No le echemos la culpa por completo a esta película, pero después de verla tuve que servirme un poco de mezcal.

Pero es que a veces (sólo a veces), el alcohol es el escape perfecto para no enfrentarnos a nosotros mismos.

Tratar de descifrar los mensajes que una obra de esta magnitud te enseña, toma esfuerzo; pero tan sólo el dejarte impactar ya es un acto de valentía.

Y estoy siendo tan honesto, como el mensaje de The Whale ; o cómo Charly (el protagonista) le exige a sus alumnos cuando escriben un ensayo.

A veces comida, a veces alcohol, a veces el deflectar con trabajo, rutina, ejercicio, etc. O incluso a veces (sólo a veces) el dejarse morir, con tal de no enfrentar a lo más oscuro de nuestra existencia, nuestros más profundos miedos.

La película no es el morbo de ver un actor noventero transformado en un obeso mórbido, trata del amor; a los hijos, a la pareja ,a los que están cerca de ti a pesar de todo.

Esta no es una crítica de cine o una reseña.

Es una invitación a dejarse impactar por el trabajo puesto en una obra de arte.

Está por demás decir que el Oscar o cualquier premio de interpretación, se le debería dar a Brendan Fraser, quien desde su vulnerabilidad nos regala una actuación de este calibre.