa) consigue ganar terreno... Cómo? Ejecutando Tony, no sin problemas, a Ray (Edward consigue volver a atrapar a Susan contándole algo absolutamente personal, detalle literario que amargamente ella le había reprochado en el pasado) a costa de perder su propia vida (no asiste a la cita, pero como animal nocturno que también es, observa subreptíciamente la escena). Susan, como muchos de nosotros, sólo entenderá la redención de Ed cuando apure el último sorbo de licor.
15 de marzo de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a mi escepticismo en cuanto a temas paranormales y del más allá, Clint Eastwood consigue de nuevo articular una película que trasciende el que parece ser el tema central de la cinta y consigue plasmar de forma sensible e inteligente la historia atormentada de un ser acomplejado y perseguido por su don, incapaz de amarse a sí mismo y temeroso de lo que pueda acontecer amando a una mujer. El dibujo de los personajes es excelente y en ningún momento obvio. La secuencia final, muy a pesar de las críticas que he leído, es la que da verdadero sentido a todo lo que se nos ha mostrado y, en el fondo, contiene el que, en mi modesta opinión, es el mensaje del film: "el verdadero amor sólo se vive o puede vivirse en complicidad y, desgraciadamente, la cristalización de esta coyuntura pocas veces está en nuestra mano". Es loable comprobar como el guión se sirve de lo paranormal para plasmar una historia de amor lastrado por la autoconfianza. Jamás habia visto nada parecido en la gran pantalla. ¡Gracias de nuevo Clint!

Leyendo ciertas críticas profesionales, no puedo evitar preguntarme: ¿Qué película han visto?
22 de octubre de 2011
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de nada, reconocer que mis expectativas en cuanto a la película eran grandes por varios motivos: dirección, intérpretación, tema, fotografía y banda sonora. Tras haber disfrutado de sus trabajos anteriores, es justo reconocer que no considero a Malick mi director favorito, aunque sí estimulante y capaz de sorprenderme gratamente. Hasta hoy, el discurso de su filmografía siempre me ha parecido personal, original y exento de cualquier intromisión comercial o ideológica. Después de visionar el film con la máxima atención y sin dejarme coaccionar por mis expectativas, sentí una profunda decepción por su opacidad y, lo que es peor, arraigó en mi la sensación de oportunidad malograda por Malick y de pérdida de tiempo ante la pantalla.Tal y como acostumbro a hacer, dejé reposar la película, leí a posteriori cuantas críticas especializadas pude, la comenté con amigos y, por último, revisé mi concepto de cine con especial atención para con su objetivo advirtiendo que Terrence había planteado un sutil jaque al mismo.

La pretensión del séptimo arte es variopinta; en la mayoría de los casos el entretenimiento de sus consumidores es suficiente, pero en algunas ocasiones aquello que esta disciplina artística propone trasciende y consigue conectar (vía comunicativa, provocativa, simbólica, metafórica...) con nuestro espíritu de forma notoria, estimulando desigualmente nuestra razón, emociones y sentimientos. Como en toda obra de arte, la interacción en el celuloide -si puedo llamarlo así- se establece entre el artista y el receptor, en este caso, tratándose de un producto tan personal, entre Malick y un servidor. Llegado a este punto y amparándome en que toda crítica es subjetivamente antidemocràtica, me atrevo a afirmar con pocas dudas que el árbol socava esta visión del cine. Considero que Malick no consigue poner a mi alcance suficientes cabos de los que tirar, el film se pierde en simbologías susceptibles de ser interpretadas en la mayoría de los casos de cualquier forma y desgraciadamente se vuelve opaca por su deseo de trascender. No soy, ni por asomo, un experto en poesía cinematogràfica ni en simbología universal, pero sí soy un ávido consumidor de cine que no ceja en su empeño de dejarse impregnar por el supuesto cine que emana del árbol vital. Leídas y releídas las críticas que ensalzan la película hasta el olimpo cinematográfico con el objetivo de obtener las pistas necesarias y revisado el film, sigo sintiéndome cómo un bosquimano ante el Guernika, es decir: no conecto con él ni por vía emocional, sentimental ni del raciocinio.

Mi última esperanza subyace en la publicación del DVD con los correspondientes comentarios del director. Hasta entonces no puedo sino afirmar que el árbol de la vida constituye un aparatoso jaque de impenetrable simbolismo a la concepción que tengo del cine. Si en el futuro, dicha voz en off me lleva a alguna parte, ciertamente, como muchos críticos se han cansado de afirmar, algo habrá cambiado en el cine.
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