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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
4 de febrero de 2018
606 de 652 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he animado a escribir porque no leo lo que yo he visto ni en las críticas profesionales ni amateur, indistintamente de si la aclaman o la aborrecen. Como hay tantas loando las virtudes cinematográficas me voy a centrar en el fondo del asunto, tal y como yo lo veo y con pocas dudas de lo que nos ha querido mostrar PT Anderson. Para quien no la haya visto y antes de entrar en spoilers, se me hace complicado recomendar esta película. Hay que tener diría que hasta una formación psicológica potente para entender el trasfondo. No, no es una película de una relación amorosa. Eso no es más que una arista más de la personalidad de Reynolds, del que se nos hace un cuadro diagnóstico completo en su estado mental y se nos da sin ninguna duda el origen del problema, que tiene mucho que ver con su película Magnolia. La clave está en el título, mejor aún en el original. Hay un hilo que no vemos, pero que controla cada aspecto de la personalidad de Reynolds, una persona totalmente atormentada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La clave está en la madre, con la que Reynolds mantiene un hilo incluso después de muerta. Decía lo del título original porque PT Anderson, que no es nada obvio en su película, nos desvela una pista clave al hablar de fantasma cuando en la película la madre aparece como uno. Anderson se encarga de hacernos un cuadro completo de Reynolds y su atormentada infancia: un padre ausente al morir pronto y una madre severa. De esto segundo tenemos datos sobre todo indirectamente, porque Reynolds no osaría hablar mal de su madre, aunque al hablar del vestido que le hizo casi se le escapa: qué fue del vestido? Seguramente criando polvo. La madre no lo apreció, no le recompensó. A la madre también la conocemos indirectamente a través de esa hermana controladora que cuando Reynolds se rebela lo trata implacablemente: no oses discutir conmigo porque te destrozaré. La hermana ha copiado el perfil de la madre, que probablemente vivió lo justo para ver los inicios de su hijo y explotar su talento.

El cuadro psicológico lo tenemos en el Reynolds adulto, o más bien un adulto que no ha dejado de ser un niño porque no tuvo una infancia normal: es incapaz de comprometerse porque no sabe amar, ya ama a su madre y no tiene espacio para más. Ni siquiera se nos habla apenas de su sexualidad, probablemente cargada de culpa e impotencia física. Es incapaz de relacionarse salvo como un crío, siendo brusco y violento. Alterna episodios de grandiosidad y depresión, típico de las personalidades geniales, pero atormentadas. No tiene autoestima alguna, como refleja cuando ve que su tiempo está pasando y ya no es "chic", reaccionando de manera infantil. No tiene relaciones con hombres porque solo se ha relacionado con dos mujeres, su madre y su hermana. Es definitivamente el cuadro de un genio atormentado por su infancia. Se describe de forma tan cuidadosa y brillante que no me cabe duda que Anderson o bien ha ido al psicólogo o bien ha leído mucho del tema, de autoras como Alice Miller (léase El Drama del niño dotado).

En estas aparece Alma, cuyo pasado no se nos cuenta, pero también tendrá miga. Alma de algún modo entiende finalmente este cuadro, aunque de un modo parcial. Al final de la película entendemos cuál es el proceso para aliviar en parte (que no solucionar o sanar) la atormentada vida de Reynolds: llevarle a un estado de cuasi-niñez, un estado en el que él se permita SENTIR, aunque sea al modo infantil, y en el que haya una figura materna (Alma) que le cuide y le mime. Solo entrando en ese estado, tras estar muy enfermo, Reynolds puede sacar a la luz sus verdaderos sentimientos, más allá de la grandiosidad de su vida pública. Alma no le salva, pero a diferencia de otras que pasaron por la vida de Reynolds tiene acceso a una parte vetada al resto del mundo en la que, aunque sea por unos instantes, Reynolds puede ser el niño que no le dejaron nunca ser.
18 de noviembre de 2024
34 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hace falta más que darse un paseo por las redes sociales para comprobar que los hombres y su masculinidad están insertos en una crisis de identidad profunda: los valores y roles del pasado parecen no valer, pero en algunos se resisten a desaparecer, mientras que mirando al futuro cuesta entender qué es y cómo debe comportarse un hombre: qué valores hay que inculcar hoy a un hijo varón? Qué conservamos del pasado y qué incorporamos de contextos más femeninos? Es un punto de inflexión que a muchos (y muchas) les pilla a pie cambiado y da tanto pavor que a veces la solución parece resguardarse en lo caduco.

Igual que en Cinco lobitos Alauda hacia una deconstrucción del concepto de maternidad, aquí se atreve con el de la masculinidad y sale mucho más que airosa. Repite el pulso a la hora de narrar con maestría, colocar la cámara en el lugar perfecto y sacar lo mejor de sus actores, siempre sutiles a la hora de expresar más mediante gestos furtivos que grandes monólogos.

El guion vuelve a demostrar una carga de profundidad tremenda, como en Cinco lobitos, y va de menos a más. Parte de una historia más o menos conocida y vista, pero le va añadiendo complejidad utilizando dos componentes clave: la sutilidad de la violencia de género, que hoy sabemos que abarca mucho más que el daño físico (daño psicológico, aislamiento social y familiar, presión económica...) y el relato para con los hijos, que aquí no son pequeños ni funcionan como botín, sino que toman su propia postura desde la mirada adulta.

Para nada es casual que los dos hijos sean varones, porque es aquí donde Alauda remata su tesis sobre la nueva masculinidad (en spoiler).
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La masculinidad tradicional es obviamente el padre, rodeado de señores salvo cuando va a ver a su familia de origen. Esos amigotes encantados de conocerse entre ellos en un mundo vetado a lo femenino, cargado de valores caducos. El hijo menor representa la masculinidad bajo mínimos, con un chico apocado, de mirada frágil, indeciso, pero muy empático y sensible. No era necesario retratarlo como homosexual, pero acentúa ese afeminamiento que se puede entrever. Y luego queda el hijo mayor, que representa la transición de un estado a otro, el camino que muchos hombres, aun a edades tardías, están dándose cuenta que tienen que afrontar. Y este personaje es la estrella de la serie de Alauda, porque si bien todos evolucionan en parte, Aitor es el que mayor profundidad adquiere. Y como sucedía en otra serie ambientada en el País Vasco, Patria, el punto y final es extremadamente sutil, un gesto y muy pocas palabras que sirven para resumir que los hombres pueden (deben) dar ese paso y salir airosos. Que todos, hombres y mujeres, ganamos a darlo.
15 de julio de 2018
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mary Shelley es una inteligente y recomendable película que camina entre la historia real y la ficticia con un objetivo muy claro: más allá de la protagonista, es una película sobre la gestación de una obra, sobre el cúmulo de experiencias, emociones y capacidades que generan una novela que esconde mucho más de lo que la propia historia de sus adaptaciones nos ha enseñado. No obstante, para conocer la obra necesitamos conocer a la autora y entender cuál es su proceso psicológico que la lleva al extremo de encerrarse y parir Frankenstein sin antecedente claro alguno y en poco tiempo de elaboración. Para ello navegamos en los años previos conociendo a las personas que influyeron en su personalidad y también en un contexto social muy particular del siglo XIX: el movimiento romántico. Mezclando ambas cosas, además, vemos cómo en la cabeza de Mary Shelley se enfrentan dos visiones del mundo muy opuestas: la concepción del matrimonio como un contrato de conveniencia y el siempre doloroso amor romántico. La película consigue bien su objetivo y se hace creíble, salvo quizá en la parte final, pero eso ya es tema para la parte spoiler donde también hablo de ese primer abandono.
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Se nos cuenta que Frankenstein es parido a partir de una experiencia de abandono emocional. Para ello, la historia penetra una y otra vez en la relación entre Mary y Percy. Percy es un personaje fundamental, pero tan complicado es que provoca algún momento de incredulidad en el espectador. Sí, esa escena final en la tienda del padre declamando que la obra es exclusiva de Mary no parece tener correlato en la realidad (al menos lo que he mirado) y es un poco excesiva, increíble, contradictoria con el Percy narcisista (apelativo que hasta se usa expresamente) que nos han mostrado la película. La realidad es que Mary y Percy sobrevivieron como relación a estos años que se nos muestra en la película, pero dudo bastante que la felicidad marcara su vida. Percy es un chico que, sin ser expresamente malvado, sí está confundido y confunde a todo el mundo por su narcisismo recalcitrante hasta el punto, como dice William Godwin, de "decir que ama la humanidad, pero abandonar a su hija". En su historia infantil se encontrará seguramente esa necesidad extrema de llamar la atención y ser amado, además de ese rechazo a los niños que van apareciendo en su vida.
La pregunta que uno debe hacerse es: y por qué una chica con relativa formación, hija de una influyente y pionera feminista se enamora de alguien así? En las contradicciones de la época está la respuesta, especialmente si miramos al padre. La experiencia infantil de Mary es que ha crecido sin madre, que en su lugar le han instalado a una cretina que favorece a sus propios hijos y maneja al padre, un padre que no duda en abandonarla y expulsarla del hogar cuando las cosas no van como él quiere. Este enorme desapego infantil tiene que ser cubierto de algún modo en la adolescencia/juventud y en estas aparece una figura paternal que propone algo muy diferente a lo que Mary había visto en su casa. Es presa fácil para un narcisista.
Así que sí, Frankenstein, como nos cuenta Percy en la insólita e innecesaria escena del final, es producto de una experiencia de abandono en la que él es responsable, pero como espectador no puedo dejar de mirar a esa experiencia de abandono emocional primigenia, la del padre.
2 de junio de 2018
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que a Mar Coll le interesan los asuntos familiares está claro. Con más metraje que una película, en Matar al Padre intenta profundizar, aunque el resultado final incluye un tanto de relleno y me da la sensación de que podría haber contado lo mismo en 90-120 minutos. También noto un pequeño bajón desde el primer capítulo al cuarto por la propia evolución de los personajes, que en algunas cosas resulta creíble y en otras no tanto. En todo caso creo que es muy recomendable verla porque su tesis principal, la de la influencia de los padres en los hijos en la vida adulta, creo que está bien reflejada. Desde luego, lo que está la serie es muy alejada del planteamiento moderno de series de capítulos intensos y gancho final, muy lejos. En Spoilers sigo para los que la hayan visto contando mi visión de esta familia.
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Lo principal a entender y que Coll nos plantea en el primer capítulo es que Jacinto es una víctima que se convierte en verdugo inconscientemente. Es la historia de la inmensa mayoría de las familias, pero en este caso con un toque más extremo. El padre de Jacinto, que también tendría sus razones para ser como fue, se nos pinta como un padre sin corazón alguno, sin empatía, capaz de matar a un perro sin razón aparente. Hacer algo así, quede claro, está a la altura de muy pocas personalidades... hablamos de un psicópata integrado o algún tipo de personalidad extrema similar. El resultado en Jacinto es claramente el de un adulto con personalidad límite, completamente desnortado y desubicado, con comportamientos obsesivos y una ansiedad exacerbada que termina derivando, inevitablemente, en una depresión profunda cuando las cosas no van bien. En esto último me hubiera gustado un guión algo más "normal", esto es... las cosas no le tiene por qué ir mal a Jacinto para trazar toda su personalidad y el guión intenta llevarle al extremo para dramatizar aún más. Lo único que no me cuadra de Jacinto, quizá, es lo borde que es con todo el mundo. Este tipo de personalidades límite machacadas por un padre hipertóxico suelen tener más bien una alta deseabilidad social. Aunque hay de todo, claro.
Jacinto es una víctima y lo refleja en la relación con sus hijos. Pero estos no tienen culpa de nada y, por tanto, para ellos Jacinto es un verdugo más en la cadena de porquería paternal que llega desde el abuelo. Son un eslabón más. De hecho, muy seguramente Valeria continuará la historia con su niño, siendo una madre tóxica. No lo puedes evitar si no lo ves. Los dos hijos muestran rasgos diferentes, bien visto por Coll, aunque en ambos casos disfuncionales: Tomás, que nunca se hace adulto, es un saco de ansiedad al que ni todas las terapias alternativas ni el éxito consiguen arreglar. En el capítulo 4, el mejor momento es cuando vemos a Jacinto, totalmente derrotado por la vida, yendo a casa de su hijo, pero Tomás sigue pendiente de conquistar el amor de su padre, nunca incondicional como le deja claro en el capítulo 1. Nada, ni todos los Budas, santos, cremas y túnicas blancas van a ayudarle a encontrar la tranquilidad. Su terapia, sea la que sea, no ha funcionado porque no ha atacado el problema raíz. Bueno, seguramente Tomás hizo terapia de su padre, pero tan liviana que no ha servido para absolutamente nada: cambia ligeramente la conducta y se felicita por ello (momento en el que le pide a su padre que se tome la infusión), pero no se lo cree, por dentro sigue siendo exactamente el mismo que en 1996, 2004 y 2008. Valeria, por su parte, ha visto el machaque y ha reaccionado con ira. Si Tomás es el miedo, Valeria es la ira, pero una ira descontrolada e insana, totalmente disfuncional. A bote pronto podemos pensar que Valeria es más fuerte o que vive mejor que Tomás, pero es un espejismo: su disfuncionalidad está al mismo nivel, solo que tiene otra cara. Vive enfadada con el mundo y así es imposible ser feliz.
A todo esto, qué pinta la madre? Creo que Coll no lo tiene claro y lo deja claro al retirarla de la escena, al quitarle todo el protagonismo de los dos primeros capítulos. Es sin duda el personaje más desdibujado y flojo. En el capítulo 2 parece un complemento tóxico al padre cuando le rasca la espalda a su hijo de 28 años, con quien parece tener una relación inadecuada, tanto como la del padre con el hijo. El caso es que desaparece un poco y no sabemos muy bien cuál es su papel posterior. La serie va sobre el padre, pero no hubiera estado de más explotar un poco esa parte de toxicidad hacia Tomás.
16 de enero de 2024
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Normal People es una serie que me entró mal en los primeros 3-4 capítulos porque no la comprendía. Venía con ciertas expectativas de ver una serie sobre una relación amorosa y aunque el envoltorio pueda vender eso, la realidad es mucho más compleja. Es como una cebolla, pero en este caso de esas cebollas que por fuera parece que están bien, pero por dentro están podridas. Por fuera vemos sexo a raudales y caras bonitas, éxitos académicos, brillantez y lo que aparentemente es una relación bonita, pero por dentro todo va mal.

No es una serie romántica, al menos no al uso. Para mí su tesis principal es que el amor pleno y duradero no es posible cuando los involucrados llevan traumas de base. Así que la serie, para mí, lo que pretende es darte un punto de partida romántico para luego desentrañar qué pasa aquí para que esto no termine de funcionar. Y lo que pasa son ellos, nada más. Quizá de manera reiterativa, esto podría incluso haberse resuelto en una película de dos horas con menos escenas de sexo, Normal People penetra a fondo en la psicología de los dos personajes.

Y... sabéis qué? Al final me queda la sensación de que dos de los personajes principales son justo los que no salen en ningún momento y apenas son nombrados. Desarrollo en spoiler.
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spoiler:
Tenemos a dos personajes principales con problemas psicológicos de base, resumiendo:

- Connell: aparentemente seguro de sí mismo, pero es solo una fachada que se ha puesto para esconder su principal problema, la autoestima. La serie hasta nos lo explicita cuando va a la psicóloga y está rellenando un test, porque es justo la pregunta que le hacen. Connell creció en una familia sin padre, del que no sabemos nada, pero por la juventud de la madre suponemos que fue un embarazo no deseado. Su casa y su vida son modestas, vive presionado por el estatus social y esta presión la traslada a los estudios y sus relaciones personales. Le acompleja que su madre trabaje para la madre de Marianne. Le acompleja la casa de Marianne en Dublín. Tiene tantos complejos y la autoestima tan baja que prefiere romper con su aparentemente idílica relación que pedirle a Marianne que le acoja en su casa cuando pierde el trabajo. No soporta una relación en la que él no parezca tener el control aparente de todo. En esto aparece Helen, la parte que menos se nos cuenta en la serie y que más echo de menos. En la parte final de la serie termina llevando mejor la relación con Marianne cuando ella está desvalida sin familia y él puede adoptar un rol paternal con ella.

- Marianne: su caso creo que es mucho más cristalino. Vive en el trauma perenne desde la cuna. Su padre, se nos cuenta, pegaba a su madre. Su hermano ha copiado el rol y su madre sigue sin reaccionar permitiendo el maltrato dentro de su casa, primero verbal y finalmente físico. Cuando un niño vive un contexto de violencia queda traumado, a veces de por vida. Marianne no ha resuelto nada y navega a la deriva. Acepta una relación totalmente desequilibrada y abusiva por parte de Connell en el instituto hasta que la humillación es absoluta. Porque ella es inteligente y brillante y lo demuestra al llegar a Dublín, cuando irradia seguridad en sí misma y es popular. Pero el trauma nunca perdona y vuelve y vuelve y vuelve. Bullying, maltratos... no son cosas que se superan con una mudanza. La nueva decepción con Connell la lleva a una espiral de daño autoinflingido a través de un novio maltratador y una nueva vuelta de tuerca la lleva al sadomaso. Termina nuevamente con Connell con un papel totalmente disminuido, en construcción. En ese momento llega el final, lo más intrigante para mí de la serie. No sé si ella se ha percatado de lo que no funciona y quiere empezar de cero. No lo tengo claro.

Normal People nos cuenta que nuestra crianza determina la forma en la que afrontamos las relaciones sociales y amorosas y que nada es gratis en este sentido. No tener padre (ni nombrarlo) o tener un padre maltratador son cosas que hay que resolver internamente si no queremos entrar en una espiral de relaciones desequilibradas. Si llegamos a una relación amorosa con un déficit de autoestima por X razones, buscaremos compensar en la pareja, "completarnos" con ella, tapar las heridas con ella. Y esto es garantía de dependencias que lastrarán la relación, que sujeta con palillos irá a la deriva o naufragará antes o después.

Es decir, la relación de Connell y Marianne no es una relación sana, bajo ningún prisma lo es. Está abocada al fracaso porque ambos tienen muchas cosas que resolver. Marianne busca un padre amoroso en Connell, pero que además sea duro con ella, mientras que Connell busca alguien que no le amenace su floja autoestima. Se entienden en muchos niveles, pero fracasan una y otra vez. Tampoco tienen éxito fuera, porque el problema no es el otro, es uno mismo.

Así que, bueno, se puede decir que Normal People es una historia de amor, aunque más bien diría que es una historia de cómo nuestra psicología afecta a cómo nos amamos (bien o, como en esta serie, mal).
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