He visto esta película tantas veces, que ni siquiera recuerdo el número exacto. Así todo, en cada visionado tengo las mismas sensaciones que tuve la primera vez: sorpresa, alegría, mil dosis de optimismo y unas ganas terribles de que la película no se termine nunca. Hay quién pueda decir que es insultántemente optimista e irreal, pero para ver algo real ya están (algunos) telediarios. Habrá gente que la tilde de excesivamente cursi y romántica, pero para ver asperezas y sobriedad tenemos la vida real. Por último, habrá algunos que piensen que la protagonista es rara y en ocasiones un poquito estúpida, pero quién no ha soñado alguna vez con una mujer tan mágica, impredecible y surrealista como Amélie.

Genial sería un adjetivo que se quedaría corto para valorar esta película. La cantidad de sensaciones y emociones que provoca verla, es sólo comparable a la crudeza de las imágenes y a lo inesperado de su estupendo guión. Tristemente, la muerte se llevó a este director antes de que pudiera regalarnos otras obras de arte, pero siempre nos quedará el consejo de no olvidarse de soñar (dormido o despierto) para que la realidad no termine matándote.