Esta película no aspira al fiel reflejo de las heridas que producen las balas y los bombardeos en la piel y en las carnes de los soldados y de los inocentes. Aspira al dilema moral de las guerras, como otras películas que ya hemos podido ver pero de una forma más simple y no por ello menos compleja. En esto reside su gran mérito, nos trasmite el mismo desgarro, la misma sinrazón. Nos hace adentrarnos en la misma consciencia; en ese estado de pureza que tenemos marginado y que nos hace preguntarnos quienes somos. Consigue que esos personajes tan ensimismados, como el noble Ivo, se vayan acercando y nos vayan descubriendo sus complejas existencias llenas de virtud pero sobre todo de dificultades, donde poco a poco ellas van usurpando el lugar que ocupaba la esperanza. Porque el enemigo de la guerra es la esperanza y desde la austeridad cinematográfica, sin utilizar grandes giros de argumento, escenarios complejos, efectos especiales de grandes estudios esta pequeña gran película nos lo muestra. "Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento" cómo dijo el poeta. Mostrar la guerra desde este lugar sencillo, austero y ser tan mordaz e hiriente como lo es Mandarinas. A mí no me deja otra opción que amarla y recomendarla a todo aquel que quiera descubrir esta maravillosa película.